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Capítulo 1

Esa mañana al bajarse del taxi Lauren estornudó tres veces como casi nunca lo hacía. Fue entonces cuando pensó que si alguien estuviese a su lado le hubiese deseado salud, dinero y amor, y sonrió al imaginar que este último lo podría conseguir aquel día.

El taxi se alejó dejándola con su maleta frente al pequeño establecimiento al que estaban pintando de color blanco. Subió los escalones y fue directo a una de las dos ventanillas que la recibían.

—Buenas, tengo un tiquete reservado por el señor Bernal.

La chica del otro lado, de lentes gruesos y cabello corto, le pidió su número de identificación y al comprobar la información, le entregó dos rectángulos de papel. Uno más largo que otro.

—En la puerta de abordaje debe entregar el tiquete más largo —le explicó la chica. Lauren agradeció y arrastró su maleta hasta la sala de espera.

El terminal de transporte de la flota de buses de la empresa ArrowXpress era un edificio de una sola planta que estaba siendo remodelado. El olor a yeso de las paredes lo delataban, las sillas de la sala de espera también se veían nuevas y el lugar en el que la cafetería estaba instalada aún tenía estantes vacíos. De lo primero que se dio cuenta Lauren cuando tomó asiento, era que no había ningún tipo de publicidad o información sobre las rutas, aunque fuera solo una.

La flota de buses ArrowXpress había funcionado hacía varios años en SynCin City cubriendo la ruta hasta Medy City, y ahora uno de sus dueños la había retomado cubriendo solo aquel trayecto. La principal causa del cierre de la flota en el pasado había sido la muerte de uno de sus fundadores, que al parecer le dejó su parte de la empresa a su hijo, la cual no valoró. Aquella información era la que le había dado Mac a Lauren antes de ofrecerle el proyecto. No era mucho, pero precisamente para eso era aquel viaje, para conocer con más profundidad la historia del proyecto que iba a cambiar su vida.

Mientras esperaba la llegada de su bus, Lauren recordó lo que le sucedió al bajarse del taxi y echó un vistazo a su alrededor en busca de aquel pretendiente que su tercer estornudo le había augurado. Y es que había que creer en algo así, ¿no? Es decir, si las citas a ciegas no funcionaban, y tampoco las salidas de los últimos fines de semana, a lo mejor el que haya estornudado tres veces aquella mañana era la señal que necesitaba para saber que su amor ideal estaba cerca. Lauren sonrió ante la ridícula idea de los estornudos y el amor, ¿a quién se le había ocurrido? Quien quiera que haya sido lo había hecho bien al dejar el amor de último, lograr tres estornudos es casi imposible. ¿Y qué pasa cuando lo hacemos cuatro veces? ¿A que corresponde? ¿A la felicidad?

Antes de seguir con sus reflexiones de buenos días, Lauren marcó al teléfono de la oficina y Audrey contestó al segundo tono.

— ¿Crees que si uno llega al estornudo del amor, en realidad lo encuentre?

—Pues yo a veces estornudo tres veces y lo máximo que logro es que ese día Jake cocine la cena. A lo mejor sí, ¿por qué?

—No me hagas caso, estoy reiniciándome todavía.

— ¿Ya estás en el bus?

—Aún no ha llegado.

— ¿Recibiste la presentación? —le preguntó Lauren mientras jugaba con su tiquete.

—Sí, justo estoy descargándola para los últimos ajustes.

—Vale, estaré llegando en unas cuatro horas.

—Para cuando llegues ya estará en tu correo.

—Gracias. ¿Qué ha dicho Mac?

—No ha llegado. Cinco minutos antes que tú, marcó a decirme que estaba retrasado tratando de encontrar su corbata en el cuarto del motel. Vale, eso último no lo ha dicho tan así, pero lo leí entre líneas.

— ¿Estaba con la rubia o con la morena?

—Creo que anoche era el turno de la rubia.

—Debería decidirse por esa.

— ¿Qué? ¡Pero si la morena es más simpática!

—A mí no me parece.

—Anotaré esto como otra cosa en la que no estamos de acuerdo.

— ¿Llevamos muchas?

—Sí.

—Creo que el bus llegó. Te llamo apenas llegue.

—No, espera, no me cuelgues —le suplicó Audrey desde el otro lado— debo contarte algo.

— ¿Qué pasa? Espérame un momento.

Lauren caminó hacia una puerta que dividía la sala de espera con el parqueadero en el que varios buses de color blanco estaban esperando.

—Tiene que ver con Jake —le dijo su amiga desde el otro lado.

— ¿Con Jake? —Lauren se ubicó detrás de un hombre grueso que tenía problemas para rodar su maleta y que cubría todo el umbral de la puerta de acceso— ¿Tienen problemas acaso?

—Es que lo noto demasiado extraño desde que entró al grupo de cocina.

— ¿Por qué? Tú lo apoyabas en todo caso... —una mano apareció del lado izquierdo del hombre y con él una voz.

—Su tiquete por favor —dijo alguien del otro lado. Lauren lo entregó y avanzó después que el hombre grueso lo hiciera. Caminó directamente hasta el bus sin mirar hacia atrás.

— ¿Sigues ahí? —preguntó Audrey.

—Sí. Ha sido un lío entrar al parqueadero. ¿Ves por qué odio estos viajes? Son demasiados procesos absurdos.

Lauren entregó la maleta al hombre que la acomodó amablemente a un costado del guarda equipaje y subió al bus.

—Ahora sí cuéntame. ¿Qué pasa con Jake?

—A lo mejor me lo estoy inventando todo. ¿Sabes qué? Déjame terminar la presentación y luego seguimos hablando. Te estaré avisando vía celular.

—Pero... bueno, está bien.

—Lauren, relájate. No va a pasar nada. Nos hablamos en cuatro horas.

—Vale, gracias.

Lauren colgó la llamada y miró a través de la ventana del puesto 15 que le había tocado. Recordó las palabras de Audrey e intentó relajarse, a lo mejor aquel viaje no iba a ser tan terrible como lo había pensado la noche anterior.

Y es que aunque Lauren había preferido viajar en un transporte privado, unas pequeñas camionetas blancas de seis puestos en las que el viaje rendía más, lo cierto era que debía abordar aquellos buses porque precisamente, el cliente que los había contratado en Medy City era el dueño de aquella empresa de transporte.

—Es más económico para nosotros, que digo económico, ¡es gratis! —le había dicho Mac.

Mac y Audrey habían sido compañeros de Lauren durante la universidad. Los tres habían estudiado Medios Audiovisuales y se habían especializado en diferentes campos; Mac hizo luego unos estudios en administración, Audrey hizo algunos cursos externos de diseño gráfico y Lauren siguió la línea de la animación. Después de varios años sin verse con Mac, él un día apareció con un préstamo importante que le había hecho su padre y las invitó a crear una productora audiovisual. Lauren y Audrey no pudieron negarse, las entrevistas y la mala remuneración en el mercado como independientes les estaba costando, así que decidieron unirse a su viejo compañero universitario y fue entonces cuando nació su empresa, Enfoque.

El viaje a Lauren le pareció eterno. Quiso de nuevo llamar a Audrey para preguntarle como había hecho para aguantar tantas horas de viaje por dos meses, pues su amiga fue quien se reunió con los clientes fuera de la ciudad la última vez. Para Lauren todo aquello era nuevo, ella siempre se había encargado desde la oficina y así le gustaba más. Sobre todo porque el trabajo de post-producción se le daba mejor y Mac prefería viajar a encerrarse en la oficina. Pero ahora las cosas habían cambiado, Audrey estaba demasiado ocupada con algunas piezas por entregar a varios clientes en la ciudad al igual que Mac quien cuando llegó la solicitud de Medy City no dudó en enviar a Lauren.

—Es una oportunidad de viajar y conocer —le había dicho, pero ella no se sentía tan convencida de ello.

Por algo prefería el transporte privado. Aquella mañana un bebé al otro lado de la hilera de las sillas se negaba a dejar de llorar, aunque sus padres estaban intentando de todo, el niño no cedía. A mitad de camino una mujer que iba en el asiento de atrás de Lauren empezó a vomitar y no dejó de hacerlo por veinte minutos. Ella los contó. Si así serían sus próximos días, Lauren anotó mentalmente comprarse un par de audífonos o un libro.

Mientras el paisaje se desdibujaba a través de la ventana, Lauren volvió a pensar en los tres estornudos de aquella mañana. ¿De verdad era posible creer en algo así? ¿A cuántas personas les había funcionado aquello? ¿Era la gente consciente de ello? Lauren sonrió ante la absurda idea de que la magia detrás de los estornudos fuera real, pero muy en el fondo deseo conocer a un chico aquel día, uno que la hiciese de nuevo suspirar.

Lo que Lauren no esperaba era que la magia de los tres estornudos fuese a funcionar con ella aquella mañana. 



¡Bienvenidos chicos a una nueva historia! Espero sus comentarios en cada uno de los capítulos, así como el apoyo en esta primera novela de Romance publicada por mi en la plataforma. 

Recuerden que pueden encontrar más información en nuestro grupo de facebook María D. Escritos. 


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