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Hyunjin tenía el corazón palpitando a mil por hora mientras se dirigían al punto de reunión en donde Chaeyoung y el resto de los activistas se encontrarían de emergencia. La voz de la omega estaba distorsionada en el fondo de su mente mientras les explicaba cómo ella y Tzuyu habían descubierto tiempo atrás la especie de guarida donde Jeongyeon llevaba a cabo la mayoría de sus pactos con políticos de oposición.
El punto de reunión era en Seúl, en donde estaba también el orfanato donde, tan segura estaba la omega, tenían secuestrado a Seungmin. Cuando llegaron, después de horas de viaje interminables para Hyunjin, se dirigieron al centro de operaciones de los rebeldes. Había ya varios omegas y alfas reunidos, y por la cantidad de gente allí reunida esperando su llegada, Hyunjin supo que aquella noche la misión no solo sería rescatar a Seungmin.
Chaeyoung los llevó hasta un cuarto en donde había una gran pizarra de corcho con distintos recortes y anotaciones pegados de manera dispersa. Sobraba de más decir que tenían una investigación hecha a profundidad de distintos alfas y demás personas a las que Hyunjin no reconoció. Miró en la esquina, en donde Changbin le señaló después de dar un vistazo asombrado, y encontraron el rostro de Daniel. Había archiveros por todos lados con pilas interminables de folders arriba de ellos.
Un omega entró a la habitación enseguida. Era alto y de complexión usualmente musculosa, cuando vio a Chaeyoung la saludó y después a ellos.
—Este es Wonwoo.—Lo presentó ella.—Es el líder de esta organización. Creo que él puede explicarles mejor que yo qué es todo esto.
Hyunjin mordió su labio para contener un gruñido exasperado.
—¿Qué hay de Seungmin?—Preguntó desesperado. La información sin duda le interesaba, pero no en este momento en donde salvar la vida de su omega y de su hijo era su mayor prioridad.
—Ellos todavía no lo han llevado hacia allá. Hasta que no lo hagan, no tenemos forma de saber en dónde está.—Le explicó Wonwoo.
Hyunjin se volteó con Chaeyoung, su mirada enojada.
—Dijsite que estaba allí.—Acusó.
—Hyunjin-
—Jeonyeon lleva años planeando todo esto, así que va a llevarlo allí. Chaeyoung no te ha mentido, que te trajera aquí es parte de nuestro propio plan.—Se entrometió Wonwoo con una voz más hostil, su cuerpo entero en una posición desafiante.
Hyunjin lo observó aún más furioso.
—¿Un plan? ¿Mi omega está secuestrado, por segunda vez, y ustedes están pensando en utilizar eso a su favor para un maldito plan?
—Este plan va a salvar la vida de tu omega.—Respondió Wonwoo con el ceño fruncido.—Si no quieres la ayuda, puedes buscarlo tú mismo. Pero ella va a encontrarte antes. Me atrevería a decir incluso que ella ya sabe que estás en Seúl. Se nos acaba el tiempo, así que, o puedo explicarles en cinco minutos y después decirles cómo vamos a hacer esto, o pueden ir por su cuenta. Nuestro plan de todas formas seguirá en pie.—Espetó.
Hyunjin suspiró derrotado.
—Bien.
Wonwoo señaló un lugar en el mapa en donde había un orfanato. Según les dijo, era el mismo donde se había criado Jeongyeon hasta que cumplió la mayoría de edad. Un lugar manejado por monjas que, con el paso del tiempo y debido a la inmensa cantidad de cachorros abandonados por familias burocráticas que no tenían otro remedio más que abandonar a los hijos bastardos, se desbordó inevitablemente. Aquello causó que los tratos fueran lejos de ser atentos y pedagógicos para con los cachorros que crecieron en esos orfanatos y que tuvieron la mala fortuna de no ser adoptados.
El orfanato había sido comprado y secretamente financiado por el yerno del ex presidente Choi, hacia ya varios años, con la intención de que los cachorros abandonados que nunca lograran ser adoptados se fueran a estudiar y trabajar con el partido conservador, en ese entonces el reinante. Aquellos alfas y omegas una vez abandonados habían sido adoptados por las ambiciones de ricachones con poder que les brindaron todo a cambio de serles fieles, y mantener así sus ideologías enraizadas en todas las distintas áreas que ellos no pudieran controlar.
Por su parte, los padres y las monjas se encargaban de ofrecer sermones a favor de la sumisión de los omegas y la superioridad alfa. Los alguna vez cachorros que habían sido huérfanos toda su vida, obtuvieron becas para estudiar carreras importantes como derecho, medicina, literatura, periodismo, o bien, fueron impulsados en carreras artísticas, todos con el sólido propósito de replicar propaganda a favor del conservadurismo en cada estrato social del país. Sobre el tablero, habían varias caras de artistas y profesionales reconocidos que obedecían las órdenes del gobierno.
Cuando Jeongyeon consiguió empezar a trabajar con alfas poderosos, regresó a ese lugar y formó una amistad con los directivos del lugar quienes, hambrientos de más dinero y poder, se dejaron corromper por los negocios turbulentos que tanto Jeongyeon y los alfas con los que estaba involucrada planeaban llevar a cabo. Después de todo, nadie dudaría de un humilde orfanato manejado por monjas.
Cuando Chaeyoung y Tzuyu conocieron a Minho, el alfa les confesó algunas sospechas que tenía acerca de los lugares secretos o de código que los políticos más poderosos solían frecuentar. Era un secreto a voces entre el mundo del entretenimiento y la política que los lugares en donde podían llevar a cabo fiestas y eventos con mayor flujo de actividades ilegales, era en los lugares donde uno menos se lo esperaría.
Hyunjin escuchó con atención mientras Wonwoo revelaba la verdad detrás de esos muros, donde los cachorros abandonados se convirtieron en soldados del régimen conservador.
La información le quemaba en el pecho. No solo estaba en juego la vida de Seungmin, sino la libertad de todos aquellos que habían sido atrapados en las redes de Jeongyeon y del corrupto sistema que ella misma había ayudado a alimentar. Ella y muchos alfas más, alfas como Daniel, quienes no sabían otra cosa más que causar dolor y reproducir conductas violentas hacia todos los omegas que se cruzaban en su camino. Hyunjin sabía que los activistas omegas tenían más que motivos suficientes para querer levantarse en protesta y tomar acciones radicales a tal grado de derrocar gobiernos, pero con lo que acababa de escuchar, la lucha se tornó más significativa para él; incluso si nunca podría entenderla en su totalidad porque tenía el privilegio de ser un Alfa puro, líder de una manada, en un mundo donde la jerarquía lo era todo, aquella era una guerra por la liberación de todos. Omegas, betas y alfas.
—Jeongyeon no secuestró sola a Seungmin, ella ha estado construyendo un ejército conservador todo este tiempo.—dijo Hyunjin, su voz cargada de miedo e incertidumbre.
Chaeyoung asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Tenían que actuar no solo como un rescate; salvar a Seungmin sería solo la válvula de escape para toda la presión contenida de la furia y los ánimos de lucha que habían sido contenidos por todos los omegas allí presentes durante años.
Incluso si las cosas no marchaban de acuerdo al plan, aquella noche era, sin duda, la más ideal para actuar y llamar al golpe en contra de Jeongyeon, de los Im, de los Choi, y de todos las familias alfa que habían estado en el poder durante años. Si Jeongyeon había actuado con imprudencia al secuestrar a un omega embarazado, y sin ningún motivo legal, saltándose procedimientos establecidos en la ley, ellos podrían aprovecharse de eso para destapar la cloaca de aquel asqueroso régimen.
—No podemos permitir que esto continúe.—Dijo Wonwoo con determinación, rascando su barbilla.
Un beta llamado Jeonghan asintió a lado del omega líder.
—Debemos de actuar ya; debemos de aprovechar que Jeongyeon no podrá pensar al cien por ciento en tanto esté ocupada en su sed de venganza hacia Seungmin.—Se dirigió a Hyunjin.—Es la oportunidad perfecta.
—¿Y si la gente todavía no está lista?—Preguntó otro omega dentro de la habitación. Este llevaba tatuajes en todo su brazo, y era inusualmente más alto incluso que el mismo Hyunjin.—El plan era esperar al juicio de Bang para que se estallara la inconformidad de toda la gente. No podemos asegurar que tendremos el mismo apoyo si nos revelamos ahora, cuando la población esta relativamente contenida, a que sí lo hacemos cuando estén furiosos.
—Pero eso es justamente lo que necesitamos.—Reflexionó Wonwoo.—Si descubren ahora todas las cosas viles y crueles que Jeongyeon es capaz de cometer, tendrán un incentivo mucho más grande que el enojo de un juicio viciado.
Todos los presentes en el cuarto discutieron en pequeños susurros. Con cada palabra que Wonwoo pronunciaba, la necesidad de actuar se volvía más apremiante.
—Lo que sea que estén planeando hacer, hay que hacerlo de una vez. Si lo pensamos demasiado Jeongyeon puede descubrir que nos dirigimos hacia allá incluso antes de que lleguemos. Por habernos tardado en actuar, fue que Jeongyeon pudo capturar a Seungmin.—Opinó Hyunjin mientras se obligaba a cambiar sus nervios.
Wonwoo lo miró con entendimiento en sus ojos.
—Sé lo que es que Jeongyeon lastime a un ser querido.—Le dijo el omega con comprensión. Hyunjin lo miró a los ojos, intrigado.—Mi esposo trabajaba para ella como infiltrado, al igual que Tzuyu. Pero un día lo mandaron a una misión, y su cuartel nunca más regresó. Nunca he podido actuar en contra de ella porque hizo que todo pareciera un simple accidente, pero yo sé que ella había descubierto la identidad de mi esposo... De haber sabido, habría hecho hasta lo imposible por salvarlo.—Le contó con dolor en todo su rostro. El omega se limpió una lágrima rebelde que había caído en su mejilla, y llamó la atención de todos los demás.—¡Escuchen! Preparen todas sus armas y sus botiquines de auxilio, porque iremos a ese orfanato esta noche. Tenemos una hora para salir de aquí.
Hyunjin cerró los ojos y sintió que el alma volvía a su cuerpo. A su lado, Changbin masajeó sus hombros de forma reconfortante.
—Vamos a traerlo de vuelta.—Prometió su hermano.
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El cuarto era oscuro y húmedo, con paredes frías que parecían absorber la desesperación de Seungmin. Estaba atado a una silla, sus muñecas doloridas y rojas por el roce de las cuerdas. Cada respiración le costaba más que la anterior, y el eco de sus latidos resonaba en su pecho como un recordatorio de su fragilidad. Se sentía atrapado, no solo físicamente, sino también mentalmente, era preso del miedo. Quería que todo esto fuera solo una pesadilla de la que no podía despertar.
La puerta chirrió al abrirse y Jeongyeon apareció en el umbral, su figura delineada por la luz tenue del pasillo. Seungmin sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver su rostro, una mezcla de rencor y satisfacción. La sombra de lo que al parecer era su hermana mayor se proyectaba en la habitación, y él comprendió desde el primer momento en que pudo ver sus ojos directamente, que en ellos no había ninguna clase de humanidad. Sus ojos penetraron su confianza y lo hicieron sentir indefenso.
—Hola, Seungmin.—Dijo Jeongyeon, acercándose con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.—¿Te has estado divirtiendo?
Seungmin mantuvo la mirada baja, sintiendo cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Sabía que no podía mostrar debilidad ante ella pero su cuerpo temblaba con cada palabra que ella pronunciaba.
—¿Qué quieres de mí?—Preguntó tratando de sonar más fuerte de lo que se sentía.
Jeongyeon se rió, una risa fría y burlona que reverberó en el espacio. Se acercó a él, su rostro ahora a pocos centímetros del suyo.
—Quiero que entiendas lo que has hecho. Lo que Tzuyu ha hecho.—Dijo, su voz se volvió tensa y llena de rabia—Pensar que podía burlarse de mí... todo este tiempo ¡Já!—Ella se burló.—Creer que yo no sabría las cosas que me encubría, creer que no me enteraría y que dejaría que echaran todo por lo que he luchado a la basura. Porque ustedes no lo entienden ¿O sí? Para ustedes todo siempre fue fácil. Mientras tú y ella crecieron en un hogar amoroso, yo fui abandonada en este maldito lugar, deseando que mi mamá viniera a buscarme mientras ella criaba a otros dos niños don el amor que yo también merecía. Sobre todo a ti... Su pequeño omega. Fui tonta al pensar que podría deshacerme de ti fácilmente cuando te mandé a la manada Hwang.
Seungmin apretó los dientes, tratando de ignorar el dolor emocional que sus palabras le provocaban. No quería que ella lo viera sufrir.
—No tienes que hacer esto.—Respondió con voz quebrada—No soy tu enemigo.
Jeongyeon dio un paso atrás, su expresión oscureciéndose.
—¿En serio?—Preguntó, su tono despectivo—¿Tú y Tzuyu vienen a darme discursos moralistas para intentar que tenga misericordia? ¿Misericordia que no merecen? Cuando Tzuyu me rogó que por favor cambiara de opinión, le di un trabajo cerca de mí ¿Y con qué me pagó? ¡Con traición! Si te perdono a ti... ¿Qué serás capaz de hacerme? ¿Intervendrías por mí cuando ese alfa violento tuyo esté a punto de arrancar mi garganta? Nuestra madre también me suplicó que le dijera en donde estabas, que le ayudara a encontrarte... la perra ni siquiera tuvo la valentía para ir a buscarte, pero sí para abandonarme.
—No es culpa de Tzuyu ni mía.—Dijo, intentando mantener la calma—Todos tomamos decisiones en nuestras vidas. Mamá tomó la suya, y se equivocó, pero nosotros nunca te hicimos daño. Yo ni siquiera sabía de ti cuando me mandaste lejos. De haber sabido... no te habría rechazado. No puedes seguir culpándonos por algo que no elegimos.
Jeongyeon soltó una risa amarga, recorriendo el pequeño cuarto como un depredador.
—¿Decisiones? —repitió, su voz goteando desprecio—¿De verdad crees que puedes darme lecciones sobre decisiones? Lo que yo quiero es acabarte. Te envié a la manada Hwang pensando que sería el final para ti. Pero, para mi sorpresa, te encontré de regreso, y con la desagradable sorpresa de que te habías convertido en la zorra de alguien poderoso.—Se rió con malicia.—Cuando Daniel vino a mí para pedirme ayuda para recuperar su manada, nunca imaginé que el maldito omega por el que había empezado todo su pleito con su hijo mayor, que terminó por desterrarlo, fueras tú.
Seungmin sintió que el estómago se le encogía al mencionar a Hyunjin. Sabía que su destino en la manada Hwang había cambiado, que habían construido algo nuevo juntos, pero el hecho de que Jeongyeon lo viera como una amenaza para sus intereses lo llenaba de miedo.
—La nueva manada Hwang es un problema para mí y para mi gente, hermanito. Ese estúpido de Lee Minho también lo era. Internacionalmente no han parado de criticar a mi gobierno, piensan que es inconstitucional y que violamos los derechos de los omegas, y estamos en la cuerda floja todo gracias a ese maldito alfa que no pudo guardar un secreto. Incluso ahora que se fue lejos, sigo teniendo el problema de lo que representa Hwang Hyunjin y su manada. Lo que Minho destapó sobre el viejo sistema es algo que no es fácil de volver a ocultar, pero estamos cerca de volver a recuperar el control.
Las palabras de Jeongyeon flotaron en el aire, y Seungmin comprendió por primera vez que su vida realmente estaba en peligro. Ella no solo lo quería como un peón, sino que deseaba eliminar cualquier amenaza a sus planes. Y lo peor: no solo sería él, serían también su alfa, su manada y cualquier involucrado en esta lucha .
—No tienes que hacer esto, Jeongyeon.—Repitió una vez más, sin otro recurso al cual acudir, sintió que la desesperación le llenaba la voz.—Todavía puedes cambiar, si no lo haces, vas a arrepentirte de esto.
Jeongyeon se acercó nuevamente, su rostro lleno de furia y resentimiento.
—¿Cambiar? ¿Por qué haría eso?—Preguntó, su voz un susurro helado.—No me dejaron ser parte de sus vidas, y ahora que por fin tengo algo propio, el respeto que ustedes se negaron a darme, tengo la oportunidad de deshacerme de todo lo que me ha hecho daño.
Las palabras resonaron en la mente de Seungmin, se dio cuenta de que Jeongyeon estaba más allá de la redención. La tristeza en su mirada era solo una fachada para el odio que la consumía.
—¡Eres una traidora!—Gritó Seungmin, sintiendo que su propia ira se desataba.—Lo que estás haciendo es cruel.
Jeongyeon sonrió, una sonrisa siniestra que hizo que el corazón de Seungmin se hundiera aún más.
—Crueldad es lo que me enseñaron, Seungmin. La vida no es un cuento de hadas. Y tú, con tu amor y tu hogar perfecto, solo eres un recordatorio de todo lo que perdí.
Seungmin sintió que el aire se le escapaba. La verdad era que Jeongyeon estaba atrapada en su propia oscuridad, y no podía escapar de ella. Pero él no podía permitir que esa oscuridad lo consumiera a él también.
—Si crees que esto te hará feliz, estás equivocada.—Dijo, la voz llena de determinación.—Hyunjin va a encontrarme, y él no está solo. Tiene a Tzuyu de su lado, y a toda mi manada. Si me matas, él te matará a ti sin dudarlo, va a destruir todo lo que quieres salvar al matarme a mí.
Jeongyeon se acercó de nuevo, y el brillo de locura en sus ojos lo congeló en su lugar.
—¿Y qué harán, Seungmin? Cuando mi gente los mate a todos ellos ¿Quién se va a sacrificar por ti? No eres más que un pequeño omega, uno insignificante del cual puedo liberarme en cualquier momento. No eres más que un juguete, puedo venderte al mejor postor de nuevo, como originalmente teníamos planeado hacer Daniel y yo. Solo que esta vez, me aseguraría de que salgas del país y que te compre alguien poderoso que pueda reclamarte y romper tu vínculo con ese alfa que estará tan metido en intentar encontrarte que bajará la guardia.
—No lo subestimes.—Replicó Seungmin, su voz temblando de furia—Hyunjin me ama, pero también es inteligente. Mi manada me ama y saben cuidar de sí mismos. Mi familia es más fuerte que tú, aunque quieras negarlo. Por algo te mueres de miedo, porque sabes lo que representan. Tú no tienes a nadie que te ame, solo te siguen por el poder que quieren quitarte. Yo tengo a alguien que daría su vida por mí, Jeongyeon, tú... tú no tienes a nadie.
Jeongyeon retrocedió y un destello de sorpresa cruzó su rostro. Por un momento, la tensión se hizo palpable, y Seungmin supo que había tocado un nervio sensible.
—La familia...—Repitió Jeongyeon, sus ojos resplandeciendo de rabia—No tengo miedo de tu familia, ni del amor que supuestamente te tienen. No puedo tener miedo de algo que no conozco, porque eso fue lo que me quitaron.
Con un movimiento rápido, Jeongyeon se abalanzó sobre él y Seungmin sintió el terror apoderarse de él. Pero sabía que tenía que luchar, no solo por su vida, sino por la de Hyunjin y por todo lo que habían construido juntos, por todo lo que habían pasado, todo lo que aún les quedaba por vivir. El cuarto se convirtió en un caos y el eco de su lucha resonó en la oscuridad mientras Seungmin intentaba liberarse de sus ataduras.
Su mente corría, tratando de encontrar una salida, pero Jeongyeon era implacable. La lucha era desgastante, cada golpe de ella lo llevaba más cerca de su límite. Estaba rezando para que la alfa mantuviera sus golpes en su rostro, porque en el momento en que se atreviera siquiera a tocar su vientre, realmente explotaría. Era capaz incluso de matarla si ella se atrevía a hacerle algo a su bebé.
La desesperación y el dolor lo llevaron a gritar, gritó tan fuerte y tan agudo utilizando su voz omega para llamar a Hyunjin, que cuando Jeongyeon (aturdida por un golpe que Seungmin le había dado con la cabeza) quiso callarlo, el omega aprovechó para morderla fuertemente. Mordió tan profundo que sintió sangre espesa y caliente en su boca. Jeongyeon se separó con enojo y odio incalculable, y cuando menos se lo esperó, una bofetada lo dejó inconsciente.
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Cuando llegaron al orfanato, la noche estaba oscura y fría, un manto que parecía envolver el lugar en un silencio inquietante. Las luces del edificio parpadeaban, creando sombras que danzaban como fantasmas a través de las ventanas. Hyunjin sintió un escalofrío recorrer su espalda; sabía que dentro de esos muros se libraría una batalla sangrienta dentro de pocos minutos.
Al llegar a la puerta principal, se dieron cuenta de toda la cantidad de hombres que estaban esperándolos con armas apuntando hacia ellos. Se prepararon para la confrontación. Chaeyoung estaba lista, con su mirada decidida y su cuerpo tenso como una cuerda estirada. Hyunjin la miró sintiendo una oleada de protección hacia la valiente omega que había incluso dejado a su bebé atrás por venir a rescatar a su cuñado. No solo luchaban por Seungmin, sino por todos aquellos que habían sufrido bajo el yugo del régimen opresor.
La entrada del orfanato era austera, con una gran puerta de madera que parecía pesada y vieja. Los hombres, formados en una fila, desafiaban a quien se atreviera a cruzarla. Hyunjin se detuvo un momento, tomando una respiración profunda, y se dio cuenta de que sus manos temblaban ligeramente.
En cualquier momento, cualquiera de los dos bandos abriría paso al fuego, y el caos se desataría. Sus hombres estaban atrás de él, en otras camionetas con más alfas, betas y omegas que habían venido para luchar. Sintió un remordimiento por haberlos orillado a venir hasta aquí nuevamente, pues sabía que, si perdía a cualquiera de ellos, rompería a familias de su propia manada, pues había omegas y cachorros esperando por ellos a kilómetros de allí.
—Todo va a salir bien.—Murmuró Wonwoo cuando ordenó que detuvieran la caravana. Hyunjin asintió y recordó la sonrisa de su omega, el brillo en sus ojos. Se juró a sí mismo que haría lo que fuera necesario para traerlo de vuelta esta noche.
Chaeyoung, a su lado, asintió también, su mano cerrándose en un puño junto con la de Tzuyu, quien había llegado para luchar con ellos.
—Vamos a rescatarlo.—La voz de la alfa era firme y decidida, logró traer a Hyunjin a la realidad, le dio esperanza como un faro en la oscuridad.—Jeongyeon no sabe que estamos aquí, así que no trajo mucha protección. No puede arriesgarse a que la descubran en este lugar. Cambio.—Comentó a través de unos radios que la conectaban con los pilotos de los demás vehículos.—Créeme, Hyunjin, esto no es nada.—Dijo cuando vio su cara de preocupación.—Hemos sobrevivido menos de nosotros contra más de ellos.—Wonwoo volvió a sostener la radio cerca de su boca.—A mí señal. Cambio.
Hyunjin vio como uno de los hombres formados en la entrada se acercaba hacia ellos, el arma en un firme agarre en sus manos cuando les pidió bajar la ventana.
—Identifíquese.—Exigió el alfa, quien parecía ser un militar.
Wonwoo asintió mientras fingía buscar algo, y cuando extendió su mano a través de la ventana, atinó un disparo en la sien del hombre. Hyunjin saltó en su asiento por tal estruendo. El fuego no se hizo esperar.
Los activistas, armados y preparados, bajaron de los vehículos y no retrocedieron. Sabían que cualquier intento de negociar sería inútil, no con Jeongyeon al mando. Los disparos comenzaron a retumbar en la noche, y ambos bandos se sumieron en una lucha caótica.
Los activistas se movieron en formaciones rápidas bien entrenadas, esquivando las balas y respondiendo con la misma fuerza. Los alfas de la manada siguieron sus pasos. Tzuyu, con movimientos ágiles, se lanzó a un costado, cubriéndose detrás de un gran árbol que estaba a los costados del camino hacia la entrada, mientras disparaba a los soldados que intentaban bloquear su avance y que estaban distraídos. Cada disparo era preciso, cada movimiento calculado; cuando la detectaron, Hyunjin disparó para cubrirla.
Cuando llegó a su lado, luchó con la misma determinación y entonces avanzaron árbol por árbol, sus miradas fija en el edificio que se alzaba frente a ellos. Sabían que el objetivo estaba dentro, y el pensamiento de que Seungmin estaba esperando por él le daba a Hyunjin la adrenalina y la fuerza para seguir adelante. El sonido ensordecedor de los disparos ya no le importaba.
—¡Chaeyoung!—gritó Tzuyu, señalando a un grupo de militares que intentaba rodearlos.
Chaeyoung asintió y corrió en dirección opuesta, junto con ayuda de Changbin y de otros dos betas, dispararon con precisión y abrieron un camino para que los otros pudieran avanzar. El sonido metálico de las balas y el olor a pólvora impregnó en el aire. En el caos, cada activista luchaba con una intensidad feroz, conscientes de que perder esa batalla significaba perderlo todo.
Un militar avanzó hacia Tzuyu, intentando detenerla, pero ella, con reflejos rápidos, lo esquivó y lo derribó con un golpe certero en la nuca. A su alrededor, sus compañeros lograban contener a los soldados, cada uno luchando por una causa más grande que ellos mismos. Con cada paso que se acercaron hacia el orfanato, fueron dejando atrás los disparos.
—¡No se detengan! —gritó Wonwoo, quien había sido herido en la pierna, con la voz cargada de furia y determinación.
El grupo activista continuó su avance, y poco a poco, el ejército de Jeongyeon comenzó a retroceder, incapaz de detener la fuerza y la rabia de aquellos que estaban dispuestos a todo por rescatar a uno de los suyos. Pero, aun así, algunos de los soldados se mantenían firmes, decididos a impedir su avance.
Tzuyu intercambiaba disparos con un grupo de soldados, su mirada fija y su respiración controlada. A su lado, Hyunjin luchaba con una intensidad imparable, sabiendo que Seungmin estaba a solo unos pasos de distancia. Cada disparo, cada paso que daba la acercaba más a él, y eso le daba la fuerza necesaria para continuar.
Finalmente, cuando parecía que la batalla se prolongaría sin fin, uno de los activistas, desde el flanco izquierdo, logró avanzar lo suficiente como para flanquear al grupo de soldados que les impedían el paso. Con un grito de victoria, el omega tatuado levantó la mano, dando la señal para que Hyunjin y Tzuyu se movieran.
—¡Ahora!—Gritó, abriéndoles paso.
Hyunjin y Tzuyu no dudaron. Corrieron hacia la entrada del orfanato mientras el resto del grupo mantenía la línea, cubriéndolos y conteniendo a los soldados. Chaeyoung, desde la retaguardia, disparaba con precisión, protegiendo a ambos alfas para que pudieran entrar.
Los soldados intentaron reorganizarse para detenerlos, pero los activistas se mantuvieron firmes, bloqueando el camino y asegurándose de que Tzuyu y Hyunjin tuvieran una oportunidad. Los disparos resonaban cada vez más cerca, y el eco de los gritos y las órdenes de los soldados llenaba el aire, pero en ese instante, el mundo de Tzuyu y Hyunjin se redujo a una sola misión: encontrar a Seungmin.
Cuando los alfas atravesaron las puertas del orfanato, dentro, el silencio era ensordecedor en comparación con el caos que habían dejado atrás. El aire se volvió denso y pesado, impregnado de un aroma a desinfectante y bloqueadores de olores para restringirles el sentido del olfato. Las paredes parecían susurrar secretos oscuros mientras avanzaban por los pasillos en penumbra. Hyunjin sentía que su corazón latía con fuerza.
El interior era más siniestro de lo que había imaginado. Las puertas de todas las habitaciones estaban cerradas y el silencio era perturbador. Cada vez que se oía un crujido, Hyunjin se tensaba, preparado para cualquier cosa.
De repente, un ruido resonó desde el fondo del pasillo, un grito ahogado que hizo que su corazón se detuviera.
—¡Seungmin!—Gritó, el nombre de su omega brotando de sus labios como un mantra de desesperación.
Tzuyu lo agarró del brazo, su expresión era una mezcla de miedo y determinación.
—Debemos tener cuidado. No sabemos cuántos están aquí.
Hyunjin asintió, pero su deseo de encontrar a Seungmin lo impulsaba hacia adelante. Sabía que debía mantener la calma, pero la urgencia lo consumía.
Se acercaron a una puerta al final del pasillo, y al escuchar un sollozo apagado, su corazón se detuvo. Era Seungmin. Reconocía esa voz, esa mezcla de dolor y esperanza que había estado ausente demasiado tiempo. Lo reconocería incluso en medio de una tormenta, por encima de los relámpagos. Sin pensarlo, Hyunjin empujó la puerta con fuerza y el sonido de la bisagra chirriante les dio la bienvenida.
La habitación estaba oscura y el aire estaba impregnado de un olor a humedad y encierro. En el rincón, vio a Seungmin, amarrado y con el rostro demacrado. Su corazón se rompió al verlo en esa situación.
—¡Seungmin!—Gritó, corriendo hacia él.
Seungmin levantó la mirada y sus ojos se encontraron, sorpresa y alivio iluminando su rostro.
—Hyunjin... —Susurró, su voz rasposa.
—Estoy aquí. —Hyunjin se agachó junto a él, liberando sus piernas de las cuerdas que lo mantenían prisionero. —Te tengo. Te sacaré de aquí.
Seungmin temblaba, pero la luz de la esperanza brillaba en sus ojos.
—No... no puedes dejar que Jeongyeon te haga daño —Dijo, con la voz llena de preocupación.
—No lo permitiré.—Prometió Hyunjin, sintiendo cómo la ira ardía dentro de él cuando reparó en los horribles moretones que tenía Seungmin en su rostro.
El sonido de pasos pesados resonó por el corredor. Tzuyu se puso alerta, Hyunjin sintió un escalofrío recorrer su espalda. No había tiempo que perder. Justo cuando se giraron para escapar, la puerta se abrió de golpe y Jeongyeon apareció, una figura imponente con una expresión de furia y control. La luz del pasillo, que antes no había estado allí, iluminó su rostro.
—¿Pensaban que sería tan fácil escapar? —Preguntó con desdén, su voz resonando con poder y locura.
Tzuyu se interpuso rápidamente entre su hermana y ellos, que estaban en el piso mientras Hyunjin intentaba liberar a Seungmin. El aire se volvió denso, cargado de una tensión palpable. Tzuyu, con su figura altiva y su mirada decidida, desafió a Jeongyeon con una confianza que ocultaba el miedo que sentía por dentro.
—No dejaré que le hagas daño, Jeongyeon —Declaró Tzuyu, su voz firme.
Jeongyeon soltó una risa cruel. El sonido se deslizó como un veneno por la atmósfera.
—¿Y qué harás, hermana? ¿Te vas a interponer entre tu querido Seungmin y yo? Sabes que no puedes detenerme.
Hyunjin observó la escena, su corazón palpitando en su pecho mientras obligaba a sus manos a deshacer los nudos. Seungmin estaba ahí, la unión de su lazo palpitaba fuerte entre ellos. Hyunjin se encargaría personalmente de la alfa una vez que liberara a su omega.
—Estás loca, Jeongyeon. No creas que podrás salirte con la tuya. No de nuevo.—Respondió Tzuyu, su voz resonando con fuerza.—Sabes que yo no te tengo miedo.
—Tú sabes de lo que soy capaz de hacer, Tzuyu. No te hagas la santa. Si no fueras una alfa débil y hubieras tenido siempre esa culpa, seguramente también habrías sido parte de mis negocios. Como cualquier otra alfa. Al final del día... ¿No fuiste tú la que intercambió a Seungmin como un pedazo de carne? ¿Qué es lo que te hace querer protegerlo ahora?
—Yo nunca habría participado en las cosas tan bajas en las que estás involucrada. De no ser porque me engañaste cuando era ilusa, nunca le habría hecho eso a Seungmin.
—¡Pero lo hiciste! ¿Y de qué te va a servir salvarlo? ¿Para que te siga odiando por haberlo vendido?
—¡Eso no me importa!—Espetó Tzuyu.—Seungmin, al contrario de ti, sí conoce el perdón. E incluso si nunca me lo da, yo podré vivir en paz sabiendo que nadie más tendrá que ser orillado a hacer lo que yo hice, ni vivir las cosas que él vivió por tu culpa. Por tu culpa y la de todos esos hombres de tu maldito partido. Acepta que esto se acabó, Jeongyeon. Ni siquiera todos tus hombres sobornados serán suficientes para detener esto. Incluso si ahora lo detienes, volverá a ti. No puedes parar esto.
—¡Cállate! —Gritó Jeongyeon, furiosa. Se lanzó hacia Tzuyu, el enfrentamiento se tornó físico. Tzuyu fue ágil y esquivó el ataque de su hermana.
El caos se desató mientras las dos luchaban, cada golpe resonando en las paredes del orfanato mientras las alfas chocaban en cada esquina para obtener el poder y dominar a la otra.
Hyunjin sintió que su estómago se encogía mientras observaba la lucha. Seungmin estaba a su lado, pálido y asustado.
—No... Tzuyu —Murmuró Seungmin, sus ojos llenos de preocupación.
Tzuyu estaba en plena batalla, esquivando cada intento de Jeongyeon de derribarla. Pero la desesperación se apoderó de ella cuando se dio cuenta de que Jeongyeon estaba perdiendo la razón. En sus ojos ardía una furia que no podía ser controlada, se había vuelto un odio deshumanizante. En un instante de distracción, Jeongyeon logró desviar a Tzuyu y la empujó contra la pared. La habitación resonó con un fuerte golpe y el eco llenó el aire como un lamento.
Hyunjin sintió que el tiempo se detenía mientras Tzuyu se reincorporaba, sacudiéndose el dolor. Tenía que sacar de allí a Seungmin y regresar a salvar a su hermana.
—¡Seungmin, corre! —Gritó Tzuyu, con una voz que destilaba valentía y amor. No podía permitir que nada le sucediera a su hermano pequeño.
—¡No voy a dejarte!—Respondió Seungmin, zafádose del agarre que le dio Hyunjin. El omega estaba angustiado.—¡Hyunjin, ayúdala!
El alfa dejó de pensar. Obedeció las órdenes de su omega de inmediato y corrió hacia donde las dos mujeres peleaban. Tomó a Jeongyeon del torso y la separó de Tzuyu, quien estaba siendo asfixiada. Hyunjin tiró con todas sus fuerzas a la alfa hacia el piso, lejos de todos ellos, mientras ayudaba a Tzuyu a recomponerse. Seungmin corrió hacia ellos y, desesperado, Hyunjin intentó ayudar a ambos a caminar. El omega le aseguró que podría hacerlo solo, pero el alfa no estaba seguro.
—Seungmin, puedo cargarlos a los dos.—Prometió Hyunjin, su voz rota, llena de miedo.
—No. Ayúdala a ella, yo te sigo.
—Ni siquiera puedes caminar bien.—Objetó el alfa, no estaba dispuesto a rendirse. Seungmin lo ignoró y salió por el pasillo, cojeando pero de prisa, mientras que Hyunjin no tuvo otro remedio que ayudar a Tzuyu, quien tosía violentamente.
Habáin estado tan inmersos en la discusión, que no se dieron cuenta en qué momento (ni cómo) Jeongyeon había bajado al primer piso, y los encontró al pie de las escaleras. Ellos retrocedieron, queriendo ir de regreso a la habitación donde había estado Seungmin y que era la única abierta. Jeongyeon corrió escaleras arriba, y aunque Hyunjin hizo el amago de cargar al omega antes de salir corriendo con ambos cuerpos en sus brazos, Seungmin pegó un grito cuando su pie fue jalado. Jeongyeon lo jaló hacia ella.
La furia de Jeongyeon se había intensificado. Tzuyu, quien se dio cuenta al instante, se deshizo del agarre en que el alfa la tenía, despabiló y tacleó a Jeongyeon por abajo, rodando ambas por las escaleras mientras Hyunjin detenía a Seungmin de caer.
—No dejaré que lo toques, Jeongyeon.—Advirtió Tzuyu con la voz ronca, posicionándose frente a su hermano cuando la alfa apuntó su arma hacia arriba de las escaleras.
Hyunjin intentó retroceder, pero Seungmin estaba insistente en bajar a ayudar a su hermana.
—Eres tan estúpida, Tzuyu. Creí que habías cambiado de parecer.—Dijo Jeongyeon, su tono frío como el hielo.—Pudimos ser una familia. Tú y yo.
—Mi única familia es Seungmin, Jeongyeon. Que te quede bien claro.
La alfa endureció sus facciones.
En un último acto de valentía, Tzuyu desenvainó un cuchillo que llevaba oculto en su pantalón y se lanzó hacia Jeongyeon para acuchillarla, directo a la yugular. El tiempo se detuvo cuando un disparo retumbó en todo el orfanato. Seungmin, al darse cuenta de lo que había pasado, se lanzó hacia adelante y bajó las escaleras.
—¡No! —gritaron Hyunjin y Seungmin, pero era demasiado tarde.
Hyunjin bajó en tiempo récord, y cuando llegó, Seungmin estaba arrodillado en un charco de sangre mientras mantenía la cabeza de su hermana sobre sus muslos.
—Tzuyu...—Chilló el omega desesperado, acariciando el rostro de la alfa y ordenando los mechones pegados a su frente por el sudor detrás de su oreja. Era una posición incómoda con su panza por delante, pero no podía importarle menos el dolor en su espalda.—No me dejes, no me dejes Yoda... Por favor.
Tzuyu sonrió entre el dolor al escuchar el sobrenombre que su padre le había dado cuando eran pequeños, y con el que un pequeño Seungmin de cinco años solía llamarla todo el tiempo, porque era más fácil que pronunciar su verdadero nombre.
—Perdóname, Minnie. Te amo.
—Te perdono, te perdono Tzuyu... No tienes nada de qué disculparte. Vas a estar bien, y vamos a poder hablarlo. También te amo, eres mi hermana y vas a ser la tía de mi bebé ¿Verdad?—Preguntó Seungmin con desesperación.
Tzuyu perdía el color de su cara con cada respiración. Seungmin lloró desgarradoramente cuando la alfa no contestó más. La sacudió, desesperado, pero entonces unos fuertes brazos lo sostuvieron.
—Está bien, Seungmin... Ya no le duele.
Seungmin lloró agresivamente, el cuerpo de su hermana aún siendo sostenido en sus brazos. No quería creer nada de lo que estaba sucediendo.
Hyunjin lo dejó en su dolor mientras observaba el otro cuerpo inerte. Tzuyu había apuñalado a Jeongyeon directo en donde había apuntado, y la vida había desaparecido también de esa alfa. El aire se llenó con el sonido desgarrador de la angustia. Tzuyu, que yacía en el suelo, el brillo de su vida habiéndose desvanecido. Seungmin estaba a su lado, llorando desconsoladamente todavía, su alma desgarrada por el dolor de perder a su hermana cuando la gran puerta se abrió, y mucha gente entró para observar atónitos lo que sucedía.
—¡Tzuyu!—El horripilante grito de Chaeyoung se escuchó en el lugar, poniendo los pelos de punta a todos los presentes, Hyunjin incluido. Ver a un destinado perder a su pareja siempre era algo desarmador.
Las palabras se quedaron atoradas en su garganta mientras veía a Tzuyu, su cuerpo siendo sostenido en los brazos de la pequeña omega rubia que temblaba violentamente. Se sentía culpable, sentía que él la había matado. Tampoco sabía cómo consolar a Seungmin, cómo aliviar el dolor que ambos estaban sintiendo.
—No... no me dejes —murmuró Chaeyoung, su voz un hilo débil.
Hyunjin tragó el nudo grueso de su garganta y simplemente se disocio.
🍒
pobre seungmin! TwT
me siento mal por tzuyu y chae, ya me había encariñado con ellas, además seungmin ya estaba perdonando a su hermana :(
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