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— ¡Ippon!

Ni siquiera había acabado mi kiai y el sensei ya había alzado la mano indicando un punto a mi favor.

Me detuve al borde del shiajo finalizando al fin mi grito para volver a mi lugar y entonces recibir las instrucciones para iniciar el segundo ippon.

Creo que me pasé, hace un rato, apenas di combate... En verdad estaba ansioso por este encuentro. Llevo meses esperando por él.

— Segundo ippon, ¡empiecen!

Entonces Hajime gritó notándose de forma clara cómo su voz ha cambiado muchísimo desde la primera vez que combatimos. La mía también pero sigue siendo algo aguda. Pero lo que sí mejoró fue la intensidad de esta, la fuerza de mi kiai.

Grité superando la voz de Hajime y entonces tiré a su cabeza recibiendo su bloqueo justo antes de que intentara devolverme el golpe, pero fui yo quien lo aparto una vez más y cogí mi distancia con el pie de atrás para poder golpearlo e irme hacia atrás.

Pero no me dieron el punto. Hajime fue detrás mío para intentar tomarme con la guardia baja en el kote, pero pude reaccionar en el último momento. Yo estaba en la orilla así que me moví dando la espalda al centro sin perder a Hajime de mi mira, intenté darle en el brazo pero él llegó antes a mi cabeza. Tampoco fue un punto válido.

Dejamos de atacarnos sin piedad sólo para dejar unos segundos de descanso antes de que volviéramos a gritarnos con fuerza. Pero él tiró a mi cabeza, mi plan era bloquear y darle el golpe yo, pero no vi venir el momento en que él no completó su ataque sólo para agacharse un poco y golpearme en el costado derecho.

— ¡Ippon! —anunciaron y volvimos al centro— ¡Segundo ippon, empiecen!

— Maldita sea, Hajime, me cogiste desprevenido —dije en voz algo baja y él rio de vuelta antes de que volviéramos a gritar con aún más intensidad que antes.

Golpeé directamente a su muñeca pasando con una seguridad como si hubiera conseguido el punto aunque no fuera así, él fue detrás de mi y lo recibí ya bloqueando para luego empujarlo ligeramente y ponerme en una zona menos peligrosa.

Aparté su shinai dando en la cabeza, él me dio en el brazo subiendo inmediatamente al men, pero bloqueé ese último ataque librándome del ippon por muy poco.

Lo empujé para alejarlo de mí. Hice un amago de men y aparté su shinai para luego bajar inmediatamente y clavar el shinai en la protección de su garganta.

— ¡¡Tsuki!! —grité manteniendo esa posición. Pero no confío en mis tsuki, por eso simplemente terminamos moviéndonos muy lentamente, la punta de mi shinai no se separaba de su cuello y él tenía las manos alzadas amenazándome.

— ¡Fin del combate! —anunció Kondō por segunda vez. No lo habíamos escuchado, según yo ese punto no había contado pero al parecer lo hizo.

Nos saludamos y entonces salimos del shiajo quitándonos por fin el bōgu.

— Gracias, Sōji —rio en el abrazo que nos dimos aún riendo.

— Gracias a ti —ambos estábamos sudados y jadeando, pero esas sonrisas bobas no se iban de nosotros.

Desde hace años me di cuenta de lo superficial que era el ganar un torneo, claro que es genial y uno se alegra por ello, pero lo que en verdad me empezó a hacer feliz fue tener combates como este: darlo todo y dejar tu alma en ellos. Dejé de obsesionarme y mentalizarme sobre que si no ganaba algún torneo, no sería nadie.

Hijikata se acercó a felicitarnos también con una risa poco común en él.

— ¿Es que viste eso? —reí aún de rodillas mirándolo— Al final nos quedamos en una tensión horrible, yo en su tsuki y Hajime en jodan... Respiré la tensión —Hajime dejó libre una risa por mi forma de explicarlo y entonces yo también lo hice intentando seguirle contando a Hijikata—. Es que Hajime prácticamente me estaba diciendo "Quita ese kensen de ahí para que tú veas". ¡Me separaba un poquitito y él me reventaba el men!

Los tres nos estábamos riendo. Solemos hacer esto cada vez que viene su dōjō, charlamos sobre todo lo que sucede en los combates y reímos un buen rato.

Cada vez los torneos son menos serios... Lucho sin miedo en ellos porque tengo una armadura y el shinai no duele mucho, pero las prácticas de kenjutsu ordinarias o los torneos más en serio son bokken y sin armadura por lo que un mal golpe puede romperte un brazo o una pierna. Nos entrenan para las luchas de verdad, para cuando usemos una katana de verdad en duelos a muerte. La situación cada vez es mucho peor ahora debido al gobierno, los problemas políticos no hacen más que empeorar...

Ya tengo diecisiete años, ahora ya me cuentan más cosas que suceden, antes simplemente se lo callaban todo por no preocuparme o porque no creían que un niño pudiera entenderlo, pero a día de hoy sigue habiendo cosas que no me dicen los demás.

Por más que sea el mismo Kondō quien me dice que deje eso en el pasado, la acción de Kimura en mi primer torneo. Puede que los demás lo vean como algo sin importancia, como algo de niños y ya. Pero incluso ahora que ya se me empieza a considerar adulto, siento una pequeña chispa de enojo cuando pienso en cómo rompió mi ilusión de ser felicitado apartándome para luego abrazar y sonreír con Hijikata. Él mismo me ha dicho que pensándolo bien fue algo cruel ya que era mi primer torneo, nunca había competido ni combatido en mi vida pero aún así metí un punto.

A día de hoy le guardo cierto rencor a Kimura. No es que lo odie ni sea irrespetuoso con él, simplemente ya no siento ninguna admiración por él, incluso he llegado a rechazar irme unos meses a su dōjō para entrenar.

Cuando era niño, cuando recién me trajeron al Shieikan observaba a Kondō de una forma inusual, tenía un sentimiento extraño hacia él que no sabía describir ni nombrar...

Se llama admiración. Admiro al hombre que confió en mí desde el primer momento, el que estuvo para mí desde que me dejaron a su cargo, el que nunca lo dijo por educación pero me demostró que Mitsu nunca supo expresar bien su amor hacia mí si es que lo tenía. Gracias a él crecí sabiendo lo que es el amor incondicional de un hermano mayor, de un padre... No cumplí el destino de ser una persona que desconfía por completo, que no cree en el cariño verdadero, alguien insensible y sin ese afán de proteger quienes más quiere.

Kondō me enseñó mucho más de lo que piensa. Me enseñó mi motivo para seguir aquí, me enseñó aquello que me apasiona en el mundo... me enseñó que al combatir y entrenar puedo sentir una felicidad indescriptible en mi cuerpo que me hace motivarme para todo lo demás, me enseñó el kenjutsu y me dio alas en eso, en lo que me salvó dándome algo por lo que vivir cada día.

No me considero alguien desgraciado, al contrario, me siento afortunado por la vida que tengo. Comemos todos los días -eso es un lujo que no toda la gente se puede permitir hoy en día-, tengo una casa donde vivir tranquilamente, incluso un cuarto propio, tengo a gente única, gente especial y a quienes aprecio demasiado.

Kondō dijo que el milagro de haber sobrevivido la noche que estuve muy grave a causa de la rubeola había sido por algún motivo que ya descubriría con el tiempo. Pues ese motivo fue conocerlo a él, fue encontrar al hombre que me rescató de una vida que... realmente no sería una vida. Me mostró el kenjutsu, me apoyó en el sueño de ser un samurái también, no deja de apoyarme como persona, como hermano... casi como hijo.

Le debo mi vida a ese hombre y seré capaz de demostrárselo, esa es la principal meta en mi vida.

