1. Espíritu Rebelde
LA SAINT ACADEMY
ZONA SUDORIENTAL DE SUIZA
Aquella mañana, Kydoni había decidido tomar una ducha en las regaderas después de su entrenamiento en el gimnasio, el agua caliente siempre la relajaba y le hacía olvidar al menos por un momento, lo duro que había sido el ejercicio. Aunque, de vez en cuando, aprovechaba ese tiempo a solas para repasar una y otra vez las lecciones impartidas por sus maestros.
Kydoni es una estudiante de la Saint Academy; está cursando su último año de instituto y muy pronto estará lista para que le reclamar una Pandora box y dar comienzo a su servicio como saintia oficial. La Saint Academy es una institución creada y financiada por la Fundación Graad, situada en los Alpes Suizos, cuyo objetivo principal es albergar y entrenar únicamente a mujeres jóvenes para que se vuelvan Saintias y de esa forma, conformen el grupo de damas de compañía de la diosa Atena. En este lugar, se instruyen a las muchachas a ser damas serviciales, con conocimientos básicos de modales, repostería, vestimenta, lenguaje, arte y música, dejando, por último, el entrenamiento físico como guerreros, puesto que, al ser una Saintia no las posiciona directamente en las filas cuando una guerra se presente.
Kydoni es una chica de muy pocos amigos, si no es que no posee ninguno todavía. Y es que, quizás se deba a que ella es una chica completamente contraria a lo que indica el protocolo escolar; es atlética, rebelde y meramente impulsiva, pues piensa que, para la guerra, la feminidad y los modales no deberían tener valor, y que no por ser mujer, es más débil que un caballero masculino. Definitivamente no le gustaba tener que comportarse como una dama, pero era lo que tenía que hacer para servir a Atenea. Sus padres le condicionaron que, si quería servir a la diosa de la guerra, tendría que obtener la Pandora box por medio de la Saint Academy, de otra forma, se quedaría en casa a seguir estudiando hasta poder continuar con el negocio familiar.
De ninguna manera le permitirían que la joven se lastimara en los severos entrenamientos que impartía el santuario en Grecia; si bien sabían de lo que pasaba en los diferentes campos de concentración y entrenamiento; además, como santo normal, su aspiración sería únicamente a una armadura de bronce o plata, eso sin mencionar que tendría que usar una máscara del silencio por el resto de su vida.
Para cuando había salido de la ducha, los vestidores estaban completamente solos, así que tomó sus pertenencias y se vistió de inmediato; seguramente estaría yendo nuevamente tarde a su siguiente clase.
—¡Demonios! ¡Esa maldita campana de nuevo! Si llego tarde, la señorita Crabgrass me condenara el resto del año — Se decía a sí misma mientras se colocaba el uniforme; odiaba las mangas largas adornadas con holanes, siempre había sido tedioso anudarlos, sin mencionar que el elástico le dejaba marcas que luego rascaba hasta dejar al rojo vivo. Cepilló su cabello cuanto antes; en ese momento se dio cuenta que ya había crecido mucho desde hace tiempo.
Los caireles de un purpura intenso se acomodaban ligeramente sobre los hombros. Estaba finalmente por terminar de deshacer los nudos en la parte baja, cuando notó como un largo mechón caía al suelo. Kydoni se quedó perpleja, no entendía que había pasado hasta que unas risas se hicieron presentes detrás de ella.
Kydoni se giró de inmediato, allí se encontró con un grupo de tres chicas; Mitori, una chica de apariencia asiática, con el cabello un poco largo, negro coronado con una cinta roja la cual, viéndola de frente se asemejaba mucho a las orejas de un perro; Kane de ascendencia irlandesa, una chica joven de estatura media y piel muy clara. Su cabello es de color claro, liso y peinado hacia el lado derecho con un gran flequillo que le cubre el lado derecho de su rostro, y Louisse, a simple vista aparenta tener unos 20 años, es bastante linda y muy robusta, su cabello dorado y maquillaje tienen una gran orientación a sus raíces francesas.
Las tres eran compañeras de clase, pero para Kydoni, se trataban de las tres personas más antipáticas que alguna vez haya conocido, pues andaban por toda la institución creyéndose populares. Mitori, quien infringía como la líder del trío, sostenía unas tijeras entre sus manos con las que había cortado el mechón trasero.
— ¡Ups! Lo siento... mis tijeras resbalaron — dijo la chica asiática. Dicho aquella oración, simplemente dibujo una sonrisa en su rostro.
Kydoni estaba roja de cólera, observo fijamente el rastro de cabellos que yacían en el cuerpo. Mordió sus labios ligeramente tratando de suprimir su llanto, apretó los puños con coraje, y de inmediato se abalanzó sobre Mitori haciendo que esta cayera de espaldas en el suelo; la chica poco pudo hacer contra la atacante, pues casi de inmediato le arrebató las tijeras y con ellas, cortó sus mechones negros.
—¡No se queden ahí paradas, hagan algo! ¡Maldita seas, Sargas! —
A pesar de los gritos e injurias que soltaba Mitori, las otras dos no pudieron hacer nada, y no porque no quisieran, simplemente sabían que Kydoni era más fuerte que ellas, y que, de intervenir, podrían quedar igual que su lideresa.
—No está bien, Mitori, una dama no puede pelear vulgarmente como campesinas. ¡Llamare a las profesoras! — Decía Louisse con un acento exótico. Enseguida salió hacia los pasillos en busca de ayuda.
Pero poco sirvió aquella mujer, el cabello de Mitori quedó hecho jirones, por encima de las orejas, algunos mechones yacían colgando, pendientes de cualquier movimiento para desvanecerse en el piso. En otras partes la tijera había entrado profundamente hasta cortarlo de raíz, y provocarle rasguños que dejaban al descubierto la violenta escena.
Kydoni se puso de pie victoriosa, tomó un mechón de cabello, lo enredo y después se lo arrojó a la morena quien no hacía nada más que lloriquear y tocarse la cabeza sin creer lo que la contraria le había hecho. La chica restante estaba temerosa, pues pensaba que podría ser la siguiente, Kane le ayudo a incorporarse y juntas huyeron, balbuceando en sus respectivos idiomas, que para Kydoni, simplemente resultaron en palabras sin sentido.
Kydoni se puso de pie frente al espejo en la pared, y examinó la parte del cabello que había sido cortada. A pesar de no ser del todo una princesa o una dama, aquella chica amaba su cabello largo, pues le recordaba al de su hermano.
Suspiro profundamente intentando atarlo en una coleta, sin embargo, resultó inútil, el cabello se veía disparejo, algunos mechones salían del alcance de la banda elástica al haber quedado demasiado cortos.
—¡Maldita sea! ¡Esas idiotas! —
Fue entonces que se dejó caer al suelo, con el dorso de su mano se limpió los ojos; los holanes le lastimaron la piel, entonces se molestó mucho más. Era estúpido llorar por algo así, pero en ese momento no pudo ocultarlo más, odiaba esas estúpidas mangas del uniforme, odiaba tener que usarlo todos los días; odiaba sus clases de modales, sus clases de lírica y danza, odiaba a sus estúpidas compañeras, odiaba la escuela ¡Odiaba totalmente ser una Saintia!
Pateo un par de veces, empujando un objeto lejos de ella, al escuchar el choque entre un metal y un cerámico, entonces vio las tijeras en el suelo; habían ido a dar junto a los mechones de cabello negruzco. Abrió los ojos con sorpresa, entonces se abalanzó hasta ellas sobre sus rodillas, las tomo con cuidado y antes que pudiera arrepentirse, entre un profundo suspiro, las paso entre su cabello.
Kydoni tomó uno a uno sus mechones intentando que todo el cabello quedase al mismo largo, su límite era a la altura de la barbilla. El fleco también fue recortado un poco hasta que pudiera cubrir sus cejas, y gracias a los caireles que se le formaban en las puntas, los cabellos se levantaban un poco, haciéndolo alborotarse y verse un poco más decente.
—Afortunadamente esa idiota no cortó demasiado... — Se dijo a sí misma sacudiéndose la parte superior de su uniforme, eliminando todo rastro de cabello que pudiera presentarse.
Kydoni sonrió al verse, seguía viéndose linda. ¿Y cómo no?, el cabello era lo de menos en su apariencia después de poseer un cuerpo atlético, delgado y bien tonificado. Y a pesar de que no poseía curvas bien marcadas como las de sus otras compañeras, terminaba siendo encantadora en ropa entallada. Sus pechos no eran del todo grandes, pero sin duda la parte más encantadora de aquella pequeña mujer eran, sus ojos grandes y verdes, brillantes y pizpiretos. Su sonrisa era afable y tímida en un rostro redondo, nariz respingona y manos pequeñas, dientes muy blancos, de un metro y medio de altura o un poco más. Y ni hablar de su voz sonora, con un acento exótico.
Antes de que pudiera salir, busco entre sus pertenencias; obteniendo su celular móvil. Posó un poco frente al espejo de forma que luciera su nuevo corte, sonrió en ocasiones y hasta colocaba la señal de ''v" con sus dedos. Reviso la galería con las recientes fotos, escogió la más favorecida y enseguida escribió un pie de foto:
¡Hey!
Seguramente te preguntarás qué es lo que estoy haciendo.
¡Tadah! Me he cortado el cabello...no se ve mal, ¿cierto? Escríbeme cuando veas esto...
✓ ✓
—Realmente te extraño...— Susurro mientras presionaba enviar sobre la pantalla del celular y tan pronto obtuvo confirmación de salida, recogió su mochila del suelo y se dispuso a salir.
La chica aguardó detrás de la puerta de los vestidores por un momento. Sentía miedo; estaba nerviosa por lo que dirían los demás. ¿Qué tal si se burlaban de ella?
— ¡Bah, al diablo! ¡Son todas unas tontas! — Se respondió a sí misma, empujando la puerta hacia el corredor.
Nadie antes se había percatado de ella antes, mucho menos ahora. No tendría por qué preocuparse de nada. Suspiro profundamente y entonces salió. Andando con cierto nerviosismo Kydoni avanzó entre los pasillos cargando su mochila sobre el hombro derecho, las chicas definitivamente parecían no notarla. Mucho menos a su nuevo e improvisado corte de cabello.
Un poco más tranquilo suspiro profundamente deteniéndose entre el pasillo y la sala común del instituto. Fue entonces que un carraspeo se escuchó proveniente del parlante: ¡Kydoni Sargas, por favor preséntate en la oficina de la decana! ¡Kydoni Sargas, por favor preséntate en la oficina de la decana!
Kydoni parecía un tanto avergonzada, se encogió de hombros. —¿De verdad tengo que ir? — Se cuestionó en silencio. Estaba ideando algo, pero antes de si quiera mover un solo dedo, detrás de ella ya se encontraba la asistente del decano Myers.
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