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39✧*|Pastillas.


CAPÍTULO 39= Pastillas.

Desperté como a las doce de la noche y Sanden no estaba conmigo en la cama. Lo busqué con los ojos, la luz estaba apagada, así que la encendí y solo encontré la cama acomodada dónde tendría que estar él.

Me bajé y fui a ducharme y al salir de la ducha, cuando ya me encontraba del todo despierta ví la nota que Sanden me había dejado en el espejo.

—Ya pasaron muchas horas, si quieres aquí te dejé una pastilla— decía la nota y con una flecha señalaba la pequeña tableta  de pastillas que estaba pegada al papel. Tomé una, abrí las canillas y sin dudarlo me la tragué y llevé agua a mi boca.

Salí del baño, me vestí y bajé las escaleras esperando encontrarlo con los niños, pero en su lugar me encontré a Heyden sentado en un sofá viendo una película con una chica que recargaba la cabeza en su pecho.

—¿Dónde está tu primo?— pregunté, quizás con más brusquedad de la que debía, pero no tengo duda de quién es esta chica y no me gusta que la haya traído a la casa de sus tíos.

—El primo Sanden dijo que iba a trabajar, Bri— me explicó y casi tropiezo, Heyden me frunció el ceño. —¿Estás bien?— me preguntó y asintiendo fui a la cocina.

Trabajar.

¿A cuál de los dos trabajos?

Decidí que no era de mi incumbencia y me puse manos a la obra con mi comida. Los platos de los niños estaban sucios en el fregadero así que no me molesté en preguntarles si comieron y me preparé algo rápido para mí.

Cené en silencio, viendo la pared de la cocina y disfrutando muy poco de mi alimento. Sanden rondaba mi cabeza como esas moscas que joden a tu alrededor cuando estás durmiendo.

Finalmente los padres de la chica que estaba con Heyden vinieron a buscarla y ella se despidió diciéndome cuál era su nombre, pero ni siquiera lo recuerdo. Heyden se fue a dormir luego de besar mi mejilla y decirme que los monstruitos dormían y yo me quedé sola y sin tener una pizca de sueño.

Sin más que hacer continué con mi investigación, practiqué gatear por los pisos sin caer, sin tropesar o lastimarme y media hora después podía deslizarme gateando por toda la casa. Luego busqué atuendos y descubrí que no todo sirve, también encontré la razón por la que a Sanden le gusta las bragas de abuela.

Resulta que con las diminutas faldas que usa la babygirl se le nota todo si se agacha, en cambio si lleva bragas normales puestas nada indevido se ve porque lo cubren todo.

Con eso ya en mente esas bragas no me disgustaron tanto, pero igual seguían ser mis favoritas.

Para las tres de la mañana aprendí la posición de una sumisa para cada ocasión agregándole a eso el equilibrio porque, por ejemplo, si estuviera teniendo sexo y mis manos están atadas, tendría que evitar caer y a la vez saber moverme.

Para las cuatro el sueño había vuelto, sin embargo Sanden aún no lo hacía y me di cuenta luego de suspirar con frustración al ver la hora, que lo estaba esperando, así que simplemente regresé a la habitación y busqué dormirme, no iba a demostrar interés en dónde no lo hay.

Sanden es un adulto y no me interesa si llega tarde, si se prostituye o lo que sea que haga, no es de mi incumbencia.

Aún así no me pude dormir y en su lugar, como Sanden me tiene bloqueada en Instagram me cree una cuenta falsa y con el enlace del perfil encontré la página donde...trabaja.

La palabra posesiva y loca se vinieron a mi mente y descarté cualquier idea loca, después de todo era muy tarde y mi cerebro estaba cansado, así que apagué el teléfono y abracé la almohada, pero seguí sin poder dormirme y volví a encender el teléfono, revisé el clima del día y le envié un mensaje Alonso pasándole al dirección de la casa y diciéndole que venga a la pileta cuando se despertara.

Metí el celular bajo la almohada y en el silencio de la noche escuché una puerta, luego pasos y finalmente la luz se encendió y Sanden entró.

Llevaba un traje puesto, la corbata la tenía en la mano y bostezando se echaba el cabello hacia atrás.

—Hola— dijo medio dormido y cuando se acercó a darme un beso por alguna razón le desvié la cara. —¿Qué pasa?— preguntó y meneé la cabeza porque yo tampoco sabía que me pasaba, así que dejé que me besara y sentí el sabor a menta de su boca y el perfume natural de su cuerpo, sin embargo eso sólo me molestó.

—Son casi las cinco— susurré viéndolo desvestirse.

—Estaba trabajando— fue todo lo que dijo y me encontré observándolo detalladamente, como si buscara algo y no sabía qué.

Me di la vuelta, sintiendo un horrible nudo en mi estómago y abracé la almohada.

—Voy a la ducha, no te cueles ni te aproveches...pero si quieres hazlo— dijo y salió, pero hacer eso fue lo que menos se me pasó por la cabeza.

Ocho minutos después, según mi celular, él salió del baño y regresó a la cama con solo una toalla envolviendo su cintura.

La dejó caer y se metió en la cama, repartió besos en mi cuello y me aparté.

—Sigo con la regla— mentí y él se rió.

—¿Y desde cuándo eso me molesta, babygirl?— se burló e inclinó su cabeza para darme besos en el cuello, entonces fui directa con él:

—No quiero— dije y sus besos se detuvieron, como si hubieran tocado un freno invisible.

—No quieres— repitió como si no me creyera y meneé la cabeza reafirmando. —¿Qué pasa, Bri?— tomó mi rostro y trató de hacer que lo vea, no quise y me quedé dónde estaba, abrazando la almohada, aferrándose con uñas a ella.

—Nada, pero no quiero, Sanden— le repetí y me nalgueó, por primera vez luego de mucho, me dolió. —Auch— el notó el hilo en que se convirtió mi voz y acarició mi trasero teniendo cuidado con el plug.

—Lo siento— dijo y comencé a llorar. —¿Babygirl? — preguntó y como yo no me giraba, se bajó de la cama y la rodeó hasta estar de mi lado. —¿Qué pasa?— Preguntó y encogí los hombros.

—No lo sé— sollocé y él me abrazó.

Nunca me había sentido tan confundida con mis sentimientos, jamás había creado una cuenta falsa de Instagram, nunca se me hubiera pasado por la cabeza hacer algo así y ahora simplemente...no lo sé.

—¿Quizás las pastillas fueron muy fuertes?— Preguntó y fue al baño, regresó con una tableta y la caja de dónde las sacó. —Dice que puede alterar las hormonas— me explicó y asentí queriéndome convencer de que era eso, pero algo dentro de mí sabía que no.

—Regresa a la cama— le pedí y lo hizo luego de regresar las pastillas al baño y de apagar la luz. —Mañana iremos a una farmacia y compraremos otras— me prometió y luego dijo —Te amo, Babygirl.

Y solo así pude volverme a dormir.

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