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Capítulo 21.

Devon

Las hojas secas se rompían con cada paso que daba. Dax me llevaba de la mano.

El sol se había ocultado horas atrás y habíamos entrado al bosque que no estaba muy lejos del motel donde dormíamos.

Todos mis sentidos estaban alerta, los sonidos del bosque me tenían encantada. El sonido del viento se colaba entre las copas de los árboles produciendo una melodía mágica.

—¿Y quienes dices que son esas personas?

Iba unos pasos delante de mí. Cuidando.

Apesar de la oscuridad que se extendía frente a nosotros como un gran manto, podía ver a la perfección. Era como si tuviera dos grandes faroles en los ojos que me dejaba ver a la perfección todo lo que tenía frente a mí.

—¿Ya habías venido aquí, verdad?

—Para que te digo que no si sí.

Sonreí.

—No son buenas personas, mein lieber, si es lo que te preocupa.

—Lo que me preocupa es que tengo ganas de comer, Dax, a como dé lugar —la garganta me quemaba como brasas ardiendo en la lava.

—Bueno, esta noche podrás hacerlo.

Una sonrisa de satisfacción se dibujo en mis labios. Ya podía sentir el sabor metálico cubrir mis encías y las paredes de mi garganta.

—Pero quiero saber quiénes son.

—Personas malas, Devon. Hombres que usan a las mujeres, las violan y las matan. No te preocupes porque te vas a deshacer de una escoria menos.

—Al menos sé que no es alguien bueno.

—Ya no existen las personas buenas, este mundo está corrompido.

Sus palabras eran crudas pero ciertas. No quedaba mucha gente buena en Hell. Todos querían algo y nadie te daba nada gratis.

A lo lejos pude escuchar quejidos. Era un hombre. Presté atención y estaba forcejeando, olía la sangre seca, además del miedo que lo carcomía por dentro.

Avanzamos unos metros más hasta que nos detuvimos frente a un gran árbol. Al frente había un hombre, se veía un poco más grande que nosotros. Su ropa estaba sucia y olía muy mal. Estaba amarrado al gran árbol con sogas que aprisionaban su cuerpo.

—Te quería limpio —Dax soltó mi mano y se acercó a él para quitarle lo que cubría su boca —. De todos modos ella te va a destazar.

—¡Ayuda!, ¡Ayuda!

—De nada sirve que grites, nadie te va a escuchar.

Dax volteó a verme, me entregó su mano, la cuál cogí sin dudarlo y me puso frente a él, poniendo sus manos en mis hombros.

—Es tuyo, meine sonne, puedes destazarlo y no dejar nada de él. Al fin y al cabo nadie lo va a extrañar.

Su boca rozó el lóbulo de mi oreja y no sé si fueron sus palabras o la proximidad lo que provocaron aquel escalofrío en todo mi cuerpo. También pudo ser la presa que se retorcía de miedo, el cual pude sentir en carne propia y juro que le excitación me cubrió por completo.

—Tengo que advertirte que después de esto ya no volverás a ser la misma.

Asentí levemente mirándolo de reojo.

Me dio un beso en la mejilla y me soltó. Fui directo a mi presa para devorarla por completo. No iba a quedar nada de él, ni siquiera sus huesos.

Meine sonne: mi sol.

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