💬 One-shot
Anime: Kimetsu no Yaiba.
Shipp: SaneMitsu
Palabras: 3514
Canción: Let's fall in love for the night — Vamos a enamorarnos por la noche
En un día soleado a más no poder, Mitsuri, joven secretaria, se desnudaba delante de su pareja, no en busca de persuadirlo, más bien para cambiarse tranquilamente, después de todo ese hombre no parecía querer salir de la habitación. En cuanto intentaba ponerse el sostén, sentía unas frías y débiles manos pasarse por su vientre plano mientras esos labios que ya conocía besaban su cuello; pero al parecer no había muestra de amor alguna en esas acciones, solo era su pareja un poco caliente e intentando llevarla a la cama.
—Amor, tengo que llegar temprano sino sabes que el jefe me hará trabajar horas extras —dijo en un tono juguetón, recibiendo una mordida fuerte en el cuello que le hizo escapar un suspiro—. Obanai...
—Tu jefe es un idiota, no me agrada.
—¿Eh? Pero si eras muy buen amigo de su hijo.
—Ya no, además, es un Rengoku, ¿no te aburres? Todos ellos son tan raros.
—Sí, quizás me aburro un poco —mintió para complacer al hombre detrás suyo, quien chistosamente se tenía que poner de puntas de pie para besar su cuello—, pero debo trabajar, lo tuyo es fácil, siempre tienes que ir de noche a hacer negocios y vuelves por la madrugada.
—Se ve que nunca coordinamos, ¿a qué hora volviste ayer?
—No lo sé, quizás a eso de las tres de la mañana.
—No me gusta esa respuesta —dijo en medio de sus celos, apretando más el agarre—, quiero pasar más tiempo contigo, ¿por qué no coincidimos?
—Estás muy charlatán.
«Y preguntón» pensó sin demasiada seguridad, ya sabía que cuando su novio era el que quería que se quedase significaba que algo no había sido divertido en sus noches de negocios... Pero eso era mejor, resultaba emocionante tenerlo a sus pies, debido a que todo ese tiempo se sintió engañada por su interés y desinterés; solo haría de cuenta que nada ocurría todo el tiempo, como si siempre estuviera de acuerdo con él, porque es divertido pensar en quién juega mejor con el otro, incluso si la relación cada vez se volvía más extraña o, mejor dicho, tóxica, una palabra que Mitsuri hubiera querido nunca haber dicho. Quitó las manos de su pareja con cuidado y las posó sobre sus pechos ya cubierto por esa tela, también era muy bueno cuando se trataba de excitarla, por lo que se dejaba tocar cuando él quería.
Sintió cómo el muchacho los masajeaba con cierta rudeza, como si quisiera arrancarle el sostén, y acercándose más aún. Unos minutos más y podía caer en su juego, causando que su jefe le pusiera una advertencia, por lo que se detuvo antes de que llegaran a más, notando la molestia del azabache.
«Lo lamento, corazón, pero no soy tu juguete sexual, ve a divertirte con tu amante como haces siempre» pensó sin tanta gracia.
—No deberías provocar si no quieres seguirme el juego, eso te hace ver como una perra.
—Más tarde, ¿sí? Ahora debo irme, sabes que la noche cae rápido así que espero que podamos vernos.
Se puso su falda negruzca en un instante, justo la que le llega a las rodilla, porque su esposo explotaría de la cólera gritándole que se cambie "esa mierda que atrae a morbosos" cuando al primero que había atraído con una falda que como esa había sido él. Quizás se identificaba como un morboso también... Qué suerte tenía de haber encontrado a alguien en el trabajo que no le importara la ropa que quisiera usar, pero por el momento le haría caso a su pareja, porque después sabía cómo provocarlo de una forma peor. Sanemi probablemente se sentiría orgulloso de ella al tener tantos pensamientos como esos, ya que la venganza es dulce y muy agradable, aunque a veces hayan altibajos.
