Mañana del 6 de Febrero del XX11
La fuerza parecía haber vuelto a Roxana; reviendo su cabello castaño, poniéndole color a sus mejillas.
James siempre la envidió, casi desde el momento en que la conoció. Envidia sana, e insana también. No sólo era una chica hermosa, que tenía el cabello sedoso de un precioso color caramelo y los labios en forma de corazón, ella también era fuerte y más valiente de lo que James jamás podría ser. Era eclipsante. Atraía todos los ojos hacia ella, y con toda seguridad cualquier persona que hablase con ella se quedaría recordándola durante al menos dos semanas. Entendía perfectamente porqué Jade, Skoll y Hati habían estado tan dispuestos a pelear por ella.
Entendía por qué Zehael la había querido como esposa.
La envidiaba porque era valiente.
Y la envidiaba porque Zehael nunca la lastimó como a él.
Habían transcurrido ya varios meses desde la noche nevada donde conoció a Skoll, y otros tantos desde que se había armado de valor para decirles dónde estaba Roxana. Aquello había sido tan fácil que a veces pensaba que no era la parte interesante de la historia.
Pero James no estaba ni siquiera un poco cerca de sentirse normal otra vez. Ese no era su hogar, no conocía realmente a Jade ni a Hati ni a Skoll. Puede que conociera a Roxana, pero sí la conocía era gracias a él. Y todo ello sin añadir que si se había quedado durante tanto tiempo, ahora que los dos eran libres, era porque Roxana se lo había pedido.
"¿Por qué?" le preguntó la mañana en la que ella se lo pidió.
"Porque tú lo entiendes" había respondido ella.
Él lo hacía, desde luego. Entendía sus pesadillas, entendía su miedo. Entendía su reticencia a que Jade la tocara. Lo entendía porque James estaba pasando exactamente por lo mismo. Porque tenía queasegurarse tres veces de que la puerta estuviera cerrada con llave cada vez que se hacía de noche, y se quedaba otro tanto asegurandose de que nadie intentaría abrirla. Porque tenía pesadillas todas las noches con un demonio que recorría su cuerpo con un cuchillo y porque al despertar ella estaba sumida en la msima pesadailla. No se quedó porque James la entendiera; se quedó porque ella lo entendía. O eso le gustaba pensar.
Puede que, al final, Roxana lo haya eclipsado también y todo lo demas no fueran más que excusas.
— ¿Estás pensando en cosas malas otra vez? —. La dulce voz de Roxana le llegó, una suave brisa en medio de sus pensamientos sombríos.
— Puede que haya estado pensando en ti — respondió James, haciéndose a un lado en la banca para que Roxana pudiera sentarse también. Hacía poco que los dos habían empezado a salir al aire libre, asegurándose mutuamente de que Zehael no los estaría esperando afuera. Después de tanto tiempo encerrados juntos, la verdad es que era muy reconfortante sentir el aire fresco.
— Eso es dulce. ¿Siempre piensas en mí con esa cara de enojo?
— Sólo cada vez que pienso en lo mucho que te envidio.
Ella sonrió, pero no respondió, quizá porque sabía las implicaciones detrás de dicha declaración. Roxana era lista, demasiado para el gusto de James. Ella siempre se tomaba con seriedad las cosas que decía él, más aún si implicaba algo relacionado con Zehael. No sería esa la primera vez que James mencionaba su envidia, por lo que no sería de extrañar que ella ya entendiera lo que insinuaba.
— Todos los días pienso en él — dijo ella, adivinando parte de sus pensamientos. Roxana entrelazó su mano con la de James, a pesar de que Jade charlaba con algún vecino a varios metros de ellos. Los celos de Jade eran lo que menos le preocupaba a Roxana —. A veces miro por la ventana y estoy segura de que está mirándome.
James asintió. Sí, comprendía eso perfectamente. A veces ni siquiera debía mirar por la ventana para estar seguro de que Zehael estaba mirándolo, de alguna forma. Con dormir bastaba; estaba en todas sus pesadillas.
Y ahí, sentado al aire libre, la sensación era más fuerte que nunca. Siempre era así. Por más que fuera reconfortante sentir el aire libre, la sensación de ser vigilado, de ser perseguido, no se iba nunca. ¿Jamás lograría salir sin tener miedo?
— Me gustaría cerrar los ojos un día — murmuró James, observando su mano unida a la de Roxana; la de ella fina, delgada, con la piel blanca y las uñas pintadas de rosa y luego estaba la de él, tosca en comparación, llena de pequeñas cicatrices, todas recuerdos pequeños de Zehael — y hacerlo sabiendo que está muerto. Supongo que entonces podré dormir en paz.
Roxana no ofreció ninguna respuesta. A James le pareció que estaba bien así.
— Creo que le gustas a Skoll.
— ¿Qué? — habían permanecido un rato en silencio, principalmente viendo a las personas pasar y a los perros del parque correr, por lo que las repentinas palabras de Roxana lo tomaron desprevenido.
— Que creo que le gustas a Skoll — repitió ella, con una sonrisa, señalando discretamente al chico de pelo blanco, quien recién llegaba para involucrarse en la conversación de Jade.
— Tardaste en darte cuenta — se burló James, evitando pensar en la molestia que el comentario le dejó. ¿De verdad ella pensaba que era buen momento para hablar de coqueteos y atracciones, como si fueran adolescentes otra vez?
No es que quisiera ser cruel; sin contar a Roxana Skoll era quien mejor le caía. Hablando a favor de Skoll él siempre fue dulce; empezando por lo que hizo por un desconocido en una noche nevada y luego por cómo se enfrentó a su hermano y a su mejor amigo, igualmente por un desconocido. El que haya empezado así hacía que lo demás fuera casi esperable.
Sin embargo, tener la sombra de un monstruo acechando detrás de él en casi cada esquina hacía que cualquier otra cosa careciera de sabor. Quería dejar de sentirse así, quería pasar tiempo a solas sin sentirse sofocado por sus pensamientos intrusivos. No quería pareja, no quería divertirse con nadie.
Quería paz.
— Yo me di cuenta — se defendió Roxana —. ¿Qué harás entonces?
— ¿Hacer? Skoll no es mi tipo, empezando porque los hombres no son mi tipo— replicó James, quizá de una forma más despectiva de lo que habría querido. De repente el mal humor burbujeaba en su estómago y no pudo controlarlo—. No pienso quedarme, Roxana. Lo sabes, ¿verdad? Me estoy cansando de jugar a que Zehael no sigue por aquí, mientras me siento en el parque como si todo estuviera bien. Mientras esté por ahí me encantaría irme lo más lejos posible.
Prometió que, si me iba, no importa qué, me encontraría.
Avergonzada, Roxana bajó la vista.
— Fue egoísta pedirte que te quedaras. Lo siento, no debí hacerlo.
— Creo que voy a regresar antes.
No fue una pregunta ni una petición, simplemente se soltó del agarre de Roxana, pero igualmente extendió la palma para que ella le diera la llave del departamento. Avergonzada todavía, ella no tuvo las palabras para detenerlo, así que cedió y le puso la llave en la mano, sin protestar o intentar acompañarlo de vuelta. Ella era lista y sabía cuándo él quería estar solo.
La puerta del departamento estaba cerrada, pero sin llave. Ésa fue la primera señal. La segunda señal es que todas las luces estaban apagadas. A Roxana no le gustaban las luces apagadas (A James tampoco). ¿Qué tal si el monstruo vuelve, y no podemos verlo?
La tercera señal fue el golpeteo en la sala de estar. Seguido de una respiración. Y de una voz tan horriblemente familiar que no bastaría esta vida para olvidarla.
— Aquí estás —. Escuchó antes de verlo; el monstruo de sus pesadillas, la sombra detrás de las esquinas. Aquí estaba.
Roxana se va a sentir decepcionada de saber que el monstruo volvió y no pudimos verlo.
James sintió que las piernas le temblaban cuando se dio la vuelta para mirar a Zehael. ¿Cómo es que un monstruo como él podía verse tan tranquilo, tan humano, sentado así en el sofá?
Había soñado muchas veces con ese momento, pues a pesar de que de cierta forma sabía que Zehael no era más que un loco, otra parte de él estaba convencida de que él era más fuerte y más listo de lo que había dejado ver hasta ahora. Después de todo, Zehael era un demonio. ¿No se supone que ellos saben, que ellos son más poderosos que los humanos normales?
¡No! Zehael no es más que un hombre, no es más que un esquizofrénico muy cruel que llevó sus delirios a otro nivel. Bueno, si eso era cierto ¿por qué estaba él aquí, poniéndose de pie, furioso?
El monstruo de mis pesadillas, el demonio de mi infierno, la sombra que acecha. Zehael es todo eso, ¿cómo puede ser un hombre todo ello?
— Prometí que te encontraría si intentabas huir de nuevo — suspiró Zehael. No estaba gritando, ni siquiera gritaba, pero James lo conocía lo suficientemente bien como para saber que estaba furioso.
Todas sus promesas se cumplen. James lo sabía mejor que nadie. Lo había encontrado, justo como prometió.
— Te atreviste a escapar, y peor aún, a llevarte a mi esposa.
El miedo se sentía como una cubeta de agua helada sobre él. James retrocedía los mismos pasos que avanzaba Zehael. Sabía que debía correr, sabía que debía de hacer cualquier cosa. Y también sabía que nada de lo que intentara iba a funcionar. Pero éste no se apresuraba.
Sabía cómo atraparlo.
— Vendrás conmigo — dijo el demonio con piel humana —. Sé que mi amada vendrá a buscarte. Y entonces me encargaré de esas cucarachas también.
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