Capítulo: 16
CAPÍTULO: 16
ÁLEX.
-"Mientras puedas mirar al cielo sin temor, sabrás que eres puro por dentro y que, pase lo que pase, volverás a ser feliz."- leo en voz alta una de las frases de mi pasaje favorito de El diario de Anna Frank. "Y volverás a ser feliz..." Es tan fácil de decir ese conjunto de palabras y su significado es tan complicado de cumplir. Todo el mundo busca la felicidad pero, desde mi punto de vista, nadie la consigue. Nunca se es completamente feliz. El ser humano es ambicioso por naturaleza y siempre queremos más y más. No somos partidarios del conformismo, aunque por pereza a aspirar a más, nos estancamos en él. Tal vez esa sea una de las facetas que más odie de la sociedad en la que vivimos. Ese conformismo no buscado y que adoptamos en nuestro día a día.
Podemos encontrar esa felicidad por diversos caminos está claro. Unos creen que se encuentra en algo tan material, e inútil según mi opinión, como el dinero. Otros dicen saber con certeza que el amor da la felicidad. No estoy en todo desacuerdo con ellos. Es cierto que el amor es uno de los sentimientos más gratificantes y poderosos que podemos llegar a experimentar, si sale bien, por lo contrario, es un arma letal, dolorosa como ninguna otra. Y, muchas otras personas, alardean de su propia felicidad, aunque sea una invención de ellos mismos para verse superiores a los demás. Ellos lo llaman ser afortunados, yo lo llamo ser patéticos. No saben qué es la felicidad, nunca la han vivido, nunca ha pendido de un hilo, no saben que es sentir una densa marea de tristeza y angustia que busca reemplazarse por una felicidad que una piensa que puede llegar a ser inexistente. Yo lo pienso.
-Álex- me llama Eden sacándome del trance de mis pensamientos.- ¿Cómo tengo el pelo? ¿Bien?
La examino con curiosidad mientras ella se recoloca su melena, dividiéndola en dos gruesos mechones y dejándoselos caer hacia delante. Finalmente, peina ambos mechones con sus propios dedos, sin dejar de mirarme.
-Lo veo igual que siempre.- respondo de manera sincera y con una mueca de indiferencia en el rostro.
-¡Tienes que estar perfecto, Álex!- exclama mientras enciende su ordenador portátil y, hasta que termine de arrancar el sistema, Eden no para de mirar su reflejo en la pantalla, retocándose lo imposible de mejorar en su pelo y en su fino y delicado maquillaje. Espera... ¿maquillaje?
-Eden, ¿hay algo que quieras contarme?- pregunto interesada.
Vuelve su rostro hacia mí, mordiéndose nerviosa el labio inferior. Una pequeña y ridícula risilla se escapa de entre sus dientes.
-He conocido a alguien, Álex. A un chico maravilloso.- su risa inunda la habitación y se ve obligada a taparse la boca con una de sus manos para acallarlas.
-¿Un chico? ¿Del hospital?
No entiendo nada.
-No, no- niega sonriente.- Hace unas semanas comenzó a seguirme en Twitter y, bueno te mentiría si su biografía no me llamó la atención o todo lo que publicaba, de modo que decidí seguirle también. Ese mismo día comenzamos a hablar por mensajes hasta que nos dimos los números y pasamos a hablar por WhatsApp. Álex, deberías conocerle, es encantador y tenemos muchísimas cosas en común. El único problema es que él vive en Madrid, pero en fin... hace unos días me pidió que nos viésemos por Skype y acepté sin dudarlo, hoy vamos a volvernos a ver. Es tan divertido y...- vuelve a morderse el labio con cara risueña.- tan guapo...Hablamos de muchas cosas...
Ahora empiezo a entender todo, este es el motivo de las risas de Eden el otro día en nuestra habitación, mientras miraba la pantalla del ordenador. Mientras le miraba a él...
-Le he contado lo de mi enfermedad, ¿sabes? Como lo pasé, en qué consistía, mis sentimientos cuando la sufría...todo. Me entiende y se lo ha tomado genial. Espero poder conocerle en persona cuando salga del hospital...
-¿No crees que te estás precipitando un poco?- le corto tajante. Nada de esto me está dando buena espina.
