𝐕
•✦•┈┈┈┈┈┈•✦• ❀ •✦•┈┈┈┈┈┈•✦•
El sueño
•✦•┈┈┈┈┈┈•✦• ❀ •✦•┈┈┈┈┈┈•✦•
La niebla lo cubría todo.
Sakura avanzaba por un sendero de piedra que parecía no tener fin, sus pasos resonando en el aire denso y silencioso. No sabía cómo había llegado allí, pero había algo en ese lugar que le resultaba inquietantemente familiar.
A medida que avanzaba, la niebla comenzó a disiparse, revelando una estructura imponente al final del camino. Era un dojo. Su tejado curvado, las puertas de madera oscura y el símbolo tallado en la entrada le recordaban imágenes que no podía ubicar en su memoria.
Pero lo conocía.
El viento sopló con fuerza, arrastrando hojas secas por el suelo de piedra. Algo en su pecho se apretó con fuerza cuando cruzó el umbral. Dentro, el aire olía a incienso y madera vieja.
El dojo estaba vacío.
Sakura avanzó lentamente, sus dedos rozando las columnas de madera. Todo estaba en calma, pero había algo en ese silencio que no le gustaba.
Entonces, un ruido rompió la quietud.
El sonido de una respiración entrecortada.
Se giró de inmediato, su corazón latiendo con fuerza. Al otro lado de la sala, alguien estaba de rodillas en el suelo. La figura era borrosa, como si estuviera envuelta en sombras, pero Sakura podía ver su cabello oscuro, su postura derrotada, la manera en que sus hombros temblaban.
Dio un paso adelante, pero en cuanto lo hizo, el suelo bajo sus pies crujió como si estuviera a punto de derrumbarse.
La figura alzó la cabeza.
Unos ojos la miraron a través de la penumbra, llenos de desesperación.
—No quiero olvidarte —susurró la voz.
El sonido le atravesó el pecho como un eco lejano. Algo dentro de ella se rompió sin razón aparente.
—¿Quién eres? —preguntó Sakura, sintiendo un nudo en la garganta.
La figura intentó acercarse, pero en cuanto lo hizo, la imagen comenzó a fragmentarse. Como un reflejo en el agua, como si alguien estuviera arrancándolo de ese lugar.
—No quiero olvidarte —repitió, su voz cada vez más lejana—. No… otra vez…
Sakura corrió hacia él, pero antes de que pudiera alcanzarlo, el suelo se quebró bajo sus pies y la oscuridad la devoró por completo.
Se despertó con un sobresalto, el corazón latiendo desbocado.
La habitación estaba en penumbras, el único sonido era su respiración agitada.
Se llevó una mano al pecho, sintiendo su corazón golpear contra sus costillas. No entendía por qué, pero su rostro estaba húmedo.
Había estado llorando.
Y no tenía idea de por qué.
(...)
El viento movía suavemente las hojas del árbol bajo el que Sakura estaba sentada. Desde allí, podía ver el lago extendiéndose ante ella, su superficie reflejando el cielo gris de la tarde. El sonido del agua meciéndose contra la orilla llenaba el silencio, pero no era suficiente para calmar la tormenta en su cabeza.
Sus libros estaban abiertos sobre su regazo, pero no había pasado una sola página en la última media hora. En su lugar, su mirada se perdía en el reflejo del agua, mientras su mente seguía atrapada en los ecos del sueño que la había despertado esa mañana.
"No quiero olvidarte."
La voz seguía resonando en su interior, como un eco lejano al que no podía alcanzar.
Sakura cerró los ojos y respiró hondo, intentando apartar la sensación de vacío que la invadía. Pero en cuanto lo hizo, un pensamiento mucho peor la golpeó con fuerza.
"Konoha…"
Su equipo. Naruto, Sasuke, Kakashi. Sus amigos.
Ellos estaban luchando. Estaban enfrentando a Kaguya, arriesgando sus vidas… y ella no estaba allí.
Estaba aquí.
Sentada en un árbol, envuelta en una túnica escolar, con libros de magia entre las manos. Viviendo en un mundo que no era el suyo, respirando un aire que no le pertenecía.
Mientras ellos… ¿qué?
¿Estaban ganando? ¿Habían perdido?
No lo sabía.
No tenía forma de saberlo.
El nudo en su garganta se hizo más fuerte, su pecho se apretó hasta doler. Se sentía… culpable.
Culpable por estar aquí.
Culpable por haberse acostumbrado tan rápido.
Culpable por, aunque fuera por un segundo, haber olvidado el peso de lo que dejó atrás.
Su mirada bajó a sus manos, temblaban ligeramente. Apoyó la frente contra sus rodillas, cerrando los ojos con fuerza.
Quería volver.
Pero no sabía cómo.
Y lo peor de todo…
Es que una parte de ella temía que, con el tiempo, terminara aceptando que nunca lo haría.
Sakura no levantó la cabeza cuando escuchó pasos acercándose. Estaba demasiado perdida en sus pensamientos, en la culpa que la oprimía, en la sensación de vacío que la estaba devorando desde dentro.
Pero los pasos se detuvieron a su lado, y una voz familiar rompió el silencio.
—¿Siempre tienes esa cara de funeral o es un talento especial?
Sakura alzó la vista con lentitud, encontrándose con el mismo chico rubio de la Torre de Astronomía. Esta vez, sin la luz de la luna envolviéndolo, podía ver con más claridad sus facciones: piel pálida, ojos grises con un brillo afilado, la túnica de Slytherin impecablemente arreglada.
Sakura suspiró, volviendo la vista al lago.
—¿Te parece divertido molestar a la gente deprimida?
Draco alzó una ceja, cruzándose de brazos.
—No. Me parece interesante ver a alguien sentada aquí, mirando el agua como si el sentido de la vida estuviera en el fondo del lago.
—¿Y qué te hace pensar que no lo está?
Draco bufó.
—No sé, tal vez porque el fondo del lago está lleno de algas y sirenas que arrancan extremidades.
Sakura rodó los ojos, aunque una pequeña sonrisa amenazó con aparecer en sus labios. Solo que no tenía ánimo para eso.
El chico la observó en silencio por unos segundos, y luego, sin pedir permiso, se sentó a su lado, apoyando los codos en las rodillas.
—Si vas a quedarte aquí lamentando tu existencia, al menos hazlo con mejor postura. Pareces un gnomo encorvado.
Sakura dejó escapar una risa nasal, pero su voz aún sonó cansada cuando respondió:
—Qué amable eres. De verdad, me conmueve tu apoyo.
Draco giró la cabeza hacia ella, y aunque su expresión seguía siendo la de alguien que no le importaba demasiado nada, su tono fue más serio cuando habló.
—No tienes cara de alguien que simplemente esté teniendo un mal día.
Sakura se tensó ligeramente.
—¿Y qué cara tengo?
—La de alguien que está atrapado en un lugar en el que no quiere estar.
Sakura sintió que el aire se atascaba en su garganta.
Draco desvió la mirada al lago, como si lo que acababa de decir no tuviera peso alguno.
—No tienes que contarme tu trágica historia —continuó—, no me interesa. Pero si planeas quedarte aquí hundiéndote en tu miseria, podrías al menos no hacerlo con tanta intensidad. Es deprimente.
Sakura no respondió de inmediato. Su mirada volvió a perderse en el reflejo del agua, y por un momento, un pensamiento fugaz cruzó su mente.
"Si supieras lo lejos que estoy de casa… Lo lejos que estoy de todo."
Pero no lo dijo.
En su lugar, dejó escapar un suspiro.
—Pensé que los Slytherin no se metían en los problemas de los demás.
Draco se encogió de hombros.
—No lo hacemos. Solo que es difícil ignorarte cuando pareces una estatua melancólica en medio del campo.
Sakura sonrió levemente, aunque el peso en su pecho seguía allí.
—Gracias por el consejo, supongo.
Draco la miró de reojo, luego se puso de pie y se sacudió la túnica.
—No lo tomes como costumbre. No soy una especie de consejero emocional.
Sakura alzó una ceja.
—¿Entonces por qué te sentaste aquí?
Él esbozó una media sonrisa.
—Tal vez quería comprobar si las Ravenclaw realmente son tan listas como dicen.
—¿Y qué opinas?
Draco fingió pensarlo.
—Todavía tengo mis dudas.
Sakura chasqueó la lengua, pero cuando él comenzó a alejarse, su voz lo detuvo.
—Oye.
Draco se giró con aire expectante.
Sakura lo miró por un segundo y luego desvió la vista, volviendo a fijarse en el lago.
—Nada. Olvídalo.
Draco rodó los ojos.
—Dramática.
Y con eso, se alejó, dejando a Sakura con la sensación de que, por primera vez en toda la mañana, su mente se había desviado, aunque fuera un poco, de la culpa que la atormentaba.
Sakura se levantó lentamente, estirando las piernas adormecidas tras pasar un buen rato sentada junto al lago. La fría brisa del atardecer la acarició, pero no logró deshacer la nube de pensamientos que la envolvía. Konoha, su equipo, sus amigos... Sasuke, su amor… Naruto, su mejor amigo... ¿Qué habría pasado con ellos después de su caída en el portal? ¿Todavía estarían luchando contra Kaguya? ¿Estarían a salvo?
Suspiró profundamente mientras caminaba hacia el castillo, la sensación de culpabilidad apretándole el pecho. Tenía que concentrarse. Tenía que encontrar algo de propósito en este nuevo mundo. Pero su mente parecía estar atrapada en un bucle entre ese sueño extraño y el vacío que la rodeaba.
Cuando llegó a clase, trató de prestar atención, pero era casi imposible. Las palabras del profesor resonaban en su cabeza, pero no lograban anclarse en su mente. Sus pensamientos seguían viajando a Konoha, a la guerra, a las personas que amaba… La culpabilidad y la incertidumbre la devoraban.
Fue entonces cuando la escuchó. Un susurro bajo, como un viento sutil que parecía provenir de algún rincón cercano, pero nadie más lo notó. Sakura se tensó, buscando con la mirada, pero no vio nada extraño. El sonido se desvaneció tan rápido como había llegado, pero algo dentro de ella despertó. Era la misma sensación que había sentido antes, cerca de la biblioteca, cuando los ecos de susurros extraños la habían inquietado.
Justo en ese momento, el timbre de la clase sonó, y los demás estudiantes comenzaron a levantarse y salir de la sala. Sakura permaneció sentada por unos segundos, su corazón acelerado, como si el susurro le estuviera llamando. Sin pensarlo, se levantó, saliendo apresuradamente del aula. Caminó por los pasillos vacíos, siguiendo el sonido casi imperceptible que parecía guiarla.
El eco la llevó hasta la biblioteca, y en un giro inesperado, el susurro se intensificó. Esta vez, no venía de la entrada ni de los estantes comunes, sino de un rincón oscuro, al fondo. Allí, en la esquina, estaba la reja que separaba la sección prohibida de la biblioteca del resto del lugar. Sabía que no debía estar allí, era un área restringida, llena de libros que nadie tocaba, secretos guardados en las sombras.
Sakura se detuvo frente a la reja, su respiración agitada. Miró alrededor, asegurándose de que no la observaran. El pasillo estaba vacío, y el murmullo del viento en los pasillos lo hacía todo más inquietante. La reja, entrecerrada en un espacio oscuro, parecía llamarla con una fuerza extraña.
El susurro continuó, esta vez más claro, más cercano, como si lo estuvieran esperando a ella. Su mano se acercó lentamente a las frías barras de la reja, pero algo en su interior la detuvo antes de que pudiera intentar abrirla. La misma sensación de cautela y miedo instintivo que había sentido antes. Había algo en ese lugar, en ese sonido, que no podía comprender, algo que la empujaba y, a la vez, la frenaba.
Miró hacia el interior de la sección prohibida. No podía ver nada claramente, solo la sombra de los estantes que se alineaban con los libros prohibidos. La curiosidad la consumía, pero una voz interior le decía que no debía entrar.
El susurro se desvaneció por un momento, como si estuviera esperando una respuesta, pero Sakura no se movió. Estaba atrapada entre la necesidad de saber más y el temor de lo desconocido.
Respiró hondo, mirando una vez más la reja. El susurro volvió, y con él, una sensación de urgencia que la instaba a pasar.
•✦•┈┈┈┈┈┈•✦• ❀ •✦•┈┈┈┈┈┈•✦•
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro