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Los rayos de luz que se cuelan por la ventana hacen que me despierte cinco minutos antes de que suene la alarma de mi móvil. Alargo el brazo y busco a tientas el teléfono en la mesilla de noche. Cuando logro encontrarlo me lo pongo frente a la cara y con los ojos entrecerrados por la luz deslizo el dedo en la pantalla. Por fin la estridente cancioncilla que suena todas las mañanas se queda muda y dejo caer los brazos en la cama con pesadez.
Después del día de ayer aún sigo muerta. No tengo ánimos para ir hoy a trabajar. Lo bueno de hoy es que es uno de esos días en los que no trabajo por las tardes, así que tendre tiempo libre para despejar un poco mi mente y tomar un café. Aunque dudo en si iré al mismo sitio de siempre. He de admitir que me da algo de respeto después de lo que ocurrió anoche con el grupo de ladrones. Creo que aún sigo un poco en shock porque sigo sin poder procesar toda la escena. Cuando pienso en ello se me hace un pequeño nudo en el estómago. Me gustaría saber por qué narices dios ha decidido que yo debía de ser una de las afortunadas que pasaran por este tipo de situación alguna vez en su vida. No obstante podría haber pasado algo peor, así que será mejor que no me queje. No llamemos al mal tiempo.
Aún desde la cama le escribo a Chelsea para confirmar que aún sigue en pie nuestro plan de esta tarde en la cafetería. Ella me echa un sermón sobre que no puedo colgarle de aquella manera y le explico lo ocurrido. Tras eso parece enfadarse aún más por no avisarla como es debido. Si no lo le hubiera colgado y se lo hubiera dicho podría haber llamado a la policía, argumenta ella. Tras una larga bronca a través de mensajes de texto que me parece que dura una eternidad, por fin quedamos en que a las seis nos veremos en la cafetería. Le he sugerido otros bares, pero ella se ha negado rotundamente. Su excusa es que necesita oírlo en primícia y justo en el sitio donde ha ocurrido, así se pone en mi piel y lo siente como si ella hubiera estado allí. Al bloquear la pantalla del teléfono suspiro. Al menos seguiré tomando el mejor café de Manhattan.
Tras levantarme de la cama, me despojo de mi pijama y me meto en la ducha del pequeño cuarto de baño. No es muy espaciosa, pero creo que podría caber perfectamente otra persona más dentro.
Los azulejos azules de la pared me hacen recordar que a veces hecho de menos el gran cuarto de baño que tenía en casa. El suelo era de un mármol de color ceniza, y todos los muebles eran de un blanco reluciente. Había mucho más espacio que aquí, pero en vez de ducha tenía una bañera. Creo que tener una ducha aquí en la ciudad puede que sea más práctico. En pocos minutos te has dado una ducha de agua fresca y puedes ir a trabajar oliendo a rosas. Si yo tuviera aquí mi antigua bañera estoy segura de que llegaría tarde a todos lados, siempre solía entretenerme demasiado cuando me metía bajo el agua tibia.
Cierro los ojos y dejo que el agua se deslice por mi piel sin ningún tipo de barreras. Me encanta hacer justo eso. Meterme bajo el chorro de agua de la ducha y cerrar los ojos como si nada más importase. El agua caliente me empapa todo el cuerpo con lentitud, me enjabono con rapidez y enjuago el cabello con delicadeza. Cuando estoy a punto de acabar cambio la temperatura del agua y la pongo muy fría. Es una manía que tengo, siempre lo hago. Y a pesar de estar en invierno dejo que el agua helada se deslice por mi cabello rubio hasta que me recorre un escalofrío y suspiro de placer.
Cuando ya estoy fuera de la ducha y con la toalla rodeándome el cuerpo me miro en el espejo mientras que me seco el pelo. No me lo secaré demasiado porque entonces no llegaré a tiempo al trabajo, y no me apetece quedarme más tiempo del necesario esta tarde. Lo dejo un poco húmedo. Con el pelo aún algo mojado se notan los tonos rubios de los que está hecho. Es de un color rubio sucio y liso, me llegar hasta la mitad de la espalda. Muchas veces he pensado en teñírmelo de algún color diferente o llamativo, pero me da miedo estropear mi cabello y la verdad es que me gusta bastante cómo está ahora.
