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Capítulo 13

Entro un hombre delgado y alto. Blanco y algo canoso, le calculo unos cincuenta y tantos años, su barba de unos tres días y vestido de manera casual. Detrás de él a quien nunca pensé encontrarme en un lugar así.
- Mi buen Ian. - apresurando su paso con los brazos extendidos hacía arriba a manera de asombro.
- Carlos Villalba. No lo puedo creer. - extendiendo mi mano para saludarlo y él la tomó seguido de un fuerte abrazo.
- Te presento a Luis Pacheco, trabajamos juntos. - lo salude con apretón de manos. - Pero bueno, sentémonos. - y los tres casi al mismo tiempo nos sentamos a la mesa. - No te conocía ese look. Aún te recuerdo con tus jeans desgastados y tus camisetas negras.
- Bueno, cuando toca hacerse responsable debes acoplarte a las exigencias. Espero poder ser a quién buscas para el trabajo.
- Bueno... olvida la entrevista. - sacó una pluma de su chaqueta y tomó un papel de la mesa y escribió. Me extendió el papel y había una cifra de cuatro números con el signo de dólares. - Si te interesa eso te ofrezco mensual.
- ¿Por hacer qué?
- Ejecutivo de cuentas para nuestra disquera. Tendrás que manejar un aproximado de cinco cuentas. Te encargarás de planificar, presupuestar, ejecutar y reportar eventos que impulsen nuestros talentos, así como trabajar en conjunto con mercadeo para impulsar campañas de publicidad sobre lanzamientos, conciertos y eventos para los artistas. Si el artista pide limones tú le llevarás un pie de limón. Conoces el rubro, eres parte de él y conozco tu talento tanto como tu. Sé que tienes buen oído, iniciativa y mucha creatividad. Orion Studios y yo estaríamos complacidos de que aceptes nuestra propuesta de trabajo.
- Carlos... yo... la verdad me siento enormemente halagado y no veo la razón por la cual negar esta enorme oportunidad.
- ¿Estás dentro?
- Tenlo por seguro, hermano.
- Entonces... ¡Bienvenido! - dijo poniéndose en pie y extendiendo su mano para cerrar el trato. - Luis es nuestro jefe de recursos humanos. Mañana que empieces el té dará la inducción y el recorrido por las oficinas. Yo seré tu jefe inmediato. Ya mañana te explico mejor todo.
- Excelente.
- ¿Andas con tiempo?
- Si.
- Subamos a mi oficina por un café, claro, si no te importa.
- Por supuesto.

Salimos de la sala de conferencias y nos dirigimos al lobby donde estaban los ascensores. Piso diez marcó Carlos en el tablero de botones del ascensor. Carlos recibió una llamada en nuestro trayecto hacia arriba. Me encuentro anonadado, perplejo y sin palabras. La verdad no me esperaba nada de esto. Esperaba que mi primer trabajo resultara devengando el salario mínimo no un salario de cuatro cifras y en dólares. Tal parecía que mi suerte estaba cambiando. Estaba ansioso por contarle a Isabela. Espero esté orgullosa de mi. Lo mejor de todo es que estaré en lo que tanto me gusta... la música. Apuesto a que tenía una enorme sonrisa de estupido en la cara en esos momentos, pero era inevitable. Nuevamente estaba feliz.
Llegamos a la oficina de Carlos que tenía una exquisita vista. Era muy amplia y de estilo industrial moderno. Aún no terminaba su llamada pero me hizo ademán para que me sentara en una silla frente a su escritorio mientras él tomaba su lugar en la enorme silla ejecutiva. Las oficinas no tenían paredes de concreto, eran vidrios enmarcados en perfiles de color negro. El techo estaba pintado de negro y dejaba al descubierto las ducterias. Los pisos eran de concreto pulido. Las pocas estancias encerradas estaban hechas de ladrillo. Juegos de maderas claras y oscuras en los escritorios y cuero en los demás muebles. Me gustaba mucho aquel lugar. Espero sea una agradable experiencia.
- ¿Como has estado? - dijo Carlos haciendo que mi vista regresará a él después de haber hecho mi recorrido visual.
- Bien y por lo que veo tú estás mejor que en la banda.
- Sin duda. Me canse de ser la segunda guitarra y la verdad desde que Sergio se dejó con Andrea se volvió un insoportable.
- Vaya... pensé que estaban hechos el uno para el otro. Pero, mejor cuéntame cómo llegaste hasta aquí. Esto es increíble. La verdad no sabía que está disquera tuviera sede en el pais.
- Ya te cuento, solo pediré los cafés para que los vayan preparando. - hizo la respectiva llamada desde su teléfono y al colgar continuamos. - Pues mira que yo había comenzado a estudiar hace unos seis años más o menos. Inicie estudiando ingeniería en sonido en una universidad de New York, pero como al tercer año de carrera me vine porque falleció mi papá. En eso me metí a la banda y pues cuando pasó lo que te comenté decidí retomar mi vida profesional y apliqué nuevamente para culminar la carrera. Me aceptaron y en un año y medio lo logré. Un catedrático me recomendó para Orion Studios en Miami, pero ellos querían expandirse a Centroamérica y yo calificaba para arrancar con el proyecto aquí. Hace seis meses comenzamos operaciones y ya tenemos la representación de ocho prometedores artistas. Ahorita estamos en post producción afinando detalles. La verdad ha sido todo un giro. Estoy complacido con lo que hemos logrado en tan poco tiempo y en la sede de Miami están admirados con el progreso del proyecto.
- ¡Guau! No tengo palabras. Ahora me siento aún más halagado. Esto es una enorme oportunidad.
- ¿Sigues tocando en la banda con John y Moisés?
- No... conoces a John, es todo un fastidio.
- Y ¿Moisés? Recuerdo que eran un par de chicles.
- Nos vemos en la universidad.
- Necesitaras ayuda... sería buena idea incluirlo en el equipo. Claro, si te sientes cómodo.
- Sería perfecto. Moisés es muy talentoso y llevadero. Si estás de acuerdo lo llamaré para que mañana pueda presentarse.
- Excelente. - entonces llegaron los dos cafés calientes acompañados de unas galletas de mantequilla.

Nos la pasamos conversando un poco más con Carlos sobre la vida. Si, claro que mencione a Isabela. Al ver mi anillo asumió que estaba casado. ¡Vaya! La verdad no esperaba que me preguntaran sobre ello. Es como que ver a un joven de veintitrés con un anillo en el angular izquierdo es todo un fenómeno. La verdad es que me sorprende cuán fijada es la gente hoy en día. A nadie se le escapa nada.
Vestir semi-formal para los días normales, de gala en las presentaciones y eventos. Mantener la postura en alto. Caminar, hablar y actuar con seguridad. Mantener la calma cuando se avecinan los retos. Tener presente qué problemas siempre habrán pero la manera en la que busquemos la solución es lo que cuenta. Trabajar noche y día de ser necesario para alcanzar el éxito. Ser excelentes, eficientes, eficaces, perseverantes e ingeniosos en todo lo que hagamos. No permitirnos que las críticas de los demás nos afecten el trabajo. Mejorar día a día para alcanzar puestos más altos. Todo eso y más me recalcó Carlos para los días venideros en mi primer y nuevo trabajo.
Salí de su oficina y por cada estancia que pasaba las personas sonreían de oreja a oreja. "Que le vaya bien", "tenga un buen día"... frases que me decían en mi recorrido hacia la salida. Había olvidado que era la amabilidad, el buen ánimo. Esa oficina parecía de otro mundo. No esperaba la hora de contarle a Isabela lo grandioso de todo esto.
Al bajar del ascensor y pasar por recepción, le levante la mano y la moví en señal de adiós a la pelirroja. Ella sonrió. Me caía bien. Era material para amistad a pesar de ser una curiosidad para la mente masculina.
Antes de subir a mi moto, desajuste un poco la corbata y saque mi celular del saco. Le marqué a Isabela pero no hubo contestación. Lo más probable es que estaba en la universidad y como estaba a la vuelta de la esquina decidí ir a buscarla. El reloj marcaba las 11:55 a.m y faltaban sólo unos minutos para que terminaran las clases. Iba a llegar justo a tiempo.
Me aparqué y fui directo a la tiendita de la universidad donde podías encontrar de todo un poco. Y ahí estaban, las rosas de múltiples colores. La ganadora fue una rosa rosada, tan delicada como Isabela. La pague y me fui a los muebles del lobby a esperar que ella saliera. Al sentarme pensé que si mi padre no hubiera tomado la decisión de cancelarme el dinero, hoy hubiera sido mi primer día de clases de un nuevo trimestre. Tenía una semana todavía para poder matricular clases. Estoy pensando seriamente en pedirle prestado a Sofía el dinero de la matrícula mientras me pagan mi primer salario. Di un profundo suspiro. Acomode mi corbata en su lugar nuevamente pues el reloj ya marcaba el fin de las clases. Comenzaron a desfilar los estudiantes por el lobby. Le mande un mensaje a Isabela. Minutos después ahí estaba. Me puse en pie.
- Saluda al nuevo ejecutivo de cuentas de Orion Studios. - dije de brazos extendidos.
- ¿Lo conseguiste? - admirada completamente.
- Si. - riendo. Ella saltó a mi y me abrazó muy fuerte.
- Lo sabía. - después de un pequeño beso en los labios. - Dios es bueno. Hoy le rogué que todo fuera bien para ti.
- Pues funcionó y espera a escuchar lo demás. Yo aún no me la creo. - vió su reloj.
- Tenemos una hora para que me cuentes todo antes de que comience mi otra clase. ¿Almorzamos en Altara? - dijo muy emocionada. Altara es un centro comercial cerca de la universidad, pasos de ella mejor dicho.
- ¿Te parece bien Kesef? - ella asintió salimos del edificio rumbo al centro comercial, que estaba tan cerca que fuimos caminando. Le ayude con su bolso para la computadora y unos libros que llevaba en la mano. Caminamos tomados de la mano. Sus manos eran tan suaves. Estaba embobado.
Llegamos a Kesef y ella ordenó una ensalada Santa Fe y yo al ver su elección me antoje de lo mismo con la única excepción de que no podía faltar una deliciosa crema de papas. De tomar una limonada con fresas y de postre un pastel de queso de maracuya. Mientras esperábamos la comida y a diferencia de las veces anteriores ella se sentó a mi lado en butaca y no frente a mi. No soltaba mi mano y yo me sentía tan cómodo.
Le conté todo de principio a fin omitiendo un poco la coquetería de la pelirroja... bueno, omitiendo a la pelirroja en su totalidad. Estaba un poco pensativo si contarle o no lo ocurrido. Quería llevar una relación sincera y sin secretos pero temía que lo tomara a mal. Al fin aún no conozco su celos y hasta donde puedan llegar.
- Mañana está de cumpleaños tu otra novia. - tomando una cucharada del postre.
- ¿Pastel por la mañana o por la tarde? - esperando que fuera por la tarde. Mañana por nada del mundo deseaba llegar tarde a mi primer día de trabajo.
- Será por la mañana.
- Creo que Catrina deberá esperar a que llegue por la tarde. No podré. Ahora trabajo. - riendo un poco.
- Todo un adulto responsable. Yo si iré por la mañana pero puedo acompañarte también por la tarde.
- ¿Te puedo molestar?
- ¿Más? - con rostro gracioso.
- Sé que te encanta que lo haga. - saque mi billetera y le di unos billetes. - Con tu gusto escógele algo a la pequeña y se lo damos juntos por la tarde.
-Está bien. - con una sonrisa en su rostro.
El tiempo se nos estaba acabando. Ella debía volver a clases y yo ya quería quitarme el traje y ponerme un poco más comodo.

Al llegar al hotel me puse el pantalón de pijama dejando mi torso al descubierto como de costumbre y me recosté en la cama a usar un poco en mi celular. Twitter, Facebook, Instagram, Snapchat... y solo habían transcurrido unos quince minutos cuando me aburrí. Decidí llamar a Sofía para poder irla a visitar pero no hubo contestación. Entonces le hablé a mi madre para contarle todo. Estaba vuelta una loca de emoción. No paraba de felicitarme y me pedía volver a la casa. Insistí que no era buena idea. Lo que menos quería en ese entonces era verle nuevamente la cara a mi padre. Quisiera comprender por qué me odiaba tanto, más allá de lo de Pablo, yo también era su hijo, sangre de su sangre. Que oportuno desperdicio, en vez de aprovechar una buena relación conmigo, decidió destruirla por su ceguera. En fin, no quería pensar más en ello para no amargar mi excelente día.
La tarde transcurrió tranquila. Metido en la cama sin hacer nada. Disfrutando mi última tarde de flojera. A partir de mañana mis días serían diferentes y me siento muy entusiasmado de que así sea.
Decidí tomar una ducha para alistarme e ir a ver a Isabela. No me cansaba de pensarla. Me provocaba que la manada de elefantes se hicieran presentes a cada rato.
Salí del baño y vi que mi celular que estaba tirado en la cama recibía mensajes en masa. Me tiré en la cama boca arriba y lo tome para averiguar quién era. Gabriel estaba haciendo lo posible por llamar mi atención por WhatsApp. Me mando diecisiete mensajes con una letra cada uno. Que fastidio. En resumen era: "necesitamos vernos". Le contesté que estaba bien y quedamos de vernos hoy a las ocho de la noche. Algo oportuno después de cenar con Isabela, a quien por cierto no le he escrito para saber si ya salió de clases. Aprovechando el celular en mis manos le envié mensaje que contesto al instante. Me esperaba en su casa como habíamos acorado hoy antes de dejarla en la universidad después de almuerzo.
Unos jeans azul oscuro, una camiseta tipo polo color blanco, mi chaqueta de cuero café, mis botines café y el toque final, una bañada en 1 Million de Pacco Rabanne. Estaba listo para ir por ella. Me subí a la moto y disfrute de la fresca noche que hacía ese día en el Valle de Sula. De pronto recordé que cuando llamé a Moisés no tuve contestación. Debía insistir un poco para que mañana pudiera presentarse conmigo. La idea de tener un conocido trabajando de la mano conmigo me da algo de tranquilidad. Solo espero Moisés acepte. Esa es la otra cosa.
Llegué a casa de Isabela y le envié un mensaje para decirle que estaba afuera esperándola. Casi de inmediato salió con una bolsa de papel en su mano y una pequeña, no tan visible sonrisa. Algo no estaba bien. Se veía hasta cabizbaja. Su semblante no era aquel seguro y alegre de siempre. Sin embargo, los jeans negros, su blusa rosa claro y su chaqueta de cuero negra la hacían lucir hermosa, casi se veía como la novia de un baterista de una banda de rock, pues usaba unas sandalias de tiras finas y no unas botas altas para terminar de definir el look. Reí un poco por mi absurda comparación.
- Hola, mi ángel. ¿Dónde quieres ir? - mientras ella se acercaba. Se paró frente a mi y saco una bolsa transparente con unas envolturas en papel aluminio y luego un bote de jugo de uvas.
- Prepare sándwiches y para brindar por tu trabajo un jugo de uvas.
- Pensé que iríamos a algún lado. No es que no me agrade la idea de probar tu cocina...
- Debo regresar bien temprano. Vamos a la azotea. Necesito un poco de tranquilidad. - asentí sin decir más y la cosa no me pintaba a bueno.
Comimos primero, sin hablar de nada importante. Disfrutando de los sándwiches tipo panini que había prepaLuego no pude evitar ver las estrellas pues habían pocas nubes y el cielo brillaba. Me acosté en el piso y dándole unas palmadas al mismo en señal de que me acompañará, ella se recostó a mi lado y su cabeza en mi pecho. Estaba curioso. En todo lo que llevamos de conocernos nunca la había visto tan callada, tan pensativa.
- No lo tomes a mal pero, me desagrada tu silencio. - dije al pasar de unos largos minutos.
- Ya somos dos, porque desafortunadamente la que habla en estos momentos es mi mente bombardeándome con una y mil cosas.
- Te escucho.
- Le conté a mamá y no está muy de acuerdo con nuestra relación, no por ti, sino también por mi futuro.
- Imagino que quiere protegerte de algo como lo qué pasó con el innombrable...
- No. Ian... hay algo que he omitido estos meses y la verdad sin ninguna mal intención, simplemente lo deje de lado... hace seis meses me aceptaron en una universidad en Japón para sacar mi maestría cuando termine la carrera. Mamá piensa que puedes distraerme y hacer que me enamore tanto de ti que desista de especializarme.
- ¿Cuánto tiempo te irás?
- Son dos años.
- Te esperaré.
- ¿Cuánto tiempo nos queda?
- Seis meses.
- Entonces no se diga más... tendré que disfrutarte al máximo. - hizo que su cabeza corriera a mi hombro y la vi a los ojos. - Ahora que te tengo no te dejaré ni aunque estes al otro lado del mundo. Simplemente te amo y no truncaré tus sueños, te apoyaré para que los alcances y si para ello debo esperarte, pues ¿Qué son dos años para todo el tiempo que llevaba esperando que aparecieras en mi vida?
- Ian... yo...
- No digas nada. - un enorme nudo en mi garganta se había formado. Sé y estoy seguro que no será nada fácil pero conozco qué es que no te apoyen los que amas para lograr tus sueños. No estaba dispuesto a ser alguien que impidiera que ella se realizara... ella es capaz, inteligente, bella y audaz. Ella merecía mi apoyo y amor, nada más que lo mejor.
- Eres un loco y me has contagiado. - uniendo sus labios con los míos.
Un beso largo, húmedo, apasionado que sin querer se estaba elevando de tono, tanto que mis impulsos pudieron más y mis manos respondieron haciendo un recorrido por su cintura, la cual memoricé con mi palma para no olvidar su curva. Estábamos un poco alejados a la sensatez pues ella sumergió sus manos en mi cabello. Estaba convirtiéndome en un loco con el sabor de sus besos y estaba a punto de perder el juicio cuando bajaba por sus caderas. Entonces su mano me detuvo.
-Creo que debo regresar a casa. - dijo poniéndose en pie.
Yo simplemente me quede tirado en el suelo viendo un momento las estrellas, mejor dicho tratando de regresar de ellas, pues estaba en el cielo. Paró justo a tiempo, no hubiera respondido si ese beso hubiera continuado. Está mujer me está volviendo un loco en todos los sentidos y amo estar así por ella. Di un profundo suspiro y me puse en pie. De inmediato note vergüenza en su rostro. Me acerqué y le di un tierno beso en la frente.
- No me vuelvas a besar así porque puedo perder mi autocontrol.
- Perdón. Creo que pensamos igual. - entonces me abrazó muy fuerte.
- Isabela, Isabela...mi dulce ángel. Perdóname tú a mi. Me traes loco. - seguido de un beso en su cabeza aún abrazados.
La lleve a su casa y nos despedimos con un pequeño beso. Ella aún estaba avergonzada y la verdad, aunque no puedo evitar recordar lo que acaba de suceder, lo que menos quiero es que ella se avergüence. Fácil sería dejar que sucediera, pero no me diferenciaría del Diego y la verdad quiero que esto dure y dure de ser posible para siempre. No importa cuánto espere, tengo le certeza de que un día recorreré su cuerpo sin remordimientos y deleitándome cada segundo. Vi mi anillo y reafirmé mi compromiso de algún día hacerla mi esposa. Si, es la única manera de que sea mía por completo. La manera correcta.

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