Capítulo 4
Nuevo huésped
Dos días habían transcurrido desde aquella tormentosa noche. Un día había pasado desde la llegada de Belisario Porras al hogar de los Silva. El chico despertó con el primer rayo de sol que cruzó el horizonte. Aunque el cielo aún no estaba completamente iluminado, para él, que acostumbraba a despertar en la oscuridad, la luz era un cambio notable.
No era la primera vez que Belisario pisaba tierra firme y utilizaba sus piernas, pero sí era la primera vez que una familia lo acogía y abría las puertas de su hogar. Por lo general, las personas solían alejarse de él al verlo; en los pueblos de Venezuela, no confiaban en los forasteros misteriosos que llegaban de la nada, especialmente si hablaban con elegancia y se movían con gracia.
Desde pequeños, las leyendas contadas por los ancianos del lugar habían dejado huella en la memoria colectiva. Muchos las creían, mientras que otros eran escépticos, pero el misterio siempre permanecía arraigado en los confines de los pueblos venezolanos.
Al salir de la habitación de huéspedes, donde había pasado una noche incómoda, Belisario fue recibido por un aroma a café que impregnaba el aire. Nunca había disfrutado de esa bebida oscura; le resultaba incomprensible cómo la gente podía beberla como si fuera agua. Simplemente lo encontraba repugnante.
En la cocina, la luz estaba encendida, y allí estaba Anthony de espaldas, vistiendo solo un pantalón deportivo azul marino y con el torso al descubierto, probablemente así había dormido. Su cabello castaño, casi negro, estaba desordenado. La espalda de Anthony era fuerte y bronceada, pero lo que más llamó la atención de Belisario fue el enrojecimiento en algunas áreas, evidencia de las quemaduras solares sufridas durante su corta estancia en aquella isla desierta.
Por naturaleza, los pasos de Belisario eran suaves y discretos, casi inaudibles, por lo que Anthony no lo escuchó acercarse sigilosamente por detrás. Con delicadeza, Belisario alzó su mano derecha y rozó una de las zonas enrojecidas de la espalda de Anthony. Este, que estaba sirviendo café en una taza, se sorprendió, provocando que el líquido caliente salpicara y le quemara un poco la mano.
—¡Ah, coño! —exclamó, sorprendido. Aunque por lo general evitaba las groserías, esa vez no pudo contenerse—. ¿Qué haces? —preguntó al volverse.
—Discúlpame, no era mi intención asustarte —se disculpó Belisario. Anthony se lavó la mano con agua fría para aliviar el ardor y se giró nuevamente hacia él.
—Está bien, solo me sorprendiste —dijo Anthony, quedando frente a frente con el chico—. ¿Quieres un poco de café?
—No, gracias. No soporto su sabor —respondió Belisario, y la severidad de sus palabras sorprendió a Anthony; parecía que realmente le desagradaba.
—Está bien —dijo Anthony, tomando su taza y bebiendo un sorbo—. ¿Por qué despertaste tan temprano? El cielo aún no aclara.
—Suelo despertar con el primer rayo de sol. De donde vengo, es la única forma de ser productivo durante el resto del día —aclaró Belisario.
—¿Vienes de muy lejos? —preguntó Anthony, curioso.
—Se podría decir —fue la escueta respuesta de Belisario. Anthony asintió, sintiendo curiosidad por el origen del chico, pero no quería ser imprudente.
—Ya que no tomas café, ¿quieres un poco de agua? —preguntó Anthony.
—Sí, por favor. Me encantaría —respondió Belisario. No había bebido agua desde su llegada a tierra; solo un poco en el hospital, pero no había sido suficiente para saciar su sed.
Anthony dejó su taza de café sobre el mesón de cerámica de la cocina y se acercó a la nevera. Sacó un envase de plástico de al menos un litro que contenía agua y sirvió un poco en un vaso de vidrio, pasándoselo a Belisario.
—Gracias —dijo el chico de cabello rubio. Apenas Anthony se giró para guardar el envase, cuando volvió a mirar, Belisario ya había terminado el agua del vaso.
—¿Estabas seco? —se sorprendió Anthony.
—Sí, algo —respondió Belisario, algo avergonzado. A veces olvidaba que la gente en tierra no podía beber agua a esa velocidad. Él y su gente simplemente abrían la garganta y dejaban que el agua fluyera, hidratando y refrescando lo necesario. —¿Tú por qué estás despierto tan temprano? Deberías estar descansando después de lo que pasaste.
—Mi cerebro ya se ha programado para despertar a esta hora. Además, hay mucho que hacer después de la tormenta; hay que limpiar y reparar. No tengo tiempo para descansar —aclaró Anthony.
—Parece que te exiges demasiado. Aún estás herido y tu piel está irritada por el sol —observó Belisario.
—Bueno, yo podría decirte lo mismo. Tú estás incluso más lastimado que yo —replicó Anthony, fijándose en las delgadas pero bien formadas piernas de Belisario, que solo llevaba un bóxer morado y una camiseta que no le cubría tanto como la anterior. Ambas prendas eran de Anthony, ya que el chico no tenía ropa.
Las vendas que cubrían las heridas de Belisario eran visibles, resultado de las cortaduras ocasionadas por las aspas de la lancha de Anthony mientras aún se movía. A pesar de ello, casi no le dolían; su piel y la de su gente poseían la extraordinaria capacidad de sanar a gran velocidad, por lo que en unos días no quedaría rastro de ellas.
—¿Puedo ayudarte en algo? Quisiera colaborar, considerando que ustedes me hospedan en su hogar —dijo Belisario, sin querer convertirse en una carga para la familia.
—Lo que deberías hacer es ir y descansar. No tienes por qué asumir responsabilidades que no te corresponden —insistió Anthony.
—¿Entonces planeas arreglar todo tú solo? —preguntó Belisario, con insistencia.
—Siempre lo hago. Ahora, por favor, ve a descansar —volvió a pedir Anthony, con determinación.
Pero Belisario no quería. Desde que era pequeño, le habían enseñado costumbres que, aunque similares a las humanas, eran distintas. Un patrón común era el de siempre ayudar y colaborar en lo que se necesitara, sin importar qué, porque para eso estaban hechos.
Aunque Belisario nunca había tenido responsabilidades humanas, entendía perfectamente lo que eso significaba. Si la familia Silva había tenido la amabilidad de hospedarlo, lo menos que podía hacer era ayudar en las labores del hogar, ¿cierto? Aunque no conocía bien cuáles eran, se adaptaría fácilmente.
Anthony y Belisario se mantuvieron a una distancia prudente el uno del otro, con las miradas entrelazadas en un desafío silencioso. ¿Quién sería coronado como el macho alfa y quién cedería ante la exigencia del otro?
Descubranlo en el próximo capítulo de Besos Salados.
Continuará...
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