Se puso unas medias negruzcas y sus zapatos, esos que tan cómodos resultaban con unos pequeños tacones que remarcaban más su figura, de por sí era alta; y por último se abrochó una camisa ligeramente traslúcida de la cual su pareja no dijo nada, al parecer ya se encontraba bastante insatisfecho para hacer un simple comentario, ya sea de elogio o desagrado. Le sonrió dulcemente como si no supiera ninguno de sus secretos y recibió un casto beso en los labios, ya no sentía cosquillas cada vez que la besaba. Había algo de ella que aún le gustaba la falsedad de ese hombre... Sí, quizás no lo odiaba ni amaba, pero había algo más allá que la toxicidad en su corazón. Solo que no tenía todo el tiempo del mundo para procesarlo.
Debido a que hacía calor, al salir de su hogar desabrochó un botón de su camisa y decidió tomar un taxi; su oficina, para su mala suerte, se encontraba a unos cuantos kilómetros de su hogar, por lo que siempre solía salir a las ocho menos cuarto y desayunar allí lo primero que se le pasaba por la cabeza; aunque usualmente comía mucho debido a su hambre descomunal. Al llegar finalmente a su lugar de trabajo, saludó con ánimos a todos allí. Aunque no a cualquiera le gustase su empleo, a ella le apasionaba debido a que solo en este era completamente libre de hacer lo que tanto le gustaba, además tenía compañeros muy buenos.
—Buenos días, Mitsuri —saludó un fornido hombre pasando por al lado suyo como si nada—, me pregunto qué habrá dicho tu estúpido novio esta vez.
Un ligero sonrojo se adueñó del rostro de la joven mujer, quien pronto giró a observar a aquel que tal cara de pocos amigos tenía. Por suerte había hablado en un susurro que solo quedaba entre ellos dos o de lo contrario muchos hubieran visto como un rasgo de adulterio esa confianza que por la noche era aún mejor. Suspiró al verlo caminar con tanta seguridad, él realmente era increíble y, por sobre todo, tenía un trato especial con ella y no solo porque fuera mujer, debido a que a Kanae y Shinobu (ambas de un rango mayor al suyo) las trataba con una amabilidad limitada; en cambio, a ella no la veía solo como su simple secretaria, era su confidente por las mañanas y amante por las noches... Eso le encantaba realmente.
—Mitsuri, no te me quedes mirando, vamos —dijo su jefe, quien justamente era ese hombre.
—Sí, lo lamento, Shinazugawa.
Las Kocho rieron sin afán de burla ante lo perdida que parecía su compañera, y Mitsuri supo interpretarlo con una suave sonrisa mientras se dirigía a la oficina de su jefe y cerraba la puerta. Él no era como tal el jefe que conocía su pareja, ese era el completo jefe de toda la empresa, por lo que prefería excusarse con que él era quien le ordenaba, porque si supiera que era el hombre que tan bien le caía se moriría en el arrepentimiento. Su cabello juguetón se movía de un lado al otro al unísono de su cabeza mientras tarareaba su canción favorita y disfrutaba de la distracción de ese hombre al observarla; no tenía nada por la que regañarla, porque estaba haciendo su trabajo.
Pudo observar de reojo una sonrisa cómplice en ese rostro y no pudo evitar reírse de esa casualidad, causándole un poco de vergüenza que fue acompañada con una rápida negación del gesto que hace solo unos segundos había realizado. Un verdadero hombre era alguien como Sanemi, cuidadoso, amable y, por sobre todo, con los ojos solo para una mujer. Su pareja no era nada comparada con él, incluso Sanemi resultaba más trabajador y dedicado a su trabajo o eso es lo que había entendido con el paso del tiempo, debido a que a pesar de que hace poco la habían hecho su asistente, lo conocía porque solía observarlo demasiado; en ese entonces no era nada más que admiración, porque también quería ser como él.
Embobada por sus pensamientos, sin quererlo tocó una tecla que no debía y se borró por completo un documento que servía como guía de las reconstrucciones que se haría en uno de los edificios gigantescos que le pertenecía al CEO Shinjuro Rengoku... Ya llevaba 6.000 palabras, no podía ser peor ese momento menos cuando observaba el calmado rostro de su jefe. Asustada por lo que había hecho mal, sabiendo que lo castigarían, busco en los archivos de restauración o en la papelera, pero tras no encontrar nada, el pánico aumentó, causando que sea notorio en su rostro. Nunca era buena combatiendo las situaciones de estrés.
—¿Mitsuri? ¿Sucede algo?
—¡No, no, solo déjame arreglarlo! —dijo repentinamente—... Puedo repararlo, por favor, Shinazugawa, no me grite.
