Capítulo 5
Esa misma noche fui trasladado a prisión, confieso que sentía cierto temor, jamás pensé que esto llegaría tan lejos. La duda inició fue porque el traslado se dio, justo cuando quedé solo, cuando mis familias se habían ido. A todos le dijeron que, al día siguiente, me llevarían al juez, que fijarían fianza.
— Esta es tu casa de huy en adelante muñeco de aquí no sales — me dijo el guardia al abrirme la reja.
— Ese cabello será cortado, es una lástima — dijo otro — ¡desnúdate! — me hicieron girar y luego...
— Agáchate y abre las piernas...
Me levanté de la litera, mi cuerpo sudaba, no había podido dormir. Estaba en la parte de arriba y mi cuerpo era demasiada grande. Las bondades de ser un O'hurn, pensé desanimado al sentarme. No creía soportar la presión de ese sitio, como tampoco los golpes y las peleas.
— ¿No puedes dormir hijo? — habló el hombre de la parte de abajo y guardé silencio. — Los primeros días son difíciles, solo no busques líos y no te las des de macho.
— Sabe que no he provocado ninguna de las que he participado. — logré murmurar, llevándome una mano en mi costado.
— Tampoco digas el motivo de tu ingreso, aunque los guardias se encargaron de decirlo. Te seguirán golpeando, hasta que quieras ser la moza de uno de ellos. — esos malditos tenían que matarme si querían disfrutar algo de mí.
— Yo no toqué a esa chica — fue lo que dije y pude escuchar la risa cínica del anciano y me pasé las manos por el rostro.
Llevaba un mes y ocho horas y ya me habían golpeado más de veinte veces y un maldito me pidió que me desnudara y ponerme en posición de sumisión. Lo dijo con tanta seguridad que era notorio no esperaba una negativa, de parte mía. Jamás en la vida había tenido tanta furia, frustración e ira al mismo tiempo. Como tampoco había peleado, observé mis nudillos pelados y me dolía un costado de mi cuerpo. Las idas a la ducha, al comedor, a tomar el sol eran una pesadilla y las noches... No había podido dormir desde que estaba allí, los guardias le dejaban entrar a cualquier hora.
— A mí no tienes que convencerme, al juez sí. Pero tienes que saber algo hijo, ya hiciste enemigos. — el hombre de la litera de abajo saliendo debajo mio y apoyándose en las rejas, era afroamericano de 50 años y un poco alto — el que te golpeó está aquí por matar al que asesino y abuso de sus dos hijos de seis años.
Estaba apoyado en los barrotes, de la litera y los apreté con fuerza. El recuerdo mío entrando al cuarto de mi tía y hallando allí los recortes de periódico de su abuso llegó a mí. Tenía sólo siete años, inicialmente no logré entender. Estaba aterrado con lo que mi mente Leía, me costó algunos años entenderlo. Pero no superarlo, ahora entendía a papá y su protección a mis hermanas y a mi madre.
Carltón, mi compañero de celda desde hace unas seis horas me veía con curiosidad. El primer lugar donde me dejaron fue con un amigo el mosca o abeja, como carajos se hiciera llamar. Me dejó solo y pensé que descansaría de su mirada de odio. Tonto de mí, se había largado era para venir con los demás, allí recibí otra paliza. Me tomaron entre cuatro y fue un milagro que Carltón apareciera, ellos hubieran podido hacer conmigo los que le diera la gana.
El anciano tenía el cabello blanco y sus ojos oscuros hundidos, daban la apariencia de drogarse, algo que no creí que en esos lugares se daba. Una barriga prominente que desentonaba con la delgadez de su cuerpo. Estaba allí por matar y desmembrar a tres tipos que habían matado a su esposa. Me había hecho un pequeño resumen del sitio donde estaba. Le parecía extraño que alguien que aún no fuera ante un juez estaba allí. Dijo que seguramente me había metido con un grande.
— Si tienes esposa o novia, no permitas que venga a visitarte. Estos trúhanes son unos animales y hablo también de los guardias — apoyé mis dos manos en la litera y me tiré al piso.
— ¿Llevas tiempo acá? — quise saber apoyándome en la pared frente a él.
— Bastante... y demoraré, tres vidas acá. — habló con una tranquilidad que me erizo la piel. — a todo se acostumbra uno aquí, no te preocupes ya lo harás tú también, tienes material para ser respetado — negué y él sonrió y mostró su amarillenta sonrisa.
