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27


Por unos instantes, Samira sintió como su alma abandonó su cuerpo.

O, al menos, así lo sintió ella.

Esperaba cualquier motivo por el cual ella tuvo que quedarse esa noche en su manada. Tal vez una pelea entre algunos integrantes, u otro celo por parte de sus padres.

¿Pero encontrar a su propia alma gemela? Ni en su peor pesadilla.

-Ven, amor. Necesitamos...- Samira se apartó de ella con un poco de brusquedad.

-No me digas así- le reprochó, dolida- Si antes tenía una posibilidad de serlo, ahora se ha ido todo a la mierda.

Aisha negó con rapidez, intentando estrecharla entre sus brazos justo como hacía segundos atrás.

No obstante, Samira se apartó de nuevo.

-No me hagas esto, por favor- murmuró la pelirroja intentando contener las lágrimas- Sé que vas a decirme, que esa chica lo es todo para tí, que es tu alma gemela y...-

-¡Por supuesto que no!- gritó Aisha, histérica- Nunca quise encontrarla, y eso no ha cambiado, ni siquiera ahora mismo, amor.

Casi todo el mundo conocía la existencia de los lobos.

Casi todos sentían envidia de las múltiples y fantásticas habilidades que ellos poseían.

Pero si había algo de lo que, seguramente, nadie escapaba, era el deseo de poseer un alma gemela como los lobos estaban destinados a ser.

Una pareja para el resto de la vida, dos personas que prácticamente se volvían una.

-Siento decirte esto, Aisha...- limpió varias lágrimas rebeldes que descendían por sus mejillas- Pero los miles de artículos sobre este tema no me permite creerte.

Después de cinco eternos minutos, según la loba, consiguió llevarla a su cuarto para poder hablar más cómodamente.

-Déjame explicártelo, bebé- comentó con dulzura, arrodillándose frente a ella para poder quedar a su altura, ya que Samira se encontraba sentada en el borde de la cama- Voy a rechazarla, te juro que no sentí absolutamente nada por ella más que el olor que me haría identificarla.

-Vas a rechazarla...- murmuró Samira, incrédula.

-Sí- gruñó la loba, frustrada- Te lo dije en nuestra primera cita, y te lo repito ahora...- entrelazó sus manos- No me gustan las omegas, ni las humanas, no me gusta absolutamente nadie excepto tú, bebé.

Nuestra primera cita.
Pensó Samira con amargura.

-Mi loba y yo te escogimos como pareja, y eso tampoco ha cambiado ni para ella ni para mí, ¿vale?-

-¿Y por qué dices voy a...?- insistió la pelirroja- ¿Regresarás allí?

Aisha suspiró, preparándose mentalmente para lo que venía a continuación.

Si Samira no había huido de su lado con todo lo sucedido con su hermano, sabía que esto lo haría.

-Nosotros convivimos juntos, alfas, betas y omegas- inició con temor- Pero necesitamos que alguien tome las riendas o, de lo contrario, cada uno haría lo que se nos de la jodida gana.

Samira intuyó el final de la conversación, pero no quiso cortarla.

-Tenemos unas reglas que cumplir, bebé. Mi padre es esa persona que lleva las riendas, junto a mi madre y su beta, y yo seré la que tome el puesto cuando él ya no quiera continuar- comentó con dulzura- Voy a rechazarla, pero debo hacerlo con cuidado. Si meto la pata...- hizo una mueca- Podría quedarme sin el respaldo de mi propia gente, y nadie me apoyaría para lo que llevo preparándome toda mi vida, ¿entiendes?

Claro que lo hacía.

Shania le contó la conversación que tuvo con Cai el mismo día que llegaron a la manada.

Cobró sentido para ella cuando su mejor amiga le comentó que todos se habían tomado como una ofensa la forma en la que supuestamente rechazó a aquel omega.

Rechazar de forma sutil, por supuesto.
Pensó Samira, recordando las palabras de su mejor amiga.

-¿Cuánto tiempo te tomará?- inquirió con temor a su respuesta.

Aisha negó, con una mueca de tristeza impresa en su rostro.

-No lo sé, bebé...- murmuró con angustia- Te prometo que tardaré lo menos posible, yo...-

Samira no la dejó terminar.

-Está bien, Aisha- comentó con una mueca, un intento de sonrisa- Comprendo la situación, de verdad y deseo que todo salga genial.

-Samira...-

-Yo te entiendo, Aisha- se quejó ella entre sollozos- ¿Puedes intentar entenderme tú a mí, por favor?

-Bebé...-

-Es tu alma gemela, tu otra mitad- la interrumpió- Debes rechazarla, pero antes de que eso suceda debes pasar algún tiempo con ella- prosiguió- ¿Conoces la frase el roce hace el cariño?- ni siquiera la dejó responder- Ahora mismo mi mente no quiere abandonar la idea de tú negándote a rechazarla, y lo comprendo, de verdad.

Consiguió escabullirse de la habitación, siendo perseguida por una loba completamente fuera de control.

-¡Samira!- gritó cuando la perdió de vista- ¡Joder, suéltame!- gritó aún más, intentando salir del agarre que los lobos mantenían sobre ella- ¡Dejadme ir tras ella!

La pelirroja consiguió algo que jamás pensó posible.

Llegó a su casa sin ser detenida en mitad del camino por aquella loba fuera de control, lo que le hizo pensar que ellos realmente habían conseguido retenerla.

Lo primero que hizo fue correr hacia la cocina para tomar un vaso de agua que le permitiría ingerir la pastilla que descansaba en su mano.

Lo siguiente se resumía en un mar de lágrimas entre constantes vueltas, en un vano intento por conciliar el sueño.

La segunda noche tampoco consiguió dormir, ni la tercera, ni siquiera la cuarta, tampoco la siguiente.

Llegó un momento en el cual perdió la cuenta de los días.

Samira tuvo que salir de casa aquel día para visitar el hospital.

Su calendario marcaba la fecha exacta de la llegada de su periodo, el cual llevaba cinco días de retraso.

Si podía llegar a sentirse orgullosa de algo sobre su periodo, es que éste era jodidamente regular.

Jamás se le había atrasado o adelantado ni una sola vez, alardeando de la puntualidad del mismo.

Por eso, cuando lo observó esa misma mañana, pensó lo peor.

No quiso ir a la farmacia.

No se atrevía a hacerlo, por lo que decidió intentar hablar con el doctor que la atendió durante su crisis.

-Él no está ocupado en este momento, ¿quieres hablar con él?- preguntó una enfermera con amabilidad.

Samira asintió, murmurando un angustiado por favor.

-¡Ay, yo me acuerdo de tí!- saludó el doctor con amabilidad- ¿Cómo estás?- negó para sí mismo- No me respondas, tienes una pinta horrible.

Pues gracias, supongo.
Pensó la pelirroja con amargura.

-Creo que estoy embarazada de una loba- soltó con brusquedad- No me he atrevido a comprar un test de embarazo, por el mismo motivo. No entiendo nada sobre lobos y me gustaría que me ayudaras, por favor.

Intentó no echarse a llorar, pero acabó fracansando estrepitosamente mientras no paraba de murmurar una y otra vez estoy muy asustada.

-¿Dónde está tu alfa?- preguntó él con suavidad mientras esperaban pacientemente los resultados del análisis de sangre que decidió hacerle.

-Supongo que habrá cambiado de idea sobre rechazar a su alma gemela- comentó ella con fingida tranquilidad- Hace como tres semanas que no sé nada de ella.

Entonces el doctor la miró con verdadera preocupación.

-Si estás embarazada de una loba...- hizo una pausa, intentando encontrar las palabras más amables- no puedes gestar si no es a su lado, es muy peligroso para ambos.

-Soy humana- le reprochó ella.

-Peor aún- insistió él- No sabes al peligro que te expones realmente.

Genial.
Una preocupación más.
Pensó Samira.

-¿Y qué debo hacer en caso de que así sea?- inquirió con amargura- ¿Hago un trío con su mate o qué?

-Podrías abortar- sugirió él.

De solo pensarlo, Samira comenzó a sentir náuseas.

-Tú no acabas de proponerme eso...- murmuró, todavía incrédula.

El doctor intentó pararla cuando ésta salió corriendo de allí, arrebatándole a la enfermera el papel que se disponía a entregarle con los resultados de su análisis.

Felicidades, Samira.
Ojalá sepas explicarle a tus padres que una chica te ha dejado embarazada.
Pensó mientras leía los resultados de vuelta a casa.

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