Capitulo 4
Narra Violet
Abrí mis ojos poco a poco acostumbrándome a la claridad que entraba por mi ventana. Al parecer anoche había olvidado cerrar las cortinas. Mi cuerpo me dolía un poco, me había quedado dormida después de la discusión con mi mamá y ni siquiera me cambié de ropa, por lo que mi cuerpo no había descansado.
Yo acostumbraba a dormir con algún pijama de algodón que no me molestara en el cuerpo, pero estos jeans con los que amanecí puestos solo habían adormecido mis piernas.
Con ganas de no levantarme porque sabía que mi día se repetiría como de costumbre, me desvestí y me di una ducha con el agua bien fría.
Yo necesitaba despertar de todo esto, había pasado mucho adormecida, aunque mi cuerpo estuviera en movimiento, tenía que animarme, no podía seguir lanzando mi vida al vacío.
Después de vestirme y secar mi cabello inmediatamente revisé las clases que tenía que tomar en el día de hoy. Yo no asistía a la universidad de manera presencial, empecé mi carrera de agropecuaria por internet. Llevaba casi todo un año así, desde que terminé la escuela fue lo único que no dudé en hacer. Tenía que mantener mi mente ocupada en algo, porque de lo contrario ya me hubiese muerto o estuviera loca.
Tenía mi primera clase a las once de la mañana, apenas eran las nueve y media, tenía tiempo de desayunar.
Respiré profundo preparada para ver la cara enojada de mi madre, lista para aguantar su mal humor desde temprano por la simple razón de que no tiene empleo y está en la casa por mi culpa.
Era lo mismo siempre, pero es mi madre.
Me sorprendió que al abrir la puerta de mi habitación el olor a su café no inundara mis fosas nasales, tampoco se escucha aquella musiquita que ponía en la radio desde que se levantaba y la puerta de su habitación estaba cerrada.
¿Permanecía dormida aún?
Me acerqué a su cuarto y con mucho cuidado abrí el manubrio de la puerta poco a poco, hasta observar por una brechita que no estaba. Terminé abriendo la puerta por completo confirmando que tampoco estaba dormida.
Me dirigí a la cocina y no estaba allí, busqué en nuestro patio y tampoco.
-Debe de estar en su baño- me dije a mi misma entrando otra vez a su habitación.
-Mamá estás ahí dentro? - pregunté tocando la puerta varias veces.
Nadie me respondió, así que después de varios segundos la abrí. Y me recibió la soledad.
No había nadie.
Ella no estaba.
Me parecía muy extraño porque ella no salía sin avisarme.
Sin embargo, me regresé a la cocina, por algo que desayunar, abrí el refrigerador para buscar la leche y preparar un chocolate, pero una nota dentro de la nevera me hizo sentir muchos nervios y también escalofríos.
La hoja estaba doblada en dos y decía mi nombre en grande.
La tomé en mis manos y cerré la puerta del refrigerador.
Desdoblé aquella carta y comencé a leer.
Violet, si has encontrado esta nota es porque ya te has dado cuenta de que no estoy en casa, y no, no estoy de compras. Yo no voy a regresar.
No he podido seguir aguantando tantas humillaciones, yo no nací para eso, querida. Soy tu madre y te ayudé en lo que pude soportando cosas que nunca debí porque no fue para lo que te educamos tú padre y yo.
Ya estoy muy cansada de la misma situación día tras día. Es horrible para mí que se repita la misma tensión de querer salir a la calle y no poder hacerlo tranquila porque en la esquina me mirarán mal, o me señalarán como la madre de la chica de las fotos. O más bien, "La cualquiera"
Yo sé que saldrás adelante porque para enviar esas fotos no necesitaste de mí, así que tampoco me necesitarás ahora para continuar con tu vida. Como soy tu madre y no soy tan mala, no pienses que te dejaré a la deriva. Aquí tienes este techo donde vivir que nos lo dejó tu padre y ahora que ya no estaré será solo tuyo.
En la caja donde guardamos el dinero, te dejé unas cuantas papeletas, adminístralas bien. Ya luego cuando te decidas te animarás a salir de tu vergüenza y la necesidad te impulsará a encontrar un trabajo. Mucha suerte con eso, que yo sé que la vas a necesitar.
Un beso, Beck.
Tuve que sostener mi cabeza, porque un dolor invadió todo mi cuerpo, el calor se apoderó de mí y unos fuertes punzones atacaron mi corazón.
Mi mamá me había abandonado, y yo no era una niña de cinco años, pero rayos, yo la necesitaba. Yo de una forma u otra me sentía bien con ella porque, aunque me peleara siempre no me sentía sola, yo pensaba que la tenía a ella.
Lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas, los nervios no los pude controlar. Tiré de mis cabellos desesperada porque ahora sí que no tenía a nadie con quien contar. Mi madre se había ido, estas cuatro paredes eran las únicas en las que me refugiaría.
¿Como pudo hacerme eso?
Como pudo dejarme en este proceso tan difícil que estoy afrontando. Ni siquiera en la carta había dejado de herirme con sus palabras, volvía a repetirme lo mismo que ya sabía, que era considerada una cualquiera, una ofrecida.
Y me dejó bien claro que necesitaría de mucha suerte para conseguir un trabajo. No tanto suerte, yo necesitaría fuerzas para levantarme de todos estos tropiezos que brutalmente se habían apiadado de mi vida.
Era como que no paraban de azotarme una y otra vez. El dolor no cesaba, las cosas no mejoraban, al contrario, empeoraban.
Lloré desconsoladamente abrazándome a mí misma pensando que sería de mi vida ahora, juzgándome a mí misma porque ni siquiera mi madre se había quedado junto a mí, ella también habría preferido alejarse.
Todos me rechazaban. No había nada que pudiera hacer, no tenía nada en mente, todo estaba en blanco. Mi vida era una porquería.
Narra Alejandro.
El reloj marcaba las cuatro y media de la tarde. La cita con Violet se suponía que era a las tres. Yo ya empezaba a descontrolarme porque también estaba consciente de que mi plan corría con riesgos de que saliera mal.
-Podrías por favor darme los datos de mi paciente Violet Lara? - le pregunté a mi secretaria al salir de mi consultorio.
-Ya mismo señor- me dijo de inmediato buscando en su archivero.
Yo tenía miedo de que intentara atentar contra su vida. Tenía pánico que cuando se diera cuenta que su madre se había marchado ella pensara que su vida había terminado.
-Aquí tiene- me tendió los documentos que se le da al paciente al principio de iniciar la consulta.
-Muchas gracias, Carla-
Estuve a punto de darme vuelta para retirarme a mi consultorio a revisar los papeles.
-Señor Collado- me llamó
Le miré atentamente.
-Tengo que decirle algo- me dijo un poco apenada.
-Claro, dime-
-Ya no podré seguir trabajando para usted, es que se me ha ofrecido una oportunidad de trabajo en la ciudad que no puedo rechazar- me dijo un poco avergonzada.
-No te preocupes, yo me alegro mucho por ti. Solo tienes que decirme ¿cuando te vas? - le dije dándole una media sonrisa.
-La próxima semana, señor- me contestó
-Empezaré a buscar una chica desde ahora. Espero que te vaya bien, felicidades- le dije amablemente.
Ya pensaría en eso más luego. Ahora necesitaba concentrarme en Violet.
Al entrar en mi consultorio abrí el folder con los documentos y me fui directo a los datos de mi paciente.
De inmediato visualicé su número móvil pero no era lo correcto por el momento. Entonces, me fijé en su dirección.
-No lo pienses dos veces, Alejandro- me dije a mi mismo.
Dejé la carpeta encima de mi escritorio y salí de mi consultorio. Caminé por los pasillos de la clínica y me subí a mi auto.
Tenía que ir por ella.
No me perdonaría que hubiese pasado lo peor.
Anoche yo quedé con Beck, la madre de Violet. Le entregué el dinero y la vi marcharse sin el menor arrepentimiento alguno.
El miedo de ella era que nos vieran juntos. Nos juntamos en una colina algo solitaria muy lejos del pueblo, para yo hacerle la entrega del dinero acordado para que se fuera y dejara a Violet en paz.
Tal vez digan, ¿como psicólogo no encontraste otra alternativa? Y es que, señores, aquel que no lo apoya, sino que lo empeora, sea quien sea, debe salir de su vida. Usted siempre va primero, además, la salud mental es lo más importante que tiene el ser humano.
En esta vida, para ser mundo tiene que haber de todo y aunque sea difícil de aceptar, a veces es nuestra misma familia los que nos hacen más daño, eso pasa con Violet. Su madre tiene sembrado mucho dolor y rencor por aquella acción que cometió su hija, sin embargo, no lo ha podido sanar a pesar del tiempo y el sufrimiento de ella, por lo que solo la ha estado empeorando su estado de ánimo, rechazándola y diciéndole cosas que la pudieron haber llevado a la muerte.
