Capítulo: 9
CAPÍTULO: 9
DEREK.
Ahora entiendo a la gente que dice que, si estás esperando en un hospital, el tiempo se ralentiza. Se convierte en una pesada masa que cae sobre ti poco a poco, agobiándote. Cuanto más larga es la espera, más pesa el tiempo y no puedes hacer nada para evitarlo, tan solo ser paciente y aguantar hasta que la espera termine. Por desgracia, para mí, no ha terminado. Desde hace más de veinte minutos llevo esperando a que Álex salga de la consulta del médico tras su arrebato en el comedor. Nunca antes había visto así a una persona, con tanto dolor dentro de sí misma. Cierto es que, cuando la vi en semejantes condiciones, todo a mi alrededor se paralizó. Tuve que detenerla, ayudarla para que no siguiese dañándose, porque es ahí donde se encuentra, en una espiral interminable de dolor donde solo ella sale perjudicada. Si tuviese en mis manos el poder de curarla, lo haría. Detendría todo ese dolor.
El ruido del crujir de la puerta de la consulta al abrirse me saca de mis pensamientos. Ahí es cuando la veo, temblando y con los hombros encogidos como si se volviese a ser una temerosa niña de siete años, solo que ahora, ha dejado a un lado el ser una niña. Pero no el tener miedo. Automáticamente me acerco hasta a ella y la envuelvo entre mis brazos en cálido abrazo. No quiero soltarla, no hasta que deje de sentir como su frágil cuerpo deja de estremecerse, no hasta que ella deje de sentir miedo. Si por mi fuera pasaría todo el tiempo que fuese necesario así, abrazándola, hasta que se sienta lo suficientemente fuerte como para plantarle cara al temor que le hace temblar. Esta vez no voy a equivocarme, ella va a vivir...
Sin separarme de ella, esta vez pasando uno de mis brazos por sus hombros, nos encaminamos hacia mi habitación. Álex no dice ni una sola palabra, ni siquiera solloza como la última vez en el comedor. No hace falta que lo haga para que yo me dé cuenta de que se está rompiendo lentamente por dentro, de como el propio dolor que siente la consume haciéndola y vulnerable a los ojos de cualquier persona. Sé que detrás de toda esa cortina de sufrimiento, se esconde la verdadera Álex. La chica a la que yo tanto ansío en conocer.
-Pasa.- le digo cuando llegamos a mi habitación donde ella, cabizbaja, entra. Alzo la mirada y me encuentro con Sam quien lee bocarriba un cómic de superhéroes. Al verme, se incorpora sobre la cama y me saluda efusivamente con la mano. Parece mucho más feliz que la primera vez que hablé con él, lo cual, me anima de cierto modo.
-Hola Sam- le saludo.
-¿Es amiga tuya?- pregunta curioso el jovencito examinando detenidamente a Alexia.- Está muy delgada...¿Tú también estás enferma, no?- le pregunta directamente solo que, antes de que ella pueda o quiera decir algo, yo me adelanto.
-Ven, Sam.
El chico se levanta de la cama dando un brinco y me acompaña hasta la puerta de la habitación, donde me sitúo en cuclillas delante de él de manera que cara permanece a la altura de la suya.
-Ella es Álex- le explico.- y, como supongo que habrás notado, no está bien. Necesito hablar a solas con ella, pero te prometo que otro día os presentaré como es debido.
Le apretó ligeramente el brazo a mi pequeño compañero de habitación quien asiente.
-Yo también he conocido a un chico de mi edad en el hospital, es muy divertido y le encantan los tebeos como a mí. Tal vez algún día le quieras conocer.
-Me encantaría- le sonrío.
-¡Me voy con él! ¡Adiós!- me dice alejándose dando pequeños saltitos de forma que su pelo pelirrojo se revuelve.
-¡Hasta luego, colega!- le grito despidiéndome. Sin darme cuenta, una leva carcajada se escapa de mi boca, Sam no parece el mismo. Y quiero pensar que eso es bueno.
Desgraciadamente, al adentrarme de nuevo en mi habitación la idea de que Álex no parezca la misma me resulta espantosa. La veo sentada sobre el colchón con las piernas encogidas y sus manos apoyadas en el regazo. Su mirada perdida se clava en el suelo del cuarto. Me encantaría conocer sus pensamientos en este mismo instante, saber que se le pasa por la cabeza.
-Derek...-pronuncia en una voz casi inaudible.- ¿Alguna vez has pensado qué va a ser de nosotros? ¿De ti?
Admito que, para nada, me esperaba una pregunta así. No ahora.
-A todas horas.- le respondo acerándome a ella. Al llegar hasta Álex, me siento a su lado y acaricio despacio su mejilla haciendo que, por primera vez, vuelva su rostro hacia mí.
-¿Y qué conclusión sacas?
-Quiero ser yo quien aproveche el tiempo y no al revés, me da igual si estoy enfermo o no. Para mí, mi enfermedad, ya no es un impedimento para lograr mis objetivos.
-¿Por eso eres tan optimista?
-¿De qué sirve no serlo?- le pregunto ahora yo.- No podemos estar lamentándonos todo el tiempo de que nuestra vida se acaba aquí por estar enfermos. Yo quiero vivir, Álex. En el hospital o donde sea, pero tengo ganas de vivir. El cáncer no me las ha quitado.
Apoyo mi cabeza en la pared y miro hacia el techo. Aunque mi situación ahora sea mucho más limitada que antes, eso no va a hacer que mis metas no se cumplan, que yo no luche por lo que quiero. Tengo cáncer, sí, pero tengo muchas más ganas de vivir.
-Ojalá yo pudiese pensar así, pero veo que lo que padezco me limita en todo lo que quiero conseguir.- de repente permanece callada durante un corto período de tiempo que, a mí, me resulta una eternidad. Y, aunque parece que vaya a decir algo más, continúa en silencio.
-No es tu enfermedad la que te limita, eres tú. Piensas que por estar enferma ya no sirves de nada. Y déjame decirte que te equivocas, todos estamos en este mundo por un motivo y tan solo encontrarás el tuyo si te encuentras a ti y lo primero que debes hacer es cambiar esa idea que tienes de ti misma.
Álex aparta la vista de mí, siendo consciente de que lo que digo es cierto.
-Intentas dar una imagen equivocada de ti, como cuando nos conocimos en aquel lavabo, ¿te acuerdas? Mostraste una faceta tuya de chica dura que para nada va contigo. Te cierras tanto en banda que no das pie a que nadie te ayudemos, ni siquiera a que te conozcamos. A que yo te conozca de verdad.- al escucharme decir eso, gira su cabeza haciendo que su mirada y la mía conecten de nuevo.- Piensas que por estar enferma ya nada es posible y no es así. Sé lo que vas a decirme, que solo tú puedes salir de esta. Bien, pues yo te digo que no estás sola. Tienes a Eden, a todos los médicos que hacen todo lo posible para que gente como tú y como yo salgamos adelante...Álex, me tienes a mí.
Y me abraza. Me abraza tan rápido que me cuesta reaccionar. Sus delgados brazos rodean mi cuello mientras que entierra su rostro entre el hueco del mismo y el hombro. Noto como su pelo me hace cosquillas en la barbilla y como sus manos se aferran a mi sudadera agarrándola. Poco a poco, se acerca más a mi cuerpo a la vez que yo poso mis manos sobre su cintura. Ninguno de los dos dice una sola palabra más. No hasta que Álex decide confiar y salir de esa burbuja en la que permanece encerrada.
-Derek- me llama ella tragando saliva antes de seguir hablando.- me han diagnosticado anorexia...
Entonces, la miro y sonrío, no porque ella siga enferma ni mucho menos, algo me dice que, tanto ella como yo sabíamos que tarde o temprano esto ocurriría. Sonrío porque, a pesar de todo, hay un brillo nuevo en sus ojos. Sonrío porque ha confiado en mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro