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Camus

Salaisuuksia

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2

Camus

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"Someone take these dreams away

That point me to another day" - Joy Division.

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Atenas, Grecia

Dos semanas antes

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Isaak y el caballero recien llegado intercambiaron miradas por un momento, ambos tenían una leve noción de haberse visto en alguna ocasión, en algún momento del tiempo pero no eran capaces de recordar esa fecha o las circunstancias. Como fuera no sería Isaak quien trajera esas memorias al presente, no deseaba recordar nada sobre el desconocido que tenía al frente asi que sin más decidió ignorarlo y seguir en lo suyo.

—¿Te pregunté quién eres y qué haces aquí? —repitió molesto el recién llegado.

—Eso no te importa caballero, solo he venido a realizar una visita rápida.

Sentía la mirada de ese hombre sobre su cuello, estaba claro que aquel no se marcharía sin más y no lo dejaría en paz. Termino de colocar las flores en el sostén metálico al lado de la cripta de Camus y miro la lápida cuadrada de piedra por un momento tratando de buscar en su interior algo de simpatía por el fallecido. Tratando de encontrar algún sentimiento positivo en lo oculto de su persona.

Fue su madre quien había decidido que este se marchara a Siberia una tarde casi al inicio del invierno. El venía regresando del colegio cuando vio a un joven alto de cabellos largos y azules de pie frente a la puerta de su casa, al principio sintió mucho miedo al toparse al desconocido quien lo miro con severidad.

—¿Tu eres Isaak, es correcto?

—Yo...

Isaak no podia quitar la mirada de aquellos ojos azules y severos, como si este hubiera hecho algo que molestara al recién llegado y, ahora que lo pensaba con calma, Camus no era mucho más grande que él al momento de reclutarlo; era más un adolescente que un hombre aunque actuara como un Señor adulto y amargado. Al salir su madre de la casa sorprendió al viajero quien al parecer no se esperaba que el chico que este había elegido para ser su discípulo tuviera aun un lazo paterno.

—¿Quién es Usted, jovencito?

El niño se refugio detrás de su madre mientras esta hablaba con él.

—Su hijo tiene un don especial —comenzó a decir luego de pensar un poco, tras elegir cuidadosamente las palabras para convencerla—, lo he estado observando desde hace un par de días, posee un espíritu inquebrantable y estoy seguro de que será un gran elemento para el ejército que defiende a la diosa Atena. La guardiana de la paz y la justicia en este mundo.

Isaak escuchaba maravillado todo lo que Camus decía, así que ese joven lo estaba reclutando con un propósito elevado y noble. El niño observó por un momento el rostro de su madre a quien le costaba creer todo lo que oía.

—No le voy a mentir —continuó con seriedad—, como en todo, existe una posibilidad de que él no regrese ya que enfrentará varias pruebas pero, si tiene exito, será condecorado con una armadura. Esa armadura será la prueba de que está calificado para ser un guardián de la paz en este mundo.

—¿Y lo volveré a ver después de ese arduo entrenamiento? —pregunto la mujer con aprehensión.

—No puedo prometerle nada... pero es muy probable que si.

¿Habría dicho Camus las palabras adecuadas que mamá quería escuchar para dejarle al niño? ¿habría mentido? No, por muy duro que fuera Camus no mentía. Aun no sabía si volvería a casa pero estaba con vida y tenía la oportunidad de regresar si así lo deseaba ahora que ya no había más guerras.

Y así fue como se despidió de su madre quien le aseguro que esa era una gran oportunidad, que seguir el camino de Camus lo llevaría a hacer grandes cosas que ella no podía ofrecerle. Isaak se llevo unas pocas pertenencias y emprendió el viaje a Siberia con quien sería su maestro los siguientes cinco años. A pesar de lo serio que se veía su futuro Maestro él estaba emocionado por aquella oportunidad y se preguntaba que tenía de especial para haber sido elegido.

—Asi que fuiste alumno de Camus —la voz de Milo lo sacó de sus pensamientos y de nuevo estaba en el mausoleo frente a la cripta de su maestro.

—Es correcto, estuve bajo su tutela hasta hace no mucho. Apenas supe que había muerto.

—¿Sabes cómo murió?

—Si, su asesino me lo dijo hace un par de días —se quedo ausente por un momento—, el maestro que murió a manos de su discípulo... —susurro.

