Capítulo: 15
CAPÍTULO: 15
DEREK.
-Sam...- llamo a mi pequeño compañero con una voz cálida. Quedan escasos minutos para que nuestras sesiones de quimioterapia comiencen y no ha soltado ni una sola palabra desde que, ayer, salió corriendo de la habitación de Álex.- ¿Estás bien, colega?
El jovencito se limita a encoger sus hombros mientras sus piernas cuelgan de la silla, moviéndose de atrás hacia adelante. No obstante, sus puntas están a punto de rozar el suelo. Suspiro y paso un brazo por sus hombros a la vez que dejo caer mi cabeza hacia atrás, haciendo que choque levemente contra la fría pared. Percibo como su pequeño cuerpo tiembla y yo aferro un poco más mi brazo sobre él. Es inevitable decirle que no tema, que no tenga miedo a lo que se va a enfrentar. Es imposible que él mismo no lo sienta. Es imposible que ninguno de los dos no lo sienta.
-¿Sabes una cosa?- le pregunto colocándole mi gorra de los Lakers sobre su cabeza, dejando la mía al descubierto.- No tener pelo tampoco es tan malo. Piénsalo. No tienes que preocuparte por peinarte todas las mañanas y ahorras dinero sin ir a la peluquería para que te corten el pelo cada mes.- chasqueo la lengua.- Además, ni te imaginas el toque misterioso y cautivador que te da ahora tu nueva imagen y eso a las chicas las vuelve locas...Vas a convertirte en el nuevo Casanova de tu colegio.
Media sonrisa se esboza en los labios de Sam. Pronto desaparece dejando paso a un velo de tristeza que le cubre.
-No hace falta que siempre seas así conmigo.- comenta él.
-¿A qué te refieres?- me extraño.
-No tienes que intentar siempre que yo vea el lado bueno de todo esto o no tienes por qué hacerme reír. Soy consciente de mi enfermedad y de que su cura no es fácil, pero no me sale afrontar esto de otra manera. No puedo reírme y, a veces, tampoco quiero hacerlo.
Suspiro resignado.
-Afrontar una enfermedad de la manera en la que te ciegas a afrontarla, es el camino más fácil para acabar muerto, para no tener tiempo de lamentarte por no haber actuado de una forma distinta contra la leucemia.
Los ojos de Sam comienzan a empañarse por un baño de lágrimas, ante las cuales, el muchacho cierra los ojos con fuerza para que ninguna se escape. Sé que he sido duro con mi respuesta y tal vez no es la mejor para un situación así. Pero es la más sensata. No podemos decaer, si lo hacemos el cáncer gana. Yo quiero ser más fuerte que él, quiero hacerle ver a Sam que no todo está perdido.
-Yo no me he permitido rendirme, Sam. Y no te permito que tú lo hagas.- hago que me mira agarrando con fuerza sus hombros con mis dos manos.- Tendrás tus momentos en los que quieras echarlo todo a perder, lo sé, yo también los he tenido y los tendré. Pero hay que ser fuertes. Podemos vencer al cáncer, colega. Vamos a salir de esta, Sam. Juntos.
-Sam- lo llama una voz grave justo detrás de nosotros. Me giro guiándome por el timbre de aquella voz hasta que mis ojos se topan con los del doctor Matterson, quien permanece en una posición totalmente erguida y con la cabeza ligeramente ladeada hacia la izquierda.- Empezaremos las sesiones de quimioterapia contigo.
-Doctor,- reacciono soltando mi agarre hacia Sam.- prefiero ser yo el primero, no creo que el orden importe mucho si ambos vamos a recibir la dosis de quimioterapia.
El médico hace un gesto de aprobación con la cabeza y se encamina hacia la puerta de la consulta.
-Vamos, Derek.
Me levanto de mi asiento y me dispongo a seguir al doctor Matterson cuando siento una presencia sujetándome con fuerza mi mano. Sam.
-Juntos.- dice ajustándose sus gafas en el puente de la nariz. Yo me limito a asentir con una sonrisa, sin soltarle la mano. Solo lo hago cuando, dentro de la consulta, nos sentamos en diferentes camillas, esperando las indicaciones del médico. Éste se hace con un pequeño bote que, a simple vista, parece de cristal, lleno de pequeñas píldoras de un color blanquecino y se acerca a nosotros con el frasco en la mano. Sus ojos se mueven inquietos de un lado a otro, mirándonos a Sam y a mí por turnos.
-Veo que habéis pensado en todo, chicos.- dice señalando su propia cabeza, haciendo círculos concéntricos con el dedo sobre ella.- La caída del cabello suele ser uno de los efectos secundarios más impactantes en los pacientes que se someten al tratamiento de la quimioterapia.
-Más vale prevenir antes que curar.- digo con cierta seriedad en mi tono de voz. No me gusta que intenten alargar las situaciones, y menos intentando hacerse los simpáticos. Cuando antes acabemos con esto, mejor.
El doctor carraspea antes de hablar, lanzándome una mirada de reproche, lo que hace que no vuelva a pronunciar palabra.
-Bien- comienza a hablar el médico mientras le quita, sin ningún esfuerzo, el tape al tarro y se echa un puñado de su contenido en la palma de la mano.- Estas pastillas que veis aquí es el conocido tratamiento de la quimioterapia. Lo más frecuente era administrarla por vía intravenosa, pero ese proceso es mucho más costoso ya que puede durar horas y no es muy agradable para el paciente. De modo que se está frecuentando el uso de administrarla por medio de estas cápsulas. Dependiendo de muchos factores, como el grado del cáncer que padece el paciente, la dosis cambia. En este caso, Sam tu tomarás una sola pastilla cada quince días y tu Derek, tomarás dos pastillas cada semana ya que, el estado de tu enfermedad, es más avanzado que el de la leucemia de Sam. ¿De acuerdo?
Sam asiente repetidamente haciendo un gesto con la cabeza, de modo que las patillas de sus gafas se mueven al compás del movimiento. Mientras que yo tan solo acepto las pastillas que el doctor Matterson me tiende junto con un pequeño vaso lleno de agua. De reojo, miro a mi compañero de habitación quien, tras varios tragos de agua, logra tragar la píldora emitiendo un extraño ruido desde su garganta. Sin embargo, yo me mantengo inmóvil bajo la atenta mirada del médico que me pide que me las tome cuanto antes. Mi mano tiembla, lo noto, al igual que un frío sudor recorre mi espalda provocándome ligeros escalofríos. No es la mejor situación para que mi orgullo florezca, pero consigo aguantarle la mirada al doctor y llevarme mi temblorosa mano a la boca, vertiendo las dos píldoras que había sobre ella y, con un solo sorbo de mi vaso, hago que bajen por mi garganta. No soy orgulloso, al menos, no en un grado que resulte pertinente o molesto. En el fondo, todos lo somos pero, solo unos pocos, deciden llevar esa faceta al extremo. Yo tan solo he sido fuerte, alguno se atrevería a llamarme valiente, pero no es así. Para mi valiente es aquella persona que no le teme a nada, yo estoy aterrado. Tengo miedo de cada segundo que está pasando en cada instante, tengo miedo del día de mañana porque uno no sabe que va a pasar. Y menos un enfermo de cáncer como yo. Pero soy fuerte, capaz de levantarme todos los días, de ocultar ese miedo que me corroe por dentro. Soy fuerte por mí, porque es mi obligación.
Por Álex.
Soy fuerte porque Sam no ha dejado de mirarme ni un solo momento.
Porque su pequeña mano ha vuelto a agarrarse a la mía.
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