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Capítulo 16

Ocho días después ella seguía en coma inducido y yo como ella muerto en vida, la idea de que no despertara me aterraba, sus padres y hermanos pasaban casi todo el día allí. Era el tiempo en que yo aprovechaba para atender a mis pacientes, la mejor oportunidad de distraerme un poco.

— ¿Puedo pasar? — dijo una voz conocida y alcé la mirada, sorprendido vi en la puerta a Melanie, la duda de que ella estuviera cerca era grande, pero ella debió notarlo, pues entró y dejó la puerta abierta.  — vine con mamá.

— Adelante Melanie — dije poniéndome en pie e indicándole que se sentara. — ¿Qué puedo hacer por ti?

— Le debo una disculpa — dijo y vi que tenía en las manos una caja pequeña — sé que nada de lo que le diga, le devolverá el tiempo y el daño causado.

— Eso es pasado, es muy incómodo hablar de eso Melanie — le dije sinceramente — supe que entraste a la universidad y que tu padre está muy feliz por ello. — asintió y sonrió, tomaba un mechón de su cabello y lo tiraba hacia atrás nerviosa.

— Estudiaré medicina, como mamá, después creo que me especializaré en ginecología — sonreí con ella, me alegré que había tomado el rumbo — supe que le quitaran el respirador a su esposa. — la miré sorprendido.

— ¿Cuándo te enteraste?

— Hace unos minutos el doctor se lo decia a sus padres y la señora Tiffany me dijo que le diera la buena noticia — tiré mi cuerpo hacia atrás, mientras soltaba mi corbata, eso significaba que estaba funcionando bien. — dice que unos cinco centímetros más y la bala destruye por completo el pulmón de su esposa.

— Si, no sé si decir que fue suerte, pero no encuentro otro nombre — movía con mis dedos el anillo y ella notó el movimiento, parecía incomoda, aun hoy no sabía las razones que la llevaron a cambiar. — ¿Qué hizo el abuelo para hacerte cambiar de opinión? — se acomodó en la silla y junto sus piernas.

Llevaba puesto unos vaqueros anchos y una camiseta suelta blanca, su cabello rojo recogido en una trenza hacia un lado, sus ojos eran grises como los de su padre. Era idéntica al señor Rogers, tanto que asustaba, no había rastros ninguno de su madre.

— En realidad, su abuelo es muy divertido, solo cuando se le obedece — dijo y sonreía, dos hoyuelos se les hacía en la mejilla — me mostró unos videos, de los que les hacen a los hombres en la cárcel y me dijo que eso te habían hecho a ti, eso fue el primer día. El segundo me hizo limpiar un cuarto, dijo que era sangre, me enseñó a manejar el arma que debía cargar.

Mis ojos se abrieron por la sorpresa, ella lo decia con una tranquilidad que espantaba, quizás estaba acostumbrada a esos actos salvajes, pero me era difícil aceptar ese comportamiento entre humanos.

— Lamentó mucho todo esto, no debe ser fácil — dije y ella se encogió de hombros.

—  No me fue mal, papá jamás quiso que yo aprendiera nada de ese mundo y el señor Alexis cuenta unas historias maravillosas. — en ese instante creí que ella solo quería impresionar, demostrarme de alguna manera que era ruda.

— Yo no tolero la violencia, así que nunca me sentí emocionado por escucharlas — tenia mis manos entrelazadas y jugaba con el anillo de bodas. — pero respeto ese comportamiento en otros, el día que soñé con tu padre y que lo encontré en ese arroyo, lo primero que hice fue llamar a papá. Tú padre es un hombre pesado yo era un adolescente, fue papá que me dijo que hacer, cuando esos hombres llegaron por él, me asusté, no supe que hacer, incluso lloré.

— No lo sabía — me dijo mirándome con duda.

— Creo que demoré mucho tiempo en aceptar, que la violencia no era para mí, me decia que mi padre hubiera sabido que hacer, mi madre, mis abuelos, pero yo no. Fue tu padre quien me ayudó, aun hoy es difícil para mis esas cosas, pero lo puedo tolerar. — ella asintió, inclinó su cuerpo hacia mí y entregó la caja pequeña.

— Esto es para ti y su señora, era de la madre de su la señora Ivanna — abrí la caja y me encontré con una sortija de compromiso.

— ¿Cómo llegó a ti? — le pregunté, porque hasta donde sabia mi abuelo le había entregado todo lo de su esposa a sus dos hijos, William y mi madre.

— El supuesto cuarto de sangre, era pintura y al no poder limpiarla en su totalidad. Quise ganar créditos y acomodé unas cajas que estaban en un rincón, allí encontré eso. — dijo señalando la sortija — pero estaba dañada, pedí ir a un joyero la arreglé, se la di, me la devolvió y me dijo que yo sabría qué hacer con ella.

— Creo que esto debe estar en manos de mamá — le dije y ella se encogió de hombros.

— Yo se la di a quien creí que debía llevarla, tu eres el mayor. — ella se levantó y me tendió una mano

 — Pero no soy un Ivannov de sangre, esto debería pertenecer a Alexis o a Vincent. Mamá estará feliz de tenerla de vuelta, muchas gracias por esto —  caminé junto con ella a la salida, la vi llegar a su madre y abrazarla.

Su padre llegaba en el momento, la miró con reproche al verla venir conmigo, pero su esposa le murmuró algo y el pareció relajarse. Aun así, le dijo a ella algo y se fue con uno de los hombres con los que Rogers había llegado, caminó hacia mí y se instaló frente a mí, con una sonrisa.

— Me dijeron las buenas nuevas, le quitaron el respirador. — inició diciéndome.

— Su hija me lo dijo — le respondí, apoyándome en la pared — aun veo lejos, que se recuperé del todo.

— Pero lo hará, eso usted sabe más de eso que yo, lo mio es que quien le hizo esto a ella pague — tomó mis manos y me dejó en ella algo y apretó con fuerza. — no le digo que estamos a mano, pero si me siento un poco más útil, Abraham y los demás están fuera. Carltón, fue trasladado a una prisión de Ohio, allí su único hijo puede verlo todos los días.  

— Debí visitarle — dije más para mí que para mi interlocutor.

— Me dijo que, si lo hubieras hecho, se sentirías muy decepcionado de ti — eso me hizo reír era muy de Carltón — asegura que hay dos lugares donde nunca se debe regresar, donde no eres querido y donde te tratan mal.

— Lo recuerdo — abrí las manos con cautela y ví un arete, estaba lleno de sangre.

“Te gusta mi argolla, puta te voy a poner uno a ti, será el recuerdo constante de tu paso por prisión”.

El instinto me hizo llevarme una mano en la oreja, allí donde me perforó, Rogers observaba mis movimientos en silencio. Un leve temblor en mis manos, era el indicativo que eso aún no terminaba, que jamás lo haría, su muerte no haría menos doloroso mis recuerdos.

— No puedes vivir con miedo todo el tiempo, si quieres ser feliz debes aprender a dejar el pasado atrás. Enfréntalo, demuéstrale que no estas vencido, mírate en el espejo todos los días y di que no podrá contigo. Eres el dueño de tu destino, nadie más que tu podrá vencerlo. — que me lo dijera alguien que sufrió tanto como él era un aliciente y sonreí.

— Lamento mucho el distanciamiento entre ambas familias…

— Yo no — dijo rápidamente — he descansado de tu madre y sus ideas que mi esposa es su amante — sonreí al recordar sus enfrentamientos, jamás entendería porque mamá lo hacía, supongo que era su manera de llevarle la contraria a todos. — tampoco es tu culpa, no te preocupes, yo me encargo que ella jamás se acerque a ti y hay una labor que tu abogada me dijo que podía hacer.

Se alejó al ver a mis padres acercarse a mí, ya casi era la hora de irse de todos, no entraba en la habitación pues yo estaría con ella en la noche, también porque entendía que ellos quisieran estar con ella como familia. Saqué de mi bolsillo la caja y se la entregué a mama, mientras mi papá palmeaba mi espalda.

— ¿Te sientes bien campeón? — asentí, que ella pudiera respirar sola era un logro.

— Si. Pero lo estaré más cuando ella despierte — mi madre estaba callada y ambos no dimos cuenta, una mirada en su dirección nos dio la respuesta. Estaba en silencio con el anillo en su mano, apreté en mis manos lo que Davis me había entregado y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón.