Después de vestirme almuerzo un par de tostadas con mantequilla y un vaso de leche y estoy lista para irme a trabajar.
Camino por la calle con mi gabardina marrón y el bolso con el portátil echado al hombro. Es temprano, son casi las ocho de la mañana y las calles ya sufren un ajetreo constante. Caminar por la acera a veces es difícil. Veo a un chico de ojos azules y pelo oscuro caminar mientras que habla por teléfono. Parece tener prisa y va absorto en su mundo. Está a punto de chocar conmigo pero por suerte yo me aparto con rapidez antes de que colisione contra mi hombro. Tras esquivarlo me giro decidida a decirle algo, pero se pierde entre la gente antes de que pueda mediar palabra alguna y no estoy dispuesta a volver hacia atrás. A penas faltan un par de minutos para que empiece mi jornada de trabajo y una oleada de gente viene en mi dirección.
Vaya un maleducado. Soy consciente de que iba dialogando con alguien, pero podría tener algo más de cuidado y caminar como las personas, no por en medio de la acera. Desde que logro recordar, cuando alguien viene hacia ti y vais por la misma acera, ambas personas debéis poneros a un lado para poder pasar. Pero me temo que ese chico no sabe lo que es apartarse.
La brisa matutina me revuelve el cabello y me aparto el pelo de los ojos. Estoy algo distraída y al final acabo chocando con un hombre mayor. Va vestido con un traje gris y me lanza una mirada reprobatoria mientras que yo le pido disculpas y hecho a correr hacia el edificio de la editorial para no llegar tarde.
Cuando entro por las puertas automáticas de cristal Audrey me lanza una mueca de advertencia. Abre los ojos mucho y frunce las cejas. He llegado muy justa de tiempo, ahora mismo las ocho de la mañana se iluminan en la pantalla de mi teléfono.
Me acerco al mostrador de recepción y Audrey se acerca hacia mi en modo confidente. Apoya los codos sobre los papeles que hay en la mesa.
- La jefa va de camino a tu despacho, la he oído cómo se lo decía a Forest y ha subido con el ascensor.
Ella eleva sus cejas morenas y menea su media melena color chocolate de forma desaprovatoria.
- Kris, ya son las ocho y esa bruja seguro que estado esperando el día justo en que llegaras tarde para echarte la bronca. ¿Deberías venir para aquí un poco antes, sabes? No vives en china así que no tienes escusa que le sirva a ella para excusar tu retraso.
Miro el reloj y me percato de que mientras que hablo con Audrey ya estoy tardando un minuto más en llegar a mi despacho. Asiento suspirando.
- Esa mujer siempre está buscando cualquier cosa que haga mal para echármelo en cara. Parece que se frustra cuando no lo consigue, pero me lo esta poniendo muy difícil. Y mira que me cae bien cuando no estamos trabajando...
La morena me da toda la razón con tan solo una mirada.
- Es un amor - Dice con sarcasmo mientras rueda los ojos - ¡Anda, corre! No quiero que llegues más tarde aún por mi culpa. ¡Corre, corre!
Vuelve a sonreír como de costumbre para intentar darme ánimos. Sabe que las reprimendas de la jefa no son especialmente agradables. Suelto el aire que retengo en la boca y le hago una mueca a la secretaria antes de salir pitando hacia el ascensor.
- Que Dios me pille confesada - Le digo, como solía decir mi madre. Ella ríe ante mi exclamación y vuelve a su trabajo.
Tras haber llegado por fin a mi destino gracias al ascensor accedo al pasillo de la zona este donde se sitúa mi despacho. La puerta de este está entreabierta y ya me temo lo peor.
Cuando entro me encuentro a mi jefa , Gaynor Morris, sentada en la mesa de madera blanca del despacho. La mujer, de unos 48 años de edad, espera paciente con los brazos cruzados sobre el pecho. Cuando me ve entrar sonríe como si nada. Tiene el pelo de un color negro azabache, aunque se divisa alguna que otra cana por ahí. Señal de que pronto volverá a teñírselo. Lleva el cabello recogido en una cola alta que hace que sus facciones se estiren. No parece vieja, todo lo contrario. Se la ve joven y con mucha vitalidad. Es una mujer con la que sería agradable tomar un café mientras que hablas del mundo, pero trabajar con ella es diferente. Ese exigente y dura, siempre está al corriente de todo y pobre de ti que no hagas lo que te ha pedido.
- Buenos días, señorita Amery. ¿Llega un poquito justa, no cree? - Interroga ella, con una serenidad impasible. No le hace falta alzar la voz para poner tenso a alguien. Yo ya me estoy acostumbrando, pero sigue poniéndome igual de nerviosa que el primer día.
- Discúlpeme, señora Morris. No volverá a ocurrir.
Ella asiente y levanta su culo de mi mesa. Se pone en pie con parsimonia.
- Eso espero. Espero no haberme equivocado al escogerla, sería una gran decepción. Pero recuerde que sería peor para usted que para mi - Suelta una sonrisita de suficiencia y se gira para mostrarme lo que me ha dejado en la mesa - Le he traído un par de carpetas más llenas de manuscritos nuevos. En total son cuatro. Espero que para el lunes que viene tenga al menos los dos primeros corregidos.
Asiento, servicial. Aún tengo que acabar el que estaba corrigiendo ayer... Pero eso no se lo diré a ella.
- Bien, sabía que podía confiar en usted - Recoloca unos papeles que llevaba en la mano golpeando la parte de abajo contra la mesa y se aclara la garganta - Yo estaré fuera unos días, así que no estaré por aquí. Espero que haga lo que le he dicho. El lunes ya habré vuelto así que espero tener una de esas carpetas sobre mi mesa.
- Si, señora Morris.
Ella sonríe y camina hasta la puerta. Estoy segura de que le encanta esto de ser la jefa de corrección. Antes de irse se apoya sobre la puerta. Sus ojos verdosos me miran fijamente.
- Hasta pronto, Kristel.
Luego desaparece por el pasillo y yo cierro la puerta del despacho. Me desplomo sobre la silla y dejo salir el aire que estaba conteniendo en el estómago. No ha ido tan mal. Pensaba que iba a ser peor. Esta es la mejor de todas las visitas que esa mujer me ha hecho.
Cojo la primera carpeta y bufo. Observo la ficha técnica de cada uno de ellos y me deprimo por un instante. Son dos manuscritos bien larguitos. Tardaré días en acabarlos, por no decir que aún tengo que acabar el que estaba corrigiendo. Antes de perder más el tiempo saco el portátil de mi bolso y lo pongo sobre la mesa. Cuando ya esta encendido me descargo los dos archivos adjuntos para después y me pongo manos a la obra con el de ayer. Algo me dice que esta tarde cuando vuelva del café me tocará currar bastante.
Después de haber comido y leer un rato avanzo más faena en casa hasta que son las cinco y media. Entonces me ducho en diez minutos y me visto. Me pongo un jersey de lana blanco con unos tejanos negros y me seco el pelo un poco para no helarme cuando salga a la calle. A las seis en punto llego a la cafetería, y como siempre soy la primera en llegar. Chelsea siempre llega tarde a todos lados, el día que llegue antes que yo a algún sitio le haré una fiesta. Será una especie de milagro.
Diez minutos después mi amiga de reluciente pelo rubio llega y se sienta frente a mi en una de las mesas situadas justo al lado del ventanal. Chelsea viene fabulosa como siempre. Con su perfecto cabello rubio y sus preciosos ojos azules llenos de alegría. En la facultad decían que nos parecíamos bastante, aunque ella y yo no pensamos lo mismo. Que ambas seamos rubias no significa que seamos iguales.
Al sentarse cuelga su bolso en la silla y pone los codos sobre la mesa. Tiene una sonrisa reluciente en el rostro.
- ¿Y bien? - Dice.
- ¿Y bien qué? ¿Ahora ya ni me saludas? - Le pregunto yo en broma.
- Ay no tonta, ¿De verdad piensas que voy a perder el tiempo en cosas tan banales como esa cuando me tienes en tensión?- Contesta mientras gesticula con las manos. Pongo cara de pocos amigos y ella rueda los ojos - Esta bien, esta bien - Dice entonces - Una ya no puede ir directa al grano.
Me abraza por encima de la mesa y ríe. Yo sonrío en respuesta.
- Buenos días a ti también.
Chelsea estudió conmigo en la universidad. Fue mi primera amiga al mudarme aquí y siempre a estado a mi lado. Ahora trabaja como redactora en un periódico. Siempre se le han dado genial las palabras. Es algo dramática, pero yo la quiero igual.
- Bueno... - Comienza de nuevo, poniendo voz de periodista - Comienza pues tu historia, estoy ansiosa por escucharla toda.
- Antes... - La interrumpo. La sonrisa se le borra el rostro - Los cafés.
Ella bufa, pero no rechista, y se que en el fondo esta deseando tener una taza de café caliente entre las manos. Así que me levanto y me siento en uno de los taburetes de la barra. Aline me recibe con una sonrisa en la barra. Ahora que me paro a pensar, me extraña que no hayan cerrado la cafetería hoy. Aunque supongo que no pueden permitirse cerrar un día entero.
- Hola, Kriss - Me saluda - Menuda la que se monto ayer, eh.
- Vaya susto - Asiento - ¿Tu estás bien? Por cierto ponme un descafeinado de sobre y un café solo por favor.
- Marchando - Contesta ella, y comienza a preparar mi pedido. Mientras que el café se hace ella lava un par de vasos - Yo estoy perfectamente, la caja... No tan bien.
- ¿Se llevaron mucho? - Frunzo el ceño.
- Todo lo que pillaron. Yo calculo unos mil quinientos euros.
Yo bufo ante la suma. Es prácticamente mi salario mensual.
- Vaya - Es lo único que puedo contestar.
- Sí, vaya - Coincide ella - ¿Y tu estás bien? ¿Te quitaron algo?
Entonces me da algo de vergüenza responder. Después de todo fui la única que se salvó de ser realmente atracada.
- Pues curiosamente no me quitaron nada, estoy bien - Digo sin más.
- Vaya - Vuele a decir - Eso si que es tener buena suerte.
Me encojo en mi sitio. Antes de que pueda preguntarme nada más un chico se sienta en el taburete que hay junto a mi.
- Un café con leche, por favor- le dice a la camarera morena, que asiente y se aleja de mi. La voz del chico es suave aunque parece estar algo ronco. Me parece familiar. Cuando me giro para observarlo lo reconozco. Es el chico con el que casi choco esta mañana. Le recuerdo bien. Iba hablando por el móvil y llevaba una especie chaqueta de piel marrón. Aunque ahora que estoy más cerca parece algo vieja. En realidad le he reconocido por la cara y por esos ojos azules tan llamativos.
Él al ver que le observo se gira en mi dirección y alza una ceja. Cuando ve mi cara frunce el ceño.
- ¿Tengo algo en la cara? - Me pregunta entornando los ojos - ¿Es que se me ha salido algún moco o qué?
Su mirada es seria y penetrante, me hace sentir nerviosa. Tengo la impresión de que ya le había visto antes de esta mañana, en alguna parte. Es extraño, pero se me hace familiar. Él hace una mueca. Espera una respuesta.
- No, no - Me apresuro a contestar. Por culpa de los nervios se me escapa una risita tonta. El chico impone. Allí, sentado en el taburete de la barra, se nota que es bastante más alto que yo- Es que creo que te he visto antes. Esta mañana, para ser exactos. Casi te chocas conmigo.
Entonces sus ojos se relajan y parece que su expresión se vuelve más suave. Por un momento me observa indeciso y examina mi rostro con una mirada aguda. Parece estar calibrando la situación. Cuando se percata de que aún no me ha contestado estira sus labios en una débil sonrisa.
- Oh, lo siento - Me dice - Iba algo despistado. No me he dado cuenta.
- Ya lo he visto, ya... - Digo en voz baja y me vuelvo de nuevo hacia la barra. Noto sobre mi sus ojos, que están escrutando mi cuerpo en busca de algo. Me da la sensación de que él también me ha reconocido. Aunque parece querer ocultarme algo. Tampoco recuerdo que él me mirara esta mañana. Sería imposible que me reconociera porque no nos habíamos visto antes. Pero sin embargo sus ojos me dicen todo lo contrario.
De pronto todo parece conectar. Su mirada, su voz. Me acuerdo de lo que sucedió anoche. Del hombre que me miraba a través del pasamontañas y que decidió no robarme un céntimo en vez de cachearme de arriba a bajo. De esa voz felina que me habló al oído y de esos ojos azules que me hicieron estremecer de terror. Por instinto pongo la mano en mi bolso y volteo hacia él con una rapidez inaudita y una mueca en el rostro entre furia, curiosidad y terror.
- ¡Tú! - Exclamo.
- ¿Yo? - Pregunta él, confundido. Parece que no entiende a qué me refiero. Frunce el ceño de nuevo. Eso o que tan solo quiere disimular.
No puedo evitar hablar en voz alta e intentar soltarlo todo.
- ¡Ya me acuerdo de ti! ¡Estuviste aquí anoche, eres uno de ellos y casi me...! - Escupo en una exclamación. Pero él me pone una mano en la boca para hacerme callar antes de que alguien comprenda lo que estoy diciendo. Mira a ambos lados para ver si alguien me ha escuchado.
- ¿Estás loca? ¿Es que quieres que me arresten? - Me dice. Parece enfadado. Me zafo de su mano y hablo de nuevo.
- ¡Pues claro que si!
- ¡Pues no deberías! - Exclama él entonces. Me giro para observar a Chelsea e intentar hacerle alguna seña. Pero esta sumergida en su teléfono móvil - No se de qué me estás hablando ni quién demonios te crees que soy.
Sé que miente, ahora que lo tengo claro todo cuadra. Noto el deje de preocupación en sus ojos. Le he pillado desprevenido. No esperaba encontrarse conmigo y mucho menos que lo reconociera. Ya no me engañará, se que lo que digo es cierto. Es él.
- No me vengas con tonterías. Sabes perfectamente de lo que estoy hablando - Frunzo el ceño. Mantengo la voz en un tono bajo. Por el momento no parece mostrar signos de que vaya a hacerme daño, así que aprovecho para indagar más y así encontrar la respuesta a mis dudas - ¿Por qué no me robaste? ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
Él suspira, exasperado. De nuevo parece relajar un poco el rostro, aunque aún atisbo algo de nerviosismo en él, pues parece que sus dedos repiquetean débilmente sobre la barra. No distingo si es nerviosismo o furia lo que habita en él, pero por el momento no hecha fuego por las orejas, y esa es una buena señal.
Tras haber apartado la vista unos instantes de mi persona vuelve a fijar sus ojos azulados sobre los míos. Se muerde el labio inferior, dudando sobre su respuesta. Eleva las cejas y por fin responde.
- Digamos que tu libro no me servía para nada.
¿Ya está? ¿Sólo por eso? , pienso.
Por un momento frunzo en ceño cuando dice eso sobre mi libro, pero luego me percato de su confesión y elevo una ceja mientras que le apunto con el dedo.
- ¡Así que lo admites!
Él suspira de nuevo, para luego pasarse una mano por la barba creciente de su rostro.
- No creo que me sirva de nada negarlo a estas alturas - Contesta encogiéndose de hombros. Deja el dinero que vale el café preparado en la mesa. Parece uno de esos corredores de Formula 1, a la espera de que den la salida para arrancar y salir pitando a todo gas. Aunque se le ve extrañamente cómodo hablando conmigo, como si confesar un robo no fuera nada importante.
Estoy confundida. Jamás había oído de alguien que roba, se delata a si mismo y se queda tan pancho.
- ¿Y no te preocupa que se lo diga a la policía? - Pregunto, nerviosa.
- Ambos sabemos que no lo harás - Dice con soberbia. Apoya el codo sobre la barra y su cuerpo se gira en mi dirección. Sus rodillas rozan las mías.
- ¿Cómo estás tan seguro?- Inquiero yo.
- Fácil. Eres consciente de que no deberías meterte conmigo después de lo que viste anoche - Sus ojos azules me lanzan una mirada de advertencia - Tampoco sabes mi nombre. Y además, - Añade, bajando la voz un poco - Se nota que sientes curiosidad.
Yo entrecierro los ojos y acerco mi rostro un poco al suyo, sin saber de dónde he sacada esta inesperada valentía.
- Sí se cómo te llamas; Sallow.
Él hace lo mismo que yo. Se pone en pie, quedado aún más cerca de mi. Tenerlo tan cerca me intimida. Soy capaz de ver el fuego que esconden sus ojos. Él lanza una carcajada burlona.
- Ese no es mi nombre, guapa. Es mi apellido.