-¿A qué te refieres?
-Hace nada que os conocéis y ya sabe prácticamente todo de ti por cómo me estás contando esto. No sé, Eden...Internet engaña muchas veces...
-Álex, miles de personas se conocen a través de Internet todos los días y no pasa nada.
Resoplo llevándome la mano a la cabeza.
-¡Aquí está!- grita ella entusiasmada al ver como aquel chico le invita a iniciar una video llamada.- ¡Hola, Héctor!- saluda efusivamente con su amplia sonrisa.
-¿Cómo estás, Eden?- le escucho preguntar. No tiene una voz muy grave.- ¿Te has puesto así de guapa para verme?
"Venga ya... ¿En serio? Por favor, algo menos cutre y simple..." pienso.
Las ridículas y chirriantes risillas de Eden vuelven a salir, y esta vez nada las para. Cansada e incómoda por esta extraña situación, me levanto de mi cama y camino hacia la puerta dispuesta a salir.
-¡Álex!- me llama ella- ¿No quieres conocer a Héctor?
Eden vuelve el ordenador portátil hacia mi dirección dejando a la vista la imagen de un joven rubio y de piel bronceada proyectada en la pantalla. El chico levanta una mano con una sonrisa torcida en su rostro. Algo de él no me gusta. Ignorándolo, me despido de Eden con un "hablamos luego" y salgo del cuarto.
Sé que mi actitud ahí dentro no ha sido admirable, pero no quiero que le hagan daño a Eden. Se supone que es mi amiga y ya ha sufrido lo suficiente. Prefiero apartar de mi cabeza ese pensamiento...
Me dispongo a caminar cuando, literalmente, todo a mi alrededor se vuelve negro, opaco sin el destello de ninguna luz. Sobresaltada, siento como una calmada respiración impacta sobre mi cuerpo haciéndome estremecer ligeramente.
-¿Me prometes no gritar si te secuestro?
Su voz.
-¿Crees que un secuestrador trataría así a su víctima? Principiante...- río.
-Que conste que has sido tú la que has querido elegir la opción de gritar.- me avisa y, antes de que pueda reaccionar, Derek aparta sus manos de mis ojos y, sin que mi mirada logre enfocar todos los colores y luces del pasillo, me carga en sus brazos, viéndome obligada a rodear su cuello con mis antebrazos para no caer.
-¡Derek, bájame!- grito entre carcajadas mientras él corre a través de los pasillos, sin prestarle ni la más mínima atención a las quejas del personal médico de la planta.- ¡Bájame!
Finalmente, cede retirando su brazo de mis piernas y me posa sobre el suelo lentamente. Su otro brazo se desliza por mi espalda hasta que nuestras manos se encuentran y se entrelazan.
-Quiero enseñarte una cosa- susurra con su boca pegada en un lateral de mi cabeza, dejando ahí un pequeño beso.
Juntos caminamos de la mano a lo largo de un pasillo estrecho, tal vez, el más estrecho de toda la clínica. Nunca antes había pasado por aquí. Terminamos delante de una puerta pintada de un color liso y claro, con la silueta de los números cuatro, seis y tres grabada sobre ella.
-¿Haces tú los honores?- me pide dejando a la vista el dorado picaporte de la puerta. Yo asiento, incrédula de lo que me espera detrás de aquella puerta. Agarro el tirador que abre la habitación y giro mi muñeca hacia la derecha, dejando pasar pequeños rayos de luz artificial de su interior.
He perdido la cuenta de las veces que Derek ha logrado sorprenderme, pero ésta se suma a todas ellas.
¡Hola hola!
Sé que es muy raro que haya tardado tan poco en subir un nuevo capítulo pero, mañana comienzo las clases de nuevo y no quería dejaros sin otro capítula más porque, desgraciadamente, tengo malas noticias...Mañana empiezo el terrible curso de 2º de Bachiller lo cual me quitará mucho tiempo para escribir porque para mi los estudios son la primero. No obstante, eso no significa ni mucho menos que vaya a dejar la historia. Trataré de sacar tiempo para escribir, os prometo que intentaré organizarme lo mejor que pueda.
¡Gracias por leerme y por vuestro apoyo!
Un beso enorme!!
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