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1: Fantasmas del pasado

Capítulo 1: Fantasmas del pasado

La temperatura del lugar descendió abruptamente, sin razón aparente. El viento silbó alterando el silencio del bosque, en un aviso de lo que se aproximaba entre las sombras. Un aviso que llegaba tarde, pues ya no había forma de escapar, a menos que él lo quisiera así. El silencio se tornó hiriente a medida que la tensión aumentaba.

Todos los vellos de mi cuerpo se erizaron y mi corazón dio un vuelco al notar su presencia. No supe bien si por lo imponente de su fuerza o lo que aún sentía. A pesar de eso, no me permití caer presa del miedo y me mantuve firme. Por mucho que costara debía hacerlo si quería una oportunidad de seguir.

—Entregámela.

Su voz ronca provocó que un escalofrío recorriera mi cuerpo de arriba a abajo, erizando toda mi piel a su paso. Apreté los dientes al tiempo que giraba sobre mí misma despacio, a pesar de que mis tensos músculos se negaban, hasta tenerlo frente a frente. Su figura se alzaba alta e imponente, obligándome a levantar la cabeza para mirarlo a la cara. Las líneas que formaban su silueta se dibujaban y desdibujaban continuamente debido a las sombras que lo envolvían, aguardando impacientes una orden de su amo. Sus ojos, color verde esmeralda, eran lo único destacable entre tanto negro.

Tragué saliva pero me mantuve con la cabeza alta mientras reafirmaba mi agarre alrededor de la pequeña en mis brazos.

Él me escrutó con la mirada, tratando de ver algo tras mi expresión segura. Tal vez buscaba miedo o vacilación. O tal vez nostalgia y añoro. Además, trató de penetrar mis memorias, sabiendo bien que no lograría ningún resultado.

De igual manera, intenté sin éxito ver tras su gesto vacío de sentimientos.

—No —respondí con la garganta seca a su petición de antes.

Su presencia imponía bastante, haciéndome querer alejarme corriendo de aquel lugar sin mirar atrás. Incluso siendo un hada podía sentir con toda claridad su magia, si así se la podía llamar. En lugar de huir, una vez más reafirmé mi posición, a pesar de que sentía mis piernas flaquear.

—Sabes que no puedes tenerla. Te ejecutarán por traición —avisó con voz grave.

—Si aún le guardas algo de lealtad a tu raza, guardarás silencio.

Él apretó los dientes. La temperatura bajó aún más. Si continuaba así tal vez moriría congelada. A pesar de ser un hada, mi sangre no era tan fría.

—No eres una bruja, Hailee, y no lo pretendas. No puedes enseñarle a conjurar y a usar su magia elemental.

Solté una carcajada. Una de las sombras tras él me avisó de que sería mala idea repetirlo.

—¿Y tu sí? Pretendo que ella salve a su raza, no que acabe de destruir las ruinas de su país como tú y tu dichosa magia negra.

Él apretó sus puños aún más fuerte. El viento silbó furioso.

—¿Sabes qué es lo mejor de todo? Que tras todos estos años aún no puedes herirme, y menos ahora cuando llevo a tu salvación en mis brazos —dije, seria. Aún no me podía permitir una sonrisa.

La furia del misterioso hombre ya era palpable en el ambiente. Sin embargo, no movió un solo músculo.

—Eliah, no hagas una locura.

Él me lanzó una mirada helada, sin ningún sentimiento tras sus fríos ojos. ¿Acaso le habían arrebatado también la capacidad de sentir?

—Ya no respondo a ese nombre.

—Entonces, responderás a esto.

Tomándolo desprevenido, hice un rápido gesto con las dos manos, a pesar de estar cargando a Kya. Esto le provocó un agudo dolor de cabeza a Eliah, cayendo este de rodillas mientras se sujetaba la cabeza, dándome la distracción que necesitaba para escapar sin mirar atrás. Para mi mala suerte, sus sombras reaccionaron. Aunque logré esquivar un par, dos acertaron el blanco; una causándome un largo y profundo corte en mi antebrazo izquierdo y otro superficial en el tobillo. Por suerte, no alcanzó ningún tendón.

Me arranqué la capa y desplegué mis alas con agilidad. Con un par de aleteos ya me había alzado en la oscuridad del cielo. Pronto solo sería un destello más en un fondo negro.

Las sombras de Eliah se encontraban desperdigadas muy lejos en el bosque, por lo que no podrían volver a atacarme. Me giré para observar por última vez al brujo. Estaba de pie, inmóvil, observando como me alejaba volando.

Estuve en su campo de tiro de Eliah lo suficiente como para que me derribara. Sin embargo, no lo hizo. Se limitó a observar como me alejaba hasta perderme entre las frondosas copas de los árboles.

—Algún día volveré, y la próxima vez no seré tan compasivo —susurró en mi mente.

Un escalofrío recorrió mi espalda, confirmando sus palabras.

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