Dax

La veía dormir plácidamente en la sucia cama debajo de ella. Su pecho subía y bajaba lentamente, su respiración era acompasada. Sus cabellos rubios estaban esparcidos por toda la almohada.

Sus brazos estaban descubiertos y pude notar algunas marcas y moretones en su blanca piel.

—Devon —me acerque a ella. Me agaché quedando a su altura.

Seguía oliendo bien, aunque a estas alturas su sangre ya estaba contaminada con el veneno que ellos habían puesto en su sangre. Los latidos de su corazón eran pausados, pero regulares. La sangre fresca corría por sus venas, se hacía una con el veneno y este se adhería a su ser.

Pase la yema de mis dedos por su mejilla, la sensación fue satisfactoria, toda ella era fresca, suave y olía muy bien.

—Devon —dije cerca de su oreja, provocando un escalofrío en su cuerpo.

Se incorporó, asustada. Se encogió en la pared y abrazó sus piernas con sus brazos en modo de defensa.

—No te haré nada —volvió a respirar rápido y su corazón latía veloz —. Yo que tú calmaba los latidos de ese corazón, no querrás sufrir un paro cardíaco.

—¿Cómo...? —relajó el ceño —, claro, nada aquí es normal —suspiró .— Creo que yo tampoco lo soy —se miraba las marcas en los brazos.

—Quisiera decirte que sigues siendo la misma, pero no, no te puedo mentir así —me senté en la cama que parecía estar hecha de piedra de tan dura que estaba.

—¿Qué va a pasar de ahora en adelante? —preguntó, su voz era temerosa.

—Te estarán vigilando, esperan que lo que sea que te hayan hecho funcione.

—¿Y sino funciono cómo ellos quieren?

—No quieres saberlo.

Cogió mi mano y sentí una fuerte corriente que me recorrió por completo. Ella también la sintió ya que se apartó en segundos.

—¿Qué fue eso?

—No lo entenderías.

—Dime —exigió.

—Ni yo lo entiendo bien, Devon.