Cuando cumplí los diecisiete años me entregaron una katana propia, me dijeron que ya era mi paso para ser un samurái, que era un paso en el mundo de los adultos, que ya estaba creciendo. Eso fue hace una semana... apenas me estoy acostumbrando a llevar una katana en la cintura cada que salgo, aún no me hago a la idea de que ahora yo tendré que dar algunas clases.

Ayer mismo recibí el Menkyo, mi permiso para poder ser ayudante del sensei. Lo obtuve después de una evaluación general de mis habilidades y en plenos combates de kenjutsu usando el estilo de nuestro dōjō, el Tennen Rishin. Ahora puedo dar clases, es más, ya me establecieron los días que daré clases y a qué alumnos. No me adapto todavía a esto... De golpe crecí.

Se lo conté hoy mismo a Hijikata, le conté eso de sentir que estoy creciendo de golpe. Pero su reacción no la esperé. Simplemente rio un poco y me puso una mano en el hombro. Dijo que de por sí me hicieron crecer rápido desde hace mucho, que me he visto a madurar más rápido de lo normal empezando por la muerte temprana de mis padres, el haberme enfermado gravemente siendo pequeño, ser abandonado y vivir en un hogar poco convencional desde tan pequeño.

Y creo que lo he visto de una forma tan natural desde siempre, que hasta que él no lo mencionó, no me había puesto a pensar en que tiene razón, que esas dos palabras juntas tomaban mucho tenido al analizarlas en mi cabeza y compararlas con lo que he vivido: infancia robada.

Aún así no es que haya vivido frustrado por eso, no me había puesto a pensar en ello hasta hoy mismo... Creo que siempre supe que las condiciones eran difíciles, pero me centraba en dar gracias por lo que tenía e intentar ser feliz como pudiera aunque mucha gente me llamara ingenuo o me repitiera que me diera cuenta de la realidad y que dejara de engañarme... Eso me lo dijeron a los diez años y lo recuerdo perfectamente.

Una antigua profesora mía me regañó por literalmente no estar sufriendo, dijo que no me esforzaba por madurar, que me encerraba en mi mundo de fantasías infantiles y no me preocupaba por la vida real. Tomó el juguete que tenía y lo partió delante de mí con la moraleja de "Deja de engañarte". Esa mujer me destrozó, en unos minutos dijo todo lo contrario que Kondō hizo y dijo durante el año que llevaba conociéndolo, él se esforzaba porque yo pudiera ser feliz a pesar de todo lo que había vivido hasta el momento, quiso devolverme un poco de mi infancia mientras que esa mujer me dejó claro que no tenía derecho a ella por estar en malas condiciones.

En ese momento no entendía, estaba confundido y se lo conté todo a Hijikata quien intentó dejarme claro que lo que decía Kondō era lo correcto, pero yo no lo sabía. ¿¡Cómo demonios vas a decirle a un niño que madure sólo para sufrir más de lo que lo ha hecho!? Apenas estoy probando lo que es el mundo de los adultos, pero por las responsabilidades que he tenido siendo adolescente -aunque yo me seguiré considerando adolescente hasta los diecinueve o veinte años- y la pequeña probada de adultez que tengo, puedo decir con indignación que es un delito obligar a un niño a crecer sólo para vivir peor y romper sus ilusiones.

Los niños, los adultos y todo el mundo debe vivir con ilusiones, en esperanzas y metas... sino van a tener una vida miserable. Tal vez algún adulto experimentado como Kimura o mi maestra me van a decir que eso es una estupidez, pero al menos yo siento que la vida que he tenido ha sido más llevadera gracias a los sueños y la ilusión. A mis diecisiete años sigo teniendo muchas ilusiones, no sé si esta sea una edad en la que debería empezar a amargarme como todos los adultos formales, pero definitivamente no lo quiero hacer, no lo voy a hacer, no quiero ser un adulto que rompa las ilusiones de los menores como hicieron con las suyas, al contrario, quiero aprovechar que ahora soy tomado en cuenta para hacer que no haya niños con infancias robadas.

Kondō es mi ejemplo a seguir, él sigue siendo alegre y soñador sin importar que sea mayor, siempre lo he admirado y realmente quiero poder ser como él: crecer consciente de la vida pero no dejando que lo malo que hay opaque a las cosas buenas que aún nos quedan.

Habíamos guardado todo ya, incluso nos aseamos dejando todo en orden, el torneo había terminado. Hajime, Hijikata e incluso Kondō saben que no me agrada Kimura así que en ocasiones bromeamos entre nosotros.

Hajime siempre ha vivido con sus padres, a los catorce se fue a vivir a su dōjō yendo a ver a su familia muy seguido, por eso siempre hemos comparado los estilos de vida de ambos teniendo la misma edad y viviendo de formas similares.

— Hajime, ¿qué es eso? —pregunté señalando la marca morada alrededor de su muñeca izquierda a la vez que el otro moretón en su hombro derecho— ¿Fue por ayer?

— Ah, no —negó cerrando por completo su kimono y saliendo junto a mí del cuarto para reunirnos con los demás quienes estaban planeando ir al distrito rojo para celebrar el torneo y con el pretexto de que ahora Hajime y yo tenemos Menkyo y somos ya mayores. 

No puedo negar que a gente como Kondō, Hijikata o Nagakura les emocione que ya seamos "adultos" o que hayamos conseguido el deseado Menkyo, pero a los demás les da igual y sólo aprovechan para salir a divertirse.

— Antes del torneo estuve en casa de mis padres. Estaban emocionados porque haría mi prueba para Menkyo y todo, de hecho mi madre preparó comida de celebración, estuvieron mis hermanos y todo iba demasiado bien hasta que olvidé que en casa de mis padres debo estar exorcizado. 

Reí en voz alta por lo que dijo, Hajime casi nunca hace bromas y cuando las hace naturalmente suele ser estando sólo conmigo así que se me hizo tierno que bromeara ahora.

— Ya me imagino cómo fue todo —asentí cerrando la puerta de mi cuarto para finalmente salir al patio del Shiekian y salir con los demás.

— Toqué los palillos con la izquierda y mi padre golpeó la mesa tan fuerte que literalmente se me cayeron de la mano y los recogí de nuevo con la izquierda. No sé por qué es tan alto ese grado de obsesión de mi padre con que deje de usar la izquierda, lo habré humillado mucho o algo por el estilo. El caso es que se enojó tanto que enfrente de todos cogió una cuerda y me ató el brazo en la espalda como cuando era pequeño sólo para que comiera con la derecha.

Rodé los ojos y él rio por lo bajo. Para Hajime su padre es como Kimura para mí, aquella persona que no podemos odiar pero nos desagrada y aprovechamos para reírnos de ellos estando nosotros.

No he ido al distrito rojo por la noche, sólo una vez como acompañante de Kondō para entregar algo importante a un sensei. Pero por extraño que suene, recuerdo de forma muy entrañable esa ocasión, él me llevaba tomado de la mano fuertemente para que no me separara ni me hicieran nada, nada más entregar lo que debía, nos fuimos rápidamente rechazando la invitación de unirse a la reunión.

El señor Kondō no toma de por sí, así que las reuniones en distritos rojos par él son sólo para disfrutar de la comida, la música y ver los bailes de las geishas, nunca he sabido de él teniendo encuentros románticos con una mujer del distrito rojo. El no beber le ayuda mucho en su abstinencia manteniéndose fiel a la mujer que ama desde hace tiempo, la señorita Otsune.

Esa noche estaríamos solos en el Shieikan al volver así que me propuso ir a ver si había algún restaurante abierto a esas horas y cenar juntos para también divertirnos sin estar en una casa de geishas teniendo la tentación del alcohol y mujeres siendo él un hombre en abstinencia por su objetivo y yo un niño de once años.

Cenamos en un restaurante a las afueras del barrio rojo, apenas pasaba gente a esas horas por estar ocupados en la zona céntrica, era un restaurante campesino pero recuerdo muy bien cómo cenamos los dos esa noche hablando de muchas cosas e incluso cuando él me enseñaba trucos y contaba historias que me dejaban capturado. 

Llegamos al local ya casi cuando anochecía por completo. Hajime y yo entramos juntos y algo nerviosos por jamás haber estado aquí.

Unas geishas vestidas muy elegantemente nos recibieron y dieron una habitación preparada con mesas y unos cojines para sentarse.

— Yo me pongo contigo —dije con una risa asustada poniéndome al lado de Hajime quien rio muy bajo y me miró demostrando que ambos estábamos igual aunque pocos lo esperaran de alguien tan inexpresivo y formal como él.

Nagakura estaba junto a Hajime, yo estaba en la orilla mientras que Kondō estaba en el otro extremo y Hijikata delante mío.

Una de las geishas se presentó como Ayuu siendo la mujer que estaría con nosotros ocho esta noche.

Nos sirvieron la comida y empezaron a traer el sake. Hajime y yo intentamos pasar desapercibidos y fingir interés únicamente en la comida. Nuestro plan iba bien hasta que Nagakura empezó a hablar.

— Bueno, ya va siendo la hora, ¿no creen? —dijo teniendo a la señorita Ayuu sentada a su lado sirviéndole sake.

— ¿La hora? —ella repitió con aquel tono de voz hipnótico, era suave y alegre a la vez que ciertamente sensual sin caer en la vulgaridad, era muy elegante.

— Ayuu, estos dos chicos ya tienen diecisiete años, acaban de conseguir su Menkyo y fueron los dos finalistas en un torneo de kenjutsu, ¿a qué edad crees que deberían empezar a beber? —Hijikata hizo la pregunta notándose su voz algo cargada de alcohol ya pero no lucía ebrio como el sensei de Hajime o Nagakura que estaba a punto de sucumbir al alcohol por completo.

¡Maldito Hijikata, ¿por qué tenía que hablar?!

— ¿Qué? ¿En verdad? —usó su hipnótica voz de nuevo en un tono sorpresivo igualmente atractivo— Vaya, realmente los dos ya son adultos, ya son todos unos hombres... —se colocó entre nosotros dos y me tomó la mano mientras que ponía su mano izquierda en la pierna de Hajime acercándose más a él— Entonces ya están en la edad de empezar a beber. ¿En serio es su primera vez en el distrito rojo?

Me miró a mí y yo asentí. Sé que este es su trabajo, que le pagan por esto y que tal vez ella no lo haría por gusto propio totalmente... pero aún así sentí una especie de escalofrío y molestia al ver su mano y su cuerpo tan cerca de Hajime. Contuve el impulso de quitar su mano del cuerpo de Hajime y tomarla yo para que no lo volviera a hacer. Él lucía nervioso, casi intimidado por ella mientras que yo había superado los nervios a causa de esa inquietud.

No quería que estuviera tan cerca de Hajime, ¿por qué? Tal vez porque lo más cerca suyo que he estado es en los abrazos efímeros que nos damos al acabar combates o después de no vernos un tiempo. Yo quería... Quería que Ayuu estuviera sólo para mí, quería tenerla conmigo, que su mano estuviera tomando mi pierna y no la de Hajime.

Y esa parte de mí no deja de querer ocultar la que dice que en verdad quisiera que la mano que estuviera en la pierna de Hajime fuera la mía. ¿Quiero ser yo quien lo tenga acurrucado en mí? ¿Es a Hajime a quien quiero tener sólo para mí?

¡No, eso no puede ser! Es un sentimiento extraño, lo quiero, me divierto mucho con él y el tiempo vuela estando juntos, pero es un sentido de la amistad eterna que hemos tenido.

Tomé aire profundamente intentando relajarme de nuevo, antes de darme cuenta ya tenía todo el cuerpo tenso.

— ¿Quiere ir usted primero? —preguntó a Hajime rodeándolo con el brazo.

Él asintió viéndose en un total aprieto del que no podía escapar. Ella sirvió un vasito con sake y se lo acercó poco a poco, haciendo que él finalmente pusiera los labios en el vaso y bebiera un trago. 

Todos miramos su reacción intrigados, pero él simplemente pasó el trago volviendo a su expresión neutral.

— Eso es, Saitō —aplaudió Hijikata mientras Nagakura lo imitaba y Kondō lo hacía riendo un poco.

— Ahora sí que eres todo un hombre, Saitō —dijo Nagakura alzando su propio vaso.

— Hajime... ¿qué tal? —pregunté inclinándome hacia adelante para mirar mejor su rostro tranquilo el cual liberó na sonrisa diminuta.

— No está mal —Ayuu le entregó el vaso y él lo terminó con dos tragos más. Bebía de forma suave y natural, como si se tratase de agua normal.

Pero entonces llegó mi turno. Ayuu sirvió el sake en mi vaso, se separó de Hajime acurrucándose hacia mí, seguía hablando con esa voz con la que yo intentaba convencerme de que me gusta más que la de Hajime.

— Adelante.

Acercó el vaso a mis labios, bebí un sorbo de este y fue entonces cuando el extraño alivio de que Ayuu ya no estuviera con Hajime desapareció. El sabor era algo fuerte, pero cuando me quise deshacer de este tragando, sentí cómo quemaba. Conforme iba bajando el líquido, el tiempo se hacía más lento sintiendo que estaba a punto de vomitar con tan sólo sentir el alcohol pasarme por la garganta.

Una vez paseé el trago abrí los ojos exhalando con fuerza antes de toser.

— Eso es, ambos ya son adultos —me felicitó ella ignorando que yo sentía que me acababan de envenenar para no hacerme ver tan mal.

Los demás rieron y entonces fue Nagakura quien habló en voz alta.

— A Okita no le gustó tanto —negó con la cabeza riendo al igual que Hijikata quien se carcajeaba ya ebrio encima de Kondō quien lo sujetaba para que no se cayera.

— No, sí me gusta, está bien, está muy bien —asentí con firmeza y entonces Ayuu sonrió dejándome el vaso en la mano con delicadeza sin separarse de mí.

Respiré profundo y me pasé de un trago el sake que quedaba en el vaso, era más de la mitad. No sé cómo no vomité ahí mismo. El sake me quemaba la garganta y todo el trayecto hasta mi estómago casi chocando con el contenido de este que estaba por salir. Era una asquerosa sensación de tragar mientras quieres vomitar, ¡todo eso tragando el estúpido sake!

Volví a sotar todo mi aire de golpe tosiendo de nuevo mientras dejaba el vaso en la mesita y me cubrí la boca por el reflejo de una arcada que se calmó de inmediato.

Respiré casi sin creer que estaba vivo. Entonces tomé el tazón de sopa y bebí de esta sintiendo un alivio indescriptible gracias al sabor de esta limpiando el alcohol.

— No, no le gustó —negó Shuusuke-sensei riendo un poco.

En ese momento yo no reaccioné ni nada, me limité a seguir tomando la sopa agradeciendo no haber vomitado.

— Está bien, Sōji, no a todos nos gusta —dijo Kondō con una sonrisa como las que siempre me dedica al animarme.

Sonreí por corresponderle y suspiré sintiendo a Ayuu abrazada a mí acariciando mi brazo con la cabeza en mi hombro.

Me toca aguantar de frente por unas semanas las burlas al mencionar mi primer encuentro con el sake. Pero por lo pronto puedo disfrutar de la comida que pocas veces nos permitimos. Mi sonrisa se desvaneció en el suspiro pero la intenté recuperar al ver a Kondō y Hijikata tan animados, al sentir a Ayuu abrazándome y a Hajime sonriendo a mi lado.

Pero ahora mismo no sé si estoy alegre porque Ayuu está conmigo o porque no está con Hajime...

No paran de decir que ya he crecido, de hecho estamos celebrando eso, pero creo que por más que ya me vean como adulto, hay cosas que aún me tomarán un tiempo en entender.











• 19 de julio 2020, 152 aniversario de la muerte de Okita Sōji

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