Me coloqué unas gafas de sol y una gorra que traía en el asiento de atrás de mi auto, también saqué mi camisa por fuera de mis pantalones, necesitaba disimular un poco mi apariencia.
El lugar en donde vivía Violet, era una calle tranquila, pero, uno nunca sabe quién acecha por las ventanas.
La puerta de la entrada está cerrada.
La miré muy bien por fuera. Era la casa que se veía como el hogar perfecto de una familia humilde y trabajadora. Con unas muy lindas flores que adornaban la fachada y que salían por las verjas.
Me fijé que el portón donde estacionaban el auto estaba abierto, así que, empujándolo solo un poco, entré volviéndolo a colocar como estaba.
No quería parecer un ladrón, pero me adentré por el pequeño y largo callejón que algún lugar de la casa debía llevarme.
Efectivamente me llevó hacia el patio trasero, una pequeña mesa para dos habitaba en el lugar.
Me agaché un poco para no chocar con los cordeles para tender la ropa, hasta que mis ojos dieron con la razón por la que me encontraba entrando a una casa ajena como si fuera un ratero.
Pude observar por la ventana de su habitación su cuerpo tirado en la cama boca abajo.
Alarmado pensando lo peor ubiqué la puerta trasera que me permitiera la entrada a la casa.
Dispuesto a derivar la puerta pensé en abrir el manubrio y gracias a Dios estaba sin seguro. No tuve que utilizar la fuerza.
Como loco corrí por la casa buscando aquel cuarto en donde estuviera ella.
-Violet! - grité su nombre al mi ojo dar con ella.
Apresurado me acerqué a su cuerpo y la levanté entre mis brazos sentándome en su cama.
-Violet! - repetí su nombre esta vez palmeando su cara.
Mi corazón empezó a latir muy rápido, pero entonces sus ojos se abrieron de golpe y me miró asustada.
-Señor Collado?! - me preguntó alarmada.
La estrujé entre mis brazos sintiendo mi respiración regularizarse.
Sentía su cuerpo tenso, pero después de unos cuantos segundos se relajó y me correspondió el afectuoso abrazo.
-Como ha logrado entrar? - la escuché preguntarme.
Finalmente la solté y me repuse mirándola hacerse a un lado avergonzada, mientras yo me levantaba de su cama.
- ¿La pregunta es, por que no has ido a la consulta? - le pregunté
Me miró a los ojos.
Pude sentir la conexión que teníamos al concentrarme en aquellos ojos completamente rojos. Analicé su rostro todo pálido. Se veía muy bonita aún con evidencias de que había estado llorando.
-Mi mamá se ha ido. Ella me ha abandonado- me contestó con la voz entrecortada.
No pude evitar sentir mi corazón encogerse. La escuché sollozar partiendo mi alma en dos.
Me senté en el borde de la cama y me tomé el atrevimiento de acariciar su mejilla limpiando aquellas lágrimas.
La sentí estremecerse ante mi tacto. Sin embargo, no me correspondió con su mirada.
-Lo siento mucho, Violet- le dije lo más amable que pude - Me he preocupado por ti, pensé que te había pasado algo a ti o a tu madre al ver que ni siquiera llamaban para avisar que no iban hoy a la cita, por eso he venido a ver que ha sucedido. Pero me alegra estar aquí, porque es obvio que necesitas ayuda- le dije mirándola negar con su cabeza.
-Es usted demasiado bueno, no puedo abusar de su amabilidad- me dijo esta vez mirándome a los ojos.
Tragué fuerte conteniéndome por dentro ante los deseos que tenía al verla tan débil y vulnerable.
-No estas abusando de nada- le contesté
-Acaso no le causó repugnancia? ¿Como puede arriesgarse a tal punto de que lo vieran entrando a mi casa? - me cuestionó
-Déjame demostrarte que no me causas absolutamente ni un poco de repugnancia, y que no me importa lo que digan o dejen de decir de mi si me ven entrando aquí-
Adentré mi mano en sus cabellos y atrevidamente la besé. Uní mis labios con los de ella notando su enorme sorpresa, pero finalmente dejándose llevar por mí.
Estaba besando el mismo cielo.
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