Extra #1: Rosas rosa
Taki, Kisugi e Izawa se encontraban llegando justo frente al gran edificio que se imponía frente a ellos. Pitié Salpêtrière podría leerse justo sobre la entrada principal del mismo, por lo que sabían que lo habían encontrado.
El hospital donde la novia del pelinegro se encontraba.
Mamoru tenía en sus manos el gran arreglo de rosas rosa que había comprado instantes atrás, el nombre Grettel en letras doradas resplandecía en aquel blanco papel, indicando el nombre de la que sería propietaria de las mismas.
La verdad era que Mamoru se había comenzado a sentir extraño justo al poco tiempo de que su novia había llegado de nuevo a su país natal. Y no terminaba de comprender el porque era así, sin embargo, quería pensar que era el nuevo cambio que estaban enfrentando, después de todo, cuando él se le declaró a la menor de los Wakabayashi en el viaje que hizo a Italia—después de muchos años de sentir algo por ella, hemos de aclarar—, tuvo que marcharse pasados tres días. Y no la había visto—al menos no en persona— en los seis meses posteriores a ello.
Aunque, si debía ser sincero, lo que estaba ocurriendo recientemente en su relación no fue para nada como lo imaginó.
Esperaba algo... diferente.
—Entonces las rosas rosa fueron las indicadas ¿eh? —murmuró Kisugi con tintes de burla disfrazados en su voz—. ¿y si le gustan?
Izawa se encogió ligeramente de hombros, sus amigos esperaban atentos la respuesta.
—Nunca me ha dicho que no—fue lo que respondió—. Cuando Grett se encontraba en Italia, en ocasiones solía mandarle flores, hortensias, gerberas, rosas de todos los colores, e incluso alhelís—comenzó a relatar con una sonrisa apenada—. En una de esas veces le envié unos lirios, y fue lo peor porque resultó ser alérgica a ellos.
Tanto Taki como Kisugi abrieron mucho los ojos. Si se encontrara Takasugi con ellos seguro también le daba algo.
—Por Dios—masculló Taki, mirando fijamente a su amigo— ¿Cómo no podías saber eso? Es información vital para una relación, sobre todo para no matar a tu novia, querido amigo.
Kisugi negó con la cabeza en señal de reprobación.
—En mi defensa debo decir que era un niño, y que ni siquiera Grett sabía que era alérgica a los lirios.
—¿Y nunca pensaste preguntarle que flores eran sus favoritas? —preguntó Kisugi con duda—. Digo, yo lo hice con Abi, y seguro que Taki observó el comportamiento de Nika hasta dar con sus preferidas, ya sabes cómo es de analítico hasta con lo más mínimo.
Ante la pregunta de su amigo, ni siquiera él tenía una respuesta a ello.
¿Por qué no le preguntó nunca?
¿acaso estaba tan seguro de que la conocía por completo?
Y lo más importante, ¿en verdad era así?
—Sé que las rosas son sus favoritas—masculló, aunque comenzaba a dudar de ello—. Nunca fallan.
Sus mejores amigos compartieron una mirada, delatando que no se esperaban aquella respuesta.
Después de todo, era Izawa de quién estaban hablando.
—¿puedo preguntarte algo, Izawa? —Taki rompió el silencio repentino que se había formado—. Claro, sin el afán de ofenderte.
—Aunque seguro que te ofendes—ese fue Kisugi.
El pelinegro asintió.
—¿Qué sucede?
La verdad era que tanto Hajime como Teppei ya habían conversado de este tema en un par de ocasiones, incluso Takasugi les había proporcionado a ambos su opinión al respecto, pero no se habían atrevido a decirle nada a Mamoru. Sobre todo, porque sabían perfectamente que él no les creería del todo, y no porque no confiara en ellos, sino porque de quién iban a hablar era la chica de la que él estaba enamorado.
Taki alternó su mirada entre sus amigos y luego la enfocó en Kisugi, quien tampoco parecía querer hablar.
Hubo un momento de silencio antes de que el castaño resoplara fuertemente y dijera con firmeza y curiosidad a partes iguales:
—¿Qué está pasando entre Grettel y Misugi? —masculló—. Taki, Takasugi y yo hemos notado ciertos comportamientos ¿Cómo decirlo? —hizo una pequeña pausa—... extraños. Sí, extraños.
Los ojos castaños de Kisugi buscaron la mirada oscura de Taki para pedirle su ayuda, puesto que sabía que tendría las palabras correctas para hacerle llegar a Mamoru el mensaje que querían.
—Si te soy sincero creo que nadie sabía que fueran tan cercanos—comenzó diciendo Taki—, incluso Takasugi nos comentó que le parecía haberla visto bajar de un taxi en el que se encontraba Misugi justo el día de la final—reveló—, y lo más extraño es que se bajó cuadras antes de llegar al estadio, ¿eso no se te hace raro?
Mamoru no sabía que responder.
¿acaso ese día Grett lo había dejado esperando por irse con Misugi?
No, eso no podía ser y seguro Shingo había visto mal. Realmente quería creer que era así.
—Eso no es todo—continuó Kisugi—. Tampoco quiero afirmarlo, pero estoy seguro de que un día, mientras nos encontrábamos en Alemania, vi salir a tu novia de la habitación de Misugi a altas horas de la noche, pero cuando quise verificarlo de pronto apareció Gianelle y me pidió ayuda con unas cosas. Ahora que lo pienso, eso también fue extraño.
De nuevo Mamoru se sumió en un silencio incomodo, tanto así que podía sentir que incluso escuchaba sus propios pensamientos.
—A lo que queremos llegar con esto es que, si tanto lo que Kisugi como Takasugi vieron es real, no deberías permitirlo—aconsejó Taki, elevando muy tenuemente una de sus comisuras—. Créeme que nadie en su sano juicio permitiría que su novia sea demasiado cercana a alguien que la mira de la misma manera en la que yo también lo hago, ¿sabes?
¿a qué se estaba refiriendo Taki con eso? ¿acaso a que Misugi miraba a Grettel con el mismo brillo que adquirían los ojos de Mamoru también al verla?
Solo porque sabía que Taki no era de bromear en momentos tan serios, sino de verdad que hubiera soltado una risa en su cara por el gran chiste que le acababa de contar.
Porque Mamoru estaba seguro de que eso era imposible. Más aun cuando su director técnico también tenía una relación.
—Sí—concordó el de rizos—, no lo decimos para molestarte, sino todo lo contrario, Izawa, eres nuestro amigo y queremos tu bienestar.
—¿Grett y Misugi? —repitió, enarcando muy poco pronunciadamente una de sus cejas—. Debe ser un chiste. Sé que son amigos, lo sé, pero es por Arley, estoy seguro de que, de no ser así, Grett ni le dirigiría la mirada.
Taki y Kisugi querían decirle que se percatara y analizara un poco más a su alrededor, porque nada estaba pareciendo ser como Izawa pensaba. Pero no pudieron hacerlo, puesto que ya habían encontrado la habitación de la hermanita de Genzo y, al menos para sorpresa de Mamoru, era Misugi quien recién estaba saliendo de allí.
—Hola, Misugi—saludó Mamoru con cortesía, intentando disfrazar el asombro que le producía ver a su compañero de equipo salir de la habitación en la que se encontraba su novia. Incluso Taki y Kisugi lo miraban extrañados—. No creí verte por aquí—hizo una pequeña pausa—. ¿Cómo sigues con respecto a tu problema del corazón? ¿te han revisado ya?
Vio al castaño asentir.
Taki y Kisugi veían expectantes todo, con una mirada que indicaba «¿ves? Te dijimos»
—¿Y tú pierna como sigue? —preguntó él a cambio.
—Mejor que en la mañana—aseguró—, duele, pero es soportable.
Kisugi se aclaró la garganta debido a lo incomodo que estaba comenzando a ponerse el ambiente.
—¿Viniste a que te revise el médico, Misugi? —preguntó él, enarcando una ceja y buscando la mirada de Taki en señal de apoyo—. Nos diste un gran susto.
Mamoru sabía perfectamente lo que estaban haciendo, después de todo, no por nada los conocía desde que iban a la primaria. Y sabía que pronto iban a comenzar a incomodar a Misugi con algún comentario que hicieran para, según ellos, obtener información.
Pero ¿Qué era lo que querían probar?
¿en verdad que entre su novia y el capitán del Musashi había algo?
—Me revisaron hace un par de horas—musitó con cautela, Mamoru podía observar cómo parecía cuidar más de sus gestos que de sus palabras. Ni siquiera parecía tener tintes de querer perder la compostura—, en realidad vine a ver como se encontraba Grett. Arley me comentó que la trasladan hoy.
Grett.
La manera en la que lo había pronunciado era lo único que seguía resonando en la mente de Izawa como si de un bucle se tratara.
—Eso nos comentaron—la voz de Taki resonó en el repentino silencio que se había formado—. Que trasladaban a Grettel—remarcó— el día de hoy. Es por eso que Izawa nos pidió que lo acompañáramos, le ha traído flores.
—Ya veo.
El pelinegro sabía que Misugi no era tan tonto como para no darse cuenta del gran arreglo que él tenía en sus manos, sin embargo, si hubo algo que lo hizo sentirse superior fue la manera en la que él miraba las rosas.
Entonces eso hizo que los recientes comentarios de sus amigos pasaran a segundo plano, porque por un instante, pudo ver inseguridad en los ojos de Misugi, y Mamoru sabía que eso significaba que no intentaría nada con ella si no estaba seguro ni siquiera de poder competir contra él.
Sin embargo, toda esa seguridad que Izawa había obtenido por un instante se esfumó cuando entró a la habitación de Grett y miró un pequeño arreglo de Camelias Japónicas sobre la encimera principal, más que nada, porque la chica parecía estar tan contenta como para poder pasar por alto la sonrisa que adornaba su rostro.
¿acaso se debía a que hoy la trasladaban para su cirugía?
¿o porque ese arreglo de flores parecía gustarle más que el suyo?
No supo porque, pero una sensación de creciente enojo comenzaba a instalarse en la boca de su estómago, por lo que ni siquiera se percató cuando dijo:
—¿te molesta si las cambio de lugar? —cuestionó Mamoru, refiriéndose a las camelias.
No esperó ni siquiera que Grett le respondiera, lo que él hizo fue cambiar de lugar las camelias para poder colocar el arreglo que había traído. Y la verdad no supo si hizo bien, puesto que después de eso todo se volvió tan incomodo, que incluso su novia dijo que prefería enfrentarse a su cirugía y posterior rehabilitación sola.
Entonces no entendía porque, una vez se encontraban en Japón y la dichosa cirugía había sido un éxito, Jun Misugi no parecía querer despegarse de ella.
Así que comenzaba a pensar que sus amigos tenían razón y que entre ellos dos estaba sucediendo algo.
-
Había pasado ya una semana más desde que Grettel había sido dada de alta del hospital. Mismas tres semanas en las que sentía que su relación estaba decayendo cada vez más, porque, aunque Grett y él se seguían frecuentando, cada interacción se sentía completamente distante y fuera de lugar.
Es más, Mamoru ya ni siquiera podía recordar la última vez que se habían dado un beso, ni tampoco la última vez en la que ella se había acurrucado en sus brazos mientras veían una película, o siquiera se habían tomado de las manos.
Su relación no era igual a lo que él creyó, ni mucho menos se parecía a la que tenían en sus tiempos en el Shutetsu, cuando aún eran mejores amigos. Y ya no sabía que hacer al respecto.
Nunca iba a considerar que iniciar una relación con la Wakabayashi había sido un error, pero si comenzaba a analizar la posibilidad de que no era su momento.
De que no lo había sido.
Porque había esperado tanto para declarársele a la chica, que cuando al fin se decidió a dar el siguiente paso ella ya tenía tres años viviendo a cientos de kilómetros de él, lo que solo complicaba las cosas porque, hasta ese momento, no sabía si Grett algún día iba a regresar a Japón.
¿Por qué no se había declarado en sus tiempos de primaria cuando podían haber estado juntos casi todo el tiempo?
¿Por qué había esperado tanto?
Comenzaban a surgir demasiadas preguntas como para poder responderlas todas. Y lo cierto era que Izawa no quería romperse la cabeza con ellas.
No cuando podía tener la dicha de tener a la chica que lo hacía sonreír justo frente a él.
Miró como Grettel se llevó el último trozo de sushi a los labios, degustando maravillada su sabor, por lo que cuando cerró los ojos por inercia, Mamoru no pudo evitar sonreír.
Después de todo quizá no era tan malo. Quizá podían buscar una solución para estar como antes. Para ser solo ellos dos, sin la presencia de Misugi en sus vidas.
—¿Quieren más, chicos? —había escuchado preguntar a Georgiana, la madre de los Wakabayashi con una sonrisa—, Mamoru, hay más sushi en la cocina ¿quieres que te lo traiga?
El pelinegro negó con timidez.
Había tratado con la señora Wakabayashi muy pocas veces en todos los años que llevaba conociendo a Grett y Genzo, ya que siempre se encontraban de viaje, sin embargo, ella lo trataba de manera considerada y podía notar que era muy atenta.
—Así está bien, suegra. Muchas gracias.
—¿y tú, Grett? —dijo su madre— ¿quieres más?
Mamoru la vio negar.
—Gracias, mami, pero así estoy bien, gracias.
—Estaré en la cocina entonces, si necesitas algo, llámame—indicó la mayor—. Y Mamoru, si tu padre te da permiso, puedes quedarte a dormir, pediré que te alisten una de las habitaciones para invitados.
El chico agradeció antes de que la mayor se marchara.
—Creo que mi padre sí me dejará quedarme hoy—comentó él con una sonrisa—, después de todo, tu mamá ya le había pedido permiso para que me dejara ir con ustedes a Chiba, y me dijo que sí.
La sonrisa que Grett le regaló fue débil.
¿Qué acaso no se encontraba feliz? ¡Iban a tener un viaje familiar! Un viaje en el que lo estaban incluyendo.
¿entonces porque Grett se encontraba tan...extraña, tan desanimada?
—Yo no iré a Chiba, Mamoru.
Lo que la peli plata le había dicho lo desconcertó demasiado, que no pudo controlar cuando de sus labios escapó un:
—¿Qué?
—Si bien puedo caminar con esfuerzo, aun no puedo viajar.
¿Por qué él no estaba enterado de esto?
¿era el único que no lo sabía?
Por más de que intentó no pensar en su director técnico de la Selección, le fue inevitable, porque ahora en su mente solo circulaba la idea de que Misugi estaba enterado antes que él. Aun cuando ni siquiera tenía la certeza de que fuera así.
—Pero...
Grett lo cortó.
—Son indicaciones de mi médico—zanjó—, ya lo desobedecí una vez y mira como acabé—la vio hacer una pequeña pausa antes de que soltara un suspiro—. Pero si quieres puedes ir con ellos, Kaydee y Kojiro también irán. Yo he hablado ya con mi madre y, aunque quiera, no puedo ir.
¿Qué acababa de decir?
¿Cómo su novia planeaba mandarlo a un viaje familiar sin que ella fuera?
Mamoru se encontraba desconcertado, demasiado, a decir verdad. Y es que lo cierto era que ya no entendía para nada a Grettel. No entendía porque su trato hacía él ahora era diferente, porque parecía que ya ni siquiera quería compartir tiempo con él. Es decir, si Grett le hubiera dicho que no podía viajar, él estaría dispuesto a no hacerlo tampoco para que pasaran el fin de semana juntos, para que vieran películas o simplemente cenaran como lo hacían antes.
Como cuando eran mejores amigos.
Una de sus cejas se había elevado ligeramente debido a los cientos de cuestiones que arremolinaban su mente. Lo peor era que siempre terminaban en un mismo punto, así que, si se ponía a analizar un poco a que se debía toda la reciente situación, todas sus preguntas terminaban teniendo la misma respuesta: Jun Misugi.
—¿pasa algo, Grett? —inquirió el pelinegro—. Siento que hay algo de lo que me estoy perdiendo.
Realmente Mamoru no se estaba perdiendo de nada. Quizá nunca lo hizo. Pero su deseo de seguir siendo lo que antes eran y tenían lo había hecho creer que era así.
Miró a Grett ponerse de pie justo después de soltar nuevamente un suspiro.
—Necesito hablar contigo, Mamoru. Ya no puedo posponerlo más—musitó la chica, dándole la espalda—. Acompáñame al campo, por favor.
Con un asentimiento de cabeza, Izawa comenzó a seguir a la chica, notando como caminaba con mucho esfuerzo mientras se dirigían al campo trasero que se encontraba en la mansión. Fue allí cuando supo que, por más que intentó retrasarlo, lo inminente llegó.
La brisa que los recibió una vez que llegaron al campo fue tan fresca, que al menos a Mamoru le erizó la piel. Estaban allí, ambos de pie, pero, aunque estaban frente a frente, Grett evitaba su mirada.
Se notaba nerviosa, y él estaba seguro de que su cabeza estaba trabajando a mil por hora para encontrar las palabras adecuadas para pronunciar lo que fuera que le iba a decir. Allí, bajo la tenue luz de luna y las pocas farolas que se encontraban encendidas, Mamoru se permitió retratar a Grett una última vez, observando lo peculiar de su cabello plateado—aunque, si era sincero, prefería cuando lo tenía negro— y como sus amatistas resplandecían como si de verdad fueran unas gemas preciosas.
Debía admitir que Grett era demasiado bonita, su belleza era tan singular, que eso solo fue uno de los muchos motivos por los que se enamoró de ella hace años.
Y siempre se preguntó cómo es que ella pudo enamorarse de él.
—Y bien, Grett—comenzó a decir Mamoru con cautela, intentando sonar alegre como siempre que hablaba con ella—. ¿pasó algo? ¿Qué quieres decirme?
La peli plata se tomó un momento para responder, lo que solo estaba angustiando al pelinegro, y aunque muy en el fondo sabía lo que ella podría decirle, escuchar esa frase salir de sus labios mientras las amatistas habían encontrado sus obsidianas, fue lo suficientemente fuerte como para sentir que su corazón se había detenido tan solo unos milisegundos.
—Ya no podemos seguir con esta relación, Mamoru, no nos está llevando a ningún lado.
Sin embargo, aunque Grettel fue firme con su postura, Izawa no pudo evitar negar con la cabeza.
—¿no nos está llevando a ningún lado? —repitió— ¿de que estas hablando, Grett? —ni siquiera dejó a la chica intervenir, él mismo respondió a su pregunta—. Sé que las cosas han estado un poco raras, que has estado muy estresada debido a la cirugía y el inicio de tu rehabilitación, pero no puedes estar hablando enserio.
Ella asintió, podía ver como se mordía el labio inferior con discreción, en un vano intento de controlar el temblor en el mismo, mientras sus manos se aferraban fuertemente a las orillas de su vestido lila.
—Estoy hablando enserio—aseguró—. Yo...—hizo una pausa y sacudió su cabeza—. Creo que lo mejor es terminar, Mamoru. Esto no es justo para ti.
Mamoru quería reírse, de verdad que sí, quería hacerlo para no dejar caer las lágrimas que se comenzaban a formar en sus orbes.
—¿no es justo para mí? —repitió, enarcando una ceja—. Grett, puedes decirme que pasa, confía en mí. Dime la verdad ¿a qué se debe todo esto? ¿hice algo que no te gustó? ¿te he hecho sentir mal? ¿Qué hice?
Las amatistas de Grett estaban totalmente cristalizadas e Izawa estuvo seguro de haber escuchado, por una fracción de segundo, como se le había escapado de los labios un sonido tembloroso que indicaba llanto. Sin embargo, se las ingenió para negar sin dejar caer ni una sola lágrima.
Eso era algo que Mamoru admiraba. Su gran fortaleza.
O su orgullo. Ya ni siquiera estaba seguro de lo que era.
—Estoy enamorada, Mamoru—confesó al fin, sus palabras ocasionando que el pelinegro sintiera una opresión en el pecho—. Me gusta alguien más. Y ya no podía seguir ocultándolo.
—¿De quién? —la pregunta que salió de los labios de Mamoru fue más que nada una exigencia—. ¿Quién es el que te gusta, Grettel?
Mamoru sabía la respuesta incluso antes de que la Wakabayashi menor lo pronunciara.
—Jun—su voz fue un susurro tembloroso—. No sé cómo ocurrió, Mamoru, pero estoy enamorada de Jun. Él es la persona que me gusta.
Silencio.
Después de esa confesión ni ella, ni mucho menos él podía decir algo más. Sus amatistas se encontraban sobre el chico, mientras la mirada oscura estaba inmersa en la nada.
La mente, y sobre todo el corazón, de Mamoru eran un verdadero revoltijo. Suponía que era así, que Grettel había comenzado a gustar de alguien más, pero no quiso verlo y ahora la relación que mantenía con ella se había ido al caño.
Acaso ¿eso era todo?
—Woah—apenas pudo murmurar. No sabía por dónde comenzar—. Yo—otra pausa—... no sé qué decirte, Grettel.
Mamoru evitaba a toda costa mirarla, porque sabía que, si lo hacía, se iba a romper allí mismo. Porque todo esto era lo suficientemente malo que deseaba que fuera un completo sueño.
Quería que fuera un sueño para así asimilar que Grettel había dejado de sentir algo por él.
—Descuida—respondió ella, titubeante—. Realmente no espero que me digas algo. Yo—una pausa más—... solo necesitaba confesártelo. No es justo para ti.
—Y supongo que, para nadie, en realidad.
Silencio.
Después de todo, el chico tenía razón. No era justo para él, para ella, ni mucho menos para los otros dos implicados.
¿Qué acaso no había pensado en eso?
—Mamoru—susurró Grettel, y entonces apartó la mirada, el pelinegro había notado como apretó los puños, así como que su voz tembló cuando retomó la palabra—: No sé en qué momento cambió todo, sabes. Pero supongo que es mi culpa.
Izawa negó, pero seguía sin mirarla, sabía que, sí lo hacía, su primer impulso sería dejar las lágrimas que tanto se esforzaba por retener.
—Yo sí que lo sé, Grett—comentó con una sonrisa, pero no había nada de diversión en ella. Realmente reía para no llorar—. Fue hace tan solo dos meses—aseguró—. Después de que volvieras en la final nacional de secundarias. Desde ese día todo cambió.
¿en realidad fue así?
¿o había sido desde muchísimo antes?
—Yo no quise que esto pasara, Mamoru—se apresuró a decir, su voz de nuevo tembló—. Tú eres un gran chico y lo que menos quería es lastimarte.
Nuevamente, Mamoru negó.
¿no quería que eso pasara? Mamoru sabía que ni siquiera Grettel podía mandar en sus sentimientos, pero por su cabeza cruzó la fugaz idea de que quizá pudo evitar que eso pasara.
Quizá si nunca se hubiera vuelto cercana al castaño.
Quizá si no hubiera regresado a Japón...
—Descuida—repitió lo mismo que le había dicho la chica, intentando alejar los pensamientos intrusivos que surgían en su mente—. Hubiera sido peor que no me dijeras lo que realmente estabas sintiendo—aunque costó todo de él, sonrió—. Entonces, Grett, no pasa nada. Todo estará bien.
¿de verdad lo estaría? Estaba seguro de que no. O al menos no para él. No cuando la horrible sensación de opresión en su pecho y lo asfixiante que era que el aire le faltara en sus pulmones parecía ser interminable, sin embargo, cuando el pelinegro notó que su ex novia había negado y entreabierto los labios para emitir palabra alguna, se le adelantó.
Sabía que era lo que le diría, o al menos el rumbo que tendrían sus palabras, y la verdad era que lo que menos quería es que ella siguiera echándose la culpa de todo lo que estaba pasando.
Si había algo que lo molestara, era precisamente eso.
—Está bien si tú sientes que es lo correcto—murmuró. Estaba comiéndose su orgullo y guardándose todo lo que en verdad quería decir porque nunca, ni en su peor momento, quería que Grettel se sintiera mal, así que su mirada se desvió a los tenis deportivos en sus pies, intentando controlar sus palabras, aun cuando estas parecían ser un arma de doble filo que punzaban en lo más profundo de su ser—. No mandas en tú corazón, y yo mucho menos, Grettel. Y ahora que aceptaste lo que sientes, deberías hacer algo al respecto.
¿era real que la estaba apoyando para que demuestre sus sentimientos a la persona que se la robó?
¿era real que la estaba incitando a confesársele al chico que lo reemplazó?
Claro que sí, era tan real como el amor que Mamoru sentía por ella.
Entonces, por primera vez en los pasados veinte minutos, Mamoru volvió a fijar su mirada en la chica, y no pudo dejar pasar por alto la mirada de asombro que adornaba su rostro.
—Quiero que seas feliz, Grett—continuó—. A mi lado, o lejos de él, solo quiero que lo seas y ahora él es tu felicidad—una muy tenue sonrisa surcó su rostro cuando dijo—: ¿o me equivoco?
Ella no lo negó y eso solo logró que el único pedazo intacto de su corazón también se rompiera en miles de fragmentos.
Quería reírse de lo patético que se veía. Quería llorar y gritar hasta quedarse afónico. Y, sobre todo, quería gritarle a Misugi demasiadas cosas de las que sabía que se arrepentiría si lo hacía y la chica frente a él se enteraba.
¿Por qué nadie le dijo que la ruptura con Grettel lo iba a destruir? Quizá si lo hubiese sabido podría haberlo evitado.
Quizá lo hubiera hecho mejor.
Quizá...
—Es más difícil de lo que suena.
—En realidad no, no lo es—contradijo Mamoru—. Así que inténtalo.
Pronunciar esas palabras terminaron con la poca dignidad que sentía que tenía porque nunca, en su sano juicio, el Mamoru de antes diría algo como eso. Jamás le hubiera dicho a la chica que él quería que intentara algo con alguien que no fuera él. Pero ahora lo hizo, y fue porque, justamente, sabía que esas eran las palabras que Grettel necesitaba escuchar. Y lo confirmó cuando dejó de ver sus orbes cristalizadas como se encontraban hacía tan solo unos instantes.
—¿y si fallo?
Al escuchar su pregunta, Mamoru sonrío, y esta vez fue una sonrisa completa, aun cuando sus orbes se encontraban completamente cristalizadas.
Eso había sido todo.
—Al menos sabrás que lo intentaste—respondió—, justo como yo lo hice.
Y, con eso último, Mamoru Izawa, después de muchos años juntos, le había dicho adiós. Y la estaba dejando libre para que ella misma siguiera a su corazón.
Corazón que ya no tenía espacio para él.
-
—Vamos, Izawa—había dicho Takasugi una vez se adentró a la habitación del pelinegro antes de intentar quitar la manta que lo cubría—. No puedes seguir así. Venga, levántate.
—Venga, Izawa—ese había sido Kisugi—. Pareces un bebé, venga, deja de llorar.
—Por qué no se van ¿eh? —espetó Mamoru, intentando que Shingo no le quitara su manta. No quería que vieran lo hinchados que se encontraban sus ojos.
Estaba seguro de que ya habían pasado unos cuatro días desde que Grettel lo terminó. Cuatro días en los que se sentía desganado, donde lo único que quería era mantenerse en cama y no salir nunca. Su pecho dolía de manera descomunal y el nudo que se había formado después de que se marchó de la mansión Wakabayashi esa noche seguía allí, en su garganta. Y ni hablar de lo congestionada que su nariz se encontraba por haber llorado tanto.
Realmente se encontraba fatal.
Taki soltó una risa ante su comentario.
—Deberías dejar de intentar sacarnos de tu casa y mejor deberías acompañarnos a entrenar—la voz de Taki resonó con firmeza—. Has faltado todos estos días, así que el entrenador va a darte un sermón cuando te vea.
—Entonces para eso mejor no voy.
Kisugi entornó los ojos al escuchar las palabras que dejaron los labios de uno de sus mejores amigos y buscó apoyo en Takasugi.
—Es hora del plan B—informó, mirando de igual manera a Taki—. No quisiste salir de la cama por las buenas, así que será por las malas, querido amigo.
Entonces Shingo, con ayuda de Hajime y Teppei, levantaron a Mamoru de su refugio y, sin previo aviso, se lo llevaron a la regadera para que se diera un buen y merecido baño.
La verdad es que los tres detestaban verlo de esa manera y, si estaba en sus posibilidades, harían algo para animarlo. Después de todo, no por nada eran el legendario Cuarteto Shutetsu. Y si uno estaba bien, los demás también.
Mamoru se encontraba peor que antes de que sus amigos lo hubieran sacado de casa. El sol lo irritaba a un nivel inimaginable, el ligero bullicio de las calles también lo incomodaba y, siendo sinceros, todo parecía molestarle.
No estaba en su mejor momento, eso era seguro.
—¿en verdad era necesario usar eso? —bromeó Teppei—. Tampoco somos tan famosos.
Mamoru entornó los ojos cuando Takasugi siguió la risa que escapó de los labios de Kisugi, aunque sus amigos ni siquiera podían percatarse de su gesto debido a los lentes oscuros que portaba.
—Kisugi, en verdad estás haciéndome enojar—sentenció y luego dirigió su mirada a Takasugi—. ¿Dónde está Taki? ¿porque él sí pudo irse y yo no?
—Porqué él fue a buscar a Nika—respondió el defensa—. Necesitamos de todos los refuerzos posibles, así que deja de refunfuñar y solo síguenos.
Mamoru soltó un resoplido.
El plan que los chicos tenían, con ayuda de Nika, era simple: hacer que Mamoru se distrajera para que no siguiera pensando en la ruptura con su exnovia. Si le preguntaban tanto a Taki, como a Kisugi y Takasugi, ellos dirían que Grettel no era mala persona, pero sí que en estos momentos ya no les agradaba como hasta antes de que terminara con su mejor amigo. Y era, más que nada, por la manera en la que este se encontraba ahora.
Mientras tanto, Nika miró a Taki a lo lejos, y no pudo evitar que una pequeña y tímida sonrisa adornara sus labios. El conejito, como ella le apodaba de cariño, aún hacía acelerar su corazón desmesuradamente como el primer día, por lo que, por un momento, se permitió olvidar lo que había visto hacía unos instantes y que, aunque no debería, sentía que la dejaba en una posición incómoda porque, después de todo, tanto Mamoru como Grettel eran sus amigos.
Taki la saludó con un corto beso en una de sus mejillas, logrando que la castaña se ruborizara con el gesto.
—¿todo bien? —preguntó el pelinegro inmediatamente—. ¿Cómo te encuentras?
Taki podría ser todo lo que quisieran, pero con Nika era completamente diferente. Nika era demasiado importante para él, y la trataba de esa forma.
—Todo bien—aseguró la chica, su voz era suave y melodiosa—. ¿Cómo se encuentra Izawa-kun?
Taki resopló antes de que cruzara uno de sus brazos sobre los hombros de Nika y juntos comenzaran a caminar con dirección a donde se encontrarían con los chicos.
—Fatal. Sabíamos que si algún día terminaba con Grettel la pasaría mal, pero no nos imaginamos cuánto.
—Izawa-kun no se merece esto—musitó la chica—. Espero que un día encuentre a alguien que sí lo quiera de verdad.
—Aunque me cueste decirlo, Grettel sí lo quiso en su momento, porque nosotros fuimos testigos de ello—comenzó diciendo Taki—, pero nunca lo amó, Nika. Y, aunque Izawa sabía que su tiempo terminó, siguió aferrándose a ella.
—Que feo debe ser eso—el susurro de Nika fue tembloroso y casi imperceptible, después el silencio que se había formado repentinamente fue roto cuando dijo—: Taki, ¿puedo contarte algo?
El pelinegro detuvo su andar y dirigió su mirada a ella, permitiéndose admirarla por un momento.
—Confía en mí, Nika. Puedes contarme lo que sea.
—No pude hablar con Grettel—confesó—. Y no fue solo porque sentí que traicionaba a Izawa-kun al hacerlo porque él es uno de tus mejores amigos.
—¿entonces?
Taki dejó la pregunta al aire, permitiéndole a Nika continuar hablando a sus anchas. La notaba nerviosa y de cierta manera incomoda. Así que estaba seguro de que algo había pasado.
—La vi en la puerta de su mansión y quise acercarme, pero no estaba sola—relató—. Estaba con Misugi y, siendo no tan tarde, pude deducir que lo más probable era que haya dormido allí porque parecían estarse despidiendo.
Taki no pudo evitar soltar una carcajada llena de desaprobación mientras sacudía la cabeza en negativa.
—No le digamos nada a Izawa, ¿vale, Nika? —pidió el pelinegro—. Solo terminaríamos de joderlo y es lo que menos queremos.
Y aunque Nika no estaba del todo convencida de lo que Taki le pedía, confiaba en su buen juicio y en que sería lo mejor para Izawa. Fue por eso que nunca le dijeron nada de lo que Nika había visto ese día, y cuando Grettel y Misugi hicieron pública su relación más de seis meses después, también fingieron sorpresa con la noticia.
Sin embargo, no se arrepentían, al menos Taki no lo hacía porque, gracias a eso y con mucha ayuda de Kisugi, Nika y Takasugi, Mamoru volvió a ser él mismo.
Y, después de varios años, al fin volvió a enamorarse y a rehacer su vida con la hermana del portero mexicano Ricardo Espadas, quien le había dado el mejor regalo de su vida.
Su pequeña hija Mérida.
⚽
¡Holaaa! Aquí el tan esperado extra de Mamoru Izawa, espero que les haya gustado<3
Realmente me gustaría leer sus opiniones del capítulo, aquí van las mías xD
Aquí podemos observar como Mamoru veía venir todo, como le advirtieron y aun así no quería aceptarlo. Si recuerdan el capítulo 2 (si no estoy mal xd) había una línea que decía que Grett agradecía que nadie la hubiera visto bajar del taxi con Misugi, o que al menos eso creía, ahora podemos observar que sí que la descubrieron, y quien lo hizo fue Takasugi.
También Kisugi vio algo raro mientras estaban en Alemania (cosa que Gianelle quería evitar y que se mencionó en su plática con Grett), pero nunca dijeron nada. No hasta que todo ya fue difícil de ocultar y de no ver, básicamente. Además de que, si se lo decían a Mamoru recién hubiera sucedido, él obviamente no lo creería, porque para ese momento su novia aun parecía gustar de él:')
Por otro lado, lo que Nika vio sucede justamente después del capítulo 13, cuando Jun y Grett al fin se confiesan cuando él va a buscarla a su casa y se queda a pasar la madrugada, ¿ustedes creen que Taki hizo bien en pedirle a Nika que no le contara a Mamoru?
Si alguno leyó hace unos años el Golden Dream, recordarán que allí mencioné a Lupita Espadas, hermana del portero mexicano Ricardo Espadas, y lit me la inventé a ella para poder crear a Mérida, aunque ahora su contexto será completamente distinto y lo veremos más adelante.
Al final Mamoru pudo superar la ruptura, creció y conoció a un nuevo amor, Grett fue su evento canónico y la primera a la que amó, mientras que él para ella fue su primer amor. Eso no cambiará, y fue algo que me gustó explorar en esta versión porque antes en Mi Razón de Ser lo expliqué bien chafa jsjsja, peeeero, ya sabemos con quién acaba cada quién:3
Pregunta, ¿qué historia esperan con más ansias?
Sean y su noviecita desconocida por ahora.
Simari y Rencito:3
Andrew y Mer-Mer<3
¡Muchas gracias por acompañarme! Nos leemos pronto con el extra de Jun, que estará dividido en 2 (o 3) partes. ¡Los amo!
Grett-chan fuera.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro