Devon

La fortaleza estaba rodeada. Había explosivos en cada una de las esquinas y muchos de nosotros estábamos preparados para atacar a matar.

En estos días Dax se había encargado de reclutar a más como nosotros. Algunos de ellos tuvieron la mala suerte de morir a manos de Axel y su séquito de asesinos. Los demás habían muerto intentando cumplir con alguna de las misiones que Axel les puso.

—Debo decirte algo —Dax me cogió fuerte de la mano.

—Dime —arrastré la mirada hacia él. Me dio un apretón.

—Axel es un monstruo, Devon.

—¿Un monstruo?

—Como nosotros —musitó —. Él también pasó por los experimentos del doctor.

—¿Qué? —abrí los ojos, sorprendida.

—Es por eso que debes tener cuidado con él, será muy difícil de matar. Recuerda que nuestra prioridad es sacar a todos con vida y matar a los demás.

Asentí.

—Te amo, Devon —se acercó para darme un beso en la mejilla.

—Y yo te amo a ti Dax.

Sus labios se despegaron de mi mejilla y recobró la compostura. Solo segundos después una fuerte explosión sacudió el suelo, los muros cayeron y el fuego se propagó por todo el lugar.

Esa era la señal para entrar y acabar con todo a nuestro paso.

Corrimos hacia las llamas que se alzaban imponentes frente a nosotros. Atravesamos la cortina de llamas y entramos a la Fortaleza. Las alarmas empezaron a sonar, delante de nosotros había una grupo de guardias con armas de todo tipo, cada una de ellas pensada para hacernos daño.

Dax nos miró a todos, que formábamos una línea de defensa y ellos una de ataque.

Corrimos hacia ellos, sacando todo lo que teníamos de nosotros, garras filosas listas para cortar, desgarrar y romper huesos. Cuerpos anchos para esquivar y matar. Dientes filosos dispuestos para arrancar lo que fuera y más que nada la ira por matar a todos estos imbéciles que nos habían hecho tanto daño.