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✧*II : Corralito.

CAPÍTULO II: Corralito.

CASI NUEVE MESES ATRÁS:

Era sábado por la noche y como de costumbre, yo no estaba sola.

Debajo de mí el tímido chico de la iglesia observaba mis pechos como si nunca hubiera visto unos. Él no se atrevía a tocarlos, de hecho no se atrevía a tocarme, aunque sabía por sus agitadas respiraciones y la dureza bajo mi mano donde tenía atrapada su polla que me deseaba.

Lo vi en sus ojos cuando pasó por mí para llevarme a cenar. Lo noté cuando en vez de saludarme se me quedó viendo, embobado y casi babeando por el diminuto corssette que elegí ponerme.

No es que quisiera salir con él y por eso me había arreglado para provocardo, por el contrario, tenía un plan de tres pasos y vestirme así era importante:

Paso 1: Conocer al chico con el que mamá insistió en que saliera o de lo contrario me quitaría mi dinero.

Paso 2: Seducirlo.

Y paso 3: Llevarlo por el mal camino.

El paso uno me aterraba, en primer lugar porque no lo conocía y porque mamá lo había escogido a él entre los tantos chicos de la iglesia.

Aún no entendía porqué lo había elegido, era aburrido, inocente, no entendía mis chistes y vírgen...al menos por ahora, pero nada lo distinguía de los demás, excepto que quizás de entre todos él era el hijo del padre Victor. Lo cual debía convertirlo en un principe encantador, al menos ante los ojos de mi madre que cada domingo asistía sin falta a misa.

Para mí era solo otra cita de una noche, una que no volvería a ver y de la cual a excepción de todas las anteriores tendría que hablar con mamá.

Le diría que no había funcionado, que era igual a los demás, que no teníamos química y que me besó con lengua. No pasó realmente, el pobrecito no sabe cómo, pero se lo diría solo para asegurarme de que ella estuviera de acuerdo en que no lo volviera a ver.

Aunque en la mayor parte no estaba mintiendo, solo en eso último, ya que para empezar me llevó al restaurante al que todos me han llevado, El Diamond, lo cual ya me resulta aburrido.

En segundo me hizo bendecir la cena, cosa que apagó cualquier química que pudiésemos tener y en tercero, el mísero piquito que trató de darme cuando me trajo de regreso a casa fue eso, mísero, escaso y completamente insatisfactorio.

Aún no entendía cómo es que mi corssette acabó en la parte trasera del auto, tampoco sé como lo convencí para que me dejase acariciarle la polla o porqué siento sus ojos sobre mis pechos y sus inmensas ganas de tocarme, pero me divierte.

Es tímido, demasiado para mi gusto, pero verlo dudar y verme con esa mirada aterrada como si lo que estuviésemos haciendo fuera malo aunque no se atreve a apartarme de su regazo porque le gusta como se siente mi mano alrededor de su miembro, me excita.

Jamás me imaginé estando en el estacionamiento de mi edificio apunto de follarme a uno de los chicos de la iglesia. No estaba en mi lista de las cien cosas que hacer antes de cumplir los veinte, pero no me sentía arrepentida, al menos no por ahora, porque sé que luego de esta noche él no podrá sacarme de su cabeza.

Recorrí su pecho acariciándolo con mi mano libre y desabotoné la horrible camisa cuadrillé que eligió ponerse para nuestra cita. Mis manos hicieron contacto con su piel que estaba caliente y para mi sorpresa tenía algunos bellos en el pecho.

No sé porqué, pero me lo imaginaba lampiño de pies a cabeza, quizás por la inocencia de su carita, que aunque es mayor de edad, hace parecer que nunca llegó a la pubertad.

—¿Es tu primera vez? — le pregunté y subí y bajé mi mano alrededor de su polla para probar si puede pensar en una respuesta, hablar y sentir placer al mismo tiempo.

Sus ojos se pusieron en blanco y quise reírme. Quizas esa pregunta es demasiado.

—¿Alguna vez te haz tocado? — pregunté y esta vez sí respondió, pero sacudió la cabeza y casi me largo a llorar.

¿En serio? Nunca tuvo sexo, nunca se tocó, nunca vio unos pechos ¿Qué mas no hizo?

—¿Estás seguro de que eres mayor de edad? — pregunté a punto de detenerme, pero él llevó su mano sobre la mía en cuanto lo intenté.

—Sí, dieciocho ¿Y tú?

¿Yo qué?

