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26✧*|Compras.

CAPÍTULO 26= COMPRAS.

Estoy en problemas.

Me encuentro encerrada, mi madre ya sabe donde estoy, los policías la llamaron para que venga a buscarme, también llamaron a Sanden para venga a buscar su tarjeta "Robada".

Les dije que soy su mujer, aunque no tomé en cuenta que si yo no me lo creía ellos mucho menos y aquí estoy tras las rejas con Alonso a mi lado de lo más animado jugando con su tortuga mientras espera a que Reygi venga por él y ni siquiera llegué a comprar mi labiales y por lo que veo, no lo haré.

Si mamá llega primero me devolverá al internado y si Sanden llega me espera un castigo que según mis supocisiones y el nivel de enojo que tendrá Sanden no va a ser para nada placentero.

Desde ya descarto la idea de llamarlo Sanden en voz alta, eso sólo provocará más castigos.

-¡Reygi!- chilló Alonso viendo a su novio atravesar la puerta.

-¿Qué hicieron ahora?- se pasó la mano por la frente, seguramente recordando que está no es la primera vez que viene aquí.

-Yo no hice nada mi amor, fue ella- me señaló con su dedo y se encogió de hombros.

Alcé mi mano y con una sonrisa traviesa lo saludé.

-Hola Reygi ¿Me extrañaste?- le pregunté con diversión.

-No- nos dió la espalda y se acercó al encargado más cercano.

Alonso comenzó a balancear sus pies en el banquito y acarició a Torta hasta que Reygi regresó, le sacaron las esposas y aunque él me quiso abrazar ya que desde que me fui al internado no volví a verlo, los oficiales no lo dejaron y los hicieron retirarse.

Continué esperando y esperando. Mamá y Sanden llegaron al mismo tiempo, se vieron con odio y luego me vieron de la misma forma a mí.

-No te voy a sacar de aquí- me dijo doña Silvia al pasar frente a mí.

Bufé y miré a Sanden.

-¿Y tú?- le pregunté.

Él simplemente decidió ignorarme y siguió a mi madre para hacer los papeleos y espero que también a pagar mi fianza.

Las discusiones no tardaron en llegar a oírse, mamá le decía de todo a Sanden sin embargo y para su buena suerte él no le decía nada.

-Quiero que se quede aquí- las palabras de mi madre me hicieron asustar.

No es la primera vez que estoy aquí, antes ya me habían traído por causar disturbios en la vía pública, era un delito menor pero robar una tarjeta de crédito e intentar usarla, eso sí me traerá grandes problemas.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla y furiosa me la sé qué como si fuera una mugresita en el ojo.

Odio llorar, siempre lo e odiado, no obstante desde hace semanas que tengo ganas de hacerlo cada día.

El policía junto a mí sacó unas llaves y lavanté las esposas esperando a que me las quitara, gran error, sólo hice que me vea mal.

Refunfuñé volviéndolas a bajar y continué esperando.

-¡Ella es mía!- el grito de Sanden me tomó por sorpresa, provocando que me sobresaltara.

El oficial se fue en su dirección y minutos más tarde acompañaron a Sanden a la salida, mi madre ni siquiera me miró al salir también y por fin me quitaron las esposas.

-Ya puede irse- declaró el oficial y por alguna razón dudé en si ir. Comencé a caminar lento hacia la salida mientras me acariciaba las muñecas y cuando finalmente la sombra de la noche se posó sobre mi rostro noté que Sanden me estaba esperando pero mi madre también.

-¡¿EN QUÉ PENSABAS BRITTANY?!- Ella vino de lleno hacia mí -¿Esto es lo que quieres?- señaló a Sanden que estaba recargado contra una pared y fingía desinterés pero conociéndolo está más que atento a todo.

-No tienes idea de nada
mamá- le dije, traté caminar hacia Sanden y ella se interpuso.

-Soy tu madre y quiero saber, dime porqué estás tan atada a él ¿Qué te está pasando?- dijo cada vez más furiosa.

-Nada- mentí.

-Dime, sólo así podré ayudarte- sus ojos se pusieron brillosos, ella es como yo, no llora, pero eso no significa que sus ojos no demuestren que lo quiere hacer.

-No puedes ayudarme, no en esto- dije como espedida y caminé hacia Sanden. Él comenzó a caminar por cual lo seguí y así continuamos dirigiéndonos hacia el centro.

Se detuvo y se recargó en una pared, ladeó la cabeza señalándome una tienda y alcé la cabeza viendo la boutique.

-Tienes cinco minutos para meter todo lo que quieras en un carrito, si no lo tomaste antes de que entre te jodes- alzó su muñeca y me enseñó el reloj
-Corre.

Me lo quedé viendo sin entender.

-¿Qué?- le pregunté con confusión.

-Estarás encerrada por tiempo indeterminado, toma tus juguetes ahora o aburrete en el departamento, tú decides- dijo viéndome con mala cara.

Vi la tienda y luego a él, de nuevo.

-¿Me vas a recompensar?- pregunté confundida.

Él sacudió la cabeza.

-Te equivocas, te estoy endulzando para luego
morderte- me enseñó su reloj de oro y señaló la tienda -Cuatro minutos.

Riendo entré corriendo a la tienda, manoteé todo, desde lo que necesitaba hasta lo que no. Tomé labiales, casi todos los labiales y sus muchísimas variaciones en tonalidad, luego me fui a las paletas de sombras, elegí muchas, también bases que manoteé casi vaciando el stock pues no iba a desperdiciar mi tiempo en ver cuál era de mi tonalidad y cuál no, hice lo mismo con los correctores y paletas de iluminadores, contorno y rubores.

Por último tomé mascarillas, muchas, desde las que son para puntos negros hasta las que hidratan, tomé vinchas para maquillaje, esponjas, brillantina, purpurina, polvos flúor y todo con lo que alguna vez hubiese soñado.

Sanden entró justo cuando encontré mi labial favorito y me lo quitó.

-El tiempo acabó.

Hice una mueca y me alcé de puntitas de pie para besarlo, él me apartó el rostro, me quitó el enorme canasto repleto de artículos para la belleza y se dirigió a pagar.

-Quiero un novio así- exclamó la vendedora viéndome y yo sonreí.

Si quieres te dejo el castigo, pensé en decirle pero me mordí la lengua.

Sanden pagó sin protestar ni inmutarse la gran suma y con seis bolsas que él mismo cargo me hizo continuar caminando hacia la siguiente tienda.

Se detuvo y me señaló con la cabeza hacia la tienda de ropa a su lado.

-Cuatro minutos- declaró y corrí.

Tomé desde lo que sabía que me podía entrar hasta lo que no estaba segura y como con el labial en la otra tienda él entró justo cuando estaba tomando uno de los bolsos más hermosos que jamás haya visto en la vida y me quitó.

-Tu tiempo se acabó- me quitó todo y lo fue a pagar.

La siguiente tienda era de zapatos.

-Tres minutos- dijo haciéndome dar cuenta de que por cada tienda él restaba un minuto. ¿Habrá dos tiendas más?

Corrí azotando la puerta y como las cinco vendedoras estaban boludeando las señaló.

-Quiero los rosas- señalé unos zapatos frente a mí -Los negros aquellos que están muy lindos en vidriera, los azules detrás de ti- le dije a la cajera -Y esas bonitas zapatillas blancas- ordené y las cuatro se me quedaron viendo con disgusto -¡Rápido es un reto!¡Tengo dos minutos y los necesito en talla treinta y siete!- chillé y esta vez ellas corrieron menos la cajera que solamente se dió la vuelta, tomó los zapatos azules y los metió en su caja.

-¡Listo!- gritó riendo y yo también reí -Hace un mes vino una chica por lo mismo, casi destroza la tienda.

¿Otras también tienen novios que las sacan de la cárcel y las llevan de compran?

-¿Por qué?- pregunté confundida.

Ella se encogió de hombros.

-Era una youtuber- le resto importancia con la mano y se quedó con la boca entreabierta cuando Sanden entró.

Las otras dos chicas llegaron por un pelín pero las zapatillas quedaron fuera puesto que cuando la cuarta vendedora bajó el tiempo se había acabado.

-Esas no- dijo Sanden mostrándose para nada amable con ellas.

-Por fa- hice pucherito y lo abracé por detrás -¿No querrás que mis pies se lastimen y se llenen de ampollas por estar todos los días en tacones, o sí?

-Ese es tu problema, te di tres minutos, no los aprovechaste- me quitó con brusquedad las manos y pagó todo.

Le agradecí a las chicas y regresamos.

Ayudé a Sanden con las bolsas puesto que eran muchas y cuando creí que no se detendría lo hizo, pero esta no era una tienda normal, no, esta tienda era una farmacia.

-¿Qué se supone que...

-Tienes dos minutos para comprar todo el lubricante que puedas.

Mi entusiasmo por el juego se acabó en ese momento. ¿Qué le hará a mi pobre trasero?

-Pero...

-Sin peros, sin protestas, sin quejas, estás castigada babygirl y disfruta del aire fresco porque no lo sentirás de nuevo.

Hice una mueca y con piernas temblorosas entré en la farmacia.

Una anciana me atendió.

-Hola ¿Tiene lubricante?- le hice ojitos pareciendo inocente -Es que mi novio se cayó del techo y le duele el trasero, entonces al estar el gel frío lo alivia- le conté una mentira sobre él para que no piense mal de mí.

-Claro, ya vuelvo- me sonrió muy amable y regresó con tres marcas diferentes de lubricante.

-¿Cuál quieres?- me preguntó haciéndome preguntar cuántas personas le piden esto como para que no se ruborice ni se ría o me vea mal.

-Los tres- le dije y justo Sanden entró. -Él es mi novio- le conté a la señora y ella soltó un pequeña risita.

-Esto le aliviará el dolor, joven- comentó y Sanden me miró confundido, me encogí de hombros y esperé a que pagara.
-¡Hasta pronto y espero que te mejores!- nos dijo la ancianita cuando nos retiramos.

-¡Hasta pronto!- logré decir entré risas.

-¿Qué le dijiste?- gruñó de mal humor cuando ya estuvimos afuera.

-Que el lubricante era para tu culo, no para el mío- dije como si nada mientras contenía la carcajada.

Se inclinó primero a un lado dejando las bolsas en el piso de la mano derecha e hizo lo mismo con su mano izquierda.

Luego se inclinó a mi altura y con sus largo dedo anular me hizo alzar la barbilla.

-Tienes un minuto para convencerme de no arrojar todo esto a la basura.

Mis ojos se abrieron como platos, esto era de vida o muerte.

Me acerqué más a él y entrelacé mis dedos detrás de su cuello.

-Hoy en la tienda...cuando intenté usar tu tarjeta- suspiré y forzosamente se lo dije, aunque me doliera el orgullo, lo tuve que hacer. -Yo le dije al vendedor que era tu mujer y más tarde en la comisaría le dije lo mismo a los policías.

Me paré de puntitas y le di un beso en la mandíbula para que no siga tenso y ya no esté tan enojado.

-Vamos a casa babygirl, no tiraré tus chucherías.

¡¿Chucherías?! ¡CHUCHERÍAS!

Él intentó alejarse y yo aferré mis deditos a su nuca acariciando su cabello y atrayéndolo devuelta hacia mí.

-¿Sigues enojado?- quise saber. -Y si es así ¿Tendrás compasión por mí?

Por favor que sí, por favor que sí.

-Sí- suspiré de alivio y reí recordando cómo Alonso jugaba con Torta en la estación de policías -Sí estoy enojado, muy enojado y aún no sé si tendré compasión, dependerá de que tan bajo estés dispuesta a gritar para que mis primos no nos escuchen.

¡Mierda!

Hola holaaa!!!😚

Estuve algo desaparecida por aquí y lo siento, pero ya mismo me pongo a escribir el próximo capítulo.😉

¿Vamos con el salseo?😏

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