Capítulo: 20
DEREK.
¡Pip!
La tengo delante. Y la estoy observando.
¡Pip!
No aparto mis ojos de ella, de sus labios ligeramente entreabiertos, de su larga melena castaña cayendo por sus hombros, de su pequeña nariz respingona, de sus ojos ahora cerrados...
¡Pip!
De toda esa maraña de cables que conectan su cuerpo a grandes máquinas, proporcionándole la estabilidad necesaria para mantenerla viva, sana dentro de los parámetros de su enfermedad.
¡Pip!
Ni siquiera el molesto y agudo pitido de una de las máquinas me saca de mis pensamientos. La imagen de una Álex desplomada sobre el suelo de aquel baño, el mismo baño donde la conocí. El mismo lugar donde vi reflejado en aquellos ojos temerosos la más extrema vulnerabilidad que jamás había tenido la ocasión de vislumbrar. Exactamente, la misma vulnerabilidad que veo ahora en ella, mientras yace tumbada sobre una rígida camilla de sábanas blancas y azules. Las palmas de sus manos se mantienen inmóviles mirando hacia el techo de la habitación, dejando a la vista tanto las recientes como las antiguas cicatrices de sus antebrazos. Despacio, repaso con la yema de mis dedos el relieve de las rosadas marcas, lentamente. Un fuerte nudo se forma en mi garganta cuando mis dedos serpentean sobre la cicatriz más reciente, dibujada sobre su muñeca derecha. Su color rojizo contrasta con el tono porcelana de su piel, es tan frágil que parece que el más mínimo roce puede romperla.
¡Pip!
Y eso es lo que le está ocurriendo...
Suspiro de forma parsimoniosa y acerco mis labios a las marcas de sus antebrazos, depositando delicados y pequeños besos sobre su piel. Al mismo tiempo, inhalo con fuerza el aroma que desprende cada centímetro de su piel. El olor se entremezcla con un fuerte toque a limpio y a hospital.
-Normalmente, los príncipes azules daban los besos en los labios de las princesas para despertarlas.- asegura una voz detrás de mi logrando que me sobresalte y me aparte bruscamente del cuerpo de Álex.- Pero veo que se han modernizado...
-Ni soy príncipe ni estoy lo suficientemente enfermo como para mutar de color de piel.- miro mis brazos.- Y menos al color azul...-susurro.
Una muchacha de piel morena y de corta melena negra camina hacia la camilla donde Alexia permanece tumbada. Por la expresión de sus ojos, caigo en la certeza de que se conocen. La nueva joven, entrelaza las puntas del pelo de Álex entre sus dedos, enrollando los pequeños mechones y soltándolos poco a poco.
-¿Estabas con ella, verdad?- me pregunta. Su voz se vuelve más pausada y débil.- Ya sabes, cuando la encontraron en el lavabo...
-Yo fui quien la encontró, más o menos.- contesto recordando como Sam vino corriendo a alertarme de lo sucedido.- Había estado con ella anteriormente.
Una pequeña risa escapa de entre sus dientes.
-Ahora creo entender todo.- me mira fijamente.- ¿Tú eres la felicidad de Álex?
-¿Su felicidad?- pregunto desconcertado.- Yo solo...
-¿No lo entiendes, no?- una nueva risilla.- Tranquilo, yo en tu lugar tampoco lo haría.- me tiende la mano esperando a que yo se la estreche.- Soy Eden, la compañera de habitación de Álex. ¿Tú eres Derek, me equivoco?
Ni siquiera quiero imaginarme mi cara de asombro o, simplemente, de estupidez que tengo en estos momentos. ¿Cómo es posible que me conozca? ¿Le habrá hablado Álex de mí?
-Verás- comienza por fin a explicarme.- Hace un tiempo que veo una pequeña mejora en Álex, pero no en el campo de su enfermedad, sino en algo que tenía y tiene mucho más dañado. Su felicidad. Te mentiría si te dijese que he visto sonreír a mi amiga más de cinco veces desde que nos conocemos. Yo la conocí aquí, en el hospital...ella me ayudó a salir de la bulimia, siempre será un gran apoyo para mí y le estaré eternamente agradecida.- sus ojos se desvían hacia la figura de su compañera de habitación.- Encontré la lista, una lista con tu nombre que ella guarda debajo de la almohada de su cama, un listado de cosas que te gustaría llevar a cabo algún día o metas en tu vida. Pero no es esa lista lo que hace que vea como si fuese por primera vez aquella sonrisa cada vez que la lee, porque créeme no pasa ni un solo día en el que no repasa las líneas escritas en ese trozo de papel arrugado. Eres tú. Ese sentimiento que provocas en ella...se siente relajada contigo, segura... siente que puede confiar en ti, algo que muy poca gente, por no decir nadie, ha conseguido desde su estancia aquí. Ni siquiera yo.
-¿Tú?
-¿Crees que si tuviese la suficiente confianza no me habría dicho nada sobre ti?
Con un rápido movimiento, bajo mi cabeza en dirección a mis pies, sintiendo la atenta mirada de Eden sobre mí.
-Quiero ayudarla, Eden. Necesito ayudarla.
-Entonces díselo, vamos. Seguro que ella te escucha. No te cortes porque yo esté aquí, imagina que estáis solos. Tan solo sois tú y ella.
Eden, con una sola zancada, se aleja de la camilla hasta que su espalda choca con la fría pared de la sala.
Tan solo ella y yo...como tantas veces yo le he dicho.
Termino sentándome sobre un lateral de la camilla, apoyando mis manos, una a cada lado del costado de su cuerpo.
-He conocido a Eden, Álex. Ha venido a verte también.- una torcida sonrisa se dibuja en el rostro de la muchacha apoyada en sobre la pared, la cual, contempla la escena sin articulas ni una sola palabra.- Me ha contado todo, todas las veces que lees aquella lista que juntos escribimos... ¿lo recuerdas? ¿Recuerdas como nos reímos? Yo sí, y quiero volver a vivirlo. Quiero volver a verte sonreír, disfrutar de aquella manera, conmigo o sin mí, pero quiero verte feliz.- carraspeo cuando siento que las palabras se atascan en mi garganta.- Vas a salir de esta, estarás cansada de escuchármelo decir, pero es una promesa. Yo te prometo que no me voy a ir, no hasta que te vea salir por la puerta del hospital, caminando decidida hacia tu nueva vida. Sé lo que estarás pensando, que estamos enfermos. ¿Y qué? ¿Eso debe quitarnos la felicidad? No, Álex. Nunca. Admito que hay veces en las que yo no demuestro esta actitud pero, aunque suene egoísta, es la única faceta que vas a obtener de mí.
Acerco el reverso de mi mano hacia su mejilla, dejando leves caricias sobre los pómulos, bajando lentamente hacia sus labios donde mis dedos divagan sobre sus comisuras, perfilándolas.
-Despierta, por favor...Voy a estar aquí, no estás sola...Pero, cuando abras los ojos de nuevo, yo necesito que me hagas tu a mí una promesa...Que vas a sonreír al menos una vez todos los días de tu vida, dentro de este hospital o fuera, pasa lo que pase, no vas a dejar de ser feliz. Yo pienso encargarme de todo lo demás. No voy a irme a ninguna parte. Voy a estar cerca de ti, a tu lado. Juntos somos más fuertes que cualquiera cáncer, que cualquier trastorno, juntos vamos a sobrevivir a esto. ¿Me escuchas, Álex? Tu y yo, juntos, somos la minoría más absoluta.
Con cautela, aproximo mi rostro hacia el suyo, el cual, permanece inmóvil. Sin resistirme más, presiono mis labios sobre los suyos, tratando de saborearlos como su fuese la última oportunidad que tengo de hacerlo. El pulgar de mi mano izquierda acaricia su mejilla mientras que, durante el tacto, siento como mi dedo se humedece lo que me obliga a romper aquel beso y observar como una lágrima rueda por su rostro. Acto seguido, un fuerte pitido procedente de una de las máquinas retumba por toda la sala...
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