Capítulo 12
Entre la Oscuridad
Dentro de la inmensa oscuridad, Daniel se encontraba atrapado en un lugar que no podía comprender. No sabía cómo había llegado allí, pero la sensación de soledad lo envolvía como un manto helado. Estaba mojado, y el frío le calaba los huesos. La oscuridad era tan densa que no podía ver nada, solo la sombra de su propia existencia.
—¿Max? —llamó, su voz resonando en el vacío, pero solo obtuvo silencio a cambio. El eco de su propio llamado se perdía en la negrura, como si el mundo lo hubiera olvidado.
La angustia comenzó a crecer dentro de él. Se sentía pequeño y vulnerable, un niño perdido en un mar de incertidumbre. Intentó recordar el último momento que había estado en la playa, paseando con su perrito. Había sido un día soleado, lleno de risas y juegos, pero ahora todo eso parecía un recuerdo lejano.
—¡Max! —gritó nuevamente, su voz temblando. Pero no hubo respuesta. Solo el murmullo del agua, que parecía burlarse de su desesperación.
El miedo se apoderó de él. La oscuridad le hacía sentir que estaba siendo observado, como si algo más habitara ese espacio. Daniel se encogió, abrazándose a sí mismo, y trató de recordar lo que había sucedido. La melodía que había escuchado antes de desaparecer seguía resonando en su mente, un canto dulce y seductor que lo había llamado con una fuerza irresistible.
—¡Ayuda! —gritó, pero su voz se ahogó en la inmensidad. No había más que la fría y oscura soledad que lo rodeaba.
Mientras tanto, en otro rincón de la isla, Anthony y Belisario continuaban su búsqueda. Tras la inquietante conversación con el anciano, el aire parecía pesado y lleno de preguntas no resueltas.
—¿Qué quiso decir el anciano con esa advertencia? —preguntó Anthony, rompiendo el silencio que los envolvía mientras caminaban por un sendero cercano a la playa.
Belisario, sintiendo que la tensión crecía, se sintió abrumado. La mirada de Anthony era intensa, y había algo en su tono que le hacía querer evadir las preguntas.
—No lo sé —respondió, tratando de sonar despreocupado, aunque su voz temblaba ligeramente—. Tal vez estaba asustado por la desaparición del niño.
Anthony frunció el ceño, sintiendo que había más detrás de la evasiva respuesta de Belisario. —No creo que sea solo eso. Parecía tener miedo de ti. ¿Por qué?
Belisario sintió que su corazón se aceleraba. No podía revelar su secreto, no podía contarle sobre su origen, sobre lo que realmente era. —Solo... no sé, quizás los ancianos suelen ser supersticiosos. Es fácil asustarse cuando hay algo extraño en el aire.
Anthony observó a su amigo, notando la incomodidad que emanaba de él. Su curiosidad aumentaba, y la idea de que Belisario ocultara algo más profundo lo mantenía en vilo. Había algo que no encajaba, y su instinto le decía que estaba relacionado con el misterio de su amigo.
—¿Crees en lo que dijo sobre las criaturas marinas? —preguntó Anthony, tratando de mantener la conversación ligera, pero sintiendo que el tema era más serio de lo que quería admitir.
Belisario se encogió de hombros, aunque en el fondo sentía que la conversación se estaba volviendo más complicada. —No sé, Anthony. Hay muchas leyendas en esta isla. La gente suele hablar de cosas que no entiende.
Anthony miró hacia el mar, sintiendo una mezcla de escepticismo y curiosidad. Normalmente, era escéptico con esos temas, pero la conversación con el anciano había dejado una semilla de duda en su mente. Se preguntaba si había alguna conexión entre estas leyendas y el pasado de Belisario. ¿Era posible que su amigo tuviera algo que ver con esas criaturas?
—¿Y tú? —preguntó finalmente—. ¿Tienes alguna historia sobre el mar?
Belisario sintió que el nudo en su estómago se apretaba. No podía hablar de su pasado, de su familia, de lo que había dejado atrás. —No, solo he oído las historias, como cualquier otro —respondió, tratando de mantener su voz tranquila.
Mientras tanto, la búsqueda por Daniel continuaba, pero la frustración comenzaba a acumularse. Se habían acercado a la playa donde el niño había desaparecido, pero no encontraban rastro alguno de él. La preocupación se cernía sobre ellos como una sombra, y Anthony sentía que cada paso que daban era un recordatorio de su impotencia.
—Vamos a seguir buscando —dijo Anthony, decidido a no rendirse. La idea de que Daniel pudiera estar en peligro lo empujaba hacia adelante.
Belisario asintió, aunque su mente aún estaba ocupada con la conversación sobre el anciano. La mirada del hombre lo había inquietado; había visto miedo en sus ojos, y eso lo había hecho cuestionarse a sí mismo.
Mientras caminaban por la orilla, Anthony se detuvo de repente, sintiendo que algo lo había llamado. Miró al mar, y en su mente, una imagen de Daniel apareció. —¿Y si el canto que escuchó el anciano realmente tenía algo que ver con su desaparición? —murmuró.
Belisario se giró hacia él, sintiendo que una sombra se cernía sobre su propio secreto. —No tienes que pensar así. Es solo una leyenda, un cuento que se cuenta para asustar.
Anthony lo miró, sintiendo que había más en juego. —Quizás... pero no podemos ignorar la posibilidad.
Ambos se quedaron en silencio, contemplando el océano, que se extendía ante ellos como un vasto misterio. La conexión entre el mar y lo desconocido parecía más fuerte que nunca, y mientras el sol comenzaba a caer, una sensación de urgencia se apoderó de ellos.
—Sigamos buscando —dijo Belisario, tratando de centrar su mente en la tarea que tenían delante. Pero en su interior, el eco de la advertencia del anciano resonaba, y la preocupación por Daniel y sus propias verdades se entrelazaban en un torbellino de emociones.
Mientras tanto, Daniel seguía atrapado en la oscuridad, su voz ahogándose en el vacío. El frío y la soledad lo envolvían, y aunque su mente buscaba un rayo de esperanza, la desesperación comenzaba a apoderarse de él.
—¡Ayuda! —gritó nuevamente, pero solo el silencio le respondió. La vastedad del océano parecía devorarlo, y en su corazón, el miedo crecía, mientras la melodía del canto seguía resonando en su mente, como un eco distante que prometía respuestas, pero también lo mantenía alejado de la realidad.
Aquí, en esta intersección entre el mar y la tierra, los destinos de todos estaban entrelazados, y el misterio del océano comenzaba a desvelarse lentamente, mientras la búsqueda por Daniel se convertía en una carrera contra el tiempo.
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