Cinco pesos de valor
Dedicado a la chica que jamás leyó mis cartas.
Porque jamás tuve esos cinco pesos de valor para entregárselas.
Por DeanChanguez
"En la preparatoria 264 tenemos como tradición, durante la semana previa a San Valentín, dar cartas a tus mejores amigos, declararse al chico o chica de sus sueños o mandarles su admiración a nuestros representantes interescolares, pero no solo hacer intercambio, sino ¡Pegarlas en su ropa! ¿No es asombroso? En el día del amor y la amistad no está invitada vergüenza en nuestras instalaciones, así que descartala, ¿o solo te animarás a ser cupido?"
El anuncio repetido... de nuevo, emociona a más de uno en los pasillos. Yo... bueno, yo respondo para mis adentro que ni siquiera seré el cupido de nadie este año. Ya maduré y, aunque considero esa tradición una cosa interesante en la que me pongo de chismosa a ver quién gusta de quién, ya no estoy dispuesta a ser parte de ella. Hoy es el cuarto día de la semana de San Valentin y estoy segura que en unos minutos todos se volverán locos por las cartas y por el baile, porque gran parte hace las cosas de último minuto.
Recuerdo que yo siempre recibo cartas de mis amigas y de uno que otro chico idiota que siempre intentan invitarme de último minuto, cuando sus citas los rechaza.Una vez quise enviarle una a Emma Soler, va en mi curso. En primer semestre me caía mal, se me hacía que era de esas chicas que se creen populares, bonitas y que todos están a sus pies. Luego me di cuenta que siempre trata de quedar bien con todos y que solo es amable. Y sí, todos caen a sus pies, pero eso puedo asegurarlo yo misma que me gusta desde ese entonces, han pasado casi tres años de eso. Hicimos una tarea juntas y me la pasé tan genial esa tarde en su casa, que deseaba que se repitiera, pero sus amigas siempre la tenían acorralada, la gente que siempre le pedía favores y nunca hubo tiempo de conocerla más aunque lo deseara. Entonces escribí la carta, traté de agarrar valor toda la semana de San Valentín, pero no me sentí segura hasta el mero día, pero la inseguridad volvió cuando vi que ella llevaba toda su ropa llena de grandes sobres de colores y me dio vergüenza llegar con el mío pequeño, todo mal hecho y con brillos asimétricos. Sentí tanta vergüenza que, cuando estaba por pegarlo a su ropa, guiándome con la filosofía de que la vergüenza no estaba invitada en San Valentín, entré en pánico y lo pagué en la ropa de un chico... así conocí a Derek, mi mejor amigo que, luego de ese desastre, le expliqué que la carta siempre fue para Emma y agradecí tanto que él no se lo tomara a mal. Es un gran chico.
—Feliz día previo al San Vales madre en el amor, pero disfrutas la amistad gracias a mí. Toma.Derek me coloca un sobre blanco con corazones rosados en las bubies.
—Son doscientos pesos para que te compres chácharas en la tienda de los chinos, te llevaré esta tarde, chance y compras algo lindo para el baile, también vienen cinco pesos para ver si este año los gastas en valor para hablar con Emma, decirle que la amas e invitarla al baile.
—Cómo eres de enfadoso —Aun así, me guardo en la mochila su sobre y saco el que traje para él. Es rosado con corazones azules—. Es un cupón de tacos dos por uno en el local de Jorge.
Mi regalo lo emociona mucho más que lo que me hizo feliz el suyo y me agarra a besos en las mejillas y la frente.
—¡Gracias! Llevaré a Laura, te amo. —Visualiza a la chica y comienza a irse—. ¡Compra ese valor, nos vemos!
En el camino, va sacando el regalo para su novia y yo me quedo sonriendo. Adoro a este idiota.Suspiro. Cinco pesos de valor. Como si fuera tan fácil como gastar cinco pesos.
Miro a los deportistas con más de una carta pegadas en sus uniformes. A las animadoras con sus faldas repletas que hasta parecen que están hechas de puro papel. Mis amigas con los regalos de sus novios y yo... tengo que llegar a la clase de cálculo.
—Emma anda infumable hoy —Escucho la voz de Lucía. Viene junto al grupo de amigas de Emma, sin ella—. ¿Cómo se le ocurre rechazar a Aaron? ¡Pero si ellos son tal para cual! Se hubieran visto tan lindos.
—Es estúpida, eso pasa —dice Antonia. Vaya nivel de amiga—. Cualquiera moriría por salir con...
No termina de hablar porque Emma viene hacia nosotros, quitándose a su paso todas las cartas que ya lleva en su ropa. Trae una cara de pocos amigos y lo que hace después me descoloca al igual que a su grupo de amigas.
Tira cada una de las cartas en el bote cercano de la basura y me echa una mirada de hartazgo que no comprendo. Se va lejos después, dejando en el camino los residuos de papeles de colores que se le quedaron pegados. Gran parte de los alumnos está en shock.
—¿Qué demonios con Emma? —habla Joan, sorprendido—. ¿No se le ocurrió pensar en los sentimientos de los que le dimos una carta?
—¿No se les ocurre a ustedes que probablemente está harta de que le llenen el cuerpo de confesiones de amor que siempre rechaza porque nadie le gusta? —Ramira hace la pregunta que yo deseaba hacer y se cruza de brazos. A ella no le cae bien Emma, pero esta vez no sé qué le pasa—. Esta tradición es una estupidez llena de presión, y luego quieren que te decidas por una persona entre tantas cartas que te dejan.
Ella es de las animadoras con un montón de cartas. Hace lo mismo que Emma y tira sus cartas a la basura. Lo que hace después es ir directamente con un chico, lo toma de la mano, diciéndole que acepta la invitación que ya le había rechazado antes y se lo lleva. No entendí nada, pero creo que tiene razón con lo de Emma.
Pobrecita. Todos los años es lo mismo, y, ahora que lo pienso, nunca he oído que ella vaya al baile. Yo nunca he ido, pero igual es algo de lo que todos hablan días después de San Valentín.
Sigo el camino por donde se fue Emma. Hay un rastro de brillos y papel china que me lleva al baño.
Entro al lugar, analizando si hay alguien más a parte de mí... y probablemente de Emma.
Me encuentro con sus zapatos saliendo de uno de los apartados de los baños.
—¿Emma, estás bien? Soy Layla.
—Sí, Layla, estoy bien, gracias —Sorbe por la nariz. Está llorando.—No es cierto... ¿Necesitas un abrazo?
¿De dónde salió eso?
Cinco pesos de valor, Layla, ahí tienes.
—¿Me lo darás tú? —La voz le tiembla—. Ay, qué vergüenza, digo... no, no necesito un abrazo, Layla, estoy bien.
—No me lo parece. —Camino hacia el apartado—. No tienes que complacer a todos, ¿sabes? No tienes que elegir entre las cientos de cartas que te llegan a ver quién es el que mejor llama tu atención, solo lee la de la persona que te gusta, no es muy complicado.
Gracias Derek, los cinco pesos me están sirviendo muchísimo, ahora no sé cómo, pero quisiera mi reembolso.
—¿Y si la persona que me gusta nunca me ha pegado una carta?
—¿Cómo puedes saberlo? He visto que la gente te llega como estampida a llenarte el cuerpo de cartas —Mi voz suena muy mal, irritada, porque así me hace sentir este tema.
—Nunca la veo, Layla, siempre la distingo entre tantas personas, por supuesto que no se me pasaría verla dejarme una carta entre todos esos chicos encimosos. Ella nunca lo hace, solo mira cómo me pegan las cartas. Y yo no tengo el valor para decirle nada.Siento un nudo en mi garganta.
—¿Ella? —Es lo único que se me sale preguntar.
—Una chica, sí, no empieces a preguntar babosadas.
—¿Qué? A mí también me gustan las chicas. —Me río, nerviosa. Ya sé me acabó el valor—. ¿Sabes qué? Ten esto.
Busco en mi mochila la carta que me dio Derek y la abro para sacar los cinco pesos. Se los dejo en el suelo a sus pies.
—¿Para qué quiero cinco pesos?
—Derek me los regaló para comprar valor para... —Me río otra vez—. Bueno, puedes comprar ese valor tú, le puedes decir a la chica que te gusta eso.Miro que se inclina y toma el dinero. Luego se ríe. Bueno, al menos hice algo bueno con ese dinero.
—¿Estás mejor? Tenemos que ir a cálculo.
—¿Aun sigue en pie la oferta del abrazo? —Su pregunta me descoloca. Trago saliva.
—Eh, sí, claro.
Emma sale del baño, trae el maquillaje un poco corrido, pero no lo toma en cuenta cuando simplemente se me acerca y pone sus brazos al rededor de mi cuerpo. Siento que presionan muchísimo mi espalda y yo, que a pesar de haber perdido cinco pesos, me tomo el atrevimiento de corresponder con la misma intensidad a su abrazo.
Caray, esto es tan raro.
—¿Vamos? —Se separa de golpe y se mira en el espejo para quitarse las manchas que dejaron sus lágrimas.
Yo estoy en shock.
—Adelántate, yo... entraré al baño.
Emma lo acepta y me dedica una sonrisa antes de dejarme sola. Dios.
***
—Zorra, me dejaste abandonado en la clase de cálculo. —Derek me reclama cuando me encuentra atrás del salón de lectura, siempre pasamos el receso ahí, solo que yo preferí desaparecer las dos horas de cálculo porque no sabía qué hacer, los brazos de Emma me quedaron marcados en la espalda, aún siento presión ahí.
—Tuve un inconveniente —Suspiro—. Usé tus cinco pesos.
Derek me ve sorprendido.
—¡No me jodas! ¿En serio? —Está feliz—. Con razón Emma entró tan feliz a la clase, ¿ya son novias? ¿Irán al baile juntas?
—No, Derek —Suspiro de nuevo, queriendo ponerme a llorar de la nada. Me siento tonta pero se lo digo—. Le di los cinco pesos a Emma para que ella se comprara el valor de declararse a una chica que le gusta.
—Layla... —Está sacado de onda—. Los cinco pesos son simbólicos, babosa... Vale, no expliqué antes, lo siento.
No juzga mi decisión y solo me da un abrazo. Derek siempre ya sido así, tan comprensivo.
—¿Qué es esto? —Toca algo en mi espalda y solo así me doy cuenta que la presión en mi espalda era porque había algo ahí.
—¿Es un letrero de "pateame"? —Pregunto, tratando de calmar el ambiente—. Terry siempre nos pone, seguro ni me di cuenta esta vez.
Derek me ve mal. Terry ni nos habla desde hace tiempo.
—Sí, Layla, es un maldito letrero de esos. Dice "pateen mi hermoso culo, gracias" —Su voz suena demasiado sarcástica para ser de verdad eso—. Es una carta... ¡oh, Dios! Dice que es de Emma, ¡para ti!
La cara de Derek me hace saber que no está mintiendo en lo absoluto, le creo por completo cuando pone en mis manos la carta rosada con brillos rojos, dice que es de Emma y va dirigida a mí.
Exclusivamente a mí.
—¡Ábrela! —Me pide, ansioso.
Las manos me tiemblan mientras rompo el sobre para sacar lo que lleva dentro.Es una hoja y también una tarjeta de pegatinas que creo reconocer, le regalé una igual cuando hicimos aquel trabajo, pero tenía ositos matemáticos, soy una maniática de ponerles pegatinas con temáticas a mis trabajos. Estas tienen ositos enamorados.
—Lee la carta, mujer, me estoy poniendo más nervioso yo —Me sacude y no aguanta, me arrebata la carta—. Dice: Querida Layla... ¡Ay, me voy a mear, Layla, son muchas letras y tiene corazones.
—A ver, dame eso, wey —Le arrebato la hora y comienzo a leerla yo en mi cabeza.
Querida Layla.
No sé cómo iniciar esto, así que divagaré mientras encuentro las palabras adecuadas. El profesor Raúl dijo que siempre puede servir empezar por el principio, pero no sé ni cuál es el principio porque todo pasó sin darme cuenta. De repente, ya me sentía así, pero no sabía cómo decirlo ni mucho menos tenía el tiempo entre tratar de quedar bien con todos, y poder confesarme.
Soy buena con los detalles, pero aquí estoy tan nerviosa que solo lo soltaré: me gustas mucho. No sé cuándo pasó, pero de repente sentía unas ganas inmensas de hablarte, pero siempre estaba metida en proyectos escolares, en ayudar a mis amigas y buscar el modo de ser participante de los interescolares para ganar puntos extra, pero es eso, me has gustado desde primer semestre.
¿Qué digo? ¡Ni siquiera te voy a entregar esta carta! Pero bueno, me sirve también como desahogo, ¿bien? ¡Me gustas mucho, Layla Dessens!
Eres una gran chica.
Siento que las manos no dejan de temblarme.
¿Qué acabo de leer?
—¿Qué dice? ¡Dime, no seas egoísta! —Derek me sacude de nuevo—. Ya te di suficiente para leer con calma, ¿qué dice?
—¿Qué clase sigue después del receso?
—¿Eh? Pues lógica y módulos... espera, ¿qué dice la carta?
—¡Tengo que encontrar a Emma antes de que se vaya!
Emma hoy va a preparar los últimos detalles de mañana, a las organizadoras del evento las dejan libres las últimas clases.
—Dios, Layla, ¿que dice la carta? Me vas a matar.
—Maldición, Derek, ¿no es obvio? Dice que le gusto, mierda, ¡le gusto!Estoy tan feliz que no sé ni a dónde ir primero, pero tengo que buscarla.
—Cálmate. —Mi amigo me detiene—. Primero que nada, felicidades, segundo, Emma estará en el salón de eventos de la plaza, puedes ir a buscarla ahí, ¿quieres que te lleve en mi auto?
Me río como estúpida y asiento.
—Excelente, no iba a aceptar un no, perra, yo quiero saber cómo inicia mi novela de amor favorita. Iré por Laura, te veo en mi auto.
Sale corriendo y yo, sin analizar los posibles problemas por saltarme las clases restantes, salgo corriendo por la puerta trasera de las instalaciones para que nadie me vea. Luego doy una gran vuelta antes de poder llegar al auto de Derek quien ya se encuentra ahí.
Durante el camino intento distraerme con mi teléfono pero no me sirve de nada. Afortunadamente, Derek llega rápido y, tan pronto como detiene el auto, yo salgo disparada hacia dentro del lugar.
La visualizo al final del salón, está dirigiendo a los chicos que están acomodando los corazones de papel y globos con serpentina en las paredes y las mesas.
—¡Emma! —grito tan fuerte que todos en el lugar me ven antes que ella lo haga. Desde mi lugar, noto que se pone roja. Sabe que he leído la carta.
Camino despacio pero luego no aguanto y simplemente me hecho a correr lo más rápido que mis pies me lo permiten. Cuando llego a ella, estoy tan agitada que me tomo un momento para agarrar aire.
—¿Qué pasa, Layla? —Suena urgente, pero a la vez parece tener miedo de mi respuesta.
No se me ocurre otra cosa más que acercarme y, con el poco aliento que tomé, le planto un beso en la boca. Sus labios son tan perfectos como lo imaginé tantas veces.
Escucho exclamaciones por parte de las amigas de Emma, luego palabras de desanimo de algunos chicos pero nosotras seguimos en nuestro mundo. Solo los aplausos de Derek y Laura en celebración es lo que nos hace separarnos.
—Oh, Dios —Susurra, tocándose los labios—. Leíste mi carta.
—Sí —digo, sonriendo de oreja a oreja—. También me gustas, Emma, desde primero.
—¿Por qué nunca lo dijiste?
—Necesitaba... valor.
—Yo también. —Confiesa y luego mete sus manos a los bolsillos de sus pantalones. Me enseña los cinco pesos que le di—. Usé los cinco pesos que me diste para comprarlo, por eso pegué la carta en tu espalda cuando te abracé.
Nos reímos como tontas antes de tomarnos de las manos.
—¿Quieres ir al baile conmigo? —dice de repente—. Aun estoy haciendo uso de mis cinco pesos.
De nuevo nos reímos.
—Por supuesto que sí quiero ir al baile contigo.
—Le beso la mejilla pero ella me abraza otra vez une sus labios con los míos.Al final, la voz de Derek es la que nos vuelve a separar para hacernos reír:
—¡Invertí los mejores cinco pesos de mi vida, caray!
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