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En verdad no podía dejar de ver a Hijikata, el control que tenía sobre la situación era anormal, parecía que no estaba ni un poco nervioso. Gritaba con fuerza, no le temía al shinai opuesto y atacaba con una velocidad inimaginable.

He de decir que esta es la primera vez que me he puesto un bōgu, nunca había combatido. Realmente sólo entreno con los bokken y sin combatir, me han enseñado las técnicas pero jamás he combatido, esto es nuevo, demasiado nuevo.

Dentro de un par de combates empezará el turno de los pequeños, es decir, donde yo competiré. Aunque de pequeños tienen poco, sólo están por ser menores de edad, el segundo más pequeño debe tener unos catorce o quince años, luego voy yo con once.

Sinceramente no pude dormir, estaba muy nervioso, no quise comer porque tengo miedo de vomitar a causa de los nervios. Incluso he tenido que ir al baño tres veces en lo que vamos de mañana. Incluso terminé por dominar la técnica que Hijikata me enseñó hace tiempo para poder ir al baño sin quitarme toda la hakama.

Cuando regresé del baño vi cómo ya había acabado el combate de Hijikata, al parecer perdió frente a otro estudiante, pero ya era la final.

— Sōji, ya te toca —me atraganté con mi lengua al escuchar eso. Kondō me puso una mano en el hombro y sonrió antes de irse junto a Shuusuke-sensei y Kimura para arbitrar uno de los dos combates de menores que ya había iniciado.

Tomé el men y me lo coloqué tras haber apretado bien mi tenugi recogiendo todo mi pelo corto en él. Pero alguien me tomó las manos cuando intentaba atar el men a mi cabeza.

— Yo lo hago —era la voz de Hijikata—. Sostén la parte de enfrente y yo lo ato.

Eso hice, pero nada más apreciar por primera vez la vista a través de las rejillas del men, sentí cómo me iba a desmayar, no puedo combatir así, estoy inmóvil, toda esta armadura es pesada y encima no puedo sujetar bien el shinai con los kote. Maldita sea, Hijikata es increíble...

— Listo, ven —me tomó del brazo levantándome y me llevó así hasta un extremo del shiajo. Kimura estaba como árbitro, maldita sea—. Aquí está Okita.

No supe qué hacer, simplemente saludé a Kimura con una reverencia a la cual respondió mientras Hijikata tomaba su lugar como árbitro también.

Frente a mí había otro chico que no lucía tan mayor como los demás, o al menos se veía algo delgadito y pequeño. Era del dōjō que vino de otra parte de la ciudad, ellos usan otro estilo. Nosotros aprendemos el estilo Tennen Rishin y ellos el Hokushin Ittō, aún así han estado viniendo bastante seguido, al menos uno de sus senpai, Nagakura Shinpachi, se lleva muy bien con Kondō y Hijikata.

— Okita Sōji —no evité voltear al escuchar mi nombre, pero sólo era Hijikata anunciando a quienes nos íbamos a enfrentar—, Saitō Hajime, saluden.

Eso hice, pero al parecer no di el paso hacia adelante correspondiente.

— Okita, entra —Kimura me hizo un gesto con la mano, pero sólo me lo quedé mirando, estaba tan nervioso que no lo podía entender—. Okita, entra —me repitió ahora haciendo que diera el paso y quedara en cuclillas frente al otro niño, Saitō.

— ¡Empiecen!

Saitō gritó anunciando el inicio de nuestro combate, no era un kiai con tanta fuerza como el de Hijikata, pero realmente me puso en tensión, al menos así fue por unos segundos, grité de vuelta apenas siendo audible, pero me tragué el aire al sentir el kensen en mi cabeza.

— ¡Men! —gritó él quedando detrás mío con una guardia casi intacta mientras que la mía tampoco fue tocada, pero aún así él me dio en la cabeza obteniendo un punto perfecto.

Hijikata le dio el punto y Kimura también, pero cuando volvió a su lugar -yo ni siquiera tuve que moverme, no me había podido ni mover desde que inició el combate-, Kimura se acercó a él.

— Saitō, tus brazos —cuando él volteó a verlo algo desconcertado, él le soltó una mano del shinai para cambiarla de lugar. Acabo de darme cuenta de que tenía los brazos al revés: izquierda arriba y derecha abajo.

— Sensei, soy zurdo —dijo con una voz pequeña, nadie diría que una vocecita tan... tranquila pudiera ser la del niño que acaba de meterme un ippon en dos segundos con un kiai firme.

— Pero no es una guardia correcta, debes corregirla.

Él asintió y volvió a apuntarme con el shinai, a pesar de que acabaran de cambiarle las condiciones de juego por completo, él seguía como si nada pasara.

— Segundo ippon. ¡Comiencen! 

Esta vez correspondí a su kiai a tiempo y di un paso al frente, bloqueé con el shinai su primer ataque mucho más torpe que el anterior. Pero cuando me separé de él, apartó mi shinai y me quiso dar en el men, pero moví un poco la cabeza haciendo un mal blanco sumado a su torpeza por haber cambiado de manos.

¿Qué problema con que sea zurdo? Sé que es algo malo, que hay que escribir con la derecha y comer también, pero ahora no va a hacer nada de eso, si estuviéramos en un duelo a muerte no se tomaría el tiempo de usar su mano derecha en apuñalarme. Lo mismo me pasaba: justo ahora no iba a molestarme en dejar de mirar con desesperación a Saitō, observar a Kimura y Hijikata de forma indiscreta debido al miedo.

Intentó atacarme un par de veces más y no hice más que bloquearme lo mejor que pude. Es muy rápido.

Pero es que era imposible atacar, me temblaban las manos, no podía ver bien, mi cara estaba encerrada en el men, el sudor caía por mi frente, escuchaba mi propia respiración... no podía respirar, mi vista periférica estaba tapada, tampoco escuchaba bien, mis manos estaban contenidas en los kote. Sentía como si todo lo que llevo practicando desde hace casi dos años ya no sirviera para nada.

Intenté gritar de nuevo y él respondió sin más jugueteando con su kensen y apuntándome para que finalmente diera un golpe en mi brazo derecho y le dieran el ippon al kote.

— ¡Termina el combate! —Hijikata anunció y ambos nos separamos, caminamos hacia atrás y nos saludamos con una reverencia.

Tanto Saitō como yo volvimos a ser unos mocosos malcriados: él se atrevió a usar la mano izquierda para acomodar mejor su men y yo desobedecí mirando a Kimura sin ningún corte. Él suspiró con decepción y esperó a que Hijikata trajera a los nuevos competidores.

— Gracias, fue un buen combate —escuché a mi lado, y al darme la vuelta pude ver que era Saitō quien me estaba haciendo una reverencia aún más cerca.

— Gracias, igualmente —tartamudeé saludando de vuelta.

Era mentira, no le di ningún buen combate, fui patético. Kimura lo dijo todo con ese suspiro, estoy seguro de que Shuusuke-sensei igual estará decepcionado cuando se entere de lo que pasó y Kondō sólo fingirá que está orgulloso de mí para que no me sienta tan mal.

— ¿Has combatido mucho? —no me ahorré la pregunta intentando ver a través de nuestras rejillas.

— No, no mucho, hace un mes que empecé a combatir  —negó con la cabeza manteniendo su voz tranquila y baja la cual sonaba bastante aguda a comparación de los demás.

¿Será bastardo? ¡Un mes y me reventó en menos de un minuto! Esperaba una respuesta de mínimo seis meses para no sentirme tan mal, pero ahora no puedo evitar sentirme como una absoluta decepción para el dōjō. Si no puedo ni siquiera ganar un combate, está claro que no voy a poder pelear en la vida real. Tal vez fue muy infantil de mi parte jurar que sería un samurái, no puedo ser como Kondō o Hijikata.

— ¿Y tú? —preguntó dando dos pasos hacia atrás y jalándome por el brazo para que me apartara y dejara paso a otros chicos— Escuché de Kimura-sensei que eres muy bueno en el dōjō.

— Esta es la primera vez que hago un combate —dije entre dientes esperando que no me viera, que no viera mi cara tan patética.

— ¿La primera? —su voz casi inflexible se alzó en sorpresa unos instantes antes de soltar una risa suave— Pues fue muy bueno, yo la primera vez me resbalé y me caí, no pude ni atacar.

Yo tampoco pude...

— ¿Quieres un consejo? —cuando asentí, él se acercó un poco a mí, lo justo como para que nuestras rejillas chocaran, incluso se quitó el kote izquierdo y puso la mano casi como si me contara un secreto— Si bloqueas, no te quedes ahí, ataca. Cada vez que bloquees, ataca aunque no des bien el punto, así siempre vas a estar activo y va a ser menos fácil de adivinar si vas a reaccionar o no. Igual puedes intentar atacar antes sin dejar que el otro lance un corte.

Asentí analizando lo que me había dicho. Él no lo hizo ya que yo no ataqué en ningún momento, pero suena como algo teóricamente fácil, lo complicado es llevarlo a la práctica.

— Gracias —hice una pequeña reverencia como agradecimiento.

— Es algo que me dijo un compañero, puede ser un secreto que tengamos nosotros tres si te parece.

Asentí, pero antes de continuar, Hijikata anunció a los nuevos adversarios, entre ellos mencionó a Saitō.

— Con permiso... —dijo mientras caminaba hacia el shiajo.

— Buena suerte —dije haciendo que se volteara e inclinara la cabeza un momento antes de colocarse en su posición.

Pensaba mirar su combate, había dado por hecho que yo ya estaba fuera, pero me alteré cuando escuché a Kondō llamar mi nombre. Mi corazón se volvió a acelerar, volví a temblar, a no saber cómo caminar una vez lo escuché.

— ¡Nakata y Okita!

Caminé hacia mi lugar correspondiente y entonces repasé una y otra vez cómo debía saludar.

Lo hice, saludé de forma apropiada esta vez.

— ¡Empiecen! —dio la orden Kondō.

Nakata es un chico de diecisiete años, es de nuestro dōjō y realmente es muy bueno a la vez que un buen chico, no es como los demás que se aprovechan de los menores.

Me lo dejó claro cuando no atacó aprovechando mi guardia baja después de los kiai, el suyo era mucho más fuerte que el mío, evidentemente, incluso el de Saitō era insignificante contra el suyo. Nakata combate con Hijikata de forma igualada, son muy buenos.

Pude moverme, moví mis pies de lado a lado sin que los shinais se separaran, ambos amenazábamos con atacarnos mutuamente, pero era yo el único que estaba alterado por los nervios, él lucía tranquilo, casi que me animaba con sus movimientos.

Intenté apartar su shinai pero él mantenia la guardia fuerte, lo intenté una vez más y me atacó al kote, pero yo lo bloqueé  sin hacer caso a Saitō, simplemente me quedé oculto tras el shinai bloqueando dos ataques más.

Una vez cesó su ataque, ambos nos separamos y rompió el silencio con un kiai muy fuerte al cual respondí con la voz algo baja, pero él gritó de nuevo aún más fuerte, como queriendo hacerme reaccionar, fue por eso que subí un poco más la voz, pero seguía siendo patético.

Me atacó al men siendo bloqueado, pero él no se quedó allí, movió su cuerpo de lado a lado como queriendo meterse por algún lugar y finalmente llevó el shinai hacia atrás para luego moverlo rápidamente y dejarme un golpe pleno en el kote.

— ¡Ippon! —anunciaron Kondō y Shuusuke-sensei.

Ambos volvimos a nuestro lugar.

Pero yo seguía en blanco... acababa de engañarme fácilmente aún dándome oportunidad. En serio yo no voy a poder ser como él. Teniendo controlado el shinai de Nakata, miré a Kondō quien estaba serio y atento al combate.

— ¡Kote! ¡Men! —Nakata estaba callado, aquellos gritos venían del otro shiajo, era la voz de Saitō, ahora sonaba mucho más fuerte, no a un nivel como el de Hijikata, pero estaba más desinhibido que antes. No le daban punto, nadie anunciaba sus puntos por más que insistiera— ¡Kote, dō!

Bloqueé de nuevo a Nakata pero por primera vez tiré un ataque, no lo hice tan rápido como debería, pero al menos intenté darle de nuevo en la cabeza habiendo fallado. No grité, no podría hacerlo, mi garganta palpitaba por el aire contenido, por los nervios e impotencia... pero aún así no quiero perder.

— ¡¡Men!! —se escuchó el grito de Saitō antes de que le otorgaran el punto.

— Saitō... —murmuré para mí mientras me alejaba de Nakata y sólo nos amenazábamos con el kensen a lo lejos.

No quiero perder...

No puedo romper un punto del bushidō sólo por ser débil, no quiero... no quiero y no lo voy a hacer.

— ¡Men! —Nakata me atacó al men y yo intenté hacerlo al mismo tiempo, pero ninguno de los dio el punto.

Tras haber cruzado hacia el lado opuesto, los dos nos dimos la vuelta, él no me atacó al men cuando me volteé por no aprovecharse y claramente lo agradecí en mi interior.

Entonces lo vi, cada uno estaba en una orilla, yo tenía un punto en contra y Nakata una victoria asegurada, pero por más que voy a perder y lo sé, no quiero que Kimura me tenga tachado de incompetente, no quiero que Kondō esté decepcionado de mí... no quiero que la gente siga teniendo lástima de mí.

Respiré y todo el aire atorado en mi garganta salió desgarrándola por completo.

Fue Nakata quien me tuvo que corresponder pero yo volví a gritar después de él dejando claro que iba a pelear sin importar mi desventaja. Mi grito superó por primera vez la intensidad del suyo.

Pude ver la expresión de Kondō, la del sensei, incluso vi cómo Kimura se acercaba al haber acabado el otro duelo.

— ¡¡Kote!! —grité al atacar su brazo y luego tener que bloquear su ataque a la cabeza pegándome a él cuerpo con cuerpo, no puedo empujarlo por la clara diferencia de tamaño, me tiraría si empujara de vuelta. Esos segundos de pensar estando frente a frente, teniendo el corazón acelerado, la respiración descontrolada y el sudor en todo mi cuerpo fueron eternos, al menos hasta que me separé. Mi pie izquierdo se deslizó hacia atrás llevándose mi cuerpo con él en esa zancada, pero volvió adelante de golpe siendo acompañado por mi pie derecho el cual golpeó el suelo al mismo tiempo que el kensen la cabeza de Nakata— ¡¡Meeeeeeeen!! ¡¡Kyaa!!

Antes de darme cuenta, yo estaba a unos metros de él, con mis brazos encima de la cabeza, sin aire por el grito más fuerte que he dado nunca, pero una sensación, un alivio indescriptible en todo mi cuerpo.

— ¡Ippon!

La voz de Kondō me hizo sonreír con toda fuerza que había reunido tras inhalar.

Yo... había conseguido un punto...

La voz de Hijikata intimida, su kiai se desgarra en un grito viril que impone su fuerza después de haber marcado puntos limpios. Mi voz baja y casi de mujer sólo podría imponer mi cuerpo débil y pequeño, pero cuando usé mi voz aguda para desgarrar mi garganta sentí como si en vez de imponer un cuerpo indestructible estaba intimidando con el coraje que tenía, con esa fuerza inservible a la hora de trabajar o de defenderme contra los abusones. Usaba la fuerza de mi alma entera siendo entregada al momento de combatir, como si pudiera darle mi espíritu al shinai y ahora no fuera inútil.

Ese grito tan agudamente desgarrador llevaba todo lo que soy en él, llevaba esas ganas de no quererme rendir, de no romper una promesa ahora, de querer ser como aquel hombre a quien admiro y agradezco cada enseñanza que me ha dado.

Volví al centro con Nakata y entonces cruzamos los shinais esperando la orden.

— Segundo ippon, ¡empiecen!

Esta vez gritamos al mismo tiempo, atacamos al mismo tiempo y acabamos pegados frente al otro, pero cuando él intentó hacerme un ataque desde ahí yendo hacia atrás, yo intenté darle al kote que tenía expuesto. Aunque toqué su brazo, no fue un punto válido.

Él se dio la vuelta inmediatamente y me quiso dar en la cabeza, bloqueé y aún sin separarme de su shinai, me moví lo justo como para que no me sacara del shiajo, quedé de espaldas al centro.

Me alejé sin abandonar mi posición defensiva y entonces me di cuenta de lo tenso que volvía a estar, pero aunque la adrenalina fluyera por mi cuerpo, seguía demasiado nervioso.

Él me tiró un ataque más a la cabeza y entonces yo lo volví a bloquear como pude, una vez quedamos pegados de nuevo rompí ese silencio con un grito más, él correspondió y luego yo volví a gritar tratando de hacer un corte en la cabeza e irme hacia atrás de nuevo.

Pero él luego volvió a tirarme a la cabeza, bloqueé su golpe pero él hizo de nuevo ese movimiento como intentando meterse por algún lugar, le bastó con un leve empujón para romper mi guardia tensa y marcó un punto perfecto dándome en la cabeza y yendo hacia atrás gritando con fuerza.

— ¡¡Men!!

Pero esta vez no me quedé paralizado, nada más sentir el golpe en la cabeza, quise ir tras él, tras su kote de nuevo, pero ya era tarde.

— ¡Fin del combate! —anunció Kondō haciendo que volviéramos al centro, envaináramos y nos slaudáramos con reverencias antes de poder salir.

Una vez salimos yo dejé que mi espalda se relajara un poco, me deshice de la enorme tensión que había en mi cuerpo y respiré el aire fresco que soplaba aliviando mucho el calor de dentro del bōgu sumado al calor del verano. Se sentía muy bien, ese aire hacía que pudiera pensar más claramente. 

Metí un punto... yo lo hice, lo hice en verdad. 

Liberé esa presión, esa frustración y miedo con todo lo que tuve. Perdí mis dos combates, pero tengo una satisfacción por dentro como si hubiera ganado todo el torneo. Jamás había hecho, jamás había combatido, jamás había hecho un kiai con tanta fuerza, jamás había metido un ippon... Siento como si ahora en verdad estuviera un paso más cerca de cumplir aquella promesa que hice, aquel juramento que Kondō tomó más en serio que nadie.

— Muy buen combate, gracias —agradeció Nakata poniéndome su kote en el hombro.

Sólo pude sonreír y mirarlo a pesar de que no se viera bien mi expresión.

— Gracias —asentí e hice una reverencia dejando que se fuera al shiajo de nuevo.

— Estuvo genial, fue un muy buen combate, Oktia —era Saitō, estaba a mi lado aún con su bōgu puesto  e hizo el gesto de aplaudir teniendo el shinai en su mano izquierda.

— Gracias, intenté hacer lo que me dijiste pero fue algo difícil —agradecí aún sin contener aquella felicidad interna.

— No te preocupes, verás cómo entrenando más, te saldrá mucho mejor —asintió y de nuevo de escuchó una sonrisa en su voz.

— ¡Nakata y Saitō! — anunció Kondō.

— Tengo que irme —se excusó con una reverencia de nuevo antes de irse corriendo hacia el shiajo.

— Te voy a animar —asentí y él me miró antes de hacer un leve movimiento con la cabeza e ir a su lugar correspondiente.

Me acerqué al shiajo donde acabo de pelear para ver el siguiente combate, entonces sentí la mano de alguien en mi espalda.

Intenté mirarlo de reojo pero por el men tuve que voltear mi cuerpo para mirarlo. Era Hijikata, me miraba con una sonrisa casi extraña en él, entonces asintió y empezó a hablar.

— Estoy orgulloso de ti, enano —dijo sin borrar esa sonrisa, era... orgullo lo que veía en su expresión—. Todo que tenías que dar lo diste. Nada de pensar en que pudiste haber hecho esto o lo otro, fue perfecto tal y como lo hiciste, no pudiste dar más porque nunca has combatido. De hecho... en ese combate pusiste más de lo que podías. En serio estoy orgulloso de ti, Sōji.

— Gracias —hice una pequeña reverencia sin borrar mi propia sonrisa. Sinceramente yo estaba orgulloso de mí mismo, me pude superar, pude superar a mi cuerpo y eso me hace completamente feliz, me hace feliz poder ir en contra de lo que está predicho.

— Lo mejor es que dejaste claro que aunque tu cuerpo sea pequeño y tengas poca experiencia, esto está entrenado al límite —dio una palmada en mi pecho, en la parte superior del dō.

— Sentí que era lo mejor que podía hacer, al menos demostrar que tengo un espíritu fuerte —dije en una voz algo baja.

— Y eso es lo que debes hacer, mostrarlo siempre.

Le sonreí y él lo hizo de vuelta dándome unas palmadas en la espalda pegándome contra él.

— ¿Puedo quitarme ya el bōgu? —pregunté alzando la mirada de nuevo a él.

— Sí, ya. Buen trabajo —asintió y yo fui a quitármelo dejándolo cerca de los demás para luego poder ir corriendo hacia el shiajo y poder seguir viendo.

Saitō y Nakata estaban teniendo un buen duelo, de nuevo Nakata se contenía, daba buena guerra a Saitō pero tampoco lo aniquilaba en segundos.

Nakata metió un ippon después de mucho tiempo, parece que Saitō ya había marcado antes, es decir, iban uno a uno, falta un ippon para desempatar.

— Segundo ippon, ¡empiecen! —Kondō dio la orden.

— ¡Vamos, Saitō! —lo animé desde mi lugar y no pasó ni un segundo antes de que escuchara cómo su kiai había subido muchísimo la intensidad.

Se veía torpe con las manos en posición diestra, pero aún así estaba dando buen combate, es sorprendente.

A pesar de lo insistente que fue Saitō, Nakata metió un punto limpio en el kote y ganó el combate.

Saitō salió del shiajo, había terminado su participación en el pequeño torneo. También se quitó el bōgu y finalmente pude ver cómo es. Tiene el pelo lacio y no muy largo, este le llega aproximadamente al final del cuello y lo recoge con una coleta baja en el centro haciendo que se vea mejor. Era de cabello muy oscuro y de piel muy clara, sus ojos lucían algo perdidos, pero a pesar de lo vacíos que se veían -siendo empeorados por las ojeras que tenía-, estos estaban brillando. Tenía cara muy de niño pequeño, como yo, de hecho. Y ya sin el bōgu se veía también delgadito y pequeño.

— Muy buen combate —le estreché mi mano para ayudarlo a levantarse y él correspondió sonriendo un poco.

— Gracias, escuché cuando me animaste —dijo pasando al lado de su bōgu para estar conmigo.

— Sí —reí algo avergonzado y entonces miré el shiajo—. Vamos a ver los combates.

Nakata estaba descansando pero seguía con el bōgu dando a entender que ahora le tocaría ir a la final junto al campeón de aquel duelo.

Una vez acabó y se preparaban para la final, nosotros aprovechamos para hablar con más normalidad.

— Tu pelo es muy corto, Oktia —rio tocando las puntas de mi pelo con su mano teniendo que alzarla un poco ya que soy ligeramente más alto que él.

— Ah sí, me lo cortaron por novatada hace unas semanas —dije intentando no mirarlo para reír con vergüenza, pero aproveché para cambiar el tema—. Oye, puedes llamarme Sōji, tengo once años —dije intentando que dejara de llamarme por mi apellido, me resulta incómodo ya que usualmente es para algún regaño o gente que no conozco.

— Yo tengo once también —asintió—. Me llamo Hajime.

Sonreí siendo correspondido por su expresión casi adormecida, sus ojos se veían caídos y tenía unas ojeras marrones en la pequeña hendidura que se hacía bajo sus ojos. Pero aún así sonreía con sinceridad a pesar de que fuera algo opaca su expresión, se notaba que ambos estábamos cómodos hablando. Y aunque no lo haya dicho, puedo ver esa misma emoción de haber combatido bien en su rostro.

Finalmente Nakata ganó la final, ganó el torneo. Fue un duelo mucho más salvaje ya que era contra otro chico de los mayores, estaban al mismo nivel y no había ninguna contención en sus ataques.

Una vez acabó, hubo unos minutos para descansar y finalmente nos llamaron para formarnos y poder saludar y agradecer a los sensei.

Pero en especial hicimos una fila para poder saludar a Kimura.

Él nos iba felicitando uno a uno. Yo iba detrás de Nakata y delante de Hijikata. En el tiempo que estuvimos formados, vi a más de diez chicos del otro dōjō acercarse para felicitarlos, por alguna razón yo tenía la esperanza de que también me felicitaran a mí, pero una vez terminaban con Nakata, sus miradas se ilusionaban con Hijikata y yo quedaba en el medio.

Hijikata y Nakata habían ganado en las dos divisiones -adultos y menores-, mientras que yo simplemente había hecho dos combates los cuales perdí, es lógico que no me feliciten ya que no gané ni fui destacable.

Pero esa decepción de no ser felicitado era porque para mí yo había hecho algo inigualable, nunca había combatido y mucho menos marcado un punto, es un orgullo y logro personal que para el resto de personas parece no importar en absoluto, aunque Hijikata parece sí haberlo entendido.

Me emocioné cuando sólo quedaba Nakata, cuando estaba hablando con Kimura y él le daba consejos, ya vendría mi turno.

Una vez él se fue, di un paso al frente y saludé con formalidad a Kimura, él correspondió con su sonrisa casi indeleble, pero una vez alzó la cabeza y me miró, yo estaba a punto de agradecerle, pero él me apartó suavemente con el brazo para reír con orgullo y abrazar a Hijikata.

Me quedé unos segundos admirando esa escena, vi a Kimura abrazar a Hijikata y hablar con una felicidad enorme mientras que yo quería llorar por dentro. Ni siquiera él lo va a valorar...

Caminé unos pasos hacia atrás intentando no verme muy irrespetuoso y entonces me fui. Fui a recoger mi bōgu y shinai para llevarlo dentro, pero justo cuando estaba pensando en lo frustrante que es lo que acaba de suceder, unos chicos del otro dōjō me hablaron.

— Eres Okita, ¿verdad?

Asentí con la expresión seria, era la única forma de no demostrar lo dañado que me sentía sin ser descortés.

— Vimos tus combates, muy bien, ¿eh?

— Gracias, es la primera vez que combato —hice una reverencia con la cabeza sin esforzarme en sonreír, no quería hacerlo de forma falsa.

— ¿La primera? Oye, pues lo hiciste muy bien —asintió uno de ellos casi que con asombro.

— Sí, ya te veremos en unos meses y estarás ganando duelos —vaciló uno de ellos levantándose con el bōgu en brazos.

— Sigue esforzándote —sonrió el chico que aún estaba de rodillas.

— Gracias, espero verlos pronto también. Nos vemos —esta vez no contuve una sonrisa algo más pequeña mientras me levantaba y despedía con la cabeza.

La verdad... ¿a quién le importa Kimura? Ellos me felicitaron aunque fuera de forma muy casual, Hijikata está orgulloso de mí y Kondō me dedicó una sonrisa brillante a la distancia por estar ocupado con otros chicos.

Si con ese momento en que grité y la mitad de las miradas del evento estuvieron en mí, me van a reconocer al menos, yo no puedo estar más satisfecho. No tengo posibilidad de ganar habiendo entrenado tan poco, sin haber combatido, pero no por ello voy a dejar que me subestimen desde el primer encuentro.

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