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Capítulo 1 ~ Un nuevo comienzo


— ¿Y bien? — preguntó una voz sacándome de mi trance.

Miré a mi alrededor, intentando ubicarme; había estado tanto tiempo perdida en mis pensamientos que se me había olvidado dónde estaba. El sonido del reloj plateado que descansaba en la pared violeta de la consulta era relajante, pero no era capaz de tranquilizarme. Tampoco lo hacían las plantas ni la decoración de la sala, que estaban colocadas estratégicamente para dar una sensación de organización y tranquilidad.

Siempre me había gustado la iluminación de la sala. Los rayos del sol lograban abrirse paso entre las cortinas que tapaban el gran ventanal que daba a una especie de pequeño balcón. Algo estúpido, a mi parecer, puesto que tener un balcón en una consulta psicológica no era la mejor idea. Aunque, pensándolo bien, para las personas con ansiedad respirar un poco de aire fresco siempre era una ayuda.

Delante de mí estaba la doctora Relish, con sus características gafas y su libreta tomando nota de lo que yo decía, sentada como siempre en su sillón gris. Detrás de ella, colgado en una pared blanca, había un cuadro lleno de rayas de diferentes colores que no parecían seguir ningún patrón. O aquella mujer era un poco hippie o no tenía sentido del arte.

Siempre que entraba en la consulta lo miraba, y siempre veía algo distinto. Una vez vi un conejo multicolor en una pradera, otra vez vi un zorro acechando a su presa. La doctora Relish, o Amanda, como quería que la llamara, decía que el cuadro estaba hecho para que cada persona viera un paisaje distinto en función de su estado mental.

Aquel día veía a dos personas abrazándose y sinceramente no creía que se necesitara una carrera en psicología para saber por qué veía eso. Echaba de menos a mi madre, claro que lo hacía, y no por ello significaba que necesitaba ayuda. Cualquier persona que hubiera perdido a uno de sus pilares en la vida se sentiría como yo. Conrad se sentía así también, pero nuestro padre no le obligaba a asistir a estas terapias del diablo.

— Disculpe, me he desconcentrado — le confesé —. ¿Podría repetírmelo?

— Tranquila — me respondió con una sonrisa —. Te he pedido que intentes recordar qué pasó antes del choque. ¿De qué estabais hablando? ¿Por qué ibais los tres en el coche a esas horas?

No me sorprendió la pregunta, al fin y al cabo ese era el tema que me había llevado hasta su consulta. Sabía que ella conocía las respuestas a todas las preguntas que me hacía, pues había llevado a Conrad también unos meses atrás, justo después del accidente, y él se lo había contado todo.

— No lo recuerdo — contesté escuetamente.

Esa era la respuesta que siempre le daba, y lo peor de todo es que era cierto. No conseguía recordar mucho de esa noche desde entonces. Sabía que mi madre y Conrad me habían recogido de casa de Axel, que yo había llamado a Conrad porque no quería volver sola a casa y Axel no me quiso acompañar, y que al final habían aparecido los dos en el coche de nuestra madre. Pero a partir de ahí ya no recordaba nada hasta el momento en el que abrí los ojos en el hospital, cuando me dijeron que habíamos tenido un accidente.

Cada vez que intentaba recordarlo me quedaba en blanco, como si hubiera una barrera en mi cerebro que me impidiera acceder a esos recuerdos. Mi mente no ayudaba con los recuerdos, pero sí reaccionaba, porque siempre me llenaba una sensación de malestar y de culpa cuando lo intentaba recordar, además de más de una reacción física.

Mis ojos solían arder de rabia y dolor mientras que mis manos escocían de los arañazos que mis propios dedos le hacían a mi piel. El corazón se me solía acelerar y mi respiración se volvía errática. Por eso cada vez que me preguntaban sobre el tema no pensaba en ello y simplemente decía que no me acordaba. No quería volver a sentir aquello para no llegar a nada.

— Blair, si no hablas conmigo no podremos avanzar — insistió la doctora, esperando pacientemente a que cambiara mi respuesta de siempre.

— Técnicamente estoy hablando con usted — ironicé.

— Ya sabes a qué me refiero. Si quieres mejorar tu salud mental has de pasar por esto — dijo con calma —. No quiero darte medicación porque ambas sabemos que no te la tomarías, pero si no te abres conmigo, es lo único que podrá ayudarte.

— No es necesario — le aseguré —. Ya estoy mejor, puede preguntarle a Conrad.

La doctora me miró levantando una ceja. Obviamente desconfiaba de mí, ¿y cómo no hacerlo? Si yo fuera ella tampoco me fiaría. Había empezado a ir a su consulta por ataques de ansiedad y episodios de apatía e irritación extrema, además de por la pérdida de memoria que había sufrido tras el accidente, bueno, más bien lagunas de aquel día, pero no le había dicho nada. Más bien fue Conrad quien le contaba cómo lo estaba llevando yo.

Además de los ataques de ansiedad repentinos y la irritación, también me había aislado de mis seres queridos. Me había alejado de muchos de mis amigos y básicamente solo hablaba con mi mellizo, con Nora y con Demian. Conrad y yo nos habíamos apoyado mucho en el otro desde pequeños, pero debido a la pérdida de nuestra madre nos habíamos acercado más. Sabía que podía contar con él para todo, excepto para mentirle a la doctora. Por suerte, él terminó su terapia hacía ya bastante tiempo.

Hablar con mi padre también era doloroso, pero no solo para mí. Él no podía mirarme sin ver a mi madre, así que básicamente no lo hacía en absoluto. Siempre buscaba excusas para irse de casa unos días y no hablar conmigo, pero no tenía ese problema con Conrad.

Yo había salido muy parecida a mi madre, casi como una copia decían, pero él solo había cogido algunos de los rasgos de la familia Ward: los ojos verdes y el pelo castaño oscuro, que eran los mismos que compartía conmigo. Mientras que yo tenía la piel muy blanca y los labios y la nariz anchos, él era más moreno con nariz pequeña y labios normales. Básicamente, él era nuestro padre con el pelo y los ojos de nuestra madre.

Miré el reloj una vez más antes de sonreír. Llevábamos tres cuartos de hora allí y no habíamos avanzado mucho, pero podía irme. No quería llegar tarde al primer día de clase en la universidad, era la primera cosa que me hacía ilusión desde hacía mucho tiempo. Iba a empezar a estudiar la carrera de mis sueños, medicina.

Conrad decía que estaba loca por meterme en una carrera tan larga, pero que me lo agradecería cuando tuviera que curarle alguna cosa. Él había decidido estudiar otra carrera, arquitectura, y había accedido a la universidad con una beca deportiva, por lo que no pasaría mucho tiempo en casa. Entre los estudios y los entrenamientos de fútbol, pasaría más tiempo en la universidad que conmigo, aunque me dejaría caer por el pequeño estadio algún día, seguramente.

Por suerte no estaría sola, mi prima Nora y Demian también habían accedido a la misma carrera que yo. Nora y yo nos dedicábamos a jugar a médicos cuando éramos pequeñas y usábamos a Conrad como paciente. A Demian lo conocíamos de toda la vida. Habíamos ido juntos al colegio y al instituto, ya que al ser una ciudad pequeña solo había uno.

En realidad la ciudad de Lane era más bien un pueblo grande. Como no éramos muchas personas, nos conocíamos todos y lo cierto era que no había un campus universitario como tal; solo disponíamos de un par de facultades que pertenecían a la capital de la región, Meira, con quienes siempre habíamos mantenido una pequeña rivalidad deportiva.

Mucha gente de allí acababa mudándose a Lane debido a la cercanía con la universidad, como mis nuevos vecinos. No los había conocido aún pero habían terminado de construir la casa de al lado hacía poco y, como buena chismosa, les había sacado algo de información a los obreros. Al parecer se trataba de una familia numerosa que se mudaba a Lane desde Meira por cuestiones educativas. Estaba de más suponer que era por la universidad, ya que los institutos de Meira superaban por mucho al nuestro.

— Bueno, ya es la hora — dijo la doctora apagando la alarma del reloj —. Espero volver a verte la semana que viene y que tengas un buen inicio de curso — dijo la mujer con una amable sonrisa.

Le di las gracias y salí de allí como alma que lleva el diablo. En mi carrera me choqué con alguien a quien no me paré a identificar, ya que tenía prisa por llegar a casa y cambiarme.

— ¡Lo siento! — exclamé sin detenerme antes de salir del edificio y coger la bici.

◦ ⋆ ◦ ☯ ◦ ⋆ ◦ 

— Nora, date prisa o llegaremos tarde — le insistí a la pelirroja desde el salón.

No me podía creer que hubiera tenido que despertarla al llegar. Solo le había pedido una cosa a Conrad, una cosa y ni eso había podido hacer. Lo miré entrecerrando los ojos cuando se situó a mi lado y se rascó la nuca. Se había puesto guapo, debía reconocerlo. Llevaba una camisa de franela sobre una camiseta de tirantes blanca, con un pantalón de color beige y unas Vans. Su pelo estaba algo revuelto, pero eso era normal en él.

— Qué lentas son algunas — se quejó con un resoplido —. No entiendo en qué se os va el tiempo por las mañanas. Como tarde mucho me voy yo solo a la parada.

— Cierra el hocico — le espeté —. Llegaríamos a tiempo de no ser por ti y lo sabes — le acusé apuntándole con un dedo —. Solo tenías que despertarla para que no tardara tanto, y encima de que no lo has hecho, te quejas. Vaya cara más dura tienes.

— Te juro que intenté despertarla, pero es que no la has visto. Parecía que había un terremoto o algo porque roncaba como si no hubiera un mañana, Addie. La he movido, le he dado un par de golpes en la cara y nada — dijo encogiéndose de hombros.

— Pues le tiras un vaso de agua en la cabeza, que bien sabes hacerlo — resoplé cruzándome de brazos en un gesto de impaciencia.

— Eso es diferente. Tú tenías que ir a la consulta y no te ibas a chivar a la tía Maeve — contestó, como si aquello tuviera lógica. Iba a contestar para burlarme del temor que le tenía a la tía cuando escuchamos unos pasos por las escaleras.

— ¡Ya estoy! ¡Perdón! — exclamó la pelirroja mientras bajaba corriendo. Acto seguido y sin esperarlos, abrí la puerta principal y me dirigí a la parada del autobús de nuestra calle.

— ¿Ves como no tenías de qué preocuparte? — dijo Conrad cuando me alcanzó, viendo cómo el autobús estacionaba — Y sin vasos de agua de por medio.

Le lancé una mirada asesina antes de subir y sentarme en la fila de atrás, para mirar por la ventana a la casa de al lado. Lo cierto era que les había quedado preciosa. Tenía una arquitectura moderna, hecha entera de figuras geométricas perfectas. Por fuera era blanca, a excepción de la puerta de nogal, las escalerillas grises que daban al jardín, las ventanas negras y la valla, que iba a juego con las escalerillas.

— Me pregunto cómo serán vuestros nuevos vecinos — me dijo Nora sentándose a mi lado. Asentí, yo también tenía curiosidad.

El viaje en autobús fue igual que los del año anterior hacia el instituto. Conrad se sentó con Hunter Young, su mejor amigo, delante de nosotras y se pasaron todo el trayecto hablando de lo genial que iba a ser el inicio del curso.

— He oído que los nuevos están en nuestras carreras — comentó Hunter cuando bajamos del autobús, provocando que me uniera a la conversación, de la que había estado ausente —. Son tres, dos mellizos y uno un año mayor, aunque van los tres a nuestro curso.

— Pobre madre — dijo Conrad mirándome —. Si mamá nos dijo que nuestro parto fue horrible no sé cómo habrá sido el de una mujer que dio a luz un año antes — comentó, provocando que todos se rieran.

— Uno estudiará medicina con vosotras — reveló Hunter mirándonos a Nora y a mí —, otro arquitectura con Conrad y otro contabilidad y finanzas conmigo y con Axel.

Me estremecí al escuchar que mencionaba al Innombrable. Por suerte no se había subido al autobús, no quería empezar mal el día teniendo que lidiar con él y con Melanie. Conrad me miró de reojo, supuse que para comprobar que no me había afectado aquello. Puse mi mejor cara de alegría y asentí.

— ¿Y tú cómo sabes todo eso? — le pregunté con genuina curiosidad.

— Llegaron ayer y vinieron a la universidad a hablar con mi padre. Él me pidió que les enseñara las facultades y un poco de Lane. Ventajas de ser el hijo del director, me llega antes el chisme — comentó con una carcajada mientras caminábamos hacia la plaza central de la universidad.

— Bueno, toca despedirse — declaró Conrad acercándose a Nora para darle un abrazo —. No te metas en líos, nos vemos a la hora de comer — me dijo a mí chocándome la mano para acto seguido revolverme el pelo.

— Capullo — susurré, provocando una pequeña risa en Nora.

— ¿Qué has dicho?

— Nada, nada — me apresuré a decir, cogiendo a Nora de la mano y llevándola en dirección de la facultad de medicina a paso acelerado —. ¡Hasta luego! Que vaya bien.


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Holaaaa

Este es el primer capítulo. No es mucho, lo sé, pero en fin, aquí está.

Espero que os guste, agradecería opiniones <3

Un saludooo

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