—¿Yo? — insistí cuando no preguntó y como sus ojos cada vez se ponían más en blanco y su cabeza se iba inclinando hacia atrás dejé de mover mi mano.
—¿Yo?

—¿Te haz tocado?

Me reí y me acerqué a su oreja.

—Cada noche.

Él jadeó y fue lo más tierno del mundo, casi como un suspirito.

Cosita.

—¿Ya...ya lo haz hecho? ...¡No!¡No respondas! No es correcto, es obvio que no lo haz hecho. Tu madre no te dejaría, no está permitido antes del matrimonio— dijo y detuvo mi mano —Lo siento, he sido un idiota, no debí insinuar que tú...

—Me he acostado con muchos hombres— le confesé y regresé mi mano a su polla —Y quiero que seas el siguiente.

Y el último de la iglesia— aunque eso no se lo dije.

—¡Espera!¡No quiero ir contigo al infierno!

Solté otra carcajada por sus palabras y porque no me detuvo la mano, solo se retorció lo cual provocó que mi mano hiciera fricción con sus pantalones y la tela de sus boxers sacándole otro jadeo.

—No me iré al infierno, pero puedo detenerme— usé mis voz más seductora y de inmediato dio frutos.

—¡No!— él abrió los ojos y me miró agitado, algo ruborizado y muy excitado con sus ojos brillando. —¿Estás segura de que no iremos al infierno?

La verdad no tenía idea ni me interesaba.

—Muy segura.

—¿Entonces de verdad ya habías hecho esto antes?

—Sí.

—¿Y no te quemaste?

—No.

—¿Y tu mamá no se enojó?

No, ella sí se enojó. Bastante, por eso me obligó a salir contigo esta noche. Cree que será buena influencia.

—Tengo dieciocho años, es mi vida.

—Pero papá no me deja salir con mujeres, él y mi madre quieren que me case...por eso estoy aquí esta noche, creen que si nos casamos yo podría ayudarte a ser buena y me ganaría el cielo.

Quise reírme, pero en su lugar bajé la mano por entre sus piernas y recliné su espalda convirtiendo el asiento del conductor en una cama.

Me levanté la falda y saqué de mi chaqueta un condón. Lo coloqué en su polla y me senté sobre él sin meterlo dentro de mí.

—Yo puedo hacerte ver el cielo, cariño.

—Esa...esa es tu— él miró mis muslos y la falda que ahora tenía entre las caderas.

—¿Mi vagina?

Él no dijo nada, solo se me quedó viendo con ojos lujuriosos en esa carita tierna.

—¿Cómo puedes decirlo así? Es un sacrilegio. — no parecía enojado, más bien horrorizado y excitado aunque no lo quisiera admitir.

—Así se llama.

—Sí, pero...

—¿Entonces no quieres? — me levanté y fingí acomodarme la falda, luego abrí la puerta y él la cerró justo antes de que sacara un pie.

—Sí, pero tengo miedo, no quiero morir.

—No vas a morir, te encantará.

Al menos a él le encantaría, yo ya tenía planeado imaginarme a mi vecino sexy del departamento junto al mío para conseguir llegar al orgasmo. No es que no confiara en este chico, pero viendo que no tiene idea de nada respecto al sexo, tengo la sospecha de que se correrá rápido y yo me quedaré sin nada.

Un Sanden imaginario tendrá que servir.

—¿Segura que no iré al infierno?

No, probablemente sí irás.

—Segurísima.

Y solo así enrolló sus manos alrededor de mi cintura.

—¿Y ahora qué?

No respondí con palabras, tomé su pene y lentamente lo guié dentro de mí. En cuanto estuvo alojado y calentito en mi interior Joseph dejó de estar debajo de mí y Sanden, mi sensual vecino, se hizo presente.

—Ahora me haces tuya, vecino.

—¿Vecino?— jadeó luchando entre el placer de su primera vez y la coherencia.

Ups.

—Shh, es lo que las chicas decimos cuando lo hacemos.

—Y eso fue lo que sucedió, Sanden —  acabé de contarle y lo miré. Él seguía en silencio sentado junto a mí, su mano comenzó a acariciar mi muslo, sabía que él esperaba que le contara porqué fui obligada a salir con el chico de la iglesia, pero yo no sabía cómo abordar el tema.

—¿Él fue quien te obligó? — preguntó tras largos minutos de silencio. Noté como se tensaba, como ya no podía esperar una respuesta y para que se calmara sacudí la cabeza.

—Fue mi madre— hice una mueca, había odiado el momento en que ella simplemente dijo que ya no pagaría mi universidad si no le daba una oportunidad a uno de los chicos de la iglesia. —Creía que si salía con un buen muchacho yo cambiaría, pero yo no quería, así que amenazó con dejar de pagar mi universidad...aunque ahora que lo pienso debí decir que no, de todas formas solo estaba estudiando esa carrera por ella— me encogí de hombros y me acurruqué al pecho de mi Daddy.

Él estaba muy callado para mi gusto.

—Di algo— le pedí y él suspiró.

—Eres mía, Babygirl.

Y solo así sonreí.

—¿Qué pasará ahora?

Él volvió a suspirar.

—Ahora aprovecharemos el tiempo que nos queda juntos hasta que el juez ordene una prueba de ADN.

¡¿Una qué?!

—¿Por qué? ¿No podemos impedirselo? — alcé la cabeza, molesta. El chico de la iglesia no podía estar hablando en serio.

—Me temo que no, si es autorizado tendrás que hacerla.

—¿Qué pasa si me rehuso?

—Te obligarán.

—¿Pero y si aún así no quiero?

—Te harán pagar una multa por desobedecer la orden de un juez y te obligarán a hacer la prueba.

—¿Cómo sabes tanto? — pregunté.

Él volvió a suspirar.

—Fue lo que pasó conmigo. Cuando mamá y Focus se separaron yo aún era menor, así que él quiso llevarme a vivir con él. Mi madre y mis padres no lo permitieron, así que él fue con un juez y tuvimos que hacerlo.

Miré al monstruito en mis brazos, aún dormía, aún respiraba pacíficamente. No tenía idea de lo que estaba pasando.

—¿De verdad es mío? — una última vez, solo quería preguntarlo una última vez.

—Sí, Babygirl.

Y me dolió. Me dolió porque empezaba a asimilarlo. Empezaba a entender que ya no era solo yo contra el mundo, que había sido una pésima madre durante el embarazo, que había bebido, que había comido cosas que no debía, que había tomado pastillas pensando que así no podría quedar embarazada y no me había dado cuenta de que él ya estaba en camino.

Apreté los ojos con fuerza, no quería llorar, no iba a hacerlo, pero el nudo en mi garganta era tan grande...

No sabía como iba a cuidar de él, ni de mí, ni sabía como lidiar con todos los cambios que se acercaban. Incluso deseaba que él no despertara, que durmiera todo el tiempo posible porque no sabía cuidarlo y me temía que quizás nunca aprendería.

—Babygirl — Sanden me rodeó con sus brazos —No llores— no lo estaba haciendo, no lloraría. —¿Prometí cuidarte, lo recuerdas?

No respondí, era muy doloroso.

—Y siempre quise un bebé, ahora lo tenemos— me besó la mejilla. —Solo hay que esperar a que esa prueba de negativa y continuaremos con nuestras vidas.

Eso no me alivió, había las mismas posibilidades de que esa prueba de negativa como positiva.

—Ven ¿Recuerdas que mientras estaban en la isla te llamé y te dije que te tenía una sorpresa? Deja que te la muestre— me ayudó a levantarme y me llevó a través de la casa, atravesamos la sala, las habitaciones y luego él nos llevó a la parte pervertida de la casa, nos guió por un pasillo rojo y se detuvo en una habitación con puerta rosada.
—Bienvenida a tu nuevo patio de juegos, Babygirl— la abrió y lo primero que vi fue la cuna grande y rosa que claramente era para mí.

Él se colocó detrás de mí y me rodeó con sus brazos, pude sentir su aliento caliente en mi oreja.

—Y cuando te portes mal, te encerraré en el corralito— me tomó de la barbilla y me hizo mirar a la jaula de madera junto a la cuna.

—¿Qué es eso?

—Tu corralito ¿Te gusta?

—¿Por qué un corralito?

—Porque eres mi Babygirl y necesitas tu lugar de castigo.

—¿Y la cuna?

—Toda Babygirl necesita su cuna para dormir.

—Esto no estaba en el contrato— me quejé.

—Lo estará en el próximo que redacte, también comenzaremos a usar juguetes, ya no será suficiente con solo follarte. No me alcanza, necesito más ¿Qué dices?

—Digo que tendrás que esforzarte mucho para convencerme de que me meta en esa cuna.

Él se rió.

—¿Quieres apostar, Babygirl?

No.

—Olvídalo Sanden, no me meteré ahí.

—Ya veremos— me llevó afuera y cerró la puerta. —Lo tengo todo planeado, el hielo no fue nada, Cariño. — me guiñó un ojo y me llevó de regreso.

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