Capítulo 11.
Devon
Observaba a las personas a mi alrededor y me preguntaba si ellas también habían pasado por lo mismo que yo había pasado. Me preguntaba si yo sería cómo Dax o que habilidades llegaría a tener.
Me asomé a la puerta y él estaba ahí, con los brazos cruzados a la altura de su pecho y aquella mirada de cazador que solo él poseía. Con la cabeza me señaló afuera. Me acerqué a él y cuando estuve debajo de la puerta salió conmigo al patio.
Era un lugar amplio, con muros altos y protegidos con alambres, todo estaba cercado con malla, quizá también estaba electrificada cómo los alambres alrededor de la fortaleza.
—Kei me dijo que tú...que ya te vas a ir de aquí —le dije en cuanto pusimos un pie afuera.
—¿Te ha molestado? —negué rápidamente.
—Cuando estuve allá abajo.
Volteé a verlo.
—¿Es cierto? —asintió con la cabeza.
Sentí un nudo en la garganta pero no dije nada. Seguí a su lado, en silencio.
Algunos de los pacientes caminaban de un extremo al otro, algunos solos, otros más acompañados.
—En un par de semanas voy a dejar este lugar, después de tantos años aquí, por fin seré libre.
—¿Cuántos años llevas aquí?
—Desde los quince años y tengo veinte.
Pobre.
—No sientas lástima por mí, Devon, a final de cuentas esto tenía que pasar.
—Pero...—apreté los labios —. Sí, tienes razón. Me alegra que te vayas a ir, Dax.
Llegamos a una de las esquinas y en completo silencio nos sentamos, uno al lado del otro.
—Lo que le hiciste a Kei fue épico, nadie había podido hacerle nada.
Ni siquiera pregunté como es que él sabía que le hice a Kei, era tonto hacerlo.
—Bueno, no pude evitarlo, lo tenía frente a mí, solo lo mordí y ya.
—¿Solo lo mordiste y ya? —preguntó, divertido —. Supe que le arrancaste un buen pedazo.
—Así se lo va a pensar mejor antes de querer tocar a otra niña.
Asintió con la cabeza.
—Deseo que te vaya bien allá afuera.
—No sé como es allá afuera, llevo años aquí, encerrado.
—No ha cambiado mucho, sigue siendo la misma mierda, solo que ahora llueve mucho, hay más indigentes en las calles, todo es un asco.
—Como aquí —sonrió.
—Solo que la comida de allá afuera es mucho más rica que la porquería que sirven aquí. Creo que te irá bien.
—Eso espero.
—Eres especial, Dax, podrás con lo que hay allá afuera.
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