—¿Gritarte? Por favor cálmate, sabes que yo no haría eso —respondió acercándose, pero más que nada para revisar lo que había sucedido en su computadora, porque lo que menos quería era incomodarla—... Mitsuri, ¿ya habías terminado el archivo?
—Sí...
—Excelente, sabía que lo harías de una forma rápida y eficaz —halagó, causando un mayor sonrojo de su parte y aún más confusión—, solo tocaste un botón que causó que lo imprimieras, pero al parecer el proceso de la computadora falló y borró el archivo.
En cuanto dijo esas palabras, sacó de la impresora unas cuantas hojas que indicaban que eran ciertas sus palabras. Los ojos verdosos de Mitsuri que estaban a punto de explotar en lágrimas, se aliviaron e incluso brillaron ligeramente. Realmente era un idiota, no sabía cómo alguien tan genial como lo era Sanemi podía soportar esos errores tontos.
—Aún así, ten cuidado con lo que haces y no me confundas, aquí soy tu jefe, pero nunca voy a gritarte, no me compares con tu novio.
Estaba molesto y era entendible, porque lo conocía muy bien a Obanai y le desagradaba por completo. Vergonzosa por sus acciones bajó la cabeza y dio una mínima afirmación, recibiendo una simple palmada en el hombro sin palabras de por medio. Todo el aire que se había resguardado con mucha fuerza en sus pulmones se escapó por la boca mientras volvía a su realidad tras una llamada de posiblemente los constructores del próximo edificio; estaban literalmente en meses muy ocupados con todos los planes del CEO, pero no se quejaba, entre más ocupada se mantenía menos tenía que volver a su hogar y más tiempo pasaba con Sanemi. Era un lujo ese empleo y su jefe compresivo.
Tras caer la noche, aquellos que tenían doble turno seguían en frente de una computadora o firmando papeles, sin perder la costumbre de forzar su vista debido a la baja luminosidad del ambiente porque los focos en cada sitio no resultaban lo suficientemente convenientes. Mitsuri relajó tanto sus dedos como espaldas estirándose, aún la noche parecía joven y vivaz, había un poco más de tiempo que perder antes que volver a casa. Observó a su jefe con una de sus miradas cómplices y sonrió con dulzura, como si fuera una invitación juguetona. Ambos al salir del edificio, despidiéndose de sus compañeros como si nada hubiera entre ellos y solo vivieran cada uno su vida, se besaron, a escondidas de las cámaras y de la gente que pudieran conocerlos. Estaban solos en el auto de Sanemi, disfrutando que los vidrios estaban blindados y nadie podría husmear. Eran solo ellos dos, ya no había un puesto en el medio o miradas que podrían resultar una gran decepción debido a lo adultera que se mostraba la tan dulce Mitsuri Kanroji, asistente y amante.
Al momento de alejar sus labios, un poco más reconfortados, dejaron que sus hombros quiten el horrible peso que las multitudes podrían transmitirles.
—Ya no soy tu jefe.
—Te alegras mucho por ello ¿cierto?
—No te ves nada mal como mi secretaria, pero realmente detestaba no poder besar tus labios sin importar qué...
—¿Siempre me extrañas cuando estás en el trabajo?
—Un poco sí. Pero ¿sabes qué? Se me acaba de ocurrir una idea, vamos a enamorarnos por la noche y olvidarlo en la mañana.
—¿Enamorarnos? —preguntó curiosa y sorprendida a la vez, nunca hubiera esperado tal propuesta que ni ella sabía cómo conllevar.
—Así es, Mitsuri, está claro que lo nuestro nunca fue un interés sexual ni económico... Toda esta noche, enamorémonos del otro.
Ansiosa por tal propuesta, quedó sin palabras. Era una de las propuestas más decentes que alguien como Sanemi pudo hacerle en todo el tiempo que se conocían, debido a que lo único que hacían era tratarse como hacen los amantes. Antes había un poco de delicadeza pero nada de cursilerías como salir a cenar o pasear por el parque como unos enamorados; nunca se conocieron realmente el uno al otro, por lo que en cuanto arrancó el auto no pudo evitar sentirse feliz. Todo aquel sentimiento de arrepentimiento se clavaría en su piel cuando estuviera una vez más en su hogar con el patético novio que aún ama un poco, en el fondo de su corazón débil.
