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🔥☠CAPÍTULO 4 ☠🔥

GARRETT

Pasado

Esta pelirroja me tiene jodidamente intrigado y a la expectativa, algo que no es normal en mí.

Me encantan las mujeres y todo lo que tiene que ver con ellas, sobre todo cuando eso implica tenerlas desnudas debajo de mí con mi polla enterrada en su coño, pero normalmente me aburro con facilidad.

Y esta en cambio, a pesar de no haber tenido contacto con ella todavía – vaya si le tengo ganas – tiene algo que me atrae como una polilla a la luz.

A pesar de la actitud de mierda que está teniendo conmigo y que empieza a mosquearme. Se comporta como si fuera a apalearla cuando todo lo que he hecho ha sido ayudarla.

Pero claro, con esos golpes que tiene...lo entiendo. Tengo ganas de preguntarle quién le ha hecho esto y despellejar al bastardo responsable y ni siquiera entiendo por qué me despierta la vena posesiva de este modo, si no la conozco de nada.

La verdad es que encontrarla ha sido una distracción para mis problemas. Así que no tengo prisa porque nuestros caminos se separen, al contrario.

Solo la idea de compartir la misma habitación me la pone dura.

Ella va agarrada a mi cintura, con la cabeza apoyada en mi hombro mientras contempla la ciudad en todo su esplendor. Parece que está ante una de las octavas maravillas del mundo y eso me arranca una sonrisa, porque tampoco es para tanto.

Pero si ella lo piensa, igual es porque ha salido poco a ver el mundo.

— ¿Te gusta esto, pelirroja? — le pregunto, alzando la voz para hacerme oír por encima del motor de mi preciosidad.

Si le sorprende que le dé conversación, no lo demuestra.

— Está muy bien, nunca había venido. ¿Dónde vamos a pasar la noche? — inquiere, con ese tono que indica que todavía no ha bajado la guardia conmigo. Es una chica jodidamente lista al no hacerlo.

Me encojo de hombros.

— En un motel, a las afueras. Llevo varios días en la carretera y no me queda mucha pasta, así que es todo lo que puedo permitirme. Espero que no seas demasiado remilgada, princesa — bromeo, para que se relaje un poco.

Y en parte funciona, porque me recompensa con una sonrisa cargada de ironía. Pero también hay cierta tristeza en su expresión al contestar.

— Esta princesa se las ha apañado para sobrevivir en las cloacas de Chicago, así que no te apures, grandote. Estaré bien, por más cutre que sea el motel.

Antes de que mis ojos encuentren los suyos sigue mirando el paisaje. Para mí, la zona agreste del norte de la ciudad no es que sea nada impresionante. En esta área solo hay bosque y montaña.

Claro que, la primera vez que vine – con mi hermano – estaba tan emocionado como ella. Pero en mi caso, solo me interesaba entrar a los casinos y visitar todas las zonas de ocio. Tenía quince años y era un flipado con ganas de juerga.

Mi hermano no me advirtió que no me dejarían entrar, así que hice un gran ridículo y él se lo pasó en grande a mi costa. Sonrío, recordando cómo después nos fuimos a los recreativos y lo machaqué disparando en los puestos cutres de las casetas.

Fue un buen día, antes de que todo se fuera a la mierda.

Bill siempre fue mi única familia. Mis padres eran unos yonkis que nos echaron de casa cuando vieron que ya no podían seguir utilizándonos como sus camellos personales y nos las arreglamos para burlar a los servicios sociales hasta que él cumplió la mayoría de edad.

Dos chicos solos en la calle con pocos recursos. De no haber sido por el club, probablemente ahora estaríamos muertos.

Mi pecho vibra de odio. Yo sigo vivo, pero él ya no está.

Los hijos de puta de los Ejecutores me lo arrebataron hace un mes. Una bala perdida y una mierda.

Billy los tenía en la mira desde hacía tiempo. Desde que Demon le encargó que los vigilara sin llamar la atención porque sospechaba que se estaban pasando la tregua por el culo.

