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62✧*|Recuerdo.

CAPÍTULO 62: Recuerdo.

Desperté a mitad de la noche. No porque hubiera completado mis horas de sueño, tampoco por algún movimiento de Sanden acomodándose o el inoportuno llamado de los monstruitos a nuestra puerta, sino porque estaba soñando con un lago y de repente las sábanas se sintieron mojadas.

Tardé unos segundos en darme cuenta de que la humedad debajo de mí era real y no producto de mi imaginación. Estuve a punto de llamar a Sanden y decirle que teníamos una gotera en la cabeza, que alguien había puesto las tuberías en el techo y que estas se habían roto, pero cuando giré a ver su lado de la cama él no estaba allí.

Encendí la luz buscándolo y me encontré con que el agua estaba solo de mi lado de la cama. Busqué en el techo la maldita gotera que me había elegido a mí como su víctima, pero no hayé nada y al mirar el diminuto camisón con el que me dormí no quedaron dudas de que no existía tal gotera. Estaba empapada donde empezaban mis muslos, sin embargo, la única otra explicación que me quedaba tampoco era agradable y de hecho, me avergonzada.

¿Podía ser que yo...

No. Definitivamente no.

Lo descarté antes siquiera de formar el pensamiento. No había ni la remota posibilidad de que yo, Brittany Lasquez hubiera sido la causante de esta...humedad.

Más que segura de que no era mi culpa bajé de la cama y me quité el camisón, pero entonces vi que no todo el líquido era trasparente. Había manchas rojas en la suave seda, manchas que no deberían estar allí pues mi periodo ya había pasado.

Eso me asustó, pero me obligué a mantener la calma.

Solo es un poco de agua y unas gotitas de sangre. Nada malo, nada por lo que preocuparme- me dije a mí misma y quité las mantas, las sábanas y las almohadas de la cama.

Las recogí todas haciéndolas un enorne bollo y salí de la habitación directo al baño para meterlas a lavar, no obstante, no llegué a la puerta, no alcancé a dar más allá de dos pasos cuando el dolor en mi estómago regresó. Insoportable, abrazador y tan fuerte que grité y todo lo que tenía en mis manos cayó a mis pies mientras intentaba sostenerme para no caer.

La puerta se abrió en ese momento, mi visión se puso borroza y agradecí que dos fuertes manos me sostuvieron, pues no me sentía capaz de dar ni un paso más.

Comencé a hiperventilar, no sabía porqué lo hacía, pero parecía hacer soportable mi dolor, así que no dejé de hacerlo.

-Te...hospital- las palabras de Sanden eran un veloz borrón, no conseguí entenderle nada, pero corrió al armario, me envolvió con una de sus camperas y luego me sacó de la habitación. -Te pondrás bien, lo...

No se que más dijo o si acabó de hablar, el dolor nubló mi visión y por unos segundos que se sintieron como horas dejé de ser conciente de todo a mi alrededor. La humedad en mis sábanas dejó de importar, mis gritos haciendo eco por toda la casa dejaron de oírse ante mis oídos, de repente estaba sola, me sentía a punto de morir, solo quería que terminara y como si apagaran un enchufe el dolor paró y le di la bienvenida a mis lágrimas.

No me gustaba llorar, pero no pude contenerlas, jamás había sentido algo así, era como si me estuvieran arrancando y abriendo la piel.

-M...e...duele...- los sollozos salieron de mis labios, no reconocí mi propia voz, se oía asustada, adolorida y sorprendentemente así era como me sentía.

-¡¿Primo?!- oí a los niños, oí pisadas rápidas, oí la puerta de un auto y algo que les decía Sanden. Yo volví a hiperventilar, me sobresalté cuando dejé de ser llevada en brazos, cuando una puerta fue azotada y más aún cuando sentí el acelerador de un auto. Pero nada me tomó más por sorpresa como las palabras de Sanden.

-No te mueras, por favor, no sé que pasa, pero no me dejes. Tienes que prometerlo, tienes que hacerlo. Vamos, querida, háblame.

Me esforcé y entre respirar y exhalar una y otra vez dije lo único que se ocurrió y que quizás lo pondría de buen humor.

-Prometí chupar tu pollito y aún no lo hice.

Él soltó una carcajada que sonó más como un sollozo, pero lo oí suspirar y una parte de mí también se relajó.

-Piensas en sexo, eso está muy bien, sigue así. Llegaremos pronto al hospital, amor.

Amor.

A diferencia de otras veces esa palabra no me incomodó, por el contrario, hizo que me concentrara en algo más que el dolor y pude ver la ciudad pasando a toda velocidad junto a nosotros.

Miré hacia todos lados, pero no reconocí el auto. Se veía demasiado moderno para ser de Sanden, también mucho más grande, cómodo y hasta lujoso.

-Este no es tuyo- dije entre respiraciones agitadas.

-Era de mis padres, supuse que lo necesitaríamos en caso de que te sintieras mal, así que tomé las llaves.

El dolor regresó, fue más doloroso que antes y aunque grité y sentí que me iba a morir, también desapareció tan rápido como llegó.

Sanden tomó mi mano, sus palabras volvieron, pidiéndome que no lo deje, que me ama, que no puedo abandonarlo y esta vez en lugar de reconfortarme me hicieron enojar.

-¡Apúrate!

El ronroneo del auto al ir más rápido me trajo satisfacción y volví a hiperventirlar.

-¿Qué auto es?

En realidad no quería saberlo, no me interesaban los autos, pero Sanden no parecía querer hablar más que para pedirme que no me muera y yo realmente no quería oír la palabra muerte en este momento.

-¡Sanden!- le grité cuando no respondió y siguió con sus fracesitas pidiéndome que no lo deje.

-¡No lo sé!

Volvió a acelerar.

-¡¿Cómo que no sabes?!- por alguna razón eso me molestó aún más.

-Es amarillo- gritó igual de alterado que yo y su pie apretó aún más el acelerador.

-¡Eso no me dice nada!- gruñí en una extraña mezcla de respiraciones y quejas.

Sanden no dijo nada, él entrelazó una de nuestras manos y continuó conduciendo, pero a pesar de que sabía que se estaba concentrando en el camino, no me gustó no tener una respuesta, de hecho empeoró la situación y comencé a removerme incómoda entre los asientos. Sin embargo, cada pose nueva me hacía ver las estrellas y no de una forma bonita.

-Necesito que te sientes bien- me ordenó, pero no pude obedecer y de alguna forma terminé arrodillada en el piso con ambas manos en el asiento.
-¡Brittany, vuelve al asiento y ponte el cinturón! - se molestó y trató de hacerme sentar utilizando una mano, pero yo no me moví.

-Así...así se siente bien- jadeé incapaz de moverme, la posición se sentía estupenda.

-¡No es momento de ponerte en cuatro!- lo ignoré -¡Si choco te vas a matar!- lo ignoré -¡Brittany hazme caso,
carajo!- Y por sorprendente que pareciera, eso me hizo reír. No el hecho de que pudieta matarme, sino su enojo. Me resultaba gracioso.

-Dime más- le pedí y él maldijo.

-¡Siéntate, bien!

Volví a hiperventilar, el dolor volvió y aunque grité, esta vez no se sintió tan doloroso.

-No duele tanto en cuatro- murmuré sintiéndome agotada y dejando caer la cabeza en el asiento.

-¡Te prohibo que te duermas, Brittany!- Sentí su mano en mi hombro, sacudiéndome. -Por favor.

Llevé a mi mano a su entrepierna y la acaricié.

-Estoy despierta- murmuré, pero con cada segundo que pasaba me sentía más cansada.

-Eso es, sigue moviendo tu mano.

-¿Quieres que te frote? - me reí en voz baja.

-¡No! ¡Quiero una maldita señal de que no te haz dormido!

Eso tenía más sentido.

-Bien.

Acaricié su pantalón, en ocasiones me detenía cuando el dolor se hacía presente, lo cual cada vez era más y más seguido, pero nunca dejé de acariciarlo.

En algún momento la humedad volvió a mis piernas, mi mano se volvía más lenta a cada segundo, fui conciente de que lo único que me mantenía despierta era el dolor, pero no me importó, porque significaba que no estaba dejando a Sanden.

El auto se detuvo, fui sacada con suavidad y luego, mientras oía a Sanden gritar por ayuda en lo que supuse era el patio de estacionamiento del hospital, me deleité con la vista de su rostro y las caricias de sus manos a mi mejilla.

-Vas a estar bien, lo prometo- vi algo rojo que desapareció rápido y cuando volvió a acariciarme la mejilla lo vi una vez más.

-¿Qué es eso? - él detuvo sus caricias y me sonrió.

-No es nada, Babygirl, no te asustes- sentí que nos movíamos, oí pasos apresurados acercándose, el ruido de una carrito, aunque debía ser una camilla, pero no pude distraerme ni dejar de pensar en eso.

-¿Es sangre, cierto?

Las lágrimas que se deslizaron por sus mejillas me respondieron y ya no me enojé por no obtener respuestas verbales, deseé no saberlas de hecho, pero aunque dijera que no, aunque me mintiera ahora sabía la verdad.

Estaba desangrándome.

-Sanden- murmuré, ya casi no me quedaban fuerzas y agradecí que nuestras miradas se encontraran. -No romperé mi promesa.

Él sonrió, me alzó un poquito más en sus brazos teniéndome más cerca de su rostro.

-Lo sé.

-Sanden.

-¿Sí, Babygirl?

-Te amo.

Otra lágrima, esta vez mía y mis ojos se cerraron. No fue por mucho tiempo, quizás unos minutos pues cuando los volví a abrir tenía una mascarilla cubriéndome la nariz y la boca y había muchas personas a mi alrededor.

-¿Brittany, puedes oírme? - era una mujer, una desconocida y quise decirle que sí, pero por alguna razón el contrato se me vino a la cabeza y sabía que no debía hablar con desconocidos. -Cuenta hasta diez.

¿Contar?

Me pareció tonto, sin embargo sí lo intenté, pero los números simplemente no llegaron. En su lugar vino esa noche. Esa noche cuando Sanden y yo firmamos el contrato. Esa noche dónde nos até. Esa noche olvidable que ahora podía recordar:

Fracasada.

Eso era y aún no terminaba de creermelo. No podía aceptarlo, me negaba a sentirme así, pero era inevitable sentir que todos avanzaban menos yo, como si me encontrara estancada en un limbo, sin escapatoria.

Quería rendirme, quería dejar que el mundo continuara sin mí y sabía como hacerlo. Un par de tragos, algunas copas y todo quedaría atrás.

La idea me fue agradando cada vez más mientras salía del edificio de la universidad. Con cada paso mis pies dolían por culpa de los tacones, pero ese dolor fue escaso pues el alcohol también borraría eso.

Tomé el primer taxi que encontré, no se me escapó que cada persona con la que me encontraba se me quedaba viendo, incluso el chofer se detuvo a ver mi atuendo, pero tenía una excusa para estar vestida así.

Hoy tenía un exámen. Tacones y ropa formal era el protocolo. Excepto que cada vez que usaba tacones mis piernas se veían más largas, cada vez que usaba faldas de tuvo mi trasero se veía exótico y no importaba cuanto intentara ocultarlas bajo una camisa blanca, mi cintura y mis pechos siempre resaltaban con cualquier cosa que llevara y no eran necesariamente los más grandes o mi cintura la más pequeña, de hecho eran bastante promedios, excepto que mi actitud lo era todo.

