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El otro chico que se había encargado de arrestarlos, Chad, se adentró en la celda.

-Estira tus brazos, chica- le ordenó a Samira- Te quitaré las esposas.

La pelirroja obedeció al instante, sintiéndose aliviada cuando la presión en sus mueñas desapareció.

Aisha gruñó al observar los surcos rojizos que se habían formado alrededor de sus muñecas, debido a la fuerte presión con la que habían sido cerradas.

-¿Y a ella no se las quitas?- inquirió Samira con molestia cuando observó al chico intentar marcharse de allí- Todavía las tiene.

El policía negó, haciendo una pequeña mueca.

-Solo tengo órdenes de quitar las tuyas, chica- le contestó con una mirada de disculpa.

Samira caminó con rapidez hacia el chico, estirando nuevamente sus brazos hacia él.

-Entonces las quiero otra vez- espetó con molestia- Ponlas.

Aisha emitió otro gruñido, mirando al chico con advertencia.

-Samira- espetó la loba con molestia- Estoy bien así, déjalo ya.

La pelirroja la ignoró.

-Ponlas de nuevo o te juro que soy capaz de golpearte para que lo hagas- insistió- ¡Shania díle que soy capaz de hacerlo!

Ella asintió con una gran sonrisa.

-De golpearte, moderte, tirar de tu pelo, golpear tus huevos...- comentó- ¿Deseas que continué?

El chico negó, abriendo las esposas nuevamente para colocarlas.

-Y lo mejor de todo es que yo le enseñé a hacer todas esas cosas- espetó Shania con orgullo.

La pelirroja asintió, sintiéndose de la misma forma.

El chico finalmente abandonó la celda, dejando a la chica nuevamente esposada y a una loba con su control por los suelos.

-Oye- se quejó el chico vestido de payaso que se encontraba en la celda frente a ellos- Que ella no quiera que se las quites no significa que los demás no queramos- levantó sus brazos- Quitámelas.

El otro policía apareció, seguido de un lobo completamente histérico.

-Podéis iros, pero como haya una próxima vez os juro que os hago pasar la noche aquí- espetó con molestia.

Abrió la celda y Abel prácticamente empujó al policía para poder entrar.

-¿Te encuentras bien, niñato?- inquirió el lobo agachándose frente a Sean- Mira que sólo haces buscar problemas, eh.

Típico de él.
Pensó Aisha.

¿Estaba preocupado por él? Sí.
¿Demostrarlo? En sus sueños.

-¡Déjame en paz!- gritó Sean, empujándolo.

Abel perdió el equilibrio, acabando de culo en el suelo.

-¿Pero qué mierda te pasa, maldito loco?- inquirió Abel con furia- ¡Eso ha dolido!

Sean quiso gritarle un esa era la intención, pero el policía les advirtió que salieran pronto de allí u olvidaría la fianza y acabarían todos pasando la noche allí.

-Tú te quedas aquí un rato más- comentó deteniendo a Aisha cuando intentó salir- Por amenazar a un agente de la ley.

Aisha asintió, caminando con tranquilidad hacia su sitio.

-¿Por qué ella tiene que quedarse? ¿A quién se supone que ha amenazado?- inquirió Samira entre dientes- ¡Ella no ha hecho nada!

Shania reprimió una carcajada, sintiéndose orgullosa de su mejor amiga.

Jamás la había visto en ese estado, pero realmente era muy divertido observar aquel espectáculo.

-No necesito darte explicaciones, ahora fuera- espetó el policía- Que puto dolor de cabeza, joder.

Samira lo ignoró, adentrándose en la celda con rapidez.

-¿Pero que haces ahora?- preguntó él- ¡Sal de ahí ya!

-¡Me quedo con ella hasta que pueda salir, maldito abusón!- gritó ella sentándose al lado de la loba- ¡No me hagas tirarte un maldito zapato para que me veas como una amenaza!

-Samira, sal de aquí ahora mismo- gruñó Aisha levantándose con rapidez de su asiento- Vete a casa.

-¡No!- gritó la pelirroja- ¡Sin tí no!

-¡Que os jodan a las dos!- gritó el hombre cerrando la celda- ¡Los demás fuera ya!

Los chicos comenzaron a quejarse en la otra celda, pero resulta que a ellos nadie le había pagado la fianza.

-Uno hará una llamada para que vengan a por vosotros- se quejó el hombre- ¡De verdad que sois un dolor en el culo!

La tranquilidad volvió a reinar minutos después, cuando uno de los payasos consiguió contactar con sus padres y le aseguraron que los sacarían de allí.

-¿Estás enfadada conmigo?- preguntó Samira con cautela.

-Sí- espetó la loba con simpleza- ¿No podías simplemente aceptar que te quitaran las putas esposas o salir de aquí e irte a tu casa?

¡Esas preguntas me ofenden!
Pensó Samira, mordiendo su lengua.

-¡Por supuesto que no!- chilló indignada.

-¿Y por qué no, maldita sea?-

Antes de que la pelirroja pudiera contestarle, uno de los chicos intervino.

-¿Acaso estás tan ciega como para no darte cuenta que está colada por tí?-

Samira chilló, sintiéndose enrojecer.

-Tú cállate, no te necesito de cupido- chilló- ¡Suficientes estragos has causado ya como payaso!

Nadie comentó ni una palabra más, ni siquiera cuando el policía regresó para dejarlos marchar a todos.

-¿Qué hacemos ahora, Aisha?- preguntó Abel, sintiéndose como un cachorro perdido gracias a la presencia de Sean.

Ninguno había querido marcharse hasta que ellas dos fueran liberadas.

-Llévalos a casa, por favor- comentó ella con tranquilidad- Necesito dar una vuelta antes de ir a nuestro hogar.

Abel entendió esa referencia.
Asintió con brusquedad, empujando a los chicos para que comenzasen a caminar.

-¿Te encuentras bien?- inquirió la pelirroja casi en un susurro, jugando con sus manos en un vano intento por mantener su atención en algo que no fuera echarse a llorar.

-No, no me encuentro bien, Samira- respondió la loba- Estoy cansada de todo esto.

-¿Cansada de qué?- inquirió ella nuevamente con temor de escuchar la respuesta- ¿De mí?

Aisha negó, sonriendo con tristeza.

-Jamás podría cansarme de tí, pelirroja- comentó la loba con sinceridad- Estoy cansada de intentar encajar entre humanos.

-Aisha...-

-Mi padre me lo advirtió, pero no le hice caso- continuó la loba- Nosotros no estamos hechos para convivir con vosotros, Samira.

Samira por más que lo intentó, comenzó a sollozar.

La loba la atrajo a sus brazos con rapidez, y la pelirroja se aferró a ella como si su vida dependiera de ello.

-¿Por qué suena como una despedida?-

-Porque lo es, Samira- comentó Aisha apretándola más entre sus brazos- Porque voy a regresar a mi manada.

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