— ¿Quién te dio esto? — me preguntó.

— Melanie, el abuelo la puso a limpiar un cuarto y lo encontró, reparó. No quiso acercarse a entregártelo a ti y lo dejó conmigo — mentí, ella tenía el anillo puesto en su dedo y lloraba.

No pude más que abrazar a esa mujer que me dio los mejores años de mi vida, me dio a mis hermanos y hacia aun hoy feliz a papa con sus locuras y ocurrencias. Mi padre se instaló del otro lado y ambos la abrazamos, como en los viejos tiempos, solo que hoy no estaba en los brazos de uno de ellos. Mis hermanos no llegaron, tenían algunos pendientes, pero ellos acudieron a esa cita sin falta con Melanie.

— Siempre dije que lo quería, pensé que había sido robado el día que murió — tal vez llegó como evidencia y fue entregado por uno de los abogados que tuvo el abuelo. Era quizás lo que muy seguramente había ocurrido, era el turno de ellos de entrar, esta vez pudimos entrar los tres.

Su rostro aún estaba pálido, y sus labios cuarteados, mi madre sacó algo de su bolso, y lo pasó por ellos, sonreímos al ver que la estaba maquillando y peinando. No estaba tan mal, su madre cuidaba de ella, pero creía que era ella quien la maquillaba en las noches que llegaba a su lado, hoy descubría que no era así.

— No quiero que muera de la vergüenza cuando despierte y sea en ese estado — me dijo y sonreí, ahora sabía quién era la que la maquillaba. — No mucho porque la primera vez que lo hice la enfermera me reprendió.

 — Ella se quedó callada y aceptó que era un error — dijo mi padre en tono irónico, imaginaba que le dijo a la pobre mujer de todo e igual hizo lo que le dio la gana. — debemos irnos, sal a despedirte de los Meyer, son tu familia ahora y necesitan de tu apoyo. — me acerqué a Mauren y besé su frente, luego salí a ver a mis suegros.

Desde el suceso hablaba poco con ellos, pero si con los chicos, de Stephan solo sabía que se le había negado el ingreso a verla y que solo la vería cuando ella despertara, solo si ella así lo quería. Los que, si llegaban, pero en horas distintas eran los Hank, descubrí que eran muy amables y amaban a Mauren.

— Hola hijo ¡le quitaron el respirador! — habló su madre feliz, mientras yo guardé silencio.

— No deberías sentirte mal, sé que te culpas por lo que le sucedió, debes saber que no eres culpable en primera de caer prisión y que todo lo que se desarrolló de allí en adelante no es culpa, más que del que te llevo allí — dijo el señor Meyer, que hoy se veía más calmado — buscar o señalar culpables no es ahora prioridad, tampoco nos hará devolver el tiempo.

— Solo quería estar sano, debí decirle lo que pensaba, pero ver a Stephan besándola me hizo enojar. Mas conmigo mismo por creer que ella podía amarme — le aclaré a sus padres.

— No te tortures con eso, por ahora solo debes cuidarte y cuidar de ella. — dijo su madre y asentí — hay cosas que no se saben cómo o porque suceden. No te podemos mentir, llevo días sin dormir y con el teléfono a mi lado, esperando una mala noticia de tu parte. Pero hay que ser fuertes por ella, el resto de acusaciones, disculpas y respuestas vendrán después.

— Gracias por entenderme, yo no me siento con el honor de tanto cariño…

— No digas tonterías Marck, soportaste a mi hija por cuatro años en la universidad, cuando era insoportable y te hiciste su apoyo, su roca. Eres el único después de mí que sus locuras le divierten — asentí al ver a su padre decir aquello y luego los vi irse.

Una vez solo solté el aire, era la parte del día que amaba y odiaba a la vez, lo amaba porque podía estar con ella a solas y odiaba porque no podía tenerla como quería sana a mi lado.

— Te quiero ver reír de nuevo, tus locuras e intentos locos de cocina, tus respuestas sarcásticas e inteligentes. — empecé a decir mientras me sentaba a su lado, normalmente le decia lo que había hecho en el día, otra le contaba alguna anécdota de mi madre y padre. — Stephan se fue de casa, sus padres lo sacaron, vive con Lidney y ¿A que no adivinas? La casa tiene muchas ventanas de cristal…

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