Nunca me verías caminar insegura, aprendí eso. También podía mover mis piernas como una modelo, lo vi de pequeña en un programa de televisión y luego ya no pude caminar sin cruzar una pierna delante de la otra.

Con el tiempo me acostumbré a las miradas, mi personalidad hizo el resto. No había mirada que no atrajera, ni hombre que no se volteara a mi pasar, pero en días de exámenes cuando debía seguir un protocolo me volvía como un faro.

Aunque este día no me sentía con mucha luz.

Le di la dirección al chofer y esperé a que llegáramos contando los segundos y repasando mentalmente mi alacena intentando recordar cuánto alcohol había en el departamento.

Hasta ahora solo recordaba una botella de vino blanco, Alonso, Reygi y yo vaciamos el resto hacía como un mes, lo recordaba bien porque estaba tan ebria que casi me uní a ellos en la cama.

Sonreí ante el recuerdo.

Reygi simplemente había comenzado a besarme y Alonso no tardó en unírsele. Al principio me pareció divertido, pero luego les enseñé mis pechos y casi de inmediato ambos recordaron que eran gays y que yo para nada era su tipo.

Fue divertido, aunque ahora me estaba lamentando por no haber guardado más que esa botella de vino.

El taxi se detuvo en el edificio y sin mirar cuanto era pagué con un billete grande que sabía cubriría el viaje y mucho más, pero no estaba de humor para buscar cambio, necesitaba desahogarme y solo lo haría con alcohol.

Entré al edificio, pasé por el garaje para echarle un vistazo a mi moto. Hoy la había extrañado, no pude ir en ella a la universidad, la falda y los tacones no eran el atuendo más cómodo para conducir y tuve que ir en taxi.

La acaricié y tras darle una palmada en el asiento me dirigí al ascensor, excepto que no era la única que lo esperaba.

Sanden, el vecino y hombre más sexy que existe estaba allí. Hoy se veía cansado, el traje que traía estaba algo arrugado alrededor del cuello, su corbata estaba floja y no todos los botones de su camisa se encontraban abotonados por lo que pude echarle un vistazo a su pecho.

-Hola- lo saludé y quizás no me escuchó porque se dio la vuelta y se adentró en el ascensor.

Llevaba años viéndolo, admirándolo de lejos, nunca habíamos hablado más allá de un hola, pero yo no podía evitar pararme detrás de la puerta de mi departamento y observar en secreto por el agujerito para ver si lo veía en el pasillo.

Entré en el ascensor con él, el enorme espacio se sintió pequeño y tuve que controlarme para no mirarlo de arriba a bajo una y otra vez.

Me gustaba, había tenido sueños sucios incontables veces con él, pero con cada año que pasaba esos sueños se volvían imposibles. Especialmente porque él apenas sabía de mi existencia.

-Te ves bonita hoy- sus palabras se sintieron extrañas, era la primera vez que me dirijía la palabra para decir más que un saludo, pero me sentí alagada y mi sonrisa encantadora salió a relucir.

-Gracias, tu igual- me permití recorrerlo de arriba a bajo, siendo conciente de sus ojos puestos aún en mí. Quería que supiera que estoy más que interesada, que me pondría de rodillas en este mismo instante si me lo pidiera. Pero cuando acabé de repasarlo y nuestras miradas volvieron a encontrarse, las puertas se abrieron y él se apresuró a salir.

-Que tengas un lindo día, Brittany.

¿Cómo sabe mi nombre?

Me lo quedé viendo hasta que la puerta de su departamento se cerró y tuve que obligarme a ir al mío el cual quedaba a unos pocos metros del suyo.

Abrí la puerta y la cerré a mi espalda, dejé caer mi bolso al suelo sin preocuparme por guardarlo con todos los demás y me apresuré a ir tras la botella de vino.

La encontré al fondo de la alacena, era la última que quedaba y sin dudarlo la destapé y me la empiné, pero no sabía como un vino normal, el líquido me quemó la garganta y un segundo más tarde me encontré tosiendo.

Bebí otro trago cuando la tos se me pasó y solo seguí bebiendo, hasta que de algún modo acabé sentada en el piso con media botella vacía y mi exámen en la mano.

Por su culpa era un fracaso. Ya no recordaba cuantas veces había dado el mismo exámen, estaba cansada de desaprobarlo, me hacía sentir una fracasada, pero no era la razón de mi fracaso, al menos no por completo.

Lo destruí y convertí en míseros papelitos, me empiné lo que quedaba de la botella y aunque volví a toser y a ahogarme no me importó, de todas formas nunca había sido buena bebedora. Solía emborracharme con apenas dos tragos y este vino se sentía más fuerte, así que no tardaría en hacerme efecto.

Me recosté en el suelo y cerré mis ojos.

Fracasada.

No dudaba que eso pensaba mamá de mí...de hecho, todos lo pensaban. Especialmente los profesores.

Me reí de solo recordarlo. Había estudiado como una loca, hice resúmenes hasta que me cansé y aún así no logré pasar.

El llanto vino con las risas. De verdad me había esforzado, quería demostrar que no era solo una cara bonita, que podía sacar una calificación alta.

En su lugar saqué un cuatro y aunque técnicamente había aprobado, se me recomendó recursar la materia.

Sollocé y me cubrí la boca, no debía llorar, no me gustaba, el llanto no combinaba conmigo, pero no había nadie que pudiera verme y aunque fue en silencio lo dejé fluir empapando mis mejillas con lágrimas, arruinando mi perfecto maquillaje en un intento por sentirme mejor, sin embargo no fue así.

Me llevé la botella a los labios, pero descubrí que estaba vacía y ya no tenía más.

Me quedé en el suelo, pensando en cómo seguir emborrachándome. Ir al ascensor no era una opción, estaba junto a las escaleras y podría caerme. Comprar por internet y hacer que me lo trajegan tampoco era una opción, tendría que bajar y recibir el pedido yo misma y eso implicaba usar el ascensor.

Llamar a Alonso tampoco sonaba bien, él y Reygi tenían su cita hoy y no quería arruinársela...

Sanden- el nombre de mi sexy vecino se me vino a la cabeza. Él dijo que estoy bonita ¿Qué tal si lo seduzco y lo convenzo de que me de otro vino?

Sí, eso no sonaba tan mal. Lo peor que podría decirme era que no y al menos así no me arriesgaba a romperme el cuello con las escaleras.

La idea me gustó y me apresuré a llevarla a cabo, aunque quizás tardé mucho más de lo que pensé. A medida que lograba levantarme e ir con Sanden la tristeza y la palabra Fracasada regresaron y las lágrimas volvieron, sin embargo eso no me detuvo y con pasos torpes y algo mareados pues el alcohol ya estaba haciendo efecto fui al departamento de mi vecino y golpeé cuatro veces.

Nadie respondió.

-¡Sanden, abre!- grité aporreando más fuerte y esta vez la puerta no tardó en abrirse, aunque en cuanto lo vi mi cerebro se formateó.

En primer lugar él no traía camisa, en segundo, estaba usando solo sus pantalones y en tercero, me abalancé sobre él y le robé un beso. Sentí una chispa y quizás lo estaba obligando, pero eso no impidió que le diera un segundo y tercer beso.

-¿Briitany? - él se echó para atrás y su ceño se frunció.
-¿Por qué estás llorando?

¿Llorando?

No, él no puede verme llorar. Nadie puede, no me gusta, no quiero.

-¿Alguien te hizo daño?

-No- quise decir, pero en lugar de eso asentí y volví a abalanzarme sobre él tratando de borrar mis lágrimas de su cabeza con más besos.

Él no me correspondió, incluso podía sentir sus ojos sobre mí, pero rocé mi lengua con la suya y recibí una respuesta, fue un minúsculo movimiento, un roce de sus labios contra los míos y luego vino el beso real.

Se movió sobre mi boca poseyéndome entre sus labios como si yo le perteneciera. El calor de su mirada desapareció y fue reemplazaba por un fuego que se iba formando en mi estómago. Quizás era el alcohol, pero jamás me habían besado así. Jamás había sentido algo como esto. Era como si nuestras boca estuviesen hechas la una para la otra, como si su deliciosa lengua hubiera nacido para ser succionada por la mía.

Los pensamientos se volvieron un revuelto en mi cabeza, quería más que un beso, quería más que alcohol, ahora lo sabía. Esto no se trataba de seducirlo, se trataba de lo que desde que me mudé aquí he querido.

A él.

Al hombre que sale por las noches vestido con elegancia y regresa a altas horas de la madrugada.

El hombre al que me como con la mirada mientras lo espío por el agujerito de mi puerta.

El hombre que quiero tener dentro demí desde que vi sus ojos claros y esa piel de apariencia bronceada, de cabello tan negro que quiero sujetarlo mientras me posee... El hombre con el que he fantaseado y tenido sueños húmedos donde me utiliza a su antojo y nunca se cansa de mí.

-¿Te hicieron daño? -se apartó, nuestros labios hicieron un ruidito al separarse, pero no estábamos muy lejos del otro, solo unos centímetros, los suficientes para sentir cuan agitado estaba, los suficientespara volver a besarlo si se me anotojaba.

-No- sacudí la cabeza y lo atraje de nuevo a mis labios, envolví mis brazos alrededor de su cuello y dejé que él me atrapara la cintura entre sus grandes manos.

Sí, se sentía tan bien. ¿Pero cómo sería tener esa manos sobre mi trasero? ¿Y sosteniendo mis pechos mientras me los chupa con su boca?

-¿Quieres entrar?

¿Entrar?

No. Nunca. No podía.

Había una razón por la que no me metía a la casa de los hombres.

-Mi departamento - murmuré con la respiración agitada.

-Es lo mismo- él me limpió una mejilla y yo sacudí la cabeza.

-No, en mi departamento está mi baño rosa y...y me siento segura.

Él asintió y cerró la puerta.

-Bien, vamos.

Sonreí y lo llevé a mi hogar. Logré mantenerme derecha, pero él aún así notó que estaba algo pasadita de alcohol y acabó llevándome en brazos, aunque se detuvo al ver el desorden que hice en el piso.

-¿Qué pasó aquí?

Me reí y me sorprendió lo fácil que fue decirle.

-Soy un fracaso, Sanden- me reí y vi la botella en el piso. Hice una mueca.
-¿Lo ves? Fui a pedirte vino y lo olvidé. Fracaso- me reí, me señalé y cerré la puerta.

-No eres un fracaso, Brittany- me atrajo a su pecho y no pude verlo a los ojos, eran demasiado bonitos para alguien fracasado como yo. -Mírame- me ordenó y me negué, él me levantó la barbilla de todas formas.

Síí, tan dominante...igual que en mis sueños.

-Tú no me conoces- le dije, antes de que pudiera decir nada más.

-Entonces déjame conocerte.

Sonreí. Eso me gustaba. Desabroché los botones de mi camisa hasta enseñarle todo mi sostén y me acerqué a él.

-Adelante, seré tuya por esta noche.

-No te quiero solo para una noche, Babygirl.

-¿Babygirl? - me reí y me acerqué más ¿Ahora me coquetea? -¿Eres mi Daddy entonces?

-Sí.

-No veo el contrato- me reí y le di un pico.

-Te daré uno si me dices qué pasó.

Sonaba justo ¿No?

-Desaprobé un exámen.

Él me acarició la mejilla.

-Puedes repetirlo.

No es tan fácil.

-Ya lo repetí antes, no puedo.

-Sí, puedes.

Me reí. Lo decía como si me conociera, pero no tiene idea.

-No es por el exámen, es esa carrera. No me gusta Daddy, me está agobiando.

-Entonces déjala.

Sí, claro.

-No puedo, mamá me quitará mi dinero si la dejo y yo soy de gustos caros- señalé hacia abajo -¿Ves esta faldita? Costó mucho ¿Y mis tacones? Son de edición limitada ¿Y este labial? Es mi favorito y cuesta...cuesta mucho mucho.

-Deja la carrera.

Rodé los ojos.

-¿No me oyes? No puedo.

-Sí, si dejas que sea tu Daddy a tiempo completo.

Quise reírme, pero sus ojos se veían muy serios ¿Siempre es así de serio?

-¿Y qué tendría que hacer como tu babygirl? - me acerqué aún más. Tenía tantas ganas se sexo que no me importaría llamarlo papi.

-Obedecerme y ser una buena niña.

-¿Y me darás todo lo que yo quiera?

Él asintió.

-Lo que tu quieras siempre y cuando cumplas las reglas.

Reglas ¿Por qué seguirlas cuando es más divertido desobedecerlas?

-¡Bien!- me alegré y tiré de su mano, ya no podía esperar otro segundo. Esto de Daddy y Baby me estaba poniendo cachonda y si él era tan bueno en la cama como parecía, no podía perderme otro segundo sin su pollito dentro de mí.

-Primero el contrato, Babygirl ¿Tienes lapiz y papel?

Rodé los ojos, pero me dejé caer en el sofá y señalé el montón de papeles en el suelo y luego mi bolso.

-Ahí.

Él los recogió y comenzó a escribir. Se tardó bastante y yo busqué más alcohol, pero no encontré.

-Firma aquí- una lapiz apareció en mi mano y sin más firmé, luego me abalancé sobre él.

-Aún no.

-¡¿Qué?¡ ¡¿Vas a hacerme un tatuaje también?!

Él se me quedó viéndome.

-De hecho, sí. Buena idea Babygirl - me beso los labios, como si fuera un premio y me cargó en sus brazos sacándome de mi departamento y llevándome al ascensor.

-Bajo el pecho por favor- siempre quise uno ahí, es un lugar discreto, podría decidir quien lo ve y quien no. Sería divertido, me encantaría.

-Bien.

-¿Dolerá?

-No, por ahora será temporal, al igual que el contrato. No quiero obligarte, Babygirl.

Me reí.

-No puedes obligarme a nada, Daddy, soy Brittany Lasquez y yo controlo a los hombres.

Él se llevó mi mano a los labios y luego picó un botón. Comenzamos a bajar.

-¿Entonces no te importa si pongo clausulas para que te conviertas en mi esposa?

Esposa ¿Quiere que sea la señora Maxwell?

-¿Cojeremos como conejos?

-Cada noche.

-En cuatro por favor y...- algo loco se me ocurrió, algo más loco que el tatuaje temporal, algo que me daba miedo, pero si Daddy se hará cargo de mí y ya no tendré que ir a la universidad, entonces él puede ayudarme con esto. -Quiero que me tomes por el trasero, me da miedo y me siento una fracasada cada vez que no lo uso...es como si el acto no estuviera completo ¿Lo cachas?

Él soltó una risita.

-¿Eres virgen?

-No, pero ahí sí ¿Sabías que dicen que duele mucho? Nunca lo admitiré en voz alta, quizás es por todo el alcohol que bebí, pero me da miedo que me duela, aunque shhh, no digas que te dije, tendrá que ser una sorpresa ¿Sí?

-Sí ¿Algo más, Babygirl?

-Me dan miedo muchas cosas, no las diré en voz alta, aunque probablemente lo estoy haciendo, ya sabes, cosas del alcohol, pero especialmente el compromiso así que Daddy no te des por vencido, no quiero ser una fracasada en esto. Una parte de mí aún cree en el amor.

-No lo haré, no me daré por vencido.

-¡Oh!¡Y cuando sea el momento indicado te confesaré que te estuve espiando por la puerta todos estos años, pero shhh, chito! ¿Okey? Aún no es el momento indicado.

Él soltó una carcajada.

-Okey ¿Algo más?

-Sí, nunca me dejes insatisfecha, soy una chica de grandes gustos ¿Tienes un gran gusto?

-Uno enorme.

-¡Perfecto!

Por arte de magia salimos del ascensor y él me subió a un auto.

-¿Por qué te ves más guapo con cada segundo?

-Es el alcohol.

-No, no lo creo. Siempre eres guapo, probablemente por eso estoy enamorada de ti, aunque no te lo dije ¿De acuerdo? No es algo que yo admitiría.

Otra risita.

-De acuerdo.

-Daddy- miré por la ventana, todo pasaba a una velocidad muy lenta.

-¿Sí, Babygirl?

-Lo más importante es nunca engañarme, si lo haces me enojaré y suelo gritar mucho y no solo cuando estoy en la cama.

-Nunca, Babygirl.

-¿Daddy?

-¿Sí?

-Dos meses. - boztecé.

-¿Dos meses?

-Siii- otro bostezo -Ese tiempo tienes, si no me caso contigo cuando termine ese tiempo, me dejarás ir.

-De acuerdo, Babygirl, pero para el 13 de noviembre ya serás mi esposa.

Eso me agradaba.

-Y daddy.

-¿Sí?

-No me tatues un pene.

Él sonrió.

-Te pondré mi nombre, así me recordarás.

-¿Pondras Sanden en mí?

Me asustaba y la idea también era divertida pues si nos separábamos tendría que viajar por el mundo en busca de otro Sanden y casarme con él...espero que no sea feo y que todos los Sanden la tengan grande, sí con eso me conformaría.

-No, pondré la palabra Daddy, para que sepas que siempre me tendrás.

-Gracias, Daddy, no olvides lo que te dije, yo sé que lo olvidaré mañana.

-¿De qué hablas?

Él detuvo el auto en un semáforo.

-No soy buena bebiendo, se me borra todo al día siguiente, así que asegurate de hacerme algo para que te busque, sino no sabré que eres mi Daddy.

Él asintió.

-No te preocupes, haré que me encuentres y en menos de dos meses te casarás conmigo.

-Bien.

-Bien.

Las calles volvieron a pasar junto a nosotros o quizás nosotros pasamos junto a ellas, de todas formas tardamos mucho pero al fin llegamos a una tienda de tatuajes.

-¿Qué haremos luego del tatuaje?

Bajé con pasos torpes y vi como él entraba y encendía la luz ¿Era el dueño de la tienda?

-Volveremos a tu departamento y te haré el amor en tu cama.

-¿De cuánto estamos hablando?

-¿De cuánto?

-Sí, ya sabes...tus centímetros...tu tamaño...tu grandeza- no sabía cuanto más tendría que sugerir para que lo capte, aunque no me molestaba. -¿A cuanto se extiende tu telaraña?

-¿Es en serio? - se rió -Deja que te sorprenda, te dejaré con la boca abierta, querida.

-¿Por qué siento que presumes más de lo que tienes?

-Porque aún no lo haz visto ¿Entramos? - me guió al interior de la tienda y me llevó a un cuarto con paredes llenas de dibujos y una camilla.

-¿Me dolerá?

-No, es temporal, se irá con los días.

-¿Y tú? ¿Tu te irás con los días?

-No, babygirl, yo me quedaré contigo.

-Bien, pero apresurate, quiero verte el pío pío.

-¿El qué?

-El pollito.

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