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Capítulo 5

Almuerzo en familia

Después de una intensa lucha visual, Belisario emergió como el claro vencedor. Anthony finalmente cedió ante sus insistencias.

Después de desayunar pan tostado con mantequilla y queso —y una taza de café para Anthony— ambos se prepararon para comenzar con las labores del día. Anthony no dudó en prestarle ropa a Belisario una vez más, lo cual no le molestaba en absoluto. Para evitar que el chico sufriera un resbalón, también le ofreció unas botas de goma de seguridad, ideales para mantener los pies secos incluso en el día más húmedo. Esto resultó perfecto para Belisario, quien así podría evitar mojar su piel humana en las zonas incorrectas y ocultar su verdadera naturaleza.

Al salir a la calle, se encontraron con un panorama aún más desolador que el día anterior. Aunque el sol apenas comenzaba a salir, muchas personas estaban ayudando en sus casas y en las de sus vecinos, colaborando con aquellos que no podían hacerlo por sí mismos o carecían de herramientas adecuadas. Belisario observaba todo con pesar; no podía evitar culparse por lo ocurrido y sentirse mal al respecto.

—¿Estás bien? —preguntó Anthony al notar la expresión de preocupación en el rostro de Belisario.

—Esto es horrible... Toda esta destrucción —respondió Belisario, visiblemente afectado.

—Oye —dijo Anthony, levantándose de la posición en la que estaba agachado, acumulando hojas y ramas para luego trasladarlas en una carreta—. Esto sucede una vez al mes, no tienes por qué sentirte mal por ello. Es como nuestro Catatumbo —añadió, sonriendo.

—¿Catatumbo? —preguntó Belisario, intrigado.

—Sí, el Catatumbo es ese fenómeno que ocurre en la cuenca del lago de Maracaibo.

—Sé lo que es el relámpago del Catatumbo; he visitado Maracaibo en muchas ocasiones —aclaró Belisario—. A lo que me refiero es que esto no se compara con lo que sucede en la zona sur de ese lago. Esos relámpagos son diarios y constantes, mientras que esta tormenta ocurre una sola vez al mes.

—Sí, bueno, entiendes lo que quiero decir —Anthony miró el caos que los rodeaba—. Aunque sea una desgracia, todos nos hemos acostumbrado a La Constante Ángela y a la destrucción que deja a su paso cada mes.

—¿Cómo pueden acostumbrarse a algo tan terrible?

—Porque así es el ser humano... Nos acostumbramos incluso a las peores cosas, y muchas veces aprendemos a sacar ventaja de ello —aclaró Anthony.

—¿Cómo podrían sacar ventaja de algo así? —preguntó Belisario, sin comprender.

—No lo hacemos, pero sí aprendemos a adaptarnos —lo miró de nuevo—. Aprendemos a modificar nuestras viviendas para soportar estas tempestades; por eso todas estas casas resistieron la última tormenta.

—Menos una —recordó Belisario, refiriéndose a la casa que un árbol había derribado el día anterior.

No pudieron prolongar la conversación, ya que si continuaban así, perderían el día sin hacer nada. Sin embargo, ambos disfrutaban charlar, a pesar de que sus pláticas no eran particularmente profundas ni personales.

A medida que movían, barrían y reparaban, la mañana se fue desvaneciendo. Varias personas se acercaron a Anthony, a su madre y a Adriana para conversar, y se quedaron mirando a Belisario con curiosidad, al no haberlo visto antes en Isla Coral. Los tres fueron precisos en sus respuestas para evitar más preguntas: "Es un amigo de la familia que vino a visitar. Se quedará un tiempo con nosotros." Esa era la respuesta ensayada que ofrecían.

A Belisario no le incomodaba la mirada inquisitiva de los demás; se había acostumbrado a ello. Lo que Anthony había dicho más temprano era cierto: los seres humanos se adaptan incluso a lo malo. La diferencia era que él no era humano.

Conforme pasaron las horas y se acercó el mediodía, le presentaron a Belisario a algunas personas para que pudiera sentirse más en sintonía con los habitantes de la isla. Conoció a Owen Guzmán, el vecino y mejor amigo de Anthony, y a su novia, Stefani Morales. Ambos eran personas amables y contemporáneas a la edad de Anthony y Belisario. No tardaron en hacerse amigos, ya que los tres eran extrovertidos y disfrutaban de conocer gente nueva, especialmente si eran amigos de sus amigos.

Al llegar el mediodía, la señora Silva comenzó a preparar el almuerzo con la ayuda de Belisario y Stefani, quienes se ofrecieron amablemente para colaborar. Cocinarían arroz con ensalada de lechuga, tomate y cebolla, aderezados con vinagre, acompañados de pescado frito.

A diferencia de algunas tribus —como solían llamar a la familia que vivía bajo el agua— a la que pertenecía Belisario, ellos consumían pescado y otros alimentos marinos. Era una cuestión de supervivencia del más fuerte. Esto les había valido el desprecio de algunos y el miedo de otros, quienes consideraban que comer animales marinos era un acto de canibalismo, al igual que despreciaban a los terrestres que consumían cualquier animal que se cruzara en su camino.

Belisario, a petición propia, se encargó del pescado: cocinarlo, sazonarlo y todo lo necesario. Era un experto en eso. En menos de una hora, el almuerzo estuvo listo y la familia Silva, junto con los Guzmán y Stefani, se sentaron a la mesa, que era lo suficientemente grande para que todos pudieran acomodarse cómodamente.

—Mamá, el pescado está increíble. ¿Cómo lo hiciste? —exclamó Anthony tras probar el primer bocado del pescado frito.

—De hecho, fue nuestro invitado quien se encargó de eso —respondió la señora Silva, mirando a Belisario, quien estaba concentrado en disfrutar su pescado hasta que escuchó su nombre.

—¿Belisario, tú lo hiciste? —preguntó Anthony, volviendo la mirada hacia el chico. Este alzó la vista.

—Sí, fui yo —respondió, manteniendo una sonrisa cálida en su rostro.

—Amigo, está increíble. En serio —dijo Owen, impresionado.

—¿Cuál es tu secreto? —preguntó Félix Guzmán, el padre de Owen, también sorprendido por el talento culinario del joven.

—Práctica; en mi familia, yo soy el que más cocina —respondió Belisario.

—Y no me sorprende en absoluto —sonrió Stefani.

El resto del almuerzo transcurrió entre charlas amenas, todos estaban intrigados por Belisario y su origen. Hasta el momento, el chico no había revelado de dónde venía, y cuando se le preguntaba sobre el tema, él lo evadía, sin querer hablar de eso. Todos lo comprendían y no insistieron, pero el misterio que lo rodeaba se mantenía intacto, y quien más deseaba desentrañarlo era Anthony, quien estaba decidido a conocer más sobre Belisario Porras, su enigmático salvador.

Continuará...

xoxo

Hola amigos, ¿Qué tal les está pareciendo la historia por ahora? Si les gusta déjenmelo saber en los comentarios.
Gracias por leer.

<3

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