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Capítulo 11

Voces del Mar

La mañana estaba llena de una inquietante mezcla de esperanza y ansiedad. La señora Silva, doña Rosa, Anthony y Belisario se habían reunido rápidamente y habían decidido salir a la calle con panfletos que contenían la foto de Daniel, el niño desaparecido. La comunidad se había unido en la búsqueda, cada uno con el mismo propósito: encontrar al pequeño y devolverlo a su hogar.

Mientras caminaban por las calles de Isla Coral, el ambiente era tenso. Las miradas de los vecinos eran serias y solidarias, pero el aire también estaba impregnado de preocupación. Anthony sentía que su corazón latía con fuerza mientras sostenía un manojo de panfletos. A su lado, Belisario caminaba con una expresión decidida, pero había un brillo de preocupación en sus ojos que no pasaba desapercibido para Anthony.

—Vamos a dividirnos en grupos de dos —sugirió la señora Silva, tomando la iniciativa—. Así podremos cubrir más terreno.

—Yo iré con Belisario —dijo Anthony, sintiendo una necesidad de estar cerca de su amigo. La idea de separarse lo inquietaba, pero también sabía que debían actuar rápidamente.

—Perfecto —respondió la señora Silva—. Yo iré con doña Rosa. Cualquier cosa, nos comunicamos por teléfono.

Una vez que se separaron, Anthony y Belisario comenzaron a caminar por las calles tranquilas del vecindario. Mientras repartían los panfletos, Anthony no podía dejar de pensar en lo que había sucedido la noche anterior. El beso, las miradas, la conexión que habían compartido; todo eso aún resonaba en su mente. Pero ahora, la urgencia por encontrar a Daniel ocupaba la mayor parte de sus pensamientos.

—¿Crees que realmente lo encontraremos? —preguntó Belisario, rompiendo el silencio que los rodeaba.

—Sí —respondió Anthony con determinación—. Debemos tener esperanza. La comunidad está unida en esto, y no vamos a rendirnos.

Mientras caminaban, notaron que la zona se volvía un poco más desierta. Se acercaban a una parte de la isla que no frecuentaban mucho, donde algunas casas estaban más alejadas y el ambiente parecía más sombrío. De repente, Anthony vio a un anciano sentado en la entrada de una de las casas, con una mirada distante que parecía perderse en el horizonte.

—¿Deberíamos preguntarle? —sugirió Anthony, sintiendo que podría ser útil.

—Sí, tal vez haya visto algo —respondió Belisario, acercándose junto a él.

Anthony se acercó al anciano, quien levantó la vista al sentir su presencia. Era un hombre de aspecto peculiar, con una larga barba canosa y ojos que parecían haber visto más de lo que podían contar.

—Buenos días, señor —saludó Anthony, intentando captar su atención—. Estamos buscando a un niño que desapareció anoche. Se llama Daniel. ¿Lo ha visto?

El anciano frunció el ceño, y tras un momento de reflexión, asintió lentamente.

—Sí... lo vi paseando a su perro —dijo, su voz temblando ligeramente—. Era un niño inquieto, siempre correteando por aquí.

Anthony sintió una oleada de esperanza. —¿Lo vio después de eso?

El anciano miró hacia el mar, su expresión se tornó más seria.

—Escuché algo... un canto —murmuró—. Era hermoso, pero... también inquietante. Algo en mi interior me dijo que debía tener cuidado.

Los ojos de Belisario se abrieron ligeramente al escuchar esas palabras. El canto que había escuchado la noche anterior regresó a su mente, y un escalofrío recorrió su espalda.

—¿Canto? —preguntó Anthony, sintiendo que la curiosidad lo invadía—. ¿De dónde venía?

El anciano se volvió hacia él, su mirada ahora llena de temor. —Vino del océano, en la oscuridad. Nunca había oído nada así. Era como una llamada... como si algo antiguo estuviera tratando de comunicarse.

Anthony se sintió intrigado y preocupado a la vez. Había leyendas sobre criaturas marinas en la isla, pero nunca había pensado que fueran más que cuentos. Sin embargo, la seriedad en la voz del anciano lo hacía dudar.

—¿Cree que eso podría tener algo que ver con la desaparición de Daniel? —preguntó Belisario, sintiendo que la conversación se tornaba más inquietante.

El anciano asintió, su mirada se fijó en el mar. —Es posible. Hay historias sobre seres que atraen a los niños al agua con sus cantos. Algunos dicen que son espíritus de la profundidad...

Anthony sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La conversación lo estaba llevando a lugares oscuros, pero no podía ignorar la sensación de que había algo más detrás de la desaparición de Daniel.

—¿Dónde lo vio exactamente? —preguntó Anthony, decidido a obtener más información.

—Cerca de la orilla, justo antes de que oscureciera —respondió el anciano, su voz ahora más baja—. Después de eso, solo escuché el canto. El niño no volvió.

Los tres se quedaron en silencio, procesando la gravedad de lo que el anciano había dicho. La atmósfera se volvió densa, y la preocupación se apoderó de ellos.

—Gracias por su ayuda —dijo Anthony, sintiéndose agradecido pero también inquieto—. Haremos todo lo posible por encontrarlo.

Al darse la vuelta para marcharse, Anthony sintió que la mirada del anciano se fijaba en Belisario. El anciano, con un destello de miedo en sus ojos, lo miró fijamente, como si reconociera algo en él.

Belisario, sintiendo la intensidad de la mirada, se volvió hacia el anciano, su curiosidad creciendo.

—¿Hay algo más que deba saber? —preguntó, su voz firme pero suave.

El anciano pareció dudar, como si se estuviera debatiendo internamente. Finalmente, dijo en voz baja: —Cuida de tu amigo, niño. Las aguas a veces esconden secretos que no están destinados a ser descubiertos.

Anthony se volvió hacia Belisario, sintiendo una mezcla de confusión y preocupación. Había algo en la advertencia del anciano que lo inquietaba.

—Gracias por su advertencia —dijo Anthony, aunque la advertencia no era para él, y con un gesto de cabeza se alejaron del anciano, la presión de la conversación aún palpable en el aire.

Mientras caminaban de regreso, Belisario sintió que la preocupación se apoderaba de él. ¿Qué significaba realmente lo que había dicho el anciano? ¿Acaso había algo más en juego, algo relacionado con él y su propio secreto?

Anthony, por su parte, se sentía cada vez más inquieto. La extraña conexión entre la desaparición del niño y los cuentos sobre criaturas marinas lo mantenía en vilo. Mientras caminaban, la imagen del anciano y su advertencia resonaban en su mente.

—¿Crees que realmente hay algo en el agua? —preguntó Anthony de repente, rompiendo el silencio.

Belisario miró al mar, sintiendo una mezcla de nostalgia y temor. —No lo sé. Pero hay historias que han pasado de generación en generación. A veces, la realidad puede ser más extraña que la ficción.

Anthony asintió, sintiendo que la incertidumbre se cernía sobre ellos. La búsqueda de Daniel se había vuelto más compleja, y la advertencia del anciano pesaba en su mente. Sin embargo, había una cosa que sabía con certeza: no se detendrían hasta encontrar al niño, sin importar el costo.

A medida que continuaban su búsqueda, el peso de lo desconocido los seguía, pero la determinación de proteger a los que amaban los mantenía unidos. La amistad que habían cultivado se fortalecería en la adversidad, y juntos enfrentarían lo que el mar les tenía reservado.

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