Una vez leí que hay tres grandes dolores en la vida:

El dolor de parir.

El dolor de un infarto,

Y el dolor de la muerte.

No sé si es cierto, tampoco  conozco ninguno de estos dolores  a menos que el dolor de la muerte se refiera a ver morir a un ser querido. Y ese es el más doloroso de todos. Se pierden los sentidos, se apaga el significado de la vida y se conjugan todos los dolores del mundo.

Hay muchos dolores indescriptibles que nos dejan dolorosamente indefensos ante las emociones. Dolores que no pasan rápidamente y muchos que parecen quedarse para siempre.

Pero el dolor pasa, la vida sigue y las ganas de volver a empezar siempre están allí, cualquiera sea el dolor que enfrentemos. El dolor no es más que una prueba a ser superada. 

Cada cosa tiene su tiempo. Tiempo de llorar y tiempo de reír... Tiempo de sufrir y tiempo de ser feliz.

  ... Porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. 

  Romanos 5:3-4 

Y la esperanza es la hermana  de la fe. No hay dolor que Dios no cure.