— Saldré rápido, sé que no me cree, pero soy inocente. — no dijo nada caminó hacia la cama y me indicó que mirara si no venía alguien y así lo hice.
Subió la gastada y sucia colchoneta y debajo de ella sacó un paquete pequeño blanco, que tendió hacia mí y Negué al ver lo que era, no estaba tan mal después de todo. Se levantó y me hice a un lado, decía ser amigo, pero yo aún no le creía. Los dos primeros días allí fueron suficientes para saber que no debía confiar en nadie. Miré a otro lado al ver que aspiraría esa porquería, y él lo entendió porque soltó una risa fuerte.
— Este sitio no es para ti, ya vi que no vas durar mucho, pero no por lo que crees. Aquí o te adaptas o mueres y la única manera de adaptarse es si haces lo que todos aquí. Quizás alguien te reclute, a la Abraham le gustas y tienes lindo rostro, cuerpo y trasero. — me hizo un guiño y yo decidí ignorar ese último comentario.
— O'hurn, tienes visita — el guardia golpeó con fuerza la porra en los barrotes, no alcance a retirar mi brazo por lo que alcanzó a golpearme — perdón, la nena se golpeó, me han dicho que tu trasero se lo están rifando. Debes cuidar tu sueño, mañana serás trasladado al mismo sitio de antes.
En ese instante un frío se instaló en mi estómago y Carltón me miró preocupado, sin embargo, no dijo nada. Metí las manos por la aventura y me esposaron, luego salí y fui sacado por el largo pasillo. Pasé por la celda de Abraham, el del apodo raro. Aprendí la tercera lección ese día, no pasar cerca de las rejas.
Sacó sus manos tan rápido que no lo vi, puso una de ellas en mi cuello y jalo fuerte hacia las rejas. Me golpee la cabeza con fuerza en los barrotes y mientras eso ocurría pasó su lengua por mi rostro. Quedé desorientado, con un leve mareo, escuché la risa del guardia y de los demás, junto con los murmullos de todos.
— Abraham tiene nueva perra, es alta y rubia...
— Cuida por donde caminas hombre, — escuché al que llevaba a mi lado, no hubo necesidad de mirarlo para saber que ese acto le parecía chistoso.
— Te gustan las jóvenes, yo te enseñaré lo que se les hace a los cerdos como tu...
— Prepara ese trasero, porque todos están deseándolo...
Seguí caminando intentando ignorar las voces. Podía ser una guerra psicológica, pero también podría ser verdad. Noté que no me condujeron al sitio de siempre, sino a otra habitación. Me quitaron las esposas y me abrieron las puertas.
— Si no puedes me lo haces saber, con gusto yo le hago el favor. — habló antes de empujarme dentro.
Confundido entre al lugar, la vi sentada en una cama de un puesto. Tenía una boina morada y su cabello rubio caía a lado y lado de su rostro. Greñas... debí imaginar que ella no seguiría mi pedido. Miraba con atención un cuadro en la pared, en primera no notó mi presencia. Así que tuve la oportunidad de observarla, Stephan era un maldito ciego, al dejarla ir. Notó mi mirada puesta en ella y alzó la vista. Sonrió al verme, para luego levantarse y correr hacia mí.
— ¿Qué haces acá? — le reclamé enojado — dije que no viniera nadie ¿Es que no puedes hacer lo que se te dice?
— ¿Qué te sucedió? Ven aquí...
— Me caí — dije alejando mis manos de ella y las volvió a tomar.
— Ven acá — me hizo sentar frente suyo y miró con preocupación mi herida — Eso es reciente — habló más para sí, se quitó el gorro que tenía en su cabeza y limpió la herida en mi frente. Luego se quitó el paño de su cuello y cubrió con ella mi cabeza. — ¿Qué te sucedió? Y no digas que te caíste...
— ¿Qué haces aquí? — le respondí con una pregunta.
— Quería verte — dijo encogiéndose de hombros. — te extrañé. — me observaba atentamente y entrecerró los ojos. Sabía que mi madre le pidió que mirara bien mi condición.
— Este no es un buen lugar para ti. — negó mientras me entregaba una bolsa pequeña, que tomé en mis manos sin ver.
— No me dirás que debo y que no, tú ya no eres mi esposo. — su voz y rostro eran de seriedad, ese comentario me hizo reír. Ella por su parte reviso una vez más mí herida y siguió atenta a mis movimientos.
— Dios como te extrañé, a todos los extraños, parece que llevara años acá. — dije tomándola por los hombros y abrazándola a mí.
— Esto pronto va a acabar, Dasha y yo estamos en búsqueda de Massey Dixon. La testigo...
— Deja a papá hacer eso Greñas, no es buena idea que sigas a Dasha es tan o más loca que mamá — ella solo sonrió y se encogió de hombros.
— Apropósito de mi exsuegra te envía esto, son dos que le des uno a Carltón. — ignoró mi reclamo y se sentó en mis piernas. — hizo la declaración y se esfumó, que está de gira. Pero tu padre averiguó que es solo ella, el resto del grupo está en la ciudad. — se abrazó fuerte a mi cintura y eso me hizo lanzar un quejido. Que ella notó y alejó de mí y alzó mi camiseta, el movimiento fue rápido y abrió los ojos sorprendida. — Por eso no quieres que nadie venga a verte...
— Por favor greñas no hagas una tormenta en un vaso de agua — negó mientras me hacía alzar la camiseta y me miró por todos lados.
— Es por lo que esa tipa dice que hiciste ¿Qué más te han hecho? — preguntó y pude ver la preocupación en su voz, de decirle ella le diría a mi padre y eso solo desatara un mal mayor.
— Mis Hermanos y mis papás ¿Están bien? — pregunté, pero ella notó que era para no hablar del tema.
— Lo estarán cuando salgas, ¿Por lo menos te enviaron a enfermería? — dije que sí, era mejor mentir a que ella hiciera un escándalo a fuera y se metiera en problemas.
— No le digas nada a mamá...
— ¿Me crees loca? Si le digo se muere la pobre — escuchar eso me hizo respirar aliviado, mamá se preocuparía más de lo que seguro ya estaba — se lo diré a tu tío William y a tu abuelo, ellos llevan todo lo de los testigos falsos.
— Desatarás problemas si haces eso y no creo que ellos, cambien su historia, de hacerlo podrían ir preso, ya Diego me lo dijo — dije con desánimo, a ese paso terminaría muerto y luego se sabría era inocente.
— El taxista... Ese si lo tiene tu abuelo en la mira tú tío William llegó a casa del señor Rogers fue una disputa grande — no quería todo ese caos en mi casa, ellos tenían una vida tranquila antes de esto. Pero yo no tuve la culpa de todo esto o eso creía, empezaba a creer que era culpable de que creyera toda esa locura de almas gemelas — tu abuelo dice que está seguro que ella ya les dijo a sus padres la verdad.
— Ella no dirá la verdad, morirá con la mentira. Cuando la acusé de dañar mi auto la primera vez. Lloró desconsolada, a pesar que había muchas personas que la vieron, ella lo negó — con él tiempo aprendí a ocultarme de ella y a no estar en las reuniones en familia.
— Tú mamá me contó, y tu papá lamenta meter a ellos en la casa. El punto es que un tal Sergey, viene en una semana y el señor Davis a pedido hablar contigo, algo que tus papás se han negado... — una semana, así decían hace diez días.
— Llevó un mes esperando esta salida greñas...
— Se acabó el tiempo — miré la hora y ella resoplo.
— ¡No hemos terminado! — dijo y pude imaginar lo que seguiría.
— Deja y lo llevó preciosa y yo termino su labor — me Levanté con dificultad al ver que ella iba a acercarse enojada al guardia.
— No vengas más acá y mejor espera en casa. No aceptaré más visitas solo de mis abogados, no te quiero aquí ¡Mauren!
— No puedes prohibirme saber de ti... — se levantó y me enfrentó.
— ¡Tú no puedes imponerme tu presencia! — le grité enfadado, algo que jamás había hecho, pero ella tenía que alejarse de ese lugar — regresa a tu casa y no vuelvas.
Tomé la bolsa y salí de allí, no me despedí a pesar que moría por hacerlo. Ella me recordaba a los míos y a la época feliz en casa. Pero que siguiera viniendo era un error y podía resultar dañada. Cuando llegué a la celda, vi que tenía un nuevo compañero, era el mismo cuando llegué. Sabía lo que ocurriría en adelante y que no podía descuidarme.
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