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13

Decir que Samira había pensado la respuesta, tan siquiera un poco, sería mentir.

Asintió repetidas veces y, no satisfecha con eso, comenzó a reptir me encantaría, todo ello acompañado de pequeños ruiditos que solía hacer cuando le embargaba la felicidad.

¿Era consciente de su pequeña, gran, obsesión por la loba? Sí.

Pero, en su defensa, a Aisha no parecía molestarle, y si eso no ocurría, entonces ella no haría nada para cambiarlo.

Hablando de obsesiones... Aisha emitió un pequeño gruñido, atrayéndola a sus brazos.

-Eres tan jodidamente hermosa- comentó con un poco de brusquedad, debido, en gran parte, a sus instintos haciendo acto de presencia- Y cuando haces esos sonidos casi no puedo resistir la tentación de hacerte mía.

Samira quiso responderle, pero su mente imaginando distintas escenas sobre la loba haciéndola suya no le permitieron hacerlo.

Sin embargo, las palabras de Aisha iban más allá de cualquier escena sexual, que también iba incluido, para que mentir.

-Siento interrumpir tan...- Abel hizo una pequeña pausa, intentando encontrar las palabras perfectas- sin duda caliente escena, pero tu hermano no para de incordiarme con estúpidos mensajes.

Le tiró el móvil como si de una pelota se tratase. Por suerte, Aisha pudo cogerlo a tiempo.

-Eres un pequeño tomatito andante, pelirroja- comentó el lobo con burla- ¿Es que estábais a punto de tener sexo en plena calle y he interrumpido?

Aisha le regaló una mirada de advertencia, justo antes de comenzar a teclear con rapidez un pequeño mensaje para su hermano.

-¿Sabes qué, tomatito?- inquirió el lobo, retrocediendo lentamente- Mejor me marcho a joder un rato a tu hermano.

Desapareció de allí tan rápido como llegó y, aunque lo intentó, Samira no pudo evitar reír por el temor que parecía tenerle a la loba.

-Le he dicho a mi hermano que preparen el desayuno mientras nosotros vamos para allá- comentó Aisha- Tienes que preparar tu maleta.

-También necesito una ducha- refunfuñó Samira.

-¿Te importa si te duchas en mi casa?- inquirió Aisha con suavidad- Mientras yo preparo mi maleta, y así ahorramos tiempo.

Samira asintió, parándose de puntillas, y uniendo con rapidez sus labios.

-¡En marcha!- chilló con felicidad, entrelazando sus manos.

Sean se plantó frente a ellas cuando Samira hizo el intento de colarla en su habitación de forma disimulada.

-No seas pesado, bobo- refunfuñó la pelirroja empujando suavemente a su hermano- Me iré con Aisha a su manada por unos días.

-¿Qué? ¿Y las clases? ¿Qué le dirás a nuestros padres? ¿Cuántos días?- preguntó su hermano de forma atropellada.

-Inventa algo, por favor- comentó la pelirroja haciéndole una cara de cachorro herido- Díles que voy contigo y así no lo pensarán siquiera.

Triste pero cierto.

-Tú deberías venir- intervino Aisha- Estás invitado, si quieres.

Sean declinó la oferta con rapidez.

-Está bien, le diré a Abel que se adelante para que pueda ir preparando su maleta- comentó Aisha, casualmente- Prepara un pequeño bolso de mano y mete todo lo que consideres necesario para una noche, bebé, y prepara una maleta con todo lo demás para el resto de los días.

Samira asintió, dedicándole una sonrisa.

-¡Espera, Aisha!- gritó Sean- ¡Te acompaño!

Cuando comprobó que su hermana se había metido en su habitación, detuvo a la loba.

-¿Abel también tiene que ir?- inquirió también casualmente.

-Sí, ¿por qué la pregunta?-

-Iré con vosotros, entonces- refunfuñó él- Tengo que proteger a mi hermanita- comenzó a caminar hacia su habitación- ¡No se os ocurra marcharos sin mí!

No sé quién es peor de los dos.
Y una aquí deseando confesarle sus sentimientos a la pelirroja.
Pensó Aisha.

-¿Puedo pasar, bebé?- inquirió golpeando varias veces la puerta de su habitación.

-¡Sí!- chilló la pelirroja- ¿Puedo llevarme la cámara?

-Claro que puedes, bebé- respondió ella con una sonrisa- Tu hermano al final se apunta, puedes decírselo a Shania.

-Claro, ella estará encantada de venir- comentó la pelirroja con emoción- Solo necesito avisar a Sidney...- Aisha la cortó, besándola.

-Lo siento muchísimo, pero ella no puede venir- comentó con suavidad- No es una buena idea.

-¿Por qué no?- hizo un pequeño puchero- Si ella es muy buena, no dará problemas.

-Algún día lo entenderás, bebé- comentó la loba con dulzura- Sólo estoy evitando una pelea para que puedas disfrutar de estos días, es muy importante para mí- acarició sus mejillas- Ahora terminemos de hacer la maleta.











Cai se pasó todo el desayuno comentando lo bien que se lo pasarían, y todas las cosas que les mostraría a los invitados.

Continuó así durante dos largas horas más, durante el viaje en coche hasta la entrada del bosque.

-¡Ropa fuera!- chilló el omega, quitándandose con rapidez sus prendas para convertirse en un pequeño lobo color negro.

-¡Que tierno!- chilló Samira, lanzándose sobre él para acariciarlo.

El omega mordió su mano de forma juguetona, dejándole acariciarlo.

-Primero doblas tu ropa y después te trasformas, omega- gruñó Aisha recogiendo las prendas del suelo para comenzar a doblarlas- ¿Tienes todo, bebé?- Samira asintió, pasándole su pequeña mochila.

-Puedes guardar vuestra ropa, si quieres- comentó con timidez.

-Gracias, bebé-

Aisha metió la ropa del omega bajo la atenta mirada de los demás.

Abel se transformó directamente, sin importarle destrozar su ropa en el proceso, justo como Anibal y Kasen.

-Podéis escoger el transporte que más os llame la atención- se burló la loba señalando a los lobos- Ponte mi sudadera, Samira.

Se quitó el resto de la ropa bajo la atenta mirada de una, para nada disimulada, pelirroja, quien agradeció mentalmente el hecho de que los lobos inclinaran sus cabezas hacia el suelo para evitar mirarla.

Chilló de emoción al observar una enorme loba, también de pelaje negro.

-¡Pero qué adorable!- chilló aún más al percatarse de una pequeña mancha blanca sobre su pata derecha.

Ésta se tumbó en el suelo, esperando a que Samira subiera sobre ella.

-¡Una carrera!- chilló la pelirroja con emoción- ¡Corre, Aisha, corre!

Ésta lo hizo, sin siquiera importarle que los demás no estuvieran preparados.

-¡Eso es trampa, Sami!- chilló Sean- ¡Sal a correr ya, maldito chucho!- golpeó suavemente la cabeza del lobo- ¡Como no ganemos te juro que te mato, Abel!

El lobo resopló varias veces, completamente indignado por el apodo de Sean.

Se tumbó nuevamente en el suelo, no dispuesto a moverse de allí hasta obtener una disculpa.

-¡¿Pero qué haces?!- chilló Sean- ¡Qué nos ganan, idiota!- el lobo resopló una vez más- Está bien, si ganamos te juro que te doy un beso.

No tuvo que repetirlo dos veces para que el lobo se levantara con extrema rapidez y saliera a correr como alma que lleva el diablo.

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