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Capítulo 11


La luz era insoportable y tuve que despertar. Mientras mi cuerpo respondía comenzaba a sentirme todo adolorido, haber dormido sentado apoyado a la pared no era lo que se le podía llamar descanso. Me puse en pie con algo de dificultad, la espalda dolía mucho. Me estire un poco y esto ayudó a mejorar el malestar. Sin embargo, el dolor en el cuerpo no era nada comparado al rugido de mi estómago aclamando comida. Necesitaba un buen café y algo que pudiera saciar mi hambre.

Llegué a mi moto y solo había un lugar donde mis deseos iban a volverse realidad, así que sin pensarlo más conduje hasta llegar a L'art Du Pain, una panadería francesa donde tenían los mejores croissant del mundo. Ordené un capuchino grande, un croissant de jamón con queso y la que no podía faltar, una suave y exquisita quesadilla (así se le llama en nuestro país a una torta de pan a base de queso con ajonjolí encima). Al estar frente a la caja para pagar, como de costumbre di mi tarjeta de crédito y esperé a que me dieran la factura. Ya se estaban tardando un poco más de lo acostumbrado.

- Lo sentimos, pero su tarjeta de crédito ha sido denegada. ¿Desea realizar su pago en efectivo o con otra tarjeta? – me decía la joven extendiéndome la tarjeta negra y haciéndome recordar que la tenía cancelada gracias a mi padre. Abrí la billetera de nuevo y solo andaba lo suficiente para pagar el café.

- Solo me llevaré el café. – dije algo avergonzado entregándole los billetes.

- Con gusto. – la joven me cobró y me dio un número para llevarme el café a la mesa.

Tomé asiento y abrí el WhatsApp para enviarle un mensaje de buenos días a Isabela. Le explicaba que me encontraba bien y que deseaba poder verla por la noche. En ese instante llegó otra joven con mi café y todo lo que antes había ordenado.

- Disculpe, creo que se ha confundido.

- Revisaré nuevamente su orden. – dijo tomando el papel de la orden y mientras ella lo revisaba mi celular comenzó a sonar.

- Hola guapo. – dijo con voz suave. – Esperó disfrutes tu desayuno.

- ¿Cómo lo hiciste? – pregunté y me aseguré de ver cada una de las mesas para ver si estaba en alguna de ellas.

- Disculpe... la orden está completa. – entonces simplemente le asentí a la joven, quien de inmediato se retiró con una sonrisa, dejándome a solas con mi celular en la oreja.

- Creo que como dices, soy tu ángel que te cuida hasta lo que comes. – entonces sonreí ridículamente.

- No sé cómo lo hiciste pero mi estómago te estará eternamente agradecido. – dije dándole una mordida al croissant.

- Te veo más tarde guapo.

- Gracias mi ángel.

La llamada terminó y yo con el hambre que tenía me devoré todo lo que tenía enfrente. Con mi estómago complacido y al ver la hora, era tiempo de tomar un baño. Mi padre ya debía estar en el trabajo y fue por ello que me dirigí a la casa. En efecto, su carro ya no estaba aparcado en el garaje y entré a la casa sin problema. Entonces solo pude escuchar el estruendoso llanto de mi sobrino que provenía de la cocina.

- ¿Qué le sucede al bebé de la casa? – dije al llegar a la cocina.

- Otro que me va a matar del susto. – dijo mamá algo alterada. – Si no es por Isabela hasta la policía te estuviera buscando. – decía malhumorada tratando de tranquilizar a Andrés.

- Lo siento mamá. Ya sabes que siempre estoy bien.

- Y no es porque puedas cuidarte solo, no te lo creas, soy yo quien te baja todos los ángeles del cielo para que regreses a casa con vida.

- Tranquila, yo te ayudo con Andrés, estás alterada. – dije sosteniendo al bebé en mis brazos y quien se tranquilizó de inmediato. – Ves, solo necesitabas tranquilizarte para que él lo hiciera.

- No hables... no sabes la noche que me has hecho pasar.

- Estoy bien mamá... - el bebé se estaba quedando dormido mientras lo balanceaba suave de un lado a otro.

- Me vas a matar un día de estos. – decía un poco más tranquila. -¿Quieres que te prepare el desayuno?

- Gracias mamá... ya desayuné.

- Vaya que se te da lo de cargar a Andrés... lograste dormirlo sin esfuerzo.

- ¿Dónde está Sofía?

- Bañándose, por eso este chiquitín se quedó con abuela.

- Debo bañarme yo también, ¿dónde recuesto a este hombrecito? – dije dándole un beso en la frente.

- Si quieres dámelo, lo llevaré con Sofí.

Entregué a Andrés en los brazos de mamá y subí a mi habitación. Me bañé y el agua caliente relajó mi cuerpo aun adolorido. Me recosté en mi cama con mi computadora en la piernas. Estaba decidido a buscar un empleo que pudiera ayudarme a seguir estudiando y a poder mantenerme con vida. Elaboré mi hoja de vida y la envié a varios lugares esperando que la suerte estuviese de mi lado por esta vez. Cerré la computadora y me quedé dormido casi al instante.

Estaba sumergido en un profundo sueño cuando mi celular comenzó a sonar de manera estruendosa para el dolor de cabeza que sentí cuando abrí los ojos.

- Aló. – dije sin tan siquiera ver quien llamaba.

- Buenas tardes, le hablamos del departamento de reclutamiento de Altia Business Park. Su resumen nos ha llegado y el día de mañana estaremos haciendo entrevistas en una feria de empleos. -de inmediato me puse de un salto en pie, esto fue más rápido de lo que esperaba.

- Si claro, ¿a qué hora debo presentarme?

- Necesitamos que esté aquí a las ocho de la mañana y las entrevistas se estarán realizando en orden de llegada.

- Por supuesto.

- Tenga un buen día Ian.

- Gracias, igual.

Al colgar vi que ya eran las tres de la tarde. Había dormido mucho. Me fui al closet a buscar algo formal para poder presentarme a la entrevista. Había aplicado al puesto de agente de servicios. No sabía mucho del tema pero esperaba poder pasar la entrevista y conseguir un trabajo. Altia Business Park era un complejo corporativo en donde habían muchas empresas. La verdad no tenía idea de donde sería colocado si me empleaban lo importante era conseguir un salario.

Al no encontrar nada decente para la entrevista y darme cuenta que nunca visto formal, decidí acudir a mi caja de ahorros, a veces la usaba para conseguir marihuana cuando no podía conseguir efectivo de mi padre. Reí con sarcasmo. Que vueltas las que da la vida. Al abrirla había un porro de marihuana que ya había olvidado que estaba ahí. Por inercia lo olí y simplemente lo volví a poner en la caja conteniendo mis ganas de fumarlo. Tomé el dinero y era suficiente para comprarme algo de ropa y quedarme en algún hotel barato un par de noches con algunas comidas. Lo tomé todo y empaqué unas cuantas mudadas de ropa y lo esencial para la higiene personal.

- ¿A dónde vas con ese bolso? – preguntó mamá justo antes de que yo abriera la puerta para salir.

- Me iré un par de días, que todo se calme entre papá y yo.

- ¿Dónde iras? – preguntó con ojos llorosos.

- Aun no lo sé, algún hotel barato.

- Espera aquí. – cuando regresó tomó mi mano y depositó unos billetes en ella.

- Mamá no tienes que preocuparte... tengo suficiente dinero para sobrevivir.

- Tómalo y no hay discusión. No vayas a hacer locuras y cuídate mucho.

- No me voy a ningún lado. Pasaré a visitarte todos los días. – dije dándole un beso en la frente seguido de un fuerte abrazo.

Salí de la casa directo a buscar un hotel barato donde pasar la noche. Me detuve en varios pero su costó era elevado para mi escaso presupuesto hasta que una joven muy amable me recomendó un hostal pequeño. La Casa del Árbol llevaba por nombre, ya que en el centro del pequeño edificio había un enorme árbol. La habitación era acogedora, nada lujosa pero cumplía con lo necesario para pasar una mejor noche que en la azotea.

Al acomodar mis cosas me recosté en la cama y llamé a Isabela para que me acompañara al centro comercial a escoger un traje decente para mi entrevista de mañana. Quedamos en que ella pasaría por mi ya que no quería andar en moto. No me opuse y cuando llegó simplemente me subí a su auto y la saludé con un tierno beso en la boca, seguido nos fuimos al centro comercial. Al llegar pasamos por varias tiendas y en su mayoría todos los trajes formales eran de poco estilo y muy aburridos, hasta que llegamos a Zara, donde me sentí joven de nuevo. Isabela quería un traje negro pues decía que era más versátil y le iba a sacar mayor provecho, pero yo mientras ella hablaba, me paré frente al que yo quería. Un traje azul royal, ajustado al cuerpo con una camisa color blanco y una corbata delgada del mismo color del traje. Ella continuaba hablando de los beneficios de un traje negro, pero yo solo buscaba mi talla y al encontrarla me fui a los vestidores.

- Ian, ¿me estás escuchando? – dijo antes de que yo entrara a los vestidores.

- Claro que si preciosa, pero espérame aquí afuera que esté te gustará más que cualquier otro. – y le di un beso en la frente.

Al verme al espejo recordé la última vez que usé un traje formal, la noche de mi graduación del colegio. No puedo negarlo y no es que me crea egocéntrico pero me sientan muy bien los trajes formales. Sonreí y salí a modelarle a mi muñequita de porcelana que estaba esperando recostada en la pared con la cara amurrada.

- Oye, ¿tienes novio? – dije divertido y tomándola por la cintura. – Porque me gustas. - dándole un pequeño beso en la boca.

- Si tengo y creo que si nos llegara a ver así es capaz de matarte, porque tu también me gustas.

- ¿Segura? Porque por ti hago hasta lo imposible. – dije dándole otro beso juguetón. – Y bien, ¿crees que acerté? – dije separándome y extendiendo mis brazos modelándole un poco el traje, di una pequeña vuelta y le guiñe el ojo.

- La verdad me encantas. Pareces todo un ejecutivo, pero no creo que descalzo te den el trabajo. – dijo riendo y agachándose a recoger un par de zapatos de café claro, muy formales y exquisito gusto para combinar el traje.

- Son perfectos. – me los probé y en definitiva la elección estaba hecha. Pagué en la caja y salimos de la tienda tomados de la mano y riendo un poco.

- ¿Isabela? – dijo una voz y ambos volteamos a ver. Ese tipo, el imbécil, ¿cómo se atreve a dirigirle la palabra?

- ¿Diego? – dijo ella y solo vi como su rostro cambio de inmediato.

- ¿Cómo estas? – dijo dándole un beso en la mejilla como saludo. Y es que este tipo qué se cree, me ha ignorado como si estuviera pintado en la pared.

- Ian Estrada, mucho gusto. – dije extendiéndole la mano y él algo anonadado me respondió el saludo.

- Perdón... Él es Diego, un viejo conocido. Diego, él es Ian, mi novio. – dijo tragando grueso.

- Mucho gusto. No sabía que estuvieras en alguna relación. Que bueno que tus padres estén un poco más abiertos al tema. – decía el tipejo observándome de pies a cabeza.

- Si, así es esto. – dijo ella incomoda.

- Bueno, un placer Diego, estábamos por entrar al cine. – dije aniquilándolo con mi vista. Tenía tantas ganas de destrozarle la cara pero me contuve por no armar un escándalo en pleno centro comercial. ¡Ay Isabela! Como me hace comportarme y mantener mi cordura. En otros tiempos estaría el tipejo en el suelo llorando del dolor. Le tomé nuevamente la mano y nos retiramos cruzando unas ridículas sonrisas fingidas de ambas partes.

- ¿Estás bien? – pregunté serio cuando nos detuvimos frente a una heladería.

- Si, solo que fue algo incomodo.

- No sabes lo furioso que estoy. Si me contuve a romperle la cara es por respeto a ti. – dije molesto apartando mi mirada de ella y dando un suspiro al aire.

- Tranquilo, no pasa nada. Eso es pasado nada más.

- ¿Pasado, Isabela? No me hagas reír. El tipo le da "like" a tus fotos en Facebook, te sigue en Instagram, en Twitter y que sé yo si aun conservas su teléfono.

- Al parecer hiciste bien tu trabajo de investigador privado. – dijo sarcástica y cambiando el semblante.

- ¡Ja! ¿Y es que ahora no puedo reclamar que un tipo, que ese tipejo tenga el descaro de estar presente aun en tu vida? – dije anonadado.

- ¿Reclamar, Ian? ¿Acaso soy de tu propiedad? - ¡Ah, hoy si me estaba encendiendo! Tomé su mano y nos salimos de la fila de la heladería.

- ¿Dónde me llevas? –dijo quejándose y simplemente no contesté. Al abrirle la puerta para que entrará en su rostro solo figuraban preguntas. Hice ademan de que entrará de una buena vez y así lo hizo seria sin decir nada.

- ¡Ian! ¡Mi bambino! – dijo Alessandra, saludándome c on un beso en cada mejilla. Alessandra era de las mejores amigas de Sofía, era una italiana muy guapa y me adoraba desde pequeños.

- ¿Cómo estas? – pregunté con una enorme sonrisa, tenía mucho de no verle.

- Estatico di vederti.

- Lo mismo digo. Te presento a mi novia, Isabela. Isabela ella es Alessandra, una amiga de la familia.

- Molto felice. Es primera vez que tengo el gusto de conocer a una chica de mi bambino.

- Es un placer. – dijo riendo.

- Sto cercando un anello di fidanzamento.

- ¿Qué cosas dices mi bambino? – dijo anonadada y yo solo me reí, Isabela solo estaba confundida y me quedó viendo con cara fea. Entonces me acerque al oído de Alessandra.

- ¿Recuerdas lo que me contaste que hizo Dante cuando prometió amarte para toda la vida?

- ¡Capisco! Acompañenme. –dijo dirgiendonos a una vitrina llena de anillos.

- ¿Qué haces Ian? – dijo ella asombrada y a su vez con cara preocupada. Alessandra abrió la vitrina y saco dos anillos de oro blanco, ambos con un corazón con la diferencia que uno era más grueso y el corazón era en forma de hueco, mientras el otro era más fino y el corazón en relieve por un cristal. Alessandra los dejó sobre la vitrina y se retiro. Yo tomé los anillos.

- No te preocupes, aun no te pediré que seas mi esposa, no tengo para pagar la boda. – dije riendo.

- No juegues Ian, tienes dos anillos en tus manos y solo parecen de compromiso.

- Miras las diferencias, esté será mío. – dije señalando el anillo grueso. – Este hueco representa que mi corazón ya fue tomado por una mujer y significa que esa mujer debe andar el otro anillo, el que contiene mi corazón. – dije tomando el anillo del cristal. – Isabela, no eres de mi propiedad, pero algún día no muy lejanos serás toda mía y como promesa de ello quiero darte este anillo, para que recuerdes que no habrá nadie más en este mundo que tenga mi corazón. No eres mía aun pero yo soy todo tuyo. – dije sonriendo y vi su rostro con lagrimas.

- ¿Sabes? Estas loco. – dijo riendo y llorando a la vez.

- Y sé que así te gusto. – dije abrazándola muy fuerte, luego nos separamos y le coloque el anillo en el dedo anular izquierdo. Entonces Alessandra comenzó a aplaudir.

- ¡Bravo! Lunga vita all'amore. – le di un tierno beso a Isabela en la boca y entonces ella me colocó el otro anillo. – Mi bambino ya es todo un hombre. – dijo tomándonos las manos. – Cuando lo sepa Dante no lo podrá creer. Congratulazioni! – entonces nos abrazó casi llorando.

- Gracias, Alessandra. – nos separamos del abrazo con Alessandra y nos despedimos de ella con doble beso como siempre lo hacía ella. Salimos de la joyería y la tomé en mis brazos y la eleve del suelo. – Soy feliz. – le dije dando vueltas con ella.

- Estas loco. – decía riendo.

- ¿Cenamos? – ella asintió.


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