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Capítulo 24

Sombras en las Profundidades

Belisario despertó en el fondo del océano, el agua a su alrededor se sentía más palpable, más íntima en su piel. Los ecos de las corrientes marinas y los sonidos de los animales marinos que nadaban a su alrededor llenaron sus sentidos. Abrió los ojos y, aunque la oscuridad era relativa para él, pudo percibir la vida que lo rodeaba. Las criaturas marinas tenían una capacidad innata para ver en la más profunda oscuridad, y Belisario no era la excepción. Recordó lo que había sucedido, el momento en que la criatura lo había llevado bajo el agua.

Al alzarse majestuoso en las aguas, su forma se adaptó a la corriente, escuchó a su padre a través de los sonidos que resonaban en su interior. Su padre le preguntó si estaba bien, el tono de su voz era una mezcla de preocupación y alivio. Belisario se sorprendió al verlo y más aún, al escucharle. Nadó hacia él y lo abrazó, sintiendo el calor de su presencia. —Te he extrañado —le dijo, comunicándose mediante los ecos que compartían.

Su padre era una criatura imponente, con un cuerpo proporcionalmente más grande que el de cualquier ser humano, un rasgo común entre los machos de su especie. Sin embargo, Belisario, con un tamaño promedio, podía ser fácilmente comparado con el físico masculino humano. Al separarse, Belisario le preguntó qué estaba pasando y por qué lo habían llevado a ese lugar. Su padre, sereno, le explicó que muchas criaturas marinas los habían estado cazando, a su tribu y a su familia.

En un golpe de realidad, Belisario recordó que estaba con Anthony en la superficie, en la lancha. Intentó nadar hacia la salida, pero se topó con una especie de reja hecha de rocas marinas, las más resistentes de su clase. A pesar de sus intentos por derribarla con sus extremidades, no hubo manera de lograrlo. —Es inútil, tu padre y yo lo intentamos muchas veces y nunca lo logramos —dijo una voz familiar que provenía de la esquina oscura de la celda. Era Gael.

Belisario no podía creer que también lo hubieran encerrado. —¿Por qué nos están cazando? —preguntó, sintiendo que la desesperación comenzaba a anidarse en su pecho.

—Porque estas criaturas planean desatar una guerra —respondió Gael, su voz grave resonando en el agua. —La misma de la que te advertí cuando subí a la superficie.

—¿Por qué quieren desatar una guerra? No lo entiendo —habló Belisario, sintiendo que la confusión lo invadía.

Su padre nadó hacia él y le explicó lo mismo que el anciano había compartido con Anthony y con él un día antes. Belisario escuchó atentamente, comprendiendo que las tensiones entre las tribus marinas estaban a punto de estallar. Necesitaba salir de allí a como diera lugar; sabía que si todo esto era cierto, esas criaturas marinas subirían hacia la superficie a desatar el caos, y eso era algo que no podía permitir. No después de haber encontrado un nuevo cariño por las personas de la superficie, y especialmente por Anthony y su familia.

Mientras tanto, en la superficie, Anthony, su madre y su... ¿abuelo? decidieron comenzar con su labor de reunir a las personas y convencerlas de que la existencia de las criaturas marinas era real. Caminaron hacia la puerta principal, pero cuando la abrieron, se encontraron encañonados por un grupo de militares, uno de ellos sostenía un arma que parecía de alto calibre.

—¡Afuera todos! —ordenó el militar, demandante.

Sin poder hacer otra cosa, los tres salieron con las manos en alto, sin entender lo que pasaba. Afuera de la casa, a unos pocos metros, un hombre mayor, tal vez entre 50 y 55 años, se destacaba como el jefe. Su mirada era seria y autoritaria. —Ustedes deben venir conmigo —dijo, su tono no admitía protestas.

—¿Por qué nos quieren llevar? —preguntó Anthony, su voz temblando de incertidumbre.

El hombre lo miró directamente a los ojos. —Eso es algo que responderé en el comando.

Sin poder negarse, los tres fueron sujetados por los militares y llevados a unos autos que esperaban a pocos metros de la playa, donde comenzaba la carretera. Anthony y su madre forcejearon, pero no lograron zafarse. El anciano, en cambio, permanecía tranquilo, como si no temiera o supiera controlar muy bien sus emociones.

A medida que los vehículos avanzaban, Anthony no podía dejar de pensar en Belisario. La preocupación lo consumía, y la urgencia de encontrarlo se intensificaba con cada kilómetro que recorrían. Miró a su madre, cuya expresión mostraba una mezcla de confusión y determinación. Sabía que debía hacer algo, pero se sentía impotente.

Cuando finalmente llegaron al comando, fueron conducidos a una sala de interrogatorios. El ambiente era frío y austero, con luces brillantes que hacían que todo se sintiera aún más opresivo. Los militares los hicieron sentar y el hombre que había dado las órdenes se quedó de pie frente a ellos.

—Mi nombre es Coronel Rodríguez —dijo, su voz firme—. Estamos investigando la reciente actividad marina en esta área. Las criaturas han estado saliendo más a menudo, y hemos recibido reportes de avistamientos inusuales.

Anthony sintió que su corazón se aceleraba. —¿Usted sabe lo que está pasando? —preguntó, sintiendo que el tiempo se estaba agotando.

El coronel lo miró con seriedad. —Hemos descubierto que hay algo más grande en juego, algo que podría afectar no solo a esta isla, sino a toda la costa. Necesitamos información, y ustedes son las únicas personas que pueden ayudarnos.

—Pero no sabemos nada —protestó Anthony, frustrado—. Solo estamos tratando de encontrar a Belisario.

La mención de su amigo hizo que el coronel frunciera el ceño. —¿Belisario? —preguntó, tomando nota mental. —¿Quién es?

—Es... es una criatura marina —dijo Anthony, sintiendo que cada palabra era una locura, pero sabía que debía compartirlo. —Él es uno de ellos, y necesitamos ayudarlo.

El coronel lo miró fijamente, como si evaluara su sinceridad. —Si eso es cierto, entonces estamos en un serio problema. Las criaturas marinas están en conflicto, y si no actuamos rápido, podrían desatar una guerra.

Anthony sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. —¿Pero por qué?

—Porque hay territorios que están siendo disputados y, en su lucha, podrían arrasar con todo lo que hay en la superficie. —El coronel hizo una pausa—. Necesitamos un plan, y ustedes son la clave para encontrar una solución.

La tensión en la sala aumentó, y mientras los militares discutían estrategias, Anthony se dio cuenta de que no podía quedarse de brazos cruzados. Tenía que encontrar una forma de escapar y buscar a Belisario antes de que fuera demasiado tarde.

Sin embargo, el coronel lo interrumpió. —Si confían en que podemos proteger a su amigo, deben ayudarnos a entender lo que está sucediendo en el océano.

Anthony miró a su madre y al anciano, buscando apoyo. Sabía que la situación era crítica, y que su conexión con Belisario podría ser la única manera de prevenir el desastre.

—Está bien, haremos lo que sea necesario para ayudar —dijo Anthony, sintiendo que la determinación lo invadía.

El coronel asintió, y en ese momento, Anthony supo que la batalla por su amigo y por la paz entre los mundos submarino y terrestre apenas comenzaba. La lucha que se avecinaba no solo era por su hogar, sino por el futuro de todos los que amaba. Con el tiempo corriendo en su contra, sabía que debía actuar rápidamente, y que cada decisión que tomara podría cambiar el destino de Isla Coral y de Belisario para siempre.

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