
34
Tres meses después.
-¿Estás segura de esto?- Samira asintió por décima vez.
¿Por qué no?
Hacía un día precioso, ni muy fresco ni muy caluroso y, para mejorarlo, no tenían prisa por llegar a su destino.
-Que sí, pesado- refunfuñó Samira- Me apetece dar un paseo así que no insistas.
Todos se encontraban en el inicio del bosque que los llevaría de vuelta a la manada.
Esta vez de forma definitiva.
-Esta bien, Sami- refunfuñó su hermano, aparentemente desanimado.
Él quería repetir aquella estúpida carrera, e incluso, ya tenía la recompensa que le ofrecería a Abel para ganar.
Porque sí, podía estar marcado y ser su pareja, pero no, él no dejaba de llamarlo chucho o lobito estúpido o cualquier otra ofensa que se le ocurriese en el momento.
-¿Vosotros tampoco os apuntáis?- no recibió una respuesta positiva por parte de los demás- Genial- refunfuñó, cruzándose de brazos y adoptando una cara de un niño pequeño enfadado.
Las últimas semanas no habían sido las mejores para cierta pelirroja debido, principalmente, a su embarazo.
A su embarazo y a la continua ausencia de su alfa, quien se había encargado de trasladar todas sus cosas, junto a los demás lobos, a la manada.
Así que la idea de dar un tranquilo paseo junto a su alfa no le parecía desagradable, al menos hasta que sus pies comenzaran a doler, debido a la leve hinchazón que comenzaba a aparecer en ellos a causa del embarazo.
-Lo cierto es que hace un poco de tiempo que no salgo a correr y comienzo a echarlo de menos- refunfuñó Sean mirando a su pareja- ¿Te apetece una carrera?- hizo un pequeño puchero- Anda dí que sí, porfi.
-Claro, bebito- comentó Abel- Preparárate para perder, entonces.
Sean emitió un pequeño gritito de felicidad, abalanzándose sobre él para abrazarlo.
Internamente se moría cada vez un poquito más de amor por él y su forma de consentirlo tanto.
-No te lo creas tanto que voy a ganar yo- se quejó Sean, intentando reprimir una sonrisa- Pero, por si acaso, déjame un poco de ventaja.
Pese a las burlas de los demás, Abel acabó cediendo.
Le dejaría dos minutos de ventaja.
-Oh dios mío, hermanito- se burló Samira con ternura- ¡Estás más rellenito!
Sean se había quitado su sudadera, dejándoles ver su camiseta de manga corta favorita ahora mucho más ceñida a su abdomen que antes.
-¿Y cómo no quieres que esté más rellenito si Abel no deja de alimentarme?- inquirió éste con una sonrisa- ¡Además, soy un rollito de primavera feliz!
Le sacó la lengua en un gesto infantil y salió a correr, adentrándose en el bosque.
-Si pregunta, esperé los dos jodidos minutos- comentó Abel, soltando un pequeño gruñido- Nos vemos después.
Dicho eso salió a correr tras él.
-Uh, pero que tramposo- murmuró Samira con indignación- Aisha, no dejes que se marche- le hizo un pequeño puchero.
Ésta sólo se dedicó a abrazarla mientras reía.
-Abel cumplirá su palabra, Samira- comentó Kasen con diversión- Solo que su instinto no lo deja mantener a tu hermano fuera de su vista.
Alaia refunfuñó algo a regañadientes causando que Kasen emitiera un pequeño gruñido.
-Está bien, os váis a ir todos a la manada ya- comentó Aisha con molestia- Quiero dar un paseo tranquilo con mi chica y vosotros no me váis a dejar- miró, sobre todo, a Kasen y Alaia- Solo nos acompañará Thiago.
Cai quiso reprochar pero la mirada cortante de su hermana hizo que éste se transformara y saliera a correr.
No le importó destrozar su ropa y a Anibal tampoco, quien repitió el mismo proceso y salió a correr tras él.
Aisha estaba cansada del drama que se había montado en su vida desde aquella dichosa cena.
Anibal no había tenido el coraje suficiente como para terminar aquella pantomima y confesarle a Alissa que ese quizás no era nada más ni menos que él.
Cai, por otra parte, se enfadó con Anibal cuando éste decidió regañarle por haber llevado a ese tal Nick y por haber mantenido sus manos entrelazadas durante toda la noche.
Kasen había vuelto a su vida normal, es decir, fingir que Alaia no era nadie importante para él y esto fue correspondido por la propia omega.
En definitiva, más peleas por parte de estos dos durante las veinticuatro horas del día, ya que a ésta no le quedó más remedio que quedarse allí con su hermano Thiago.
-Nos vemos después, mi niño hermoso- comentó Alaia mientras achuchaba a su hermano, sacando pequeñas risitas por parte de éste- Si sucede cualquier cosa avísame y daré media vuelta.
Le entregó al niño a Samira y éste, como todas las veces anteriores, acabó acurrucado sobre ella.
Sin más tiempo que perder, se transformó y salió a correr, siendo seguida segundos más tarde por Kasen.
-Joder, por fin solas- refunfuñó Aisha, haciendo estallar los huesos de su espalda- Disfrutemos este momento de paz mientras podamos, mi amor.
Samira rió, pensando que su alfa simplemente estaba siendo una exagerada.
Pero no, ella no estaba siendo exagerada.
Últimamente parecía que aquellos lobos habían generado una afición por crearle problemas a la loba calenturienta.
Y, sinceramente, se había convertido en el hobbie de más de uno de ellos...
-¡Tú eres un lobito muy viejo!- chilló Sean, riéndose de Abel- ¡No me has adelantado ni una sola vez!
-¡Deja de mirar hacia atrás y dedícate a observar lo que tienes delante para no tropezar!- gritó Abel a modo de regaño.
Llevaban veinticinco minutos corriendo entre risas por parte de Sean y regaños por parte de Abel.
El primero comenzaba a sentirse ligeramente fatigado, reprochándose a sí mismo que eso no podía estar sucediendo por dos motivos.
Él estaba acostumbrado a correr una hora y media y, sólo a partir de ahí, comenzaba a sentirse fatigado.
El segundo es que ellos no estaban corriendo muy rápido. Abel le estaba dejando marcar el ritmo y, definitivamente, no era nada exagerado.
-Tengo que perder estos kilos de más como sea- se quejó Sean, refunfuñando- Están haciendo que pierda mi condición física.
Poco a poco fue reduciendo la velocidad de sus pasos hasta que, finalmente, se detuvo por completo.
-¿Estás bien, bebito?- inquirió el lobo con preocupación- No sé porqué tu entrenador te considera su favorito si no aguantas nada.
Sean le regaló una mirada cargada de reproche, evitando contestarle. Eso solo provocaría que se quedara sin el poco oxígeno que le quedaba en sus pulmomes.
-Necesitaba descansar un momento- se quejó Sean- Esto es por tu maldita culpa- le acusó, señalándolo con su dedo índice- No debes dejar que coma tanto.
Abel cerró sus ojos con fuerza, contando interiormente hasta diez.
-El día que intento hacerlo me montas una escenita cargada de drama- se defendió el lobo- Ya no me quieres, es eso ¿verdad? ¡Con estos kilitos de más y con la ropa toda apretada no me consideras atractivo!- le imitó- Y después no hay quien te haga parar de llorar.
-Eres un mentiroso- refunfuñó Sean- Yo nunca he hecho algo así- se quejó- Continuemos con la carrera.
Por supuesto que él había hecho algo como eso, incluso había montado escenas peores cuando Abel intentaba quitarle su comida, pero la culpa era del lobo por querer hacer tal cosa.
Retomaron la carrera, la cual solo duró diez minutos más.
Sean tuvo que parar de nuevo, visiblemente más fatigado que antes y con el chocolate que había ingerido durante el trayecto en coche hasta la entrada al bosque queriendo salir de una forma no muy agradable.
Se sentía peor que los primeros días haciendo el mínimo intento de lo que podría considerarse deporte.
-Shhh ya pasó, amor- intentó consolarlo el lobo, estrechándolo entre sus brazos cuando Sean acabó de vomitar al pie de un pobre árbol- ¿Te encuentras mejor?
Sean negó, acurrucándose más sobre él. Su fatiga había empeorado debido a la fuerza que había utilizado para vomitar.
Siempre temía coger un virus estomacal que le hiciera terminar de eso modo, pues lo pasaba muy mal.
El pánico le invadía durante cada arcada, acompañado del pensamiento catastrófico de que moriría allí mismo.
-Abel, no me encuentro muy bien- susurró con angustia.
Segundos más tarde cayó sobre los brazos del lobo, desmayado, quien le evitó la caída gracias al tenerlo abrazado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro