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18✧*|Pecados.


CAPÍTULO 18= PECADOS.

Las clases con el nuevo profesor de literatura fueron de lo más tediosas, me hizo arrodillarme frente a la cama y quiso que rezara por los primeros diez minutos, luego me hizo leerle una parte de la obra Romeo y Julieta y antes de irse me volvió a hacer rezar.

Por suerte hoy ya es domingo y según lo que me dijo Alexandría,
mi compañera de habitación, es que hoy no tenemos clases ni responsabilidades. Hasta ahora he venido safando de lo lindo pero no puedo decir lo mismo de ella, ya que desde que llegué se levanta temprano para ordeñar a las vacas, en la tarde junta el estiércol de los caballos y en la noche es la encargada de dar las gracias en la cena.

Las demás chicas son amables por obligación, todas parecen tener el cerebro lavado y les desagrada mi forma de ser.

-Aquí estás- la madre superiora caminó empujando con sus pies de empanada el acalorado habito y se paró frente a mí a la espera de un saludo cordial como según ella debe ser, pero por mi parte no recibió nada. -Novicia Brittany tenga un poco de respeto- gruñó molesta.

-Tiene razón madre superiora- me levanté del suelo en donde estaba sentada dejando algo aplastado el pasto. -Buenos días- le sonreí inocente, me estiré con cuerpo y todo para acercarme al naranjo, arranqué la fruta y la coloqué en la mano de la madre superiora -Tenga madre, aquí le dejo su naranjita para que se haga juguito y me deje en paz.

Me apresuré a correr entre los matorralos antes de que me golpeara las manos con su regla. -La vieja tenía más fuerza que mi mamá al lanzarme su chancla.- Cuando ya no estuve ni siquiera cerca entré a la parte prohibida del internado.

La piscina no tenía ninguna lona que la cubriera, el vapor calentito del agua superaba la superficie y no había nadie que me vigilara. La situación estaba a mi favor, todo me decía "Hazlo, hazlo, vamos", así que me desnudé ya que no llevaba ropa interior y me metí de un chapuzón.

El agua estaba perfecta, parecía calentada para mí, excepto que cuando me metí noté algo que no tomé en cuenta, la piscina tenía cloro, mucho cloro y mi nariz picó, mi entrepierna ardió, mis labios se quemában y mis manos, mis únicas salvadoras estaban resbalosas.

La escalera estaba del otro lado, ahora no tengo cabeza para pensar en eso pero me arriesgo a decir que si no es a unos cuatro debe ser a cinco metros de mí.

Nade hacia la escalera, mi entrepierna ardía como si me hubieran untado las semillas ají putapario y me costaba la grandísima madre respirar otra cosa que no fuera cloro o los vapores.

-¡¿Qué haces?!- uno de los padres tomó el limpiador de la piscina y me lo acercó, lo tomé y me sacó del agua. El chico era mi héroe y se lo hubiera dicho si no fuera porque comencé a gritar, a llorar y a hacerme vientito con la mano en la entrepierna para que me dejara de arder.

-¡Ven!- parecía más desesperado que yo.

Me cargó y corrió conmigo por los pasillos, me estaba llevando al ala de los curas, las puertas eran todas iguales, se verían hermosas si mi mano no ocupará toda mi concentración funcionando como abanico.

-Ya llegamos- nos metió a una de las puertas, corrió por el lugar y casi me soltó dentro de la bañera.

-¡Me arde!- lloré y él en un intento de ayudarme abrió las comillas de abajo -¡Me quema!- el idiota se confundió y me quemó ¡¿Por qué Dios no lo ilumina y le da la mano bendita para que me ayude?!

-Lo siento- jugó con descontrol con las canillas, el agua pasó de caliente a fría, de fría a tibia y de tibia a hirbiendo.

-¡Eres imbécil!¡Me estoy derritiendo!- el cura apretó un botón y la ducha de arriba salió, el agua fría volvió y yo abrí mis piernas de par en par para que el agüita me limpiace el cloro.

-¡Santo Dios!- el cura se me quedó viendo y el agua limpió todo el cloro de mi cuerpo, el ardor no se fue pero sí disminuyó. -¿Quieres...- bajé lentamente las piernas sintiéndome muy avergonzada.
-¿Quieres jabón?- noté que su voz le temblaba y no quise mirarlo pero la curiosidad me picó (No sólo el cloro), y lo vi.

El cura que me salvó era uno de los jóvenes peleles del primer día que al verme en tanga se hizo la cruz como si yo fuera el demonio molesto que lo jode a las tres de la mañana.

-Me arderá más si uso jabón- respondí solamente.

El cura dejó el jabón y me vio por un largo rato, luego se hizo la cruz, se dió la vuelta y salió murmurando "La fé esté contigo".

-¡Oye!- asomó su cabeza.
-¿Padre, cómo te llamas?- al menos debía saber su nombre.

-Erías, hija- ¿Hija? Aparentamos la misma edad ¿Qué le pasa a este bobo?

-Sí, herida me dejaste, tráeme hielo- le ordené.

Mi verdadero yo estaba recuperando la compostura y lo primero que se le vino a la cabeza fue que este cura idiota me quemó.

-Enseguida- salió y como si hubiera corrido vino dos segundos después -Aquí tienes- dejó el hielo en mi mano y la besó -Lamento mi torpeza- se retiró y yo aproveché al tina gratis para bañarme y tener por fin el baño de burbujas que desde que estoy aquí extraño tanto.

. . .


-Déjame ver si entendí, pecaste con un hombre y tu madre te trajo aquí- asentí como por quinta vez, la religión lo hace más Lelo todavía, es como si todo su cerebro pensara con inocencia y su mente dijera "Wácala" a mis relatos eróticos.

-Sí padre Erías, eso fue lo que pasó- rodé los ojos.

-¿Quieres confesar tus pecados? Estoy aquí para escuchar a los que necesitan la ayuda del señor- habló muy serio,sus palabras no coincidían con su edad.

-Está bien, empecemos cuando tenía diez. Le robé dinero a mi mamá y le compré una revista porno a Alonso para saber si le gustaban las chicas o los chicos- el cura abrió mucho los ojos, se levantó, puso dos sillas junto a la mesa, las colocó de espaldas una con la otra y se sentó en una.

-Toma asiento- me pidió y utilicé la otra silla apoyando mi espalda contra la suya.

-¿Sigo?- le pregunté.

-Si eso es todo, no- un risa se le escapó, ni siquiera él se cree que eso es todo.

-Bien, viajemos a los once. Un chico me miraba todos los días, creo que yo le gustaba entonces fui y le rompí la nariz para que ya no lo hiciera.

El cura soltó una carcajada y la disimuló con su tonta tos.

-Continúa hija- tomé aire y asentí, tengo para ratito pero es por mi mamá y por volver a tener sexo luego de cuando este mes termine.

-Estuve castigada hasta los doce por eso y cuando mi mamá me quitó el castigo le volví a pegar al niño porque ahora miraba a Alonso. Un mes después él dijo que era su novia frente a toda la escuela entonces para que se dejara de joder me puse ajo en la boca y le di un beso, el niño ya no volvió a mirarme y en la escuela los niños me llamaron "La fuchi", el apodo no me gustó mucho así que propuse un juego, el que primero me tocaba la mano, se llevaba el chocolate más rico de todos- reí ante eso -Una niña fue la que me alcanzó primero y en cuanto lo hizo le grité ¡Ella es la nueva fuchi! Mi reinado como la niña ajo acabó en ese momento.

-¿De verdad hiciste todo eso?- preguntó.

-Sí, ya cállese que me estoy divirtiendo- le dije y seguí. -A los catorce Alonso se hizo una paja, su semen quedó en el piso ducha de mi baño y como se me había acabado el shampoo lo tomé y me lo pasé por el pelo creyendo que era mi shampoo, olía feo pero hizo maravillas en mi cabello- me carcajeé.

-¿No te dio asco?- preguntó.

-Tenía catorce ¿Qué iba a saber yo que Alonso se la jaló en el lugar donde yo ponía mi shampoo- me quejé -¿Usted me está quitando el mal o sólo quiere oír mi vida?

-Un poco de ambas- rió -Por favor continúe hija- pidió y así lo hice.

-A mis quince me mudé a mi departamento, mi mamá me vigilaba por la cámara de seguridad de su edificio y para molestarla le arrojé una hamburguesa al techo, la cosa es que se pudrió y el pasillo olió terrible por varios días hasta que la pudieron quitar.

A los pocos días mi mamá nos llevó a Alonso y a mí con el padre Victor de la capilla San Cayetano porque según ella nosotros estábamos endemoniados, la cosa es que justo ese día unos niños iban de excursión a conocer la iglesia y Alonso y yo comenzamos a correr por la iglesia, ese día hicimos un acto de bien padre- sonreí
-Bautizamos a todos los niños con al arrojarles agua bendita, el padre Victor estaba tan feliz que nos sacó a escobazos y nos gritó con todas sus fuerzas que el demonio nos había atrapado- reí.

-Eso estuvo mal, como religiosos tenemos la misión de...

-¿Se está confesando usted o yo?- lo interrumpí.

-Lo siento, por favor sigue- pidió y le concedí el honor de oírme hablar.

-A los dieciséis tuve mi primera vez, Alonso había escuchado que los chicos de piel trigueña la tenían grande y eso era más placentero entonces me acosté con un compañero, el chico era lindo pero no la tenía grande, el manisito comprobó que no todo lo que dicen es cierto.

-¿Cómo es que eso es un pecado?- preguntó conteniendo la risa.

-¿Acaso estás sordo? ¡Tuve sexo fuera del matrimonio!- exclamé.

-Cierto, aún no llegué a esa parte de la Biblia- se burló y me giré para abofetearlo.

-¿De qué mierda hablas?- le gruñí muy enojada.

-Soy un preso de este internado, como tú, sólo que yo llevo más tiempo- se encogió de hombros y yo bufé.

-¿Te acabo de contar casi toda mi vida, no?-quería desear que eso no hubiera pasado.

-Sí- se rió -También te vi desnuda con las piernas abiertas- se siguió riendo.

-¡Sabía que ese "Santo Dios" había sonado lujurioso!

-No es mi culpa que no olieras el agua, el cloro se sentía desde la otra sala- se defendió.

-No es mi culpa que desde que llegué a este horrible lugar no tenga agua caliente- me encogí de hombros.

-Puedes bañarte aquí las veces que quieras- se ofreció y se levantó de su silla. -Te traje esto aunque no encontré la ropa interior- me dió mis prendas de vestir blancas y me apresuré a poneérmelas.

-¿Y recién hasta ahora me las das?- ya no quería gritar así que mi tono fue amenazante pero tranquilo.

-Sí, llevo casi un mes sin ver a una mujer desnuda, te considero mi salvación- acomodó la silla en la mesa y me extendió su mano, la tomé y la sacudí en un apretón.

-Buena jugada padre Erías-lo felicité.

-Hermoso culo novicia rebelde- me guiñó el ojo y me fui del ala de los curas antes de que alguien me sorprenda y me vuelvan a enviar al granero. Esas semillas aún me dan miedo.

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