60✧*|Test.
CAPÍTULO 60=TEST.
Desperté cuando Sanden me estaba llevando en brazos a través de unos pasillos blancos que supuse por el olor a cloro que eran los de un hospital.
Él me besó la frente y caminó hasta unas sillas frente a una puerta de madera.
Estábamos en una sala de espera.
—Daddy.
—¿Sí, Babygirl? — él apartó el cabello de mi rostro y me acarició la mejilla.
—¿Por qué estoy aquí? Debes llevarme a la graduación de Alonso— le pedí. Ya no sentía dolor alguno, aunque una vez más sentía humedad entre mis piernas. Por suerte el vestido era lo suficientemente largo como para tapar cualquier signo de excitación ¿Había tenido un sueño erótico? No lo recordaba, pero debió ser uno bueno.
Me sentía tan lubricada que probablemente Sanden ni siquiera iba a necesitar prepararme si se proponía tener sexo conmigo.
—Iremos luego de que te atiendan, Babygirl. Te desmayaste en cuanto subiste al coche— me informó, pero yo solo recordaba haberme quedado dormida repentinamente.
—No dormí por tres noches ¿Recuerdas? Solo estoy cansada— le expliqué, pero justo la puerta se abrió y la doctora del otro lado nos hizo señas para que entremos.
Sanden nos levantó de la silla y me llevó en brazos, luego me depositó suavemente sobre la camilla del consultorio y sin apartarse de mi lado vio a la doctora.
—Se desmayó— le dijo luego de saludarla y así fue como el interrogatorio y las pruebas comenzaron.
Ella puso su cosito para oír los latidos en mi pecho, luego me tomó la presión y pasó una linterna por mis ojos.
Dijo que mi presión estaba alta, entonces me preguntó por mi historial médico, mi rutina del día a día y cientos de otras preguntas.
Cuando le dije dónde me dolía, ella palpó mi estómago presionando sus dedos hasta que sentí dolor y chillé. Los ojos de Sanden se abrieron como platos y de inmediato su sobreprotectora mano regresó a la mía como si no quisiera soltarme nunca.
Nuevas preguntas llegaron, pero esta vez eran mucho más personales.
¿Con qué regularidad mantienes relaciones sexuales, Brittany?
¿Usas anticonceptivos? Y ¿Alguna vez estuviste embarazada?
Mi mano comenzó a temblar con cada pregunta y el rumbo que estas tomaban, Sanden se removía a mi lado y casi no respiraba. Pero ni él ni la doctora se encontraban más preocupados que yo.
—¿Qué tiene que ver eso con mi cansancio? — pregunté cuestionando realmente la capacidad de esta señora.
Está claro que nunca estuve ni estoy embarazada. Si fuera así tendría muchos síntomas y a excepción del cansancio, el cual se debe a no dormir por tres días no hay nada que indique que podría estarlo.
Ni siquiera el dolor de estómago. Eso se debe a mi mala alimentación.
—¿Te harás una prueba de embarazo, te parece? Solo para descartar dudas— me dijo la doctora alejándose de mí y dirigiéndose al escrito.
Sanden dejó de moverse y yo me bajé de la cama, pero no caminé, mis piernas temblaban y se negaban a acercarse a ningún test. Sin embargo, la doctora tenía otras intenciones. Ella sacó una cajita de uno de sus cajones y me la extendió, aunque yo no la tomé y me la quedé mirando.
—No estoy embarazada — me apresuré a decir e intenté dar un paso atrás, pero no había adónde ir.
—Entonces no perdemos nada con intentarlo— dijo Sanden y tomó él mismo la cajita y la puso en mis manos.
—Dije que no, Sanden— no quería pelear, pero lo haría de ser necesario pues cualquier cosa que se relacionara con bebés debía estar a muchos metros lejos de mí.
—También puedes hacerte un exámen de sangre— sugirió la doctora y tomé la cajita.
No me gustan los test, pero las agujas mucho menos.
—Bien— murmuré con pocas ganas y salí del consultorio, el baño quedaba al otro lado del largo pasillo de paredes blancas. Sentí unos pasos a mi espalda y al voltear vi a Sanden viniendo tras de mí.
Él me alcanzó y rodeo mi cintura con una de sus manos.
—Solo es para descartar un posible embarazo— me acarició la mejilla y plantó un beso en mi frente, yo seguí caminando, no obstante, él comenzó a acariciarme el estómago y me llevó al baño que era de mujeres, pero eso no impidió que él entrara conmigo.
—¿Y cuándo salga negativo, qué? — pregunté abriendo la puerta de un cubículo y tomando la manija para cerrarla.
—Si sale negativo te harán estudios.
Mierda. Eso tampoco me gustaba.
—Bien— murmuré y cerré la puerta.
Me tomó alrededor de un minuto leer las instrucciones y saber de qué manera se mostrarían los resultados. Solo entonces cuando estuve segura de no poder equivocarme me bajé los pantalones lista para sentarme en la tasa y...
El chupete cayó dentro del inodoro.
—Mierda— Me lo quedé viendo y precedí a hacerme el test, negándome por completo a meter la mano en un inodoro público.
Si Sanden quiere un chupete, con gusto podrá recogerlo él mismo.
Olvidando el molesto chupete vibrador, me quedé viendo el test y revisé que la banda de la punta estuviese mojada, también miré la pantallita sin pestañar, pero aún faltaba para que una línea roja apareciera y el miedo me hizo sacar todas mis dudas y decirlas en voz alta.
—Daddy— llamé, no necesitaba a Sanden, quería a mi Daddy, porque aunque Sanden era mi esposo, una palabra horrible, por cierto, Daddy en cambio tenía el deber de cuidar de mí.
—¿Necesitas ayuda, Babygirl?
Sacudí la cabeza y luego noté que él no podía verme.
—Tengo miedo, Daddy ¿Qué pasa si estoy embarazada? ¿Me dejarás echarte la culpa?
Él se rió y sentí que se recargaba del otro lado de la puerta.
—Sí, babygirl, puedes echarme la culpa. De todas formas seré un buen Daddy y el mejor padre que exista.
Mi corazón se aceleró con esas palabras y me sentí aliviada, algo que no había sentido en mucho tiempo.
—¿Entonces ya no serás más mi Daddy?
—Nunca dejaré de ser tu Daddy, pero nuestro bebé necesitará también a su padre y a su madre y no puedo cuidar a dos bebés al mismo tiempo, tendrán que turnarse para obtener mi atención.
Sonreí.
—Tomo el turno nocturno— me burlé e imaginé que me doblaba como a una gomita mientras me daba duro contra la cama.
—Me parece bien.— estuvo de acuerdo y entonces vi al test comenzar a formar una línea.
Al principio era clarita, ni siquiera se notaba y luego se tiñó de un rojo fuerte.
Mi estómago volvió a doler con la espectativa de lo que sucedería a continuación, no obstante, esa línea roja fue la única que se formó y yo por fin pude respirar con alivio.
—¡Sanden, no estoy embarazada!— chillé y él abrió la puerta, aunque hubiese jurado que la trabé. Él se inclinó, a pesar de que me encontraba con los pantalones en las rodillas y vio el test en mis manos.
—Una sola línea— murmuró, su voz no me dio indiceos de sus emociones, pero sus hombros se pusieron rígidos, al igual su mandíbula. Quise sonreírle, festejar diciéndole que no tendría que tomar el turno nocturno y que podríamos hacerlo todo el día si quisiéramos, pero callé al ver la tristeza en sus ojos.
—¿Daddy?
—Volvamos con la doctora, aún necesitamos saber por qué te duele el estómago— me quitó el test arrojándolo en el cesto de la basura y salió del cubículo, pero el recuerdo de su mirada triste no me abandonó.
Me limpié y subí los pantalones, luego lavé mis manos y regresamos al consultorio de la doctora, pero él ya no tomó mi mano y el dolor volvió.
Entré sin decir nada, Sanden se encargó de contarle a la doctora, ella le pidió ver el test y él tuvo que disculparse por haberlo tirado. Yo me mantuve en silencio y tomé asiento frente al escritorio.
Una nueva ronda de preguntas llegó y nuevamente nos detuvimos en un campo en específico.
—¿Cuándo empezaron estos dolores, Brittany?
La voz de la doctora era dulce, ella era joven, pero yo la odié por hacerme justamente esa pregunta.
—No recuerdo— mentí encogiéndome en mi lugar. No podía decir la verdad, no en voz alta. De reojo vi a Sanden y fue un error. La doctora siguió atentamente mi mirada y todo su cuerpo se tensó.
—Las siguientes preguntas son algo íntimas ¿Por qué no sales y esperas en la sala? — le sugirió a Sanden y este asintió, dejó un beso en mi frente y se retiró sin notar nada, pero yo sabía lo que se avecinaba.
Mi mirada de soslayo le había dado una mala impresión de Sanden a la doctora, era mejor que arreglara rápido la confusión. Sin embargo, no fui tan rápida y ella dio los primeros atisbos de un discurso sumamente conocido.
—Este es un lugar seguro, Brittany ¿Si lo sabes, cierto?
Rodeé los ojos y me acomodé mejor en mi silla. Sabía que ella solo hacía su trabajo y ahora estaba tratando de protegerme, pero este no era uno de esos casos.
—El dolor comenzó cuando creí que me estaba enamorando, por eso no lo dije en voz alta. Si él se entera o cree que lo amo...
—¿Te lastimá?
¿Qué?
—¡No, él nunca me lastimaría, pero sí se pondrá empalagoso si le digo que creo que estoy enamorada y a mí no me va lo dulce! ¡No quiero un novio que viva pidiéndome que le diga cuanto lo amo todo el tiempo, es aburrido y muy molesto!
La doctora parpadeó y parpaderó y parpadeó. Ella no se esperaba mi confesión, mucho menos mis siguientes palabras:
—El dolor comenzó con él, no recuerdo exactamente como, pero sí sé que era como mariposas y yo odio a las mariposas.
Ella volvió a pestañar.
—Así que ¿Tiene la cura para el amor o no?
. . .
Pastillas para el estrés y vitaminas.
Al parecer la doctora no solo pensaba que estaba loca, sino también estresada y todo empeoró cuando le dije sobre mi miedo a tener hijos lo cual la llevó a la conclusión de que mi dolor era producto de mi mente creando un embarazo falso.
Yo me reí cuando lo escuché, pero Sanden no lo hizo cuando se le conté.
Él me abrazó y aflojó su abrazo cuando solté un chillido.
—Te amo— me susurró al oído y en respuesta giré su cabeza, la incliné y metí mi lengua dentro de su boca.
—Lo sé— me burlé y caminé hacia el auto. —Esta es la última vez que vengo a este hospital— le aclaré y permití que me abriera la puerta. —La próxima iré a lo de Alonso, él y Reygi podrían declarar fácilmente que me encuentro estresada y eso sin tener que pagarles.
—Necesitábamos estar seguros, babygirl. Tu dolor no fue falso.
Cierto, aunque me dolió más ver tus ojos tristes— el pensamiento surgió sin permiso y me quedé quieta, asustada porque a mí se me había ocurrido algo como eso.
—¿Te sientes bien? — él cerró la puerta de su propio lado y tomó mi mano, descarté sus preocupaciones con una sonrisa y dándole un apretón.
—Sí, Daddy, pero si frenas en un kiosco y me compras un chocolate para controlar mis antojos psicológicos, cumpliré mi promesa y lameré tu pollito.
—¿Por qué lamerías un pollito, Bri? — la voz infantil llegó desde el asiento trasero.
—¿Desde cuándo tenemos un pollo, primo Sanden? — otra voz idéntica se le unió y luego otra.
—Oigan, estamos aquí y mis hermanos no deberían oír esas cosas.
Volteé lentamente y entonces los vi. Heyden, Yden y Heyd, los tres estaban sentados en el asiento trasero del auto.
—¿Desde cuando están aquí? — pregunté viéndolos, pero en realidad me dirigí a Sanden —Pudiste avisarme.
—Creí que los habías visto— se rió él a mi lado y encendió el coche.
Yo suspiré y estiré la mano para acariciar el pelo de cada uno de ellos a modo de saludo, Heyd e Yden se dejaron, pero Heyden alejó su cabeza.
—¿Tenemos un pollito sí o no? — preguntó Yden que ya no traía sus gafas de sol y decidí que era hora de cambiar de tema.
—¿Adivinen quién pasa por un embarazo psicológico? — les pregunté y me señalé, Heyden abrió grandes sus ojos y los niños se miraron entre ellos.
—¿Vas a tener un bebé? — preguntó Heyd y asentí a medias.
—Uno invisible— le conté y ellos volvieron a intercambiar miradas.
—¡Tendrá superpoderes!— anunció Yden y yo me reí.
Al menos dos de nosotros cinco se ponen felices.
—¿Podremos cargarlo?
Pues...
—Si lo encuentran— respondí y me acomodé correctamente en mi asiento abrochándome el cinturón y trabando la puerta.
—¿Entonces por eso se casaron? — preguntó Heyd y yo miré a Sanden.
Recordaba que antes de subir al auto y venir al hospital él les había dicho que nos casamos, pero nunca se me ocurrió qué podría decirles en caso de que preguntaran la razón.
Miré a Sanden en busca de respuestas y él comenzó a conducir.
—No, niños. Bri y yo nos casamos porque nos amamos— les contó y yo me removí incómoda en mi asiento.
No era verdad, aunque no podíamos decirles sobre el contrato y cómo comenzó todo.
—¿Señora Maxwell, de verdad lo amas? — preguntó uno de los gemelos y Sanden sonrió, pero yo no. Esto de señora Maxwell iba a ser difícil de quitárcelos de la cabeza. —¿Por qué no contestas?
—Sí, lo amo— dije apretando los dientes y Sanden tomó mi mano, la cual aparté.
Solo lo dije para que acepten la explicación de Sanden, nada más.
—¿Y sobre el pollito...
—No hay ningún pollito, niños. —los cortó Sanden dando por finalizado el tema, aunque no se lo dejaron pasar.
—Queremos uno entonces, mamá y papá no nos dejan tener mascotas en casa, primo.
Pobrecitos.
—Pronto tendremos un perrito, niños y por cierto, Brittany debe descansar, así que no la molesten ¿Sí?
—Sí, primo Sanden.
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