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°1°

Era una tarde tranquila en el gimnasio del Karasuno. Después de un largo y agotador entrenamiento, Hinata estaba limpiando el suelo, sudando, pero con su característico entusiasmo. A su lado, Kageyama, su pareja, no estaba ayudando en absoluto; en lugar de eso, daba órdenes.

Kageyama: ¡Hinata, apúrate! Siempre te tardas mucho.

Hinata: (suspirando pero con una sonrisa) ¡Ya voy, ya voy! Siempre estás mandando, pero nunca haces nada, ¿eh?

De repente, las puertas del gimnasio se abrieron de golpe. Todo el equipo del Karasuno entró, liderados por Daichi. Como siempre, Hinata se giró con una gran sonrisa para saludarlos.

Hinata: ¡Hola a todos! ¿Cómo es—?

Pero antes de que pudiera terminar, Daichi lo interrumpió de forma brusca.

Daichi: ¡Cállate, Hinata!

La sonrisa de Hinata se desvaneció al instante. Confundido, miró a todos los demás, pero nadie parecía querer explicarle qué estaba pasando. Entonces, Yamaguchi, llorando, dio un paso al frente.

Yamaguchi: ¡No te hagas, Hinata!

Hinata: ¿Hacerme qué? ¿De qué hablas?

Uno de los miembros del Karasuno explicó lo que estaba pasando.

Tanaka: Yamaguchi nos dijo que, después de los entrenamientos, tú siempre le dices que es inútil... y que lo golpeas.

Hinata: ¿¡Qué!? ¿¡Qué estás diciendo!? ¡Eso no es verdad! ¡Yo nunca haría algo así!

Yamaguchi: (llorando más fuerte) ¡Eres un mentiroso, Hinata! ¡Siempre me haces sentir horrible!

Hinata: ¡Yo no he hecho nada! ¡Ni siquiera entiendo qué está pasando!

Antes de que pudiera decir algo más, Kageyama dio un paso al frente y, para sorpresa de Hinata, defendió a Yamaguchi.

Kageyama: Hinata, ya basta. Si Yamaguchi dice que lo hiciste, entonces lo hiciste.

Hinata: ¿Qué? ¿Kageyama, tú también? ¡Tú sabes que yo no haría eso!

De pronto, la puerta del gimnasio volvió a abrirse. Era Tsukishima, que entró quejándose del ruido.

Tsukishima: ¿Qué pasa aquí? Están haciendo un escándalo.

Daichi le explicó la situación, señalando a Hinata como el culpable. Pero Tsukishima arqueó una ceja, claramente escéptico.

Tsukishima: ¿Hinata? ¿Le hizo eso a Yamaguchi?

Daichi: Sí, eso dijo Yamaguchi.

Tsukishima: (mirando a Yamaguchi) ¿Yamaguchi, estás seguro? Porque has estado todo el tiempo conmigo, y en ningún momento Hinata se te acercó.

Yamaguchi: (nervioso, pero llorando) ¡Claro que lo hizo! ¡Cuando tú no estabas cerca!

Kageyama: (interrumpiendo) No importa lo que digas, Tsukishima. Yo creo en Yamaguchi.

Kageyama se giró hacia Hinata con una expresión de desdén.

Kageyama: Hinata, terminamos. No quiero estar con alguien como tú.

Las palabras golpearon a Hinata como un mazazo. Antes de que pudiera responder, Kageyama abrazó a Yamaguchi, quien todavía sollozaba.

Hinata: (mirándolo con los ojos llenos de lágrimas) ¿En serio, Kageyama? ¿Tú también...?

El resto del equipo permanecía en silencio, pero sus miradas lo decían todo. Todos creían en Yamaguchi. Incluso los entrenadores, que llegaron atraídos por el escándalo, tomaron partido contra Hinata.

Entrenador Ukai: Hinata, esto es inaceptable. No puedo permitir que alguien así esté en nuestro equipo.

Entrenador Takeda: Lo siento, Hinata, pero estás fuera del Karasuno.

Hinata: (gritando) ¡Pero yo no hice nada!

Las palabras de Hinata cayeron en oídos sordos. La frustración y el dolor eran insoportables. Sin decir nada más, Hinata salió corriendo del gimnasio.

Afuera, el frío aire de la noche lo envolvió. Sus lágrimas caían sin control mientras caminaba sin rumbo.

Hinata: (pensando) ¿Por qué? ¿Por qué nadie me creyó? ¡Ni siquiera Kageyama!

De repente, sintió una mano en su hombro. Se giró rápidamente, listo para defenderse, pero era Tsukishima.

Tsukishima: (con su tono sarcástico habitual) Oye, pequeño. ¿Vas a quedarte aquí llorando toda la noche o prefieres ir a comer algo?

Hinata: (sorprendido) ¿Tsukishima...? ¿Por qué...?

Tsukishima: Porque todo esto es una estupidez. Yamaguchi está mintiendo, pero parece que nadie más lo nota.

Hinata: (frotándose los ojos) Pero... ¿por qué me ayudas? Tú siempre me molestas.

Tsukishima: (encogiéndose de hombros) Porque no puedo soportar a los idiotas, y lo que hicieron fue increíblemente idiota. Ahora, vamos. Tengo hambre, y tú necesitas despejarte.

Hinata lo miró por un momento, todavía dudando, pero finalmente asintió. Aunque estaba devastado, la presencia de Tsukishima le dio un pequeño rayo de esperanza en medio de su tormenta.





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