Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

30 de Diciembre del XX11


Después de haber explotado con Skoll, James simplemente supuso que le quitarían el derecho de visitas y que todo iba a ser exactamente igual a las últimas semanas. Deprimiendose, luchando, gritando y cooperando. Pasó Nochebuena, pasó Navidad, y mientras todos estaban con sus visitas, celebrando las fiestas, James se preguntaba cuánto tiempo iba a vivir así. ¿Todo lo que restaba de su vida la pasaría encerrado en el hospital mental? ¿Viendo cómo todos los demás pacientes de una u otra forma continuaban su vida mientras él...? ¿mientras él qué? Ni siquiera podía encontrar una palabra para describir lo que le estaba sucediendo. ¿Mientras él contemplaba su vida sin arreglo? ¿Se hundía más en lo deprimente que era su vida? A veces pensaba en intentar matarse otra vez. No veía cuál era el punto de todo esto. Se supone que tenía que luchar, pero honestamente ¿con qué propósito? El futuro no existe, el pasado es una pesadilla y el presente una tormenta.

Nada nunca volvería a ser lo que era antes. Todo a lo que podía aspirar ahora era a vivir una pesadilla que se convertiría en un mal compañero de piso. ¿Qué vida de mierda era esa?

No sabía si estaba teniendo malos días o si realmente había retrocedido.

Pese a ello y contra todo pronóstico, antes de Año Nuevo le dijeron que tenía una visita.

No podía ser Skoll. Probablemente, fiel a su naturaleza irritante, habría seguido insistiendo, pero después del desastre anterior James dudaba que lo dejaran pasar otra vez. ¿Podría ser Hati? Claro ¿por qué no? Y que venga a regañarlo por agredir a su hermano. Esperaba que no fuera Jade, Jade lo inquietaba muchísimo.

Quien vino fue Roxana.

Todavía no sabía qué pensar de ella. Obviamente todavía seguía molesto por el poco contacto que habían tenido últimamente. Pero mientras la veía acercarse a su mesa, con sus tacones altos, su cabello color caramelo y sus labios pintados de rojo, sólo se le ocurrió que seguía siendo eclipsante. Nadie venía a la sala de visitas a coquetear, pero un par de ojos la siguieron.

¿Cómo es que ella se mantiene perfecta y yo me convierto en un desastre cada vez peor?

— Si dices algo sobre Skoll Thallon, la siguiente persona a la que le arrojaré un zapato serás tú — le advirtió a su amiga, mientras ella se sentaba.

Roxana le sonrió.

— No lo mencionaré si tú no lo haces.

— Contando desde ahora.

— Contando desde ahora —asintió ella.

Descubrió así que hablar con Roxana no parecía tan molesto como había imaginado antes. Y durante ése breve instante se sintió como si su vida fuera normal, cómo si tuviera dieciocho años otra vez y estuviera coqueteando con una chica de su clase. Pero ya no tenía dieciocho, Roxana tenía novio y no estaban en clase, sino en un hospital mental.

—Te ves bien —. Mejor que yo—. ¿Qué tal Navidad?

—Fue en casa de mis padres —respondió Roxana, observando el salón alrededor suyo, a los demás visitantes. Visitas de hermanos, de parejas o de padres—. No fue lo mismo que en otros años, pero fue divertido. Jade estuvo conmigo todo el tiempo.

—Eso suena bien. Antes de que me lo preguntes, mi Navidad fue fantástica. Gané todas las partidas de dominó.

Ella sonrió otra vez y extendió una mano sobre la mesa. Roxana lo sabía todo, por eso jamás sería la primera en tocarlo. James alcanzó su mano; suave, como siempre. Suave, perfecta, y no con las uñas mordidas hasta casi la raíz ni la piel del dorso afectada por la quemadura que todavía era notable, pero no tanto como en otros lugares.

Aún así, él no sabía quién estaba consolando a quién.

—Quise venir en Nochebuena— dijo Roxana—, pero cuando llamé me dijeron que quizá tendrías que esperar un poco antes de otra visita.

— Es que me alteré, pero ya se me pasó —respondió James, encogiéndose de hombros. Si, había estado un poquito alterado los días siguientes a la dichosa visita, aunque en su opinión no era nada nuevo. ¿Por qué tanto escándalo, si había hecho cosas peores que arrojar zapatos?

—Sí, por eso me dijeron que no podías.

—Me molesta, Rox—confesó James, repasando la mano de Roxana; se había hecho uñas con una temática navideña—. El cómo todos toman esas decisiones sin consultarme. No me gusta que todos parezcan saber qué es lo mejor para mi. Me gustaba tener el control sobre mi vida. El no necesitar la ayuda de nadie para mantenerme firme.

—Mi terapeuta dice que esa no es una conducta sana.

— El mío dice lo mismo. Pero ¿qué saben ellos?

Sonrió cuando escuchó a Roxana reír. Quizá las cosas no eran tan malas como creía.

—Oh, antes de que se me olvide — dijo Roxana, empezando a buscar en su bolso. Momentos más tarde sacó un recipiente de plástico cerrado. Contenía una rebanada de pastel de chocolate—. Jade y yo cocinamos ayer, y pensé que te gustaría.

— Maldita sea, sí —suspiró James, rápidamente tomando el recipiente. Honestamente se veía fatal, el betún aplastado, mal colocado en algunos lados, incluso se desmoronaba ante la menor presión. Indudablemente había sido preparado por una pareja con nula experiencia en repostería —. Oye, esto huele bien... Jade me recuerda a él, ¿sabes?

—¿A quién?

—A Zehael —. Odiaba decir ese maldito nombre, se había jurado no volver a hacerlo, pero siempre parecía estar ahí, listo para ser pronunciado. Intentó concentrarse en el aroma a chocolate, con la esperanza de quitarse el nombre de la cabeza—. Sé que no es él. Jamás te haría daño.

La sonrisa se había desvanecido del rostro de Roxana y ahora su expresión era cuidadosamente neutral. James no pudo evitar preguntarse si indirectamente acababa de arruinar una relación.

—Eso explica por qué no te agrada —finalmente respondió ella.

—Me golpeó cuando nos conocimos—. Si iba a arruinar una relación, pues qué mejor que arruinarla bien—. Aquí, en la mandíbula.

—Creí que ese golpe te lo había hecho Zehael—contestó ella, frunciendo el ceño.

— Por eso Jade me lo recuerda. No te vayas a enojar con él, me pidió disculpas después— dijo James, mordiendo un trozo del pastel sin haber esperado a que Roxana le ofreciera la cuchara de plástico, aunque más de la mitad se desmoronó y todas las migajas cayeron en el recipiente de plástico—. Creo que él lo sabe. Que me recuerda a Zehael.

— Y eso también explica por qué no quiso venir —suspiró Roxana, dejando abandonada la cuchara de plástico. ¿En qué estaría pensando? ¿Estaría buscando en Jade las similitudes con Zehael que James había encontrado?

— No odio a tu novio. Me ayudó mucho —dijo James —. Es sólo que... tiene poder.

Era una tontería, lo sabía perfectamente. Jade no se parecía ni un poco a Zehael, ni físicamente, ni mentalmente, ni de ninguna otra forma. Pero sí había algo y era esa... impresión que daba al mirarlos; de que imponían, de que eran poderosos. Intimidantes.

—Ese mismo poder me hace sentir segura —replicó Roxana, ofreciéndole una servilleta de papel.

A mí no. Pensó James, tomando la servilleta. Zehael fue intimidante. Su padre fue intimidante también. Los dos tenían poder, de una u otra forma. Y los dos le hicieron daño. Sinceramente, James no encontraba ninguna seguridad en el poder.

—No sabes la falta que me hacía comer basura— dijo finalmente James, sin muchas ganas de continuar con ésa conversación—. Aquí sólo te dan comida de dieta.

— ¿Te refieres a ensaladas?

—Mi cuerpo no está acostumbrado a eso, Rox. Un día más de lechuga y mi cuerpo iba a empezar a rechazarla. Pero gracias a esto —. James señaló su pastel a medio comer—, calculo que me has dado unos dos o tres meses más de vida. Tendrás que volver pronto o moriré de intoxicación por ensalada.

— ¿En serio no te dan postre aquí?

—Claro que sí. Pero es tan malo que hace parecer a esto un pastel gourmet.

Ella suspiró exasperada.

— No te atrevas a insultar mi pastel. En fin, ¿cómo te ha ido? —preguntó Roxana.

—Bien.

—¿Cómo te ha ido? —insistió ella—. ¿En realidad?

—Como una puta mierda—. Dejó el pastel en el contenedor y cerró la tapa—. Estoy completamente seguro de que me ponen tranquilizantes entre los medicamentos. Pero mira, puedo mover un poco mi pierna.

Hizo la silla hacia atrás para que Roxana pudiera mirar. No fue la gran cosa; tan sólo pudo mover el pie izquierdo unos centímetros a la izquierda y luego a la derecha.

— Ya van mínimo tres veces que me cambias el tema — protestó Roxana, enojada—. Te lo digo en serio, James. No vine aquí para ver cómo evades cada tema de conversación que intento mantener contigo. Ahora ¿cómo estás? ¿Cómo te ha ido?

— ¿Qué quieres que te diga? ¿Que estoy mejorando, que espero salir de aquí pronto? ¡Mírame, Rox! Ni siquiera siento mis piernas—. Ahora él estaba enojado. Era la misma pregunta que le hacían todos los días, cómo estaba, cómo se sentía, ¿estaba progresando? Y la respuesta para todo era no. No estaba bien, no se sentía bien, no estaba progresando—. Estoy en un asilo para locos. Me paso la mitad del día tomando pastillas y la otra mitad jugando dominó con un sujeto que está convencido de que lo persiguen y una chica que en realidad son tres. Si no me tratan como si fuera a matarlos a todos, me tratan como si no supiera lo que está pasando.

Ella no respondió, se limitó a mirarlo, con esa expresión de comprensión que sólo ella podía hacer. Ella lo entiende. Y de todas formas, James sintió que debía de explicarse. Estaba loco, sí, pero todavía no era quien ellos pensaban que era. Lo último que quería en el mundo es que Roxana también pensara eso de él. Sabía lo que había hecho, sabía dónde estaba y por qué. Y sabía que no podía hacérselo a nadie más.

—Sé lo que hice esa noche, Rox. Maté a un hombre llamado Zehael. Le prendí fuego a él y a su puta casa —comenzó a hablar, enojado, desesperado también. Ella lo entiende, pero también tenía que entender esto—. "Lo volvería a hacer. Volvería a arrojarle gasolina a la cara y prenderle fuego" le dije una vez al psiquiatra. ¿Sabes que me respondió? "Matar no está bien, James. No puedes prenderle fuego a la gente". Al final empecé a hablar de cómo es que Zehael era un demonio para que no se preocupara por mis intenciones de asesinar. Yo no mato humanos, yo mato monstruos. "Matar no está bien" Cómo si yo no supiera eso. Bueno, joder, torturar gente tampoco está bien, pero nadie parece especialmente preocupado por esa parte. No importa, ¿verdad? Zehael ya está muerto. No puede hacer más daño. Bueno, a mí me importa. Todavía me duele.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro