A
Elegiste la opción A. Veamos qué sucedió.
Abrir los brazos como un águila fue una acción jamás probada y, como tal, fue la que te condenó a morir. Lo único que quedó al llegar al suelo fue un paracaídas bañado en sangre y vísceras.
La gente a tu alrededor lamentó tu accidente y, de inmediato, se inició de oficio una investigación contra tu profesor de educación física.
Vuelve al caso 15.
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