—Pon una canción que te guste y puedes apostar a que sabré cada línea —dijo Sanemi al notar lo aburrida que estaba la radio.
Y cuanto antes Mitsuri le hizo caso, desafiando su conocimiento y poniendo la canción: Lucky de Jason Mraz, notando que pronto el rostro de quien la estaba acompañando se iluminaba. Por un momento era ella la única que cantaba hasta llegó el coro y comenzando a cantar junto a su voz. Era increíble que pudiera cantar con tanta pasión una canción que muchos ya no recordaban o incluso resultaba demasiado empalagosa, pero era como si ambos pudieran conectarse en cuanto a gustos musicales. Quién diría que el rudo Sanemi Shinazugawa cantaba canciones tan suaves como esas; nunca Obanai le había dado la oportunidad de cantar tal obra de arte o siquiera poner el tema en su presencia, debido a que detestaba esa canción tanto como cantar. Estaba con alguien mucho mejor que ese infeliz, se encontraba acompañada de todo un caballero, quien la hacía sentir realmente segura de sí misma.
Ante la brillante compañía, cantó las siguientes canciones con una felicidad incontrolable. No se volvería a repetir una noche tan hermosa como esa por lo que disfrutaría cada pequeño momento. En algunos momentos solo se quedaba callada, sin saber hacia dónde se dirigían, pero tampoco importándole, solo sabía que estaban saliendo de la ciudad y nada pasaba por su cabeza más que la maravilla de las luces de todos colores decorando su ambiente mientras tranquilamente podía dejar que su cabello suelto sea acariciado por el viento. Eso resultaba realmente vida.
Todo lo que había sucedido en su pasado tan horrible que la llevó a ser la mujer madura e insegura de ahora, se difuminaba y borraba por completo en cuanto llegaban a un parque que no conocía ni parecía haber gente que realmente supiera de ellos. Eran amantes desconocidos a la vista de esas personas que también disfrutaban la agradable noche de verano, quizás habían otras parejas como ellos que tenían que estar a escondidas y sabiendo que esa oportunidad era tan única que no podían dejarla pasar. Al bajar del auto, la música se disipaba y solo podía escuchar la voz de Sanemi. Un sitio realmente encantador y relajador con todas las letras.
—A que el idiota de tu novio no te hubiera traído aquí.
—Nunca pudiste estar tan acertado, Sanemi... Es más, ni siquiera me lleva a ningún lado más que restaurantes. Es un antisocial total, detesta salir, y ni te hablo de lo desconsiderado que resulta.
—Entonces, ¿qué te lleva a seguir con él?
—La diversión de jugar con los sentimientos del otro, yo daño su orgullo diciendo mentiras poco creíbles y él daña mi confianza saliendo con una mujer diferente... Es un juego muy tóxico, ¿cierto?
Para cuando ambos estaban dándose cuenta, se encontraban caminando en medio de un parque hablando como si nada de sus problemas, por lo que Sanemi no tardó en tomar su mano para que se sintiera acompañada en todo lo que podría salir de su boca.
—Siempre he pensado que eras una idiota, gracias por volver a confirmármelo.
—Oh, eso sí que me puede enamorar —bromeó restándole importancia a ese insulto que nada de grosero llevaba, porque tenía toda la razón, era una idiota—... Pero hay cosas de él que son divertidas.
—¿Sus insultos y seguridad al soltarlos?
—Por supuesto, nunca vi a alguien diciéndole a otro "Cara de rata" o "Estúpido, infeliz, cabeza de hipopótamo". Por Dios, son los insultos mejores insultos ¿verdad?
—Mierda, sí que lo son.
Ambos estallaron en risas mientras eran observados por todas las personas cercanas, molestas de tener que oír a jóvenes tan entretenidos mientras ellos solo buscaban paz, pero qué triste era el hecho de que esos dos juntos eran ruidosos en todos los sentidos posibles.
