Capítulo: 8
CAPÍTULO: 8
ÁLEX.
Mientras que Amnesia de 5 Seconds of Summer resuena en mis oídos a todo volumen, mis dedos teclean el inicio de una nueva historia que lleva viviendo en mi cabeza demasiado tiempo y ya ha llegado la hora de plasmarla en el papel. Escribo sobre la historia de mi vida si no estuviese enferma, sin que, cada mañana, me despertase en la habitación de un hospital, sobre cómo habría sido conocer a Eden fuera del hospital, a Derek...
-"I remember the day you told me you were leaving I remember the make up running down your face and the dreams you left being, you didn't need them..."- comienzo a cantar en voz baja, aislándome de todo. Estos momentos de mí día a día son los que de verdad merecen la pena que viva, escribir me mantiene a flote, me ayuda a desconectar de una forma tan brutal que hasta yo creía imposible hace un tiempo, cuando empecé a crear mis propias historias.
Llego a encontrarme tan absorta del mundo real que me rodea que hasta olvido que es la hora de comer...Antes, cuando se hacía la hora de comer, desayunar o cenar, yo no ponía impedimentos en ir al comedor y dejar el plato limpio, incluso había veces en las que, a escondidas y sobre todo en el desayuno, metía en mis bolsillos los dulces que nos daban o la fruta y continuaba comiendo en un rincón donde nadie me viese. Aunque después terminase vomitando, yo comía. Siempre y a todas horas. Ahora es muy diferente, ahora la rechazo, no quiero ni probarla...Siento asco cuando lo hago, algo que no suele ocurrir en las personas que padecemos bulimia...
Cuando quiero darme cuenta, me encuentro siguiendo a una de las enfermeras de mi planta hacia el comedor. El hediondo olor de la comida penetra por mi nariz hasta alcanzar mi garganta haciendo que mi estómago se retuerza y yo frene en seco. No puedo, no puedo entrar ahí...No quiero.
-Alexia,- me llama la enfermera cogiendo mi brazo y estirando delicadamente de él- vamos.
Termino sentada en la primera mesa cercana a la puerta del comedor. La enfermera no tarda en traer mi bandeja con un montón de macarrones con queso y una naranja como postre. Miro mi bandeja y la comparo con las de otras chicas que se encuentran en la misma situación que yo, ninguna de ellas tiene el planto tan lleno como yo.
-¿Por qué yo tengo más comida que las demás?
La enferme suspira y me informa resumidamente:
-Muchas de tus compañeras que ves aquí están recuperándose de su enfermedad y han conseguido el peso suficiente como para considerar que, pronto, estarán fuera del hospital. Así que tienes que comer para ser una de ellas, Alexia.
-¿Alguien le ha preguntado a esas chicas si querían engordar?- pregunto sin ningún temor.
-¿Cómo?- la enfermera parece desconcertada ante mi reacción, normalmente no hablo con nadie de los responsables que trabajan en el hospital sobre lo que opino de su rutina de comidas o su presión a la hora de comer. Pero lo necesito, por una vez, necesito...Explotar. Que por un segundo alguien me escuche aunque sea a gritos. Es tanta la impotencia que llego a sentir, el asco hacia mi misma y a que no me dejen tranquila, a que tenga que comer cuando no quiero. Ya no lo soporto. Todo lo hacen por mi bien, dicen...No tienen ni idea de mi bien ni de lo que quiero.
-¡Estoy harta!- chillo empujando la bandeja con fuerza, haciendo que gran parte de la comida que hay en ella se derrame por la mesa.- ¡Nadie nos pregunta qué queremos o como nos sentimos! ¡Solo nos obligáis a comer y a comer! ¡Y yo no quiero hacerlo! ¡No quiero engordar más! ¡Dejadme de obligar a hacer lo que no quiero! ¡Dejadme en paz!
Me levanto con tanto ímpetu de mi silla que ésta termina arrojada por el suelo. La enfermera trata de acercarse a mí extendiendo sus manos. Yo me alejo y miro a mí alrededor. Todo el mundo me mira y, por una vez, no me importa. Esta vez, cojo mi bandeja y la lanzo contra el suelo mientras grito.
-¡Basta, Alexia!- grita la enfermera.
-¡Dejadme ya! ¡Quiero irme de aquí! ¡Dejadme!-aúllo.
Las lágrimas caen sin cesar por mis mejillas, necesito salir. Necesito irme de aquí, de mi misma. Vuelvo a gritar cubriendo mi rostro con los antebrazos. Que alguien pare esta tortura...por favor...Que alguien me salve...
-¡Eh, Álex! ¡Para!- grita una conocida voz.
-Se acabaron tus juegos, Alexia.- me comunica seriamente la enfermera. No sé que me ha pasado, nunca reacciono de esta manera. La mujer se marcha dando grandes zancadas y yo tengo una corazonada de saber a dónde se dirige.
Dejo de forcejear cuando noto como uno de los brazos de Derek me sujetan los brazos pegándolos a mi espalda y el otro brazo pega mi espalda a su pecho aparece. Vuelvo mi cara hacia él y le contemplo: viste con una sudadera negra ceñida a su cuerpo y un pantalón gris que parece de pijama. Su desconcertada expresión se clava en mi rostro como un millón de finas agujas, atravesándome. No aguanto más, ya no me importa que nadie me vea, que los demás piensen que comportándome de esta manera no voy a lograr salir de la enfermedad en la que encuentro diluida, ya no me importa nada...De modo que me derrumbo en el hombro de Derek mientras sus brazos envuelven mi cuerpo de una manera sumamente reconfortante. Junto a él me siento segura, es como si aquel joven con cáncer fuese mi refugio, allí donde puedo curarme de los golpes que la realidad me propicia. Porque, de un modo u otro, él está pasando por lo mismo que yo. Querer salir adelante.
-¿Qué haces aquí? Pensaba que seguirías en observación.-le digo mientras me retiro el pelo hacia atrás con la mano.
-Ya habrá tiempo para hablar sobre eso.- me corta él.- Alex...
-No me reproches nada, por favor, es lo último que necesito ahora. Sé perfectamente que ha estado mal, todo ha estado mal desde que entré aquí, desde que vomité por primera vez, lo sé...Lo siento, lo siento mucho...
-Sh...- sisea Derek aferrándome más el abrazo en el que ambos nos encontramos- tan solo tranquilízate, todo esto pasará algún día, Alex. Estoy seguro de ello.
-Derek estoy sola...
-No- me separa de él y atrapa mi rostro entre sus manos mirándome fijamente. Sus ojos verdes se tornan de una tonalidad más oscura mientras me mira y yo no puedo apartar la mirada de ellos.- Yo estoy contigo.
Sus dedos enjugan pequeñas lágrimas que resbalan desde mis ojos. Por un momento he logrado relajarme, olvidarme de donde estoy, de la gente del comedor que nos mira sin ningún disimulo. Tan solo le veo a él.
-Alexia Glynne- me llama una grave voz. Siento una fuerte punzada en el corazón al ver como mi corazonada era cierta. La enfermera se mantiene firme junto al mismo médico que me diagnosticó bulimia hace un tiempo, y estaba segura de que hoy tiene algo más que decirme.- Acompáñame a mi consulta.
Asiento ligeramente y desvío mi mirada hacia Derek quien me muestra una débil sonrisa y me empuja con delicadeza colocando una mano sobre mi espalda. Él está ahí, caminando junto a mí, y sé que estará cuando salga de la consulta, rota y hecha pedazos.
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