Y lo que más rabia me da no es que tuviera razón, sino que no tenemos pruebas para demostrarlo. De lo contrario, yo habría sido el primero en desatar una puta masacre en su mierda de club.

Por eso decidí hacerle caso al presi y pasar una temporada en la carretera, quemando asfalto y viajando sin rumbo fijo. Lo que fuera que me ayudara a desconectar.

El problema es que no estaba teniendo éxito, las ansias de venganza no me dejaron ni un minuto de tregua; hasta que la encontré a ella.

E incluso ahora, al pensar en mi hermano - aunque sigue doliendo - es un poco más soportable.

— Parece que no somos tan distintos después de todo, pelirroja — comento, abstraído.

Y a pesar de que estoy evitando mirarla, sé que se ha dado cuenta de mi ánimo sombrío.

Las manos que se aferran a mi cintura son suaves, su voz apenas un murmullo cuando habla.

— ¿Estás bien? Te has quedado muy callado antes.

Dejo escapar una carcajada y no me puedo resistir a picarla.

— ¿Ya te estás preocupando por mí? Veo que te caigo mejor —suelto, enarcando las cejas.

Logro mi cometido, porque suelta un resoplido y pone los ojos en blanco.

— No te emociones tanto, grandote. Es difícil caerme bien — replica, haciéndose la dura. Muy bien, así siempre es más emocionante.

— Vaya, acabas de herir mis sentimientos, pajarito — bromeo. Este tira y afloja está siendo de lo más entretenido.

Y puedo ver cómo intenta por todos los medios contener la sonrisa que se le está dibujando en la cara.

No lo consigue y deja escapar una risa cantarina, muy dulce. Debería reírse más.

— No me llames así. Soy...soy Michelle — acaba por decir, con las mejillas coloradas.

Esa repentina timidez me la pone dura y ni siquiera trato de disimularlo. Total, le estoy dando la espalda. Ya nos preocuparemos esta noche de mi amigo.

— Bonito nombre, aunque creo que me gusta más pajarito. O pelirroja.

Por toda respuesta, deja escapar un gruñido exasperado y suelto otra carcajada.

— ¿Siempre eres así de irritante? — apostilla, fingiendo molestia. Y digo fingiendo porque todavía no se le ha borrado esa media sonrisa de listilla.

— No, así no...— finjo pensármelo unos segundos, antes de dar el golpe de gracia —. Soy peor.

— Valee... ¿Y cuál es tu nombre? — inquiere, curiosa —. A menos que me vayas a salir con la típica frase de "si te lo dijera tendría que matarte", entonces prefiero no saberlo. Gracias — lo suelta del tirón, imitando mi voz grave.

Y no puedo evitarlo, el pecho me vibra a causa de las carcajadas tan estentóreas que se me escapan. Admito que la perra es chispeante.

Michelle.

Saboreo su nombre en mis labios y me imagino cómo se sentiría gemirlo mientras ella tuviera mi polla en su dulce boquita.

El jodido paraíso.

— Si quisiera matarte, ya lo habría hecho. — Y a continuación, añado —: Garrett, mi nombre es Garrett.

Solo entonces me doy cuenta de que ya hemos llegado a nuestro destino. Estaba tan concentrado en las respuestas ingeniosas de mi acompañante – y en imaginármela cabalgándome como una amazona - que se me ha pasado más rápido de lo que esperaba.

Aparco y pongo el caballete, luego le desabrocho el casco. Noto que el gesto la sorprende. ¿Con qué clase de soplapollas ha tratado? Probablemente, con tipos como el que le han hecho las heridas en la cara.

Solo de pensarlo, me entran unos instintos realmente homicidas. Nunca he tocado a una mujer, es de putos cobardes y los que se atreven a hacerlo deberían estar bajo tierra.

— Garrett — repite ella, liberando su indomable melena pelirroja que se mece con el viento —. Me gusta, pero prefiero grandote.

Y luego me guiña el ojo y me deja atrás, encaminándose hacia el motel de carretera abierto veinticuatro horas.

La alcanzo de una zancada, todavía más duro que antes por lo que esa palabra ha despertado en mí.

— Buenas noticias. Sí que tengo algo grandote y te aseguro que se alegra de conocerte — suelto, echando un descarado vistazo a mi entrepierna abultada y guiñándole el ojo de vuelta.

Ella se queda, literalmente, con la boca abierta cuando se percata de mi erección. Y no aparta la vista. Al contrario, me deja saber que le gusta lo que ve.

Sus mejillas adoptan el color de su pelo y sus pezones se endurecen involuntariamente bajo el fino top que lleva puesto.

Toma todo mi autocontrol no iniciar los preliminares aquí mismo, en medio de la puta carretera. Mis ganas de follarla son brutales. Pero me contengo.

Ella se aclara la garganta, recomponiéndose.

— ¿Entramos? Estoy cansada.

La decepción me invade, pero asiento y tomo la iniciativa. A fin de cuentas, he estado aquí en varias ocasiones y conozco al dueño. De hecho, está en la nómina del club. Así que una idea toma forma en mi mente.

Un caballero no lo haría, pero estoy lejos de serlo. Y quiero a esta mujer en mi cama.

El motel está tal y como lo recordaba; con la cal comiéndose las paredes, el olor a moho y la visible falta de personal de limpieza.

— ¡Si es el mismísimo Garrett! Cuánto tiempo, hermano —me saluda Colin, el propietario, en cuanto me ve. Luego repara en Michelle y se queda unos segundos embobado, hasta que se percata de mi mirada asesina y rápidamente aparta la vista, pasándose las manos por la calva.

— ¿Cómo va eso, Colin? Mi chica y yo queremos una habitación — le susurro, aprovechando que Michelle está demasiado concentrada inspeccionando la entrada con una mueca. Debería alegrarse, al menos no hay cucarachas —. ¿Qué tienes libre? — pregunto, ya en voz alta, para disimular.

Mi mirada le indica que más le vale no meter la pata. Pero lo pilla al instante y tras fingir que va a echar un vistazo, anuncia:

— Bueno, estamos a tope Garrett, así que solo me queda una habitación libre.

De inmediato, la cabeza de Michelle hace un giro de ciento ochenta grados y pasea la mirada de Colin a mí, con incredulidad.

— ¿Está seguro? ¿Una habitación...solamente? ¿Con dos camas o una? — lo interroga, todavía más tensa que antes.

— Ah...una sola, me temo.

— Vamos pelirroja, no muerdo. No haremos nada que no quieras —la tranquilizo. Y esta vez voy en serio.

Aunque sigue mostrándose precavida, se relaja con mis palabras y acaba por asentir.

— Bien, nos la quedamos — cede y mi sonrisa se ensancha al coger la llave que me tiende Colin.

Le pago y le hago un gesto a la pelirroja para que me preceda.

Ella me dedica una mirada entre extrañada y gratamente sorprendida.

— ¿No decías que no eras un caballero? — me pincha.

— Quizá esté tratando de impresionarte — replico, dándole un repaso a ese culito respingón que me pone a cien y componiendo una fingida mueca inocente cuando ella me atrapa in fraganti. Que me arresten, me declaro culpable —. ¿Funciona, pelirroja? — aventuro, pegando a ella en cuanto terminamos de subir las escaleras y llegamos al rellano.

Nuestra habitación es la primera de las diez que hay en la planta.

Ella se estremece de deseo ante mi cercanía, pero logra mantener el tipo para regalarme una de sus clásicas réplicas mordaces.

— Ni un poco, grandote.

Buena jodida respuesta.

Por ahora le doy tregua y nos instalamos en un cómodo silencio.

La habitación está bastante mejor que el recibidor, por suerte. 

Michelle se deja caer sobre la cama de matrimonio y cierra los ojos, dejando que su pelo se derrame en cascada sobre la almohada y su ombligo quede a la vista al ponerse boca arriba, regalándome una visión más que estimulante de su cuerpo.

Joder, esta mujer es un bomboncito aun sin pretenderlo. Y resulta que yo siempre he tenido debilidad por el chocolate.

— Esto es mejor de lo que pensaba. Mira, las sábanas son muy confortables — dice, todavía con los ojos entrecerrados, invitándome a acomodarme a su lado.

Admito que eso no me lo esperaba, pero me dejo caer sobre el colchón antes de que cambie de opinión.

— ¿Quieres ver la tele? — pregunta, incorporándose un poco. Asiento.

La verdad es que me da igual. Lo único que quiero es a ella, desnuda sobre estas sábanas, pidiéndome que la folle hasta que la haga gritar y gemir.

Igual necesito una ducha. Tengo las bolas azules por todo el tiempo que he pasado en la carretera, viajando sin rumbo fijo.

Y una perra despampanante y preciosa tumbada sobre la cama y sonriéndome así...no es un buen incentivo para mantenerla guardada en mis pantalones.

Ella la enciende y empieza a hacer zapping, ajena a mis pensamientos subidos de tono.

— ¿Alguna preferencia en especial? —inquiere, pasando una telenovela mexicana. Me río.

— ¿Qué tal algo de porno?

Le estoy tomando el pelo y ella lo sabe. Me da un puñetazo amistoso en el brazo. Apenas me hace cosquillas.

— Hablo en serio.

— Y yo.

Pone los ojos en blanco. Qué fácil es picarla. Y me encanta.

Se levanta para explorar el cuarto. Y sospecho que porque mi cercanía empezaba a ponerla nerviosa.

— Mira, una botella de vodka — dice, cogiéndola de uno de los estantes. Tiene un brillo travieso en la mirada que me envía una sacudida directamente a la entrepierna.

— ¿Sugieres que nos emborrachemos, pajarito?

— ¿Por qué no?

Se encoge de hombros y, tras asegurarse de que estaba sin empezar, le quita la tapa, bebiendo un trago sin hacerle ascos. Como una campeona.

— Está fuerte, pero riquísima — comenta, pasándomela.

Mi trago es mucho más generoso y se queda observándome con ojos como platos.

— No es justo. Tienes mucha más tolerancia al alcohol que yo —protesta.

Me echo a reír.

— Tranquila, pajarito. Me aseguraré de frenarte antes de que te pases de la raya — le prometo.

Y me parece percibir que sus ojos brillan más de la cuenta.

Oh, mierda.

Que no llore, por favor. La sensibilidad no es mi fuerte.

Sin embargo, aguanta las lágrimas y me hace la pregunta que menos imaginaba.

— ¿Por qué te detuviste? Antes, en la carretera — especifica, mirándome fijamente como si intentara analizar un puto problema de matemáticas —. ¿Por qué me ayudaste? Podrías haber seguido de largo...

— Para el carro. Puedo ser muchas cosas, pelirroja, pero no un desalmado que deja tirada a una mujer golpeada en medio del arcén y expuesta a toda clase de peligros. Esa carretera era muy solitaria y cualquier cabrón con malas intenciones podría haberte hecho cualquier cosa —le suelto todo eso del tirón, cabreado tan solo de imaginarme la escena.

Me dan ganas de matar solo de pensar en alguien lastimando al pajarito herido.

Por toda respuesta, ella me quita la botella de las manos y le da un trago enorme. Tanto que da un hipido cuando termina y se limpia la boca. Me apresuro a recuperarla, porque le he hecho una promesa y ya parece estar rozando peligrosamente la borrachera.

Lo sé en cuanto se le suelta la lengua.

— Gracias. Siento no habértelo dicho antes. Es que...estoy acostumbrada a tratar con auténticos patanes hijos de puta. Pero tú...a pesar de tu fiero aspecto, eres decente, Garrett — me dice. Y ahora soy yo quien le da un trago descomunal a la botella.

— No es para tanto. Tampoco soy un ciudadano ejemplar ni nada de eso — le aclaro, porque no quiero que se haga ilusiones ni ideas que no son.

