Capítulo 15: Sakkãpurinsesu
2026. Cinco años después.
Vancouver, Canadá.
Grettel estaba sentada, mirando solamente como sus compañeros se batían en el campo mientras un cosquilleo recorría cada centímetro de sus piernas.
Quería correr.
Anhelaba hacerlo.
Era la final contra Brasil y estaban a menos de cincuenta minutos de saber quién levantaría la Copa del Mundo.
—¿ansiosa, cuñadita? —musitó Arley con diversión mientras le regalaba una sonrisa—. Que te aseguro que no serías la única.
Ella asintió.
A su lado se encontraba Sano, Soda, Jito, Kisugi, Mamoru, Taki, los hermanos Tachibana, Wakashimazu, Nitta y Sawada, quienes también estaban nerviosos y listos para salir a jugar cuando se los pidieran.
—Pero ¡¿qué es eso?! —Chilló el comentarista—. ¡Verónica Akimoto acaba de burlar a Naturezza y ha realizado una bonita pared con Gabriella Ozora! Vaya que Japón nos ha llenado de sorpresas este Mundial, señores, y ahora se disputan el título de campeones.
En eso, Leo corrió para interceptar el balón y así poder enviárselo a Santana, a quien Hyuga marcaba muy de cerca, sin embargo, cuando Gabriella mandó un pase hacia su primo, fue Pepe quien se hizo con el esférico y ahora corría en dirección a la portería de Japón.
Tsubasa ahora se encontraba marcando a su compañero en el Sao Paulo, mientras Misugi y Misaki coordinaban al equipo para que nadie pasara del medio campo, Génesis y Matsuyama ayudaban con la defensa a Genzo y Hyuga, Gianelle y Aoi esperaban la oportunidad para contraatacar.
—¡El esférico ha sido robado por el Capitán Tsubasa! ¡Y ahora Santana se le ha plantado frente a frente! —exclamó una vez más el comentarista— ¡sin duda es un esperado duelo de capitanes a menos de dos minutos de terminar la primera mitad!
—Arley, Grettel—escucharon llamar al señor Mikami—, comiencen a calentar que van a entrar—informó—. Misugi, vas en lugar de Genzo y Grettel entra por Shingo.
—¡Sí, señor! —aceptaron ambas al mismo tiempo.
La verdad era que esos dos minutos se habían sentido eternos, sobre todo cuando el duelo de Tsubasa y Santana no parecía querer ceder, y no fue hasta que el balón se elevó hasta el cielo, cuando ellos realizaron sus tiros al mismo tiempo, justo a la vez que el silbatazo sonó, que la espera terminó junto al primer tiempo.
Grett y Arley veían a sus compañeros acercarse hasta la banca, e incluso Kaydee se había escabullido —Dios sabrá cómo— para llevarles botellas de agua a todos junto a uno de sus entrenadores y así pudieran hidratarse antes de regresar al campo.
Hyuga fue el primero que llegó con ella y no dudó en abrazarla, a lo que ella le hizo bromas respecto a estar sudado, sin embargo, en ningún momento dejó sus brazos.
Karl había llamado Emperatriz a Arley desde las gradas para llamar su atención y aprovechar a mandarle un beso, así como para desearle suerte en este segundo tiempo.
Shun se había acercado a Kinboshi lo más rápido que pudo para masajear sus pantorrillas mientras ella lo veía con ojos de amor puro.
Gianelle se había echado sobre el césped después de refrescarse con un poco de agua, antes de que Ken viniera en su encuentro y la levantara en sus brazos mientras le decía lo maravilloso que estaba jugando y lo mucho que la admiraba.
Verónica se encontraba verificando que la lesión que el detener uno de los tiros de Santana le había propiciado a Genzo no fuera tan grave, mientras él veía embelesado como la rubia le ponía las vendas en las manos para mantenerlas firmes y que la lesión no se agravara en lo que lo revisaba un médico.
—Siéntate inmediatamente, príncipe—ordenó Grett apenas divisó al castaño acercarse a ella—, voy a hacerte un vendaje para el próximo tiempo. No caíste debidamente en el enfrentamiento contra Luciano y me preocupa que te hayas lesionado.
—Sí, amor, jugaste de maravilla—dijo Jun en broma mientras hacía lo que la peli plata le había pedido. Se había sentado en la banca justo antes de que ella se hubiera arrodillado frente a él—. Creí que así me recibirías.
Grett no pudo evitar sonreír mientras retiraba los tacos de uno de sus pies primero.
—Siempre te recibo así, príncipe, y aun cuando no te lo haya dicho en este momento sabes que así es. Sabes que juegas de maravilla—respondió Grett con una sonrisa, quitando la calceta azul que cubría gran parte de las piernas de Jun junto con las espinilleras—. Pero, justo ahora, lo que me importa es ponerte el vendaje. No quiero más lesiones en nuestras vidas, amor. Menos cuando ambos ya estamos completamente bien.
Miró a Jun asentir también con una sonrisa mientras ella procedía a vendar su tobillo con dedicación.
La Wakabayashi menor siempre había sido así con él, lo procuraba y cuidaba en todo momento su salud. A pesar de la distancia que los separó hace cinco años, ella estuvo muy pendiente con cada una de sus citas, con cada una de las terapias que recibía y con los estudios bimestrales que le tenían que hacer.
Quizá esa fue una de las muchas razones por las que su relación funcionó porque, a pesar de estar lejos, tanto él como ella siempre estuvieron al pendiente del otro.
Jun escuchó a Grett llorar muchas veces mientras le contaba que ya no podía más con las terapias, que no estaba viendo mejorías y que había ocasiones en las que eran muy pesadas, que incluso la hacían vomitar; en casi todas esas veces Misugi solo quería ir a encontrarse con ella, abrazarla y decirle que todo estaría bien, pero justo antes de que él obtuviera el permiso de sus padres para viajar al otro lado del mundo, la chica le llamaba emocionada para contarle su progreso, para decirle que aún podía y que, aunque le hacía mucha ilusión verlo, todavía no llegaban las vacaciones para ello, que mientras tanto ella debía de lidiar con todo lo que estaba viviendo durante su rehabilitación sola.
Y, por el contrario, Grett en todo momento escuchó a Jun maravillarse de los resultados de la suya, lo escuchó cuando se encontraba cansado y también lo escuchó cuando volvía más fuerte que antes. Incluso fue a verlo cuando se encontraba estresado antes de presentar su examen a la Universidad para estudiar medicina hace tres años solamente para animarlo.
Sí, había viajado desde Italia solo porque no le gustaba escuchar a Jun así de estresado. Y lo mismo había hecho Jun hacía ya dos años cuando Grett iba a ingresar a la carrera en fisioterapia, también hace ocho meses, cuando la chica iba a presentar su prueba para el Juventus luego de haber sido fichada mientras jugaba con el Venezia en la serie B.
Se habían acoplado al otro de maravilla y habían buscado la manera de visitarse cuando podían, como la navidad pasada que decidieron encontrarse en Alemania, mientras los Misugi visitaban a Enjerukisu y los Wakabayashi visitaban a Genzo—incluso habían llevado a Kojiro con ellos—, al final las dos familias habían decidido hacer la cena juntos y disfrutar la compañía en conjunto de sus hijos.
Así que sí, ese era parte del secreto para que su relación hubiera durado tanto, el tiempo de calidad que siempre buscaban compartir. La otra parte eran, justamente como ahora, los actos de servicio que realizaban por el otro.
—Lo sé, Grett—había murmurado el castaño—. Sé que no queremos más lesiones.
La peli plata había terminado con su labor y, cuando Jun quiso hacer ademán de ponerse él la calceta y espinilleras, la chica negó con una sonrisa.