La calidez de sus manos se sentía realmente bien cuando hablaban hasta de lo que Sanemi consideraba "mierda nerd" por parte de Mitsuri. Era una de las sensaciones más hermosas la que podían estar sintiendo mientras recorrían el parque, debido a que la excusa de Sanemi era más que nada para demostrar que ya estaban enamorados, incluso desde antes de que lo supieran. Sí, hubo un pequeño resentimiento de su parte al comienzo por notar lo idiota que era, pero como si eso fuera la poca cosa, se empezó a enamorar de esa idiotez única que solo alguien como Mitsuri podría tener. Una idiota que no era para nada lo que parecía y resultaba increíblemente sexi. Realmente la vez que se volvieron amantes, fue una pesadilla para él, no podía comprender cómo esa mujer podía llorar tanto luego de tener sexo, incluso no había forma de calmarla, porque creía que le había sido infiel a su pareja —lo que era cierto— pero a su vez pensaba en que también él la había engañado y no sabía a quien de todos le estaba echando la culpa. Nunca resultó bueno consolando mujeres, por lo que todo acabó mucho peor de lo que imaginó y tuvo que devolverla a su hogar dormida y teniendo la suerte de que Obanai tenía la suficiente confianza en él como para decirle que se había encontrado a su novia ebria en un bar.
No sabía cómo, pero de alguna forma, cada vez que sus ojos purpuras miraban a la mujer a su lado le era imposible no sentir que el tiempo había pasado muy rápido, porque ella había cambiado por completo a como era hace dos años, cuando comenzó a trabajar, incluso usando lentes debido a sus problemas en la visión que había ganado debido a que trabajaba constantemente con el brillo de una computadora. ¿Y si esos lentes solo habían sido una fachada para quedar como una joven inocente y buena? Demonios, lo había conseguido, la apariencia perfecta.
Ambos dieron vueltas por todo el sitio hasta que sus piernas se cansaron y finalmente se relajaron en alguna de las bancas de por allí, quedándose tan cerca que podían sentir sus alientos chocar, y no era una sensación para nada incómoda, más bien resultaba agradable tener esa forma tan increíble de desperdiciar el tiempo, hasta el punto de que olvidaron que casi todas sus interacciones eran en la cama. El aire soplando contra sus cabellos rebeldes se sentía como una nueva necesidad.
—¿Entonces tu padre es un obsesivo por la perfección y tú un desastre? —preguntó Sanemi, riendo escandalosamente mientras la muchacha se avergüenza—. Lo lamento, es que la verdad resulta muy irónico.
—¡Basta, no te rías, Sanemi!
—Lo lamento en serio, mi amor —dijo finalmente, recibiendo una mirada extrañada por el apodo cariñoso que le había dado—... No me arrepiento de lo que dije, ¿sabes?
—Solo él me había llamado de esa forma y ahora ni eso... Sanemi, ¿realmente quieres que sigamos con esto?
—No te quedarás conmigo, lo sé, pero te encanta que te diga que eres mía, porque sabes que estaría dispuesto a presumirte por muy idiota que puedas ser —mencionó conociendo lo que Obanai hacía con ella en público: burlarse con otros de sus defectos—, no sé qué te ata a esa relación ni deseo saberlo, después de todo lo vamos a olvidar mañana.
Los labios de Mitsuri se apretaron ligeramente para luego caer contra los de ese hombre, de una forma atrevida como si quisiera robarle las palabras. Todo lo que estaban haciendo, en cuanto amaneciera harían de cuenta que nunca sucedió y su relación de amantes iba a desaparecer, pero algo de ellos, una pequeña parte de su alma querían quedarse de esa forma, o al menos Sanemi así lo deseaba, porque él sabía que era mejor que ese idiota.
No había mayor historia, ellos solo eran algo de un día que se dejaban por el bien del otro, para no terminar arruinando sus metas. Y se disfrutaron lo necesario, tanto así que al salir del trabajo nunca más volvieron a buscarse, porque se habían superado y despedido esa noche en la que Mitsuri, para el mal de ella, volvió a caer bajo los encantos de su pareja, aún a pesar de saber que algún día los besos de este se convertirían en moretones; ambos necesitaban repararse y encontrar una forma de cortar eso que ya no era una relación.
Nota de autor: Subiré este OS también en la Simp Culture de Mitsuri porque en mi libro de Song-fics nadie le dio ni tres de pelota y, disculpen, pero esto tiene como 40 visitas y 1 solo voto, algo que me molesta terriblemente, porque me esforcé demasiado como para que solo sea olvidado ahí. Realmente fue muy frustrante...
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