—Asi que entrenaste al lado de Hyoga —comenzó a decir también en voz baja— ¿qué armadura de bronce portas?

—Ninguna. Yo no sirvo a la diosa Atena.

—¿Qué?

Al girar sobre sus talones se encontró cara a cara con su interrogante quien lo miro con enojo. En ese momento algo en el rostro de este le fue familiar a Isaak quien lo analizó con sorpresa también; había visto esos ojos en el pasado, tiempo atrás en Siberia si mal no recordaba: aquel joven fue amigo de su maestro y un par de veces en esos cinco años fue a visitarlo hasta allá.

—Como oíste, no sirvo a ningún dios. Si me disculpas —lo dejo atrás caminando hacia la puerta sin darle más explicaciones.

Como sea, a él no le importaban sus asuntos.

—¿A que dios sirves y como se que no eres un enemigo? —Milo fue directo al grano ya que nada le garantizaba que aquel extraño no fuese un mensajero del mal.

—Te repito, a ninguno. Solo vine a visitar a mi Maestro. Puedes comprobarlo ya que no poseo ningún tipo de cosmos Caballero, deja de actuar como un paranoico quieres.

Salio del mausoleo dejando a Milo en la entrada, este lo miraba con escepticismo ya que, era obvio, que no le creía. El caballero escorpión detectó la leve señal de un cosmos; cada cosmos era diferente era cierto sin embargo había algo en el cosmos de un caballero que identificaba a qué dios servia y él estaba delante de un Marino de Poseidón.

—Si el dios Poseidón te ha mandado —inquirió el santo de escorpion listo para ejecutar su golpe contra el recién llegado y mentiroso joven que tenía frente a él— te arrepentirás caballero.

Isaak se detuvo por un momento, bien sabía que no era más listo que un caballero dorado que portaba un rango superior a él. Era algo más que le ardía, el no tener semejante conocimiento y no poder hacer mucho contra su oponente ahora que no portaba una armadura o escama.

—Eso fue en el pasado —lo miro de frente con los mismos ojos duros que Camus solía poner cuando daba instrucción—, yo no sirvo a ningún dios actualmente. Serví a Poseidón en la gran batalla de Atlantis pero eso ya terminó —y continuó—. No tengo una armadura con la cual defenderme así que si quieres matarme hazlo, eso solo demostrará que Ustedes los caballeros de Atena matan sin control y sin razón alguna.

—¡¿Qué dijiste?!

Sin decir más ni mirar atrás se alejo del cementerio con paso rápido, aquella plática fue de lo más molesta e incomoda, ¿quien se había creido ese caballero dorado? Si, igual que aquellas veces en las que iba hasta Siberia desplegando esa actitud altanera.

Mientras iba rumbo al poblado más cercano su mente viajo a una ocasión poco más de cinco años atrás. Hyoga tenía poco de haberse incorporado a la instrucción de Camus y apenas comenzaban a conocerlo ya que Isaak llevaba un par de meses más entrenando; cabe mencionar que, desde el comienzo, Camus detectó algo en Hyoga algo que lo sobrepasaba y que sentía que no podría controlarle al chico, no lograría quebrarlo para enseñarle el Cero Absoluto.

—¡¿Rescatar a tu madre muerta?! —exclamó un enfurecido caballero de Acuario a su pequeño alumno— Asi que esa es toda tu motivación para volverte caballero. No servirás aqui de ninguna forma, los vínculos como ese no son más que un ancla que no te dejará avanzar ni ser capaz de obtener el máximo de tu poder.

—Pero...

Al inicio el pequeño Hyoga no tenía argumentos con qué defenderse mientras Isaak solo escuchaba en silencio. Varias noches y sin que Camus se diera cuenta Hyoga lloraba solo bajo las cobijas de su incomoda cama.

—¿Por qué nuestro Maestro es malo conmigo? —le decía en voz baja.

—Camus no es malo —respondía Isaak pasándole un pañuelo—, él quiere que tengas la mente en el entrenamiento y des lo mejor de ti.

—Eso hago pero, pareciera que para él nada es suficiente —su frustración era tan palpable como la nieve que caía por toda Sajá.

—Trata de esforzarte más y... quizás no deberías ser tan honesto con los sentimientos hacia tu madre delante de él, yo me guardo en secreto todas esas cosas.

—¿Tu mamá aún vive?

—Si, ella se quedo en casa mientras yo estoy entrenando.

—Ya veo...

Isaak no entendió entonces como no entendía ahora los sentimientos de Hyoga, su colega vivía con tantas ataduras al pasado y a la gente que conocía que parecía más un barco hundiéndose que uno que hace lo posible por mantenerse a flote. Esa falta de entendimiento era la misma que tenía Camus quien insistía en todo momento en dejar los sentimentalismos atrás y, en apariencia lo habia conseguido con ambos chicos pero solo en apariencia.

Los tres vivían en una cabaña lejos de la ciudad más próxima, ir por víveres era toda una proesa ya que les tocaba atravesar fuertes tormentas de nieve con las compras y entre los tres debían comprar lo necesario para sobrevivir y administrarlo lo mejor que podían. Siendo su maestro tan joven le faltaba experiencia en muchas cosas y se desesperaba con facilidad cuando algo no salía bien como los entrenamientos del diario o cuando los víveres se acababan antes.

Si bien trataba de no enfadarse delante de los chicos si que lo hacía a solas. Isaak veía que dos que tres noches a la semana Camus tomaba la parca y salía de la cabaña para volver varias horas después, a veces el niño despertaba en medio de la madrugada y Camus no había regresado de sus largos viajes nocturnos.

—Lidiar con dos niños no debió ser cosa fácil —pensaba mientras iba camino abajo ya cerca del poblado.

En alguna ocasión se asomo a la ventana esas veces que Camus salía solo para encontrarlo afuera, a pocos metros, lanzando bolas de nieve al vacío mientras trataba de calmarse. Asi sacaba su enojo y frustración o una parte de el.

El caballero con quien se acababa de encontrar en el cementerio apareció una tarde salido de quien sabe dónde, los miro desde el camino cubierto de nieve y se acercó a Camus quien apenas si se alegró de verlo ignorando a los dos chicos que entrenaban.

—Sigan en lo que están —les indicó—, ya vuelvo.

Ambos niños trataban de concentrarse pero la presencia de Milo los distraía ya que era muy ruidoso. Desde lejos se veía que este iba desde Grecia a Siberia solo para reclamarle a Camus esto y lo otro ya que gesticulaba con las manos, señalaba con el dedo mientras este le respondía casi de la misma forma dándole la espalda y ambos tenian la mirada molesta.

—¡Lo único que quiero es que te largues y me dejes en paz! —la voz de Camus se oyó por toda el area haciendo que sus discípulos dejaran de hacer lo que hacían y se acercaran con cautela víctimas de la curiosidad— No puedo creer que hayas venido hasta acá a reclamarme lo que no pudo ser, lo que sabes que no puede ser. Tengo que completar un entrenamiento de cinco años sabes.

—¿Eso es todo lo que tienes que decirme? —Milo hablaba más alto que Camus y sus palabras retumbaban aun más— ¡Luego de huir de mi, de escaparte de Grecia!

—No seas ridículo, yo no estoy huyendo de nada. Sigo las indicaciones del Patriarca, solo eso.

—¡Eres un mentiroso! Supe que tu mismo pediste tu traslado acá... luego de esa noche, luego de estar juntos aquella vez.

—No lo menciones —Camus desvió la mirada bajando la voz—, no lo vuelvas a mencionar. Eso solo fue... solo fue

—¿Qué fue Camus? ¡Dímelo de frente!

—Fue un error.

—¡Eres un maldito bastardo! —lo tomo por el cuello de la parca pero Camus nuevamente desvió la mirada molesto— ¡Como te atreves a decir algo asi!

—Vete Milo, no te lo pediré de nuevo. Solo quiero que te vayas —como pudo se soltó y, sin mirar atrás, volvió con sus discípulos.

Isaak se detuvo delante de un local comercial mirando su reflejo en la ventana. No lo había entendido en aquel entonces pero ahora sí que lo entendía: Su maestro y aquel hombre fueron amantes en algún punto del tiempo. Por alguna razón Camus partió a Siberia dejando al otro atrás y este no lo había sabido soportar.

—Eso explica por qué después de ese evento Camus pasaba casi todas las noches fuera. ¿Se habría arrepentido de su decisión?

El rostro de Sorrento se asomó en su cabeza pero fue reprimido rapidamente. No quería pensar en el Marino en ese momento, ni después.

—Quizás Camus se veía reflejado en Hyoga, de alguna forma, y no podía con eso. Los defectos de su discípulo eran los suyos... aunque, quien sabe. Mi maestro era un hombre muy hermético con sus sentimientos.

Sin embargo aquella visita tuvo efectos negativos durante la siguiente semana en la que Camus parecía estar enfadado casi a diario haciéndolos entrenar largas jornadas desde la mañana y pasado el anochecer.

—¡Golpea más duro el bloque de hielo Isaak! —el niño lo volvio a intentar evitando que Camus le llamara la atención de nuevo— ¡Más duro, no quiero volver a repetirlo!

—¡Si maestro!

Ambos chicos tenían miedo de voltear a mirarlo si quiera y ejecutaban cada orden al pie de la letra lo mejor que podían hasta caer rendidos cada noche. Camus apenas si les permitía dormir, Isaak recordaba que iban a la cama pasada la noche y despertaban antes del amanecer no estando seguro de cuantas horas dormía.

Sucedió que esa misma semana Isaak trataba de nadar lo más rápido que podía para cruzar cierta distancia en el helado mar de Siberia, Hyoga iba detrás de él mientras Camus le exigía igualar la velocidad.

—¡Nada más rápido Isaak, más rápido!

Isaak ya no sentía los brazos, se le estaban entumeciendo del dolor junto con las piernas. Su cuerpo le pedía detenerse de inmediato mientras que su maestro le exigía más velocidad y dedicación. El niño apenas si veía el final del recorrido cuando, de pronto, perdio el conocimiento sintiendo como se le iban todas las energías, lo ultimo que vio fue el mar delante de sus ojos mientras se desvanecía.

En ese dulce sueño estaba en su casa en Finlandia, despertando en su cama mullida mientras el aroma del desayuno llegaba hasta su nariz, vestía con sus pijamas favoritas y pondrían su programa de TV preferido que vería en el TV de la cocina. Seguro era una mañana de sábado y no habría colegio.

—¡Isaak! —la voz de Camus llego hasta sus oídos haciéndolo reaccionar.

Estaba acostado en esa cama horrorosa en una cabaña en medio de la nada en Siberia. Camus lo veía con mucha preocupación.

—Al fin despertaste, gracias Atena —dijo en voz baja completamente aliviado— ¿Cómo te encuentras y tu Hyoga?

Ambos discípulos perdieron el conocimiento en medio de aquella competencia marina, ninguno supo como logró su maestro sacarlos del agua y llevarlos hasta la cabaña. Camus se sentó en medio de las dos camas mirándolos con preocupación.

—Perdónenme... —les dijo muy apenado— me sobrepase. Daremos por terminado el entrenamiento el día de hoy y mañana podrán tomar todo el dia para descansar. Si quieren quedarse en cama adelante o si prefieren ir a jugar a las cercanías esta bien. ¿De acuerdo?

—Si maestro —respondieron al unísono.

La parte positiva de todo fue que el mismo maestro estricto implementó un día de total descanso cada dos semanas de ahí en adelante y jamás volvio a hacer ese tipo de exigencias. Sin embargo eso no fue suficiente para calmar la mente de Camus que pareciera no lo dejaba descansar ya que, en los días de descanso, Hyoga e Isaak aprovechaban para salir a dar paseos y jugar un rato mientras su maestro se quedaba en la cabaña.

Era incierto que lo atormentaba.

El caballero dorado los visitó de nuevo unos años después y en esa ocasión Camus ya no fue tan condescendiente con él. Ambos chicos ya eran más grandes e intentaron no asomarse por la ventana de la cabaña, no querían ver a su maestro discutir con el invitado no deseado.

—Siempre que viene ese hombre discuten por horas —decía Hyoga— ¿qué querrá de nuestro maestro?

—Hay gente que no sabe aceptar un no por respuesta —Isaak recogía los platos de la cena sin prestar más atención—. Dentro de no mucho será nuestra prueba final, ¿no estás emocionado?

—Si claro, al fin veremos quién ganará la armadura de Cygnus aunque... —el joven pensó un poco antes de continuar— No quisiera que eso rompiera nuestra amistad.

—De qué hablas por supuesto que no dejaremos de ser amigos. Será una competencia justa y limpia, el ganador portará la armadura de bronce, el perdedor volverá a casa y ya está.

—Lo haces sonar tan fácil y pensar que ya pasaron poco más de cuatro años.

—Cuatro años y medio —completo Isaak—. Nada tiene que ser difícil, competiremos justamente y solo eso.

—En fin... Me daré un baño caliente, hoy fue un día pesado.

Hyoga se retiro al cuarto de baño mientras Isaak se asomaba discretamente por la ventana viendo a Camus discutir con Milo, esa vez su maestro estaba a una distancia de casi medio metro del otro hombre y cada vez que este se le acercaba Camus iba retrocediendo. No quería que lo tocara por nada del mundo.

—No entiendo por qué insistes —decía Camus casi en tono de súplica—, nada de lo que hagas ahora podrá borrar el pasado.

—Te pedí que me perdonaras en aquella ocasión —el tono de Milo no denotaba arrepentimiento alguno—. Solo quería estar contigo, quería que las cosas funcionaran entre tu y yo.

—Sabías bien que no podía ser y el que hicieras lo que hiciste no iba a cambiar eso.

—Eso fue hace más de cuatro años Camus, es increíble que no lo puedas olvidar.

—Tu, que no sabes aceptar un NO por respuesta tendrás que asimilar mi negativa. Yo no quería nada contigo en aquel entonces y no lo quiero ahora.

—Esa es tu respuesta final ¿correcto?

—Lo es. Eres un buen colega y amigo pero solo eso Milo. Hay otros con quienes congeniarías mejor —Camus le dio la espalda ya fastidiado de que no se fuera de Siberia y lo dejara en paz.

—¡Cómo lo sabes si no lo has intentado, si ni siquiera me das la oportunidad! Luego de esa noche... pensé que cambiarías de opinión.

—Eso es otra cosa, fue un desliz y un error. ¡Como te lo he repetido todo este tiempo yo no...!

La mente de Isaak trajo al presente su recuerdo de Sorrento. Ahora que analizaba la relación de su maestro con el caballero dorado pensó en la similitud entre su relación con Sorrento, la cual empezó cuando fue a reclamarle por la música de flauta que interpretaba una y otra vez sentado delante de su pilar, como de ahí pasaron a ser buenos colegas aunque fue Isaak quien comenzó a verlo de otro modo.

El marino de Kraken notaba que su colega tenía algo tan especial, lo detectó casi al inicio pero lo dejo pasar sin embargo conforme pasaron los días previos a la llegada del dios se desarrollo entre ambos una relación de amistad; Sorrento trataba de tener buen trato con casi todos los marinos pero Isaak es con quien mejor se llevaba.

—El emperador Poseidon llegara mañana, estoy nervioso. No imagino que clase de persona es— el joven se tronaba los dedos pero no podía contener su entusiasmo.

Isaak se imagino que él sentiría lo mismo si él conociera al Kraken en persona, si pudiera verlo aunque fuera una vez nadando en las profundidades marinas, esbozó una sonrisa discreta mientras veía a su soñador amigo ser víctima de su emoción. Sorrento sabía sacar lo mejor de la situación aunque tuviera cerca a Dragon Marino incordiando. Ese tipo de entusiasmo le gustaba mucho a Isaak.

Ahí se dio cuenta de que también gustaba de Sorrento más que como solo amigo.

El jefe de los marinos, Dragon Marino, los convocó esa mañana al frente del salón del trono. Los seis se reunieron así como algunos guardias y Tethis, la única sirena de la tropa, todos se juntaron a su alrededor luciendo sus escamas y su mejor actitud.

—¡Mañana es el gran dia! El dios Poseidón, emperador de los mares, regresará al reino submarino luego de cientos de años para preparar la guerra santa con Athena. Tenemos que estar preparados para recibirlo lo mejor posible —miró a la sirena ya que sería ella la encargada de ir por él a la superficie y llevarlo hasta el templo.

La joven asintió sonriendo discretamente.

—Nos reuniremos aquí poco antes del anochecer, el salón del trono será donde nos presentemos ante él, ¿les quedo claro?

Todos asintieron.

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Continuará...

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