
28
Final del pequeño maratón ♥
-¡Samira!- exclamó Cai, incrédulo.
No lo dudó ni un segundo, abalanzándose sobre ella para estrecharla entre sus brazos.
-¿Cómo estás, Sami?- inquirió con preocupación, observándola detenidamente.
Con un humor de perros.
Já, que irónico.
Pensó la pelirroja.
-Gracias por dejar que me quede aquí, Cai- comentó con suavidad, sonriéndole.
Estaba tan asustada después de leer aquel papel que decidió cambiar el rumbo de sus pasos.
Acabó llorando en los brazos de Shania, mientras era aconsejada por Liam, el omega de Shania.
Él le había recomendado, casi exigido, que regresara a la casa de la loba, y que intentara conciliar el sueño en la grande y cómoda cama de ésta.
Samira pensó que el chico realmente estaba loco, pero acabó llamando al omega para pedirle permiso.
Él, por supuesto, aceptó sin pensarlo tan siquiera un poco.
Anibal apareció en su campo de visión, provocándole a Samira una, para nada disimulada, arcada.
-Apestas, Anibal- susurró- Necesito un baño, Cai.
Viendo como éste no decidía colaborar, puesto que se había quedado petrificado en su lugar, decidió echarlos a un lado para salir a correr hacia la única parte de la casa que conocía.
La habitación de Aisha.
-Maldita sea- susurró con alivio al sentir cómo las náuseas desaparecían con cada bocanada de oxígeno que tomaba.
Se sentía extrañamente bien.
Últimamente su nariz se había vuelto demasiado sensible, captando cualquier olor que, por lo general, quería hacerla vomitar.
Pero no podía decir lo mismo de aquella habitación, la cual poseía un maravilloso y tranquilizador olor, según Samira.
-¿Estás bien, Sami?- inquirió el omega con preocupación, golpeando brevemente la puerta.
-¡Sí, sí!- chilló mientras abría la puerta- ¿Desde cuándo no se ducha Anibal, por el amor de dios?
El omega acabó riendo fuertemente, siendo acompañado por el beta, quien apareció tras él.
-¿Perdón?- inquirió Anibal, incrédulo- ¿Qué acabas de decir?
Samira quiso advertirle que no se acercara a ella, pero fue demasiado tarde.
Tuvo que correr hacia el baño situado dentro de la habitación de la loba.
Maldita sea.
Pensó la pelirroja mientras tiraba de la cadena.
Tomó el cepillo de dientes de la loba, importándole muy poco este hecho y, cuando por fin pudo salir de allí, tres lobos incrédulos la observaban desde la entrada.
-¿Acabas de vomitar?- inquirió Kasen con preocupación.
-Esta mañana comí demasiado helado de limón por culpa de mi hermano, y me dolía el estómago- mintió a medias- No pasa nada, chicos.
Ella odiaba el helado de limón.
Odiaba el limón en general.
Pero su hermano se paseó por toda la maldita casa con aquella tentación que, sin poder evitarlo, acabó arrebatándoselo para encerrarse en su habitación y no dejar ni un poco.
Son los principales cambios de tu cuerpo, el cual se está adaptando a nuestros genes.
Le comentó Liam para hacer desaparecer su preocupación.
-Bien, dejemos que descanse un rato- propuso el beta, todavía desconfiado.
Samira negó con rapidez.
-¿Tenéis helado?- inquirió con suavidad- Si es de limón mejor, por favor.
Tú odias el limón.
Pensó para sí misma.
-En serio, chicos- refunfuñó cuando nadie se movió de su lugar- Quiero helado.
No en este momento.
Pensó en referencia a su odio por el limón.
-Tenemos de fresa, creo- murmuró Cai- ¿De verdad que te encuentras bien?
Samira asintió, avanzando hacia él para entrelazar sus brazos.
-De fresa será, entonces- murmuró Samira con una gran sonrisa- ¿Sabéis algo de Aisha?
El sonido de la puerta siendo golepada bruscamente acabó con la conversación.
Anibal se apresuró en abrir, dejando ver a un hermano sobreprotector bastante preocupado.
-¡Me vas a volver loco!- gritó Sean- ¡No puedes desaparecer sin más, Sami!
-¡Si has venido a quitarme mi maldito helado de fresa estás muy equivocado!- chilló ella, acusándolo con el dedo- ¡Es mío!
El primer síntoma que cualquier lobo en estado experimentaba era un exagerado aumento de apetito.
Apetito que no conseguían saciar hasta que sus alfas encontraban el alimento que, creían, conseguía satisfacer a su omega.
Cuando el doctor comentó que un embarazo separado de su alfa era peligroso, lo decía por algo.
-¿De qué hablas ahora, Sami?- refunfuñó Sean- ¡Deja de pensar en comida por un momento!
Kasen miró a Anibal, quien a su vez miró a Cai, quien a su vez miró a Kasen nuevamente.
Ya nos delató el maldito.
Pensó Samira en cuanto se percató de las miradas cómplices que compartían esos tres.
-¿Sabéis qué?- inquirió mientras señalaba la habitación de Aisha- Mejor me voy a dormir un rato.
El segundo síntoma de un omega en estado era el nivel de locura que éste podía alcanzar con la propia sobreprotección de su cachorro.
Por algo los alfas se encargaban de hacer los nidos para sus omegas, como un símbolo de protección hacia él y hacia su cachorro.
Samira seguía sin tener nada de lo mencionado anteriormente, y eso que sólo se encontraba en el inicio de su embarazo.
-¿Por qué me miráis así?- inquirió Samira con preocupación- Sean, vámonos de aquí.
Kasen se interpuso en su camino, sin llegar a tocarla.
-Solo queremos ayudarte, Sami- comentó con suavidad- Estás embarazada, ¿verdad?
La pelirroja negó con rapidez, pero sus manos siendo depositadas en su vientre, como un acto inconsciente de protección, acabó delatándola.
-¡Oh, Sami!- chilló Cai, llevando sus manos hacia su boca.
Samira comenzó a negar una y otra vez, manteniendo sus manos sobre su vientre.
-No voy a abortar- comentó rápidamente, mientras las lágrimas se deslizaban sobre sus mejillas- Ese doctor no tenía razón, mi bebé y yo estaremos bien.
-Sami...- Cai intentó acercarse a ella pero Anibal lo detuvo.
-Si ella comienza a hacer lo que creo que está a punto de hacer, entonces estaremos todos muertos en un par de minutos- comentó el lobo con angustia.
Kasen asintió, completamente de acuerdo con él por una vez en la vida.
-Nosotros no podemos tocarla...- comentó el beta con desesperación- Sean, tienes que llevar a tu hermana a la habitación de Aisha.
Éste asintió, comprendiendo que no era un buen momento para las miles de preguntas que quería soltar.
-Vamos, Sami- comentó con dulzura, sujetándola suavemente del brazo- Tenemos que ir allí, ¿si?
Samira negó, llorando aún más fuerte, mientras se apartaba bruscamente del agarre de su hermano.
-Va a hacerlo- comentó Anibal con desesperación.
Cai corrió hacia el armario, tomando la primera camiseta de Aisha que encontró.
-¡Eso no nos ayudará, omega!- gritó Anibal.
-¡Lo sé, pero la ayudará a no sentirse tan mal mientras ella llega, alfa sin sentimientos!- chilló Cai.
Samira comenzó a soltar pequeños gimoteos, sollozando aún más fuerte en el proceso.
Ella no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo, ni siquiera sabía porqué estaba haciéndolo.
Solo sabía que se sentía mejor al hacerlo, ya que la presión que había comenzado a aparecer en su pecho desde que se separó de Aisha, y que fue incrementando con el paso del tiempo, comenzaba a desaparecer.
-¿Qué le está pasando a mi hermana?- inquirió Sean con preocupación- ¡Tenemos que ayudarla!
-¡Está llamando a su alfa, maldita sea!- gritó Anibal al borde de la locura- Tenemos que encerrarnos en tu habitación, Kasen.
Éste asintió, nuevamente de acuerdo con él.
-¡No podemos dejar a mi hermana sola en ese estado!- gritó Sean, forcejeando con el lobo que lo llevaba a rastras a la habitación de Kasen.
-¡Entiende que ahora mismo lo único que está en peligro es tu culo!- gritó Anibal- ¡Y el nuestro, maldita sea!
Kasen se dedicó a colocar su cómoda frente a la puerta.
-Espero que entiendas que esto es serio- comentó el beta con tranquilidad- Necesito que te mantengas callado y, por favor, avisa a Abel para que no se atreva a venir aquí antes de que llegue.
-¿De que llegue quién?- inquirió Sean con nerviosismo- ¡Joder, habla claro, hombre!
-¿Qué parte de está llamando a su alfa no entiendes?- inquirió Anibal con reproche.
Intentó comentar algo más, pero el sonido de la puerta siendo reventada de una patada los hizo enmudecer a todos.
Y a Sean se le quitaron todas las ganas de continuar preguntando cuando escuchó aquel rugido.
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