Soy un motero proscrito. Probablemente ni siquiera sepa lo que implica, porque parece una chica normal – una con muy mala suerte, eso sí – pero hago cosas jodidas y cuestionables a diario. Cosas que apuesto que la harían echar a correr si las supiera.

— Lo sé. Pero aun así...gracias — reitera, acariciando mi áspera barba con la punta de los dedos en un impulso.

Dejo escapar un gruñido de placer. Esta mujer no sabe que está tentando al diablo, pero como siga acariciándome así quizá lo descubra.

— Pajarito, estás borracha. Deberías tumbarte — sugiero, pero al ver que sigue mirándome con deseo, le aclaro algo —: no quiero que me malinterpretes, estás como un tren, pero quiero asegurarme de que si te follo sea porque lo deseas tanto como yo.

Si mis hermanos del club me vieran ahora probablemente se estarían descojonando a mi costa. Garrett desaprovechando la oportunidad de echar un polvo...

Pero, joder, no quiero exceder los límites. Ella confía en mí. Y no muchas personas lo han hecho desde que tengo uso de razón. Eso significa algo para mí.

Michelle se ríe.

— ¿Sabes? Eres un cielo, aun con todos esos tatuajes y esa mirada asesina. Pero sé lo que quiero y es a ti, desnudo sobre mí, follándome rudo. Necesito hacer lo que me dé la gana por una vez y te deseo. Me excitas — susurra lascivamente en mi oído, mientras sus manos descienden hasta mis vaqueros y tiran de la cremallera.

— ¿Estás segura? — pregunto, haciendo un esfuerzo supremo.

— Sí, joder que si lo estoy — confirma.

Y no me reprimo más.

Me bajo los bóxeres y libero mi polla, que está completamente erecta. Ella se queda maravillada y me ayuda a desprenderme de la camiseta. Acaricia mis pectorales, nuestras bocas se funden y saboreo su lengua con éxtasis.

Gruño cuando se engancha a mi cuello, rodeándome las caderas con sus piernas ágiles, y la tumbo sobre el colchón, posicionándome encima y desprendiéndome del sujetador para saborear esas tetas generosas y rosadas que tiene.

Sus uñas exploran a su antojo mi cuerpo. Le gusta lo que ve y es mutuo. Necesito quitarle esos pantaloncitos cortos y saborear su coño o me correré como un adolescente precoz.

— Levanta las piernas — ordeno, con la voz grave. Tomarme tiempo con los preliminares no suele ser mi fuerte, pero me apetece jugar con el pajarito.

Ella obedece. Tiene las mejillas encendidas y los pezones tiesos como balas.

Le bajo los pantalones y los tiro a un lado sin ningún cuidado. Luego le bajo las bragas con los dientes y me deleito con la visión de su coño depilado. Es perfecta.

— ¿Sabes una cosa, pelirroja? Me he preguntado cómo se sentiría tener tu coño en mi boca desde que subiste a mi moto — le susurro al oído, seguido de otras guarradas que la ponen a tono.

— ¿Y a qué esperas para descubrirlo? — me provoca, sin el menor rastro de timidez o vacilación. Como una chica ruda.

Y me vuelve loco esa faceta de ella.

No hablamos más. Las palabras sobran.

Hundo la cara en su coño y empiezo a chupar y a lamer en la zona más sensible de su cuerpo, hasta que sus gemidos son tan fuertes y tan placenteros que mi polla amenaza con reventar si no la penetro de una vez. Pero vale la pena esperar.

Su cara enrojecida, el pelo largo y rojizo, las manos aferrando las sábanas y el orgasmo sacudiéndola, son suficientes para hacerme perder la poca cordura que me quedaba.

Me aparto un poco e introduzco un dedo en su interior, arrancándole un jadeo que pronto se convierte en una blasfemia. Me encanta esa boquita sucia.

— Garrett...otro — es un mandato. Y la complazco.

Meto dos dedos más en su abertura y ella se arquea como poseída de placer. No puedo aguantarlo más. Cuando se corre me llevo su fluido a la boca y la saboreo, quiero poseerla, corromperla.

— Siéntate en mi cara, pelirroja — ordeno, con una sonrisa traviesa. La diversión acaba de empezar.

Libero su cuerpo de mi peso y la dejo tomar el mando. Ahora mismo, desnuda y excitada sobre mí, parece una jodida diosa que ha venido a cumplir todas mis fantasías.

Pero entonces la magia se rompe. Alguien la está llamando al móvil y su nerviosismo repentino me baja un poco el calentón, aunque mi polla sigue dura.

Espero que lo apague, pero lo que hace es quitarse de encima, bajar de la cama e ir a ver quién es. El cabreo que siento es indescriptible.

No contesta. Se queda unos segundos ensimismada mirando la pantalla antes de colgar y entonces empieza a vestirse.

Que me jodan.

Esto no está pasando.

— Eh, ¿qué haces?

Ella apenas atina a hablar. Yo no estoy mucho mejor, pero la ira empieza a nublarme la visión.

De todos los momentos que tenían para llamar han elegido el peor.

Y entonces ato cabos.

Salto de la cama y la sujeto del brazo para encararla.

— ¿Era el hijo de puta que te ha hecho esto? — rujo, señalando su cara. Me rehúye la mirada, confirmando así mis sospechas. Mi instinto asesino se multiplica por mil. Juro que si tuviera delante a ese bastardo lo mataría...

— No es asunto tuyo.

Su voz es fría. No se parece en nada a la de la chica atrevida y juguetona de hace un rato. Y me hierve la sangre.

— Acabo de darte un puto orgasmo con mi boca y mis dedos, pelirroja. Jodidamente creo que es asunto mío saber quién cojones nos acaba de interrumpir el polvo — bramo, apretando los puños para controlar mi ira.

Su respuesta es encogerse de hombros.

Solo cuando termina de vestirse, vuelve a mirarme. Y es esquiva, huidiza. Juraría que incluso asustada.

— Me voy a que me dé un poco el aire. Si quieres que se te baje el calentón más vale que te la sacudas, porque no pienso ocuparme de eso, grandote — espeta, saliendo por la puerta antes de que pueda replicar.

— Eso dices ahora, pelirroja — murmuro, para mí mismo. No pienso dejarlo correr.

Maldiciendo con todos los improperios de mi repertorio, me tumbo en la cama de nuevo y me hago una puta paja para calmar mis ansias. Pero nada es lo mismo, porque la necesito a ella.

...

Joder, la pelirroja está tardando demasiado y eso me molesta. Jodidamente me cabrea más de lo que debería y no solo porque se haya largado dejándome con todo el calentón, sino porque esta zona de Las Vegas no se caracteriza precisamente por ser muy segura y lo último que necesito es que la asalten o le hagan algo.

El aparcamiento del motel estaba lleno de coches y motos, la zona trasera demasiado oscura e ideal para cualquier desgraciado con las manos largas. 

Cualquiera se preguntaría por qué me importa, claramente ella no es mi responsabilidad. Pero no dejo desamparada a una mujer después de tenderle la mano y desde luego que mientras esté conmigo nada malo le sucederá, si puedo evitarlo.

Así que, como tampoco tengo nada mejor que hacer, salgo a buscarla.

No tengo que andar muy lejos para dar con una cabellera pelirroja en medio de un grupo de hombres.

Y cuando me doy cuenta de lo que está pasando veo rojo y saco mi cuchillo de la funda. Cuatro hijos de puta tratando de propasarse con la mujer que está conmigo, que ha estado a punto de ser mía.

Ella grita. 

Y enloquezco.  

Los mataré.

Los destrozaré.

Eso es una promesa. 

☠☠🔥🔥

Bueeeeno como está el ambiente jejeje ¿qué tal? ¿Os está gustando la historia? Me encantaría saber :3

Os cuento que desde ahora los capítulos siguientes serán en pasado hasta que lleguemos al momento clave del presente, el reencuentro señoras uwu nos leemos pronto🔥recomendad si os están gustando, me ayudaría mucho <3 y seguidme en mis redes para no perderos nada, estoy muuy activa

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