Justo en ese instante Aline aparece con su pedido y con el mío. Mientras la morena coge las monedas que le ha dejado en la mesa, el chico de ojos azules toma la taza entre sus manos. Me mira con sorna y sonríe.
- Hasta luego, Bombón.
Aquel apelativo me sienta cómo una patada en el estómago y me hace revivir los hecho de la noche anterior. Él parece percatarse de que me ha molestado porque vuelve a sonreí, esta vez mostrando todos sus dientes, y se da media vuelta.
Con la taza en las manos camina hasta el bando contrario de la cafetería y se sienta en la mesa más alejada de la mía. Yo vuelvo junto a Chelsea, con las dos tazas en mis manos y un nudo en el estómago. Ella se percata de que algo anda mal porque me pone una mano en el hombro.
- ¿Todo bien? - Me pregunta - Tienes cara de haber chupado quince limones.
Dudo en si debo contárselo, pero es mi mejor amiga y decido que debo confiar en ella.
- ¿Ves a aquel chico de allí? - Le digo. Él me observa fijamente mientras pega un sorbo a su café. Le señalo con disimulo cuando atiende una inesperada llamada telefónica .
Ella sigue la dirección de mi dedo hasta ver al chico de la chaqueta de piel.
- ¿El guaperas del fondo? ¿El que está hablando por el móvil? - Me interroga ella.
Asiento con la cabeza. Ella tiene algo de frío, así que se apresura a beber un poco de su café.
- Es uno de los atracadores de anoche.
Chelsea casi escupe el café ardiendo y tiene que taparse la boca con rapidez. Con la servilleta se limpia una gota del líquido que se le ha escapado y ahora le corre por la barbilla. Cuando se a tragado el sorbo de café es capaz por fin de expresar su opinión.
- No jodas - Exclama abriendo mucho los ojos - ¿Lo dices enserio?
- Que me caiga un rayo ahora mismo si es mentira - Respondo.
Ella vuelve la vista hacia atrás para observar descaradamente al moreno otra vez, suerte que aún habla por teléfono y no se percata de la mirada para nada disimulada de mi amiga. De otro modo ahora desearía que la tierra me tragara.
- Pues nena la próxima vez me avisas - Objeta - Ojalá me atraque a mi también un morenazo cómo ese. Vaya hombre.
Yo solo puedo reír ante la ocurrencia de mi amiga.
Entonces procedo a explicarle toda la historia, punto por punto. Desde que salí de casa hasta que el grupo de hombres se esfumó cómo Flash de la cafetería. Incluso nuestra conversación en la barra. Ella me escucha con atención, absorta en lo que le cuento. Va soltando algún que otro comentario, pero no me interrumpe demasiado. Al acabar, vuelve a mirar tras su espalda, y esta vez ambas nos percatamos de que aquel chico nos observa. Ella se gira en mi dirección y se cruza de brazos.
- Joder, krissy. ¿Por qué siempre de pasan las cosas más interesantes cuando yo no estoy? - Para cuando he acabado de explicárselo todo tan solo quedan un par de gotas en el culo de la taza que tengo entre mis manos - ¿Llamarás a la policía?
- No estoy segura - Me encojo de hombros - No tengo suficientes datos como para darles algo que pueda ayudarles a encontrarle. Y creo que en realidad... No debería hacerlo, paso de meterme en líos. Sigo sin entender cómo es que lo ha admitido y no me ha matado después. Supongo que si me lo ha dicho es por algo.
- No te metas en líos, Kristel. No quiero que te ocurra nada. Además, tan solo es un robo en una cafetería. Y a ti no te ha robado nada. Deberías dejarlo pasar.
- Yo también lo creo - concuerdo - Será mejor dejar las cosas como están.
Durante unos minutos nos quedamos en silencio mientras que Chelsea se acaba el café. Parece que ya no tiene frío, aunque no creo que sea sólo por el café. No se ha quitado nada mientras que estábamos aquí, ni siquiera el gorro de lana y la chaqueta. Supongo que al final han acabado calentando su cuerpo. Cuando nos levantamos para irnos ella me pone una mano en el hombro.
- Oye, Kriss. La próxima vez que te pase algo así... Enserio, llámame. No me perdería a otro atracador tan sexy por nada del mundo - Bromea.
Salimos de la cafetería y nos vamos a despedirnos cuando me percato de que me he dejado el bolso colgado en la silla. Maldigo entre dientes y me despido de Chelsea con rapidez, y mientras ella toma rumbo directo a su casa yo vuelvo hacia la cafetería.
Estoy a punto de abrir la puerta cuando esta se abre sola y me encuentro con un rostro familiar, aunque hubiera deseado mil veces que fuera otra persona. Él sonríe al verme, mostrándome sus dientes blancos, y al tenerlo de pie frente a mi confirmo mis sospechas. Me saca al menos una cabeza.
- Hola otra vez, bombón - Me dice - Te estaba buscando.
- ¿Es que aún no te has ido? - Le respondo alterada. No esperaba encontrarme de nuevo con él. El corazón me late a mil por hora, aunque no estoy segura de si es por su presencia o porque ahora si que estoy totalmente sola.
Él suelta una carcajada sarcástica.
- Curiosamente me iba ahora mismo, pero me he percatado de que te habías olvidado algo y venía a devolverte tus cosas. Para que veas el buen caballero que soy.
- ¿También ibas a devolverle las cosas que robaste anoche a sus dueños? - Contesto cortante. Cuando me muestra el bolso alargo el brazo para cogerlo, pero él niega con la cabeza y lo esconde tras su espalda.
- Las cosas no funcionan así - Dice. Alza las cejas y me lanza una mirada pícara - Me parece que aún no se cual es tu nombre. Si quieres que te lo devuelva tendrás que decírmelo.
Yo suspiro exasperada. Se pasa la legua por los labios y luego me mira descaradamente de arriba a abajo hasta posar su mirada de nuevo sobre mis ojos verdosos. Al ver que intento pasar mi mano tras su espalda para coger de nuevo el bolso se acerca mucho a mi. Está tan cerca que nuestros pechos casi se rozan, e irremediablemente pienso en la noche anterior. En cuando me acorraló y acto seguido yo me armé de valentía a pesar de estar aterrorizada y le hablé. Él parece estar pensando en lo mismo, y siento que su mirada arde cuando habla.
- ¿Es que hace falta que me acerque más para que me contestes?
Ambos sabemos a qué se refiere. Primero no me salen las palabras, no quiero contestarle. Pero al final me rindo. Necesito mi bolso.
- Kristel - Le digo al fin - Me llamo Kristel Amery.
El sonríe victorioso y da dos pasos hacia atrás. Siento que el aire vuelve a correr por mis pulmones cuando deja espacio entre nosotros y por un instante tengo frío. Él me tiende el bolso y yo lo cojo con rapidez antes de que vuelva a llevarselo. Seguro que estoy cómo un tomate, porque las mejillas me arde.
- Un placer, Kristel Amery - Mi nombre en sus labios suena suave y ligero. Hace una pequeña reverencia y dice lo que menos me esperaba que dijera - Kyle Sallow, a tu servicio.
Parece que la sonrisa le llega a las orejas. Kyle Sallow. Así que ese es su nombre.
Oculto una sonrisa ante tal gesto. Parece que juega con mis emociones con gran facilidad. Hace tan solo unos instantes estaba enfadada, luego nerviosa y ahora le oculto una sonrisa a un ladronzuelo. Señor, qué narices me pasa. Frunzo el ceño y pienso en lo que me dijo antes en la barra.
- ¿No te da miedo que ahora que me has dicho tu nombre vaya a la policía? ¿Eres una especie de suicida o qué? - Le digo confusa.
El pasa por mi lado y se sitúa en mitad de la acera. Se pasa una mano por su pelo castaño y me observa mientras sonríe de lado.
- Confío en que no harás nada malo con la información que te he dado.
Me deja entrever de nuevo aquellos dientes blanquecinos y sus ojos acuosos me miran con intensidad. Yo arrugo la frente cuando mis cejas apuntan hacia abajo. Entonces se coloca bien la chaqueta de piel y me guiña un ojo antes de echar a andar. Lo veo perderse entre la gente, pero antes de que desaparezca del todo de mi vista oigo que grita algo. El corazón me late con fuerza sobre el pecho. No estoy segura de lo que significarán esas cuatro palabras a partir de ahora.
- Nos vemos pronto, bombón.
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