—Déjame hacerlo—pidió, a lo que Jun accedió sin chistar—. Me gusta saber que te ayudo de esta manera, príncipe.
Al castaño se le escapó una risita.
—Me ayudas de muchísimas maneras, Grett—aseguró—, tanto que, llegados a este punto, sé que no podría estar sin ti.
Grett terminó de atar las agujetas en los tacos de Misugi y se puso de pie, por lo que ahora su novio fue quien la obligó sentarse para darle un masaje rápido en lo que los quince minutos de descanso culminaban.
—Ni yo sin ti, Jun—confesó, la sonrisa que se extendió por su rostro fue tan amplia y la sensación que hinchó su pecho fue tan cálida, que de pronto sintió unas inmensas ganas de llorar—. Te volviste mi razón de ser. Y la persona a la que más amo en este mundo.
Jun imitó su sonrisa antes de soltar un gran suspiro.
—Tenía pensado preguntarte esto si ganábamos—comenzó a decir y las amatistas observaron con asombro como el castaño parecía querer hincarse con una sola de sus rodillas—, pero no puedo esperar más y, sea cual sea el resultado, estoy seguro de la decisión que tomé.
—Jun—susurró la chica, llevándose las manos a la boca en un intento de ahogar el llanto de felicidad que se avecinaba.
—Grettel Wakabayashi, estoy enamorado de ti desde hace mucho tiempo, cuando aún ni siquiera sabía darle una definición al amor, y fue desde que te vi enfrentarte contra el Naniwa en el Torneo Nacional de Primarias y anotarle ese segundo tanto a Nakanishi—las palabras del castaño ocasionaban que un cosquilleo se extendiera por cada ramificación del cuerpo de la peli plata, misma que era completamente satisfactoria para ella porque su corazón parecía querer salirse de su pecho y encontrar el del chico que amaba—. Desde ese día no pude sacarte de mi mente, me sorprendía que una niña tan pequeña y a la vez delicada, pudiera ser tan aguerrida, y solo quería acercarte a mí, aunque el destino tuvo otros planes. Sin embargo, hoy después de cinco años juntos, después de los mejores cinco años de mi vida, quiero preguntarte, princesa, ¿quisieras casarte conmigo? ¿me dejarías ser tu esposo?
Grett para este momento era un mar de lágrimas, sin embargo, se agachó hasta la altura de Jun antes de darle un efusivo abrazo que terminó con los dos sobre el césped.
Cosa que sus compañeros de equipo no pasaron por alto y se preguntaban que estaba ocurriendo con esos dos.
—¿Por qué me preguntas cuando sabes la respuesta? —fue lo que dijo, la sonrisa que adornaba su rostro era difícil de pasar por alto, así como las lágrimas de felicidad que resbalaban por sus mejillas—. Casarme contigo es lo único que quiero, Jun, no pido nada más si te tengo a mi lado.
Jun acercó sus labios hasta que rozó los de la peli plata, sus manos habían rodeado con firmeza la cintura de Grett y ella no dudó en darle un beso que dejaba ver su respuesta y lo mucho que sentía por el castaño.
Los labios de Jun se movían con delicadeza sobre los de la chica, con movimientos muy suaves y llenos del amor que sentían el uno por el otro. Una vez el beso terminó, ambos se pusieron de pie puesto que el partido estaba a nada de reanudarse.
Genie, Gianelle, Verónica, Gabriella y su cuñada Arley se habían acercado a verlos, incluso el señor Mikami lo había hecho, llevándose una sorpresa cuando vio como el rostro de Grettel denotaba su reciente llanto.
—Grettel—llamó—. ¿estás bien? ¿puedes salir a jugar?
Ella asintió frenéticamente.
—Señor Mikami, me voy a casar—anunció con emoción mientras las amatistas buscaban a sus hermanos entre todos los de la Selección—, Gen, Kayd, ¡Kojiro! ¡voy a casarme! ¡Jun acaba de proponerme matrimonio!
Las felicitaciones no se hicieron de esperar, su hermano la había elevado en un efusivo abrazo mientras Kaydee y Kojiro le hacían burla a Jun junto a los de la Selección antes de que Arley hubiera corrido a abrazarlo, y sus amigas no dejaban de chillar de la emoción junto con ella, incluso para sorpresa de Grett, Izawa también la había felicitado recitando un simple:
«Supongo que felicidades por tu boda, Grettel. Espero seas muy feliz.»
Mamoru había su primer amor y eso nunca iba a cambiar. Pero quien era el amor de su vida y con quien quería seguir compartiéndola era con Jun, porque él se había ganado cada parte de su corazón, cada sonrisa y cada gesto, había logrado calmar cada llanto y enojo, y no había otra persona con la que quisiera estar además de él.
Así como sabía que ella era la única para Jun Misugi.
—¡El equipo japonés está saliendo a la cancha a tomar sus posiciones y vemos cambios, señores! —anunció el comentarista con entusiasmo—, ¡Arley Misugi entra cubriendo la portería en lugar de Genzo Wakabayashi! ¡Y en el lugar de Aoi Shingo entra la Sakkãpurinsesu! ¡Grettel Wakabayashi! Está sí que será un segundo tiempo de infarto.
Y, contra a todo pronóstico, ese día fue Japón quien se llevó la victoria sobre Brasil, por lo que Jun y Grett cumplieron el sueño que Jun le contó aquel día que la encontró en el aeropuerto hace cinco años.
Ellos jugando en el mismo equipo y levantando la Copa del Mundo.
La Sakkãpurinsesu y el Príncipe del Campo.
Jun y Grett.
⚽
¡Holaaa! ¿cómo estamos? ¿qué tal el capítulo?
No sé si era el final que esperaban, pero siento que no pudo haber otro final para eso dos, después de mucho, aún no me creo que, una vez más, haya terminado la historia de Jun y Grett, justo como hace seis años (cuando el primer libro, en ese entonces, de la trilogía culminó), tengo sentimientos encontrados, así que no me toquen que ando sensible:')
Grett ha estado conmigo desde siempre, y espero esta vez haberle dado el desarrollo que se merece. Me encantó comerme la cabeza con ella porque no quería aceptar sus sentimientos, y enojarme porque al mismo tiempo eso causaba conflictos con el número ocho, enamorarme de la relación que Jun y Grett formaron y que, al menos en esta versión, sí tuvo razón de ser, sin sentirse (pienso, ustedes díganme sí no) forzada. De explorar la diferencia que existe entre una relación que surge desde la cabeza y de otra que surgió desde el corazón. (Lo primero lo descubriremos más a fondo en Himari).
Espero que les haya gustado y que me dijeran sinceramente que opinan de ella, y si prefieren esta o la antigua versión.
Lo dije en Twitter, pero también lo menciono aquí, y es que tanto la portada de Himari como la de Sakkãpurinsesu son diferentes (y no solo me refiero al color de cabello) y a la vez iguales, mientras Himari es más colorida puesto que nuestra chiquitina aún está descubriendo quién es y persiguiendo sus sueños, Sakkãpurinsesu es más sombría y con pocos matices de color, pues Grett se enfrenta a muchísimos cambios en su vida y en los sueños que tenía, es mas sombría porque el golpe de realidad que tiene antes de lograr su meta lo es.
Quisiera leer sus opiniones del capítulo y recordarles que aún queda el epílogo más los dos extras, uno desde la perspectiva de Mamoru y otro desde la perspectiva de Jun, que obviamente tendrán muchas sorpresas y material inédito jeje, posterior a eso creo que publicaré un apartado de datos curiosos porque sí que hay cosas que contar.
Gracias por acompañarme en este viaje por segunda ocasión ¡nos leemos en el epílogo